lunes, 25 de agosto de 2014

NADIE ES MÁS QUE NADIE

Publicado en andalucesdiario

   Si los andaluces tuviésemos mala sangre, nos estaríamos frotando las manos con el caso Pujol. Durante muchos años hemos soportado los insultos de los líderes de Convergencia i Unio basados en mentiras, medias verdades y tópicos acuñados contra nuestra tierra.  El semi-defenestrado Durán i Lleida afirmaba que recibíamos subsidios en el bar, el socio Puigcercós aseguraba que “en Andalucía no pagaba impuestos ni Dios”, mientras el presidente Artur Mas se reía de la forma de hablar de los andaluces al tiempo que CIU publicaba un cartel, con sonrisa incluida, que decía exactamente: “La España subsidiada vive a costa de la Cataluña productiva”. Curiosamente, la derecha catalana nunca ha apuntado contra el centralismo de Madrid sino contra Andalucía y Extremadura.

   Algunos analistas discuten si el asunto de Jordi Pujol y su honorable familia, tendrá algún tipo de repercusión en el proceso catalán y mi opinión es que, desgraciadamente, sí. Es lo que pasa cuando algunas fuerzas políticas -con bastante éxito, por cierto-, basan sus demandas en tópicos ofensivos para algunas comunidades mientras se reservan para su “identidad” los calificativos más positivos. Cataluña era una marca de europeísmo, de trabajo esforzado, de buen hacer y de cultura. Es fantástico que se tenga tal autoestima e incluso desde aquí, tan lejos de Cataluña, muchos nos hemos sentido orgullosos cuando Cataluña ha hecho honor a esas palabras. Lo malo de estos tópicos tan positivos es que, en esta última etapa se han utilizado como reverso de la descalificación de otros territorios que, sin comerlo ni beberlo, nos hemos encontrado con la cruz de la incultura, la vagancia, el subsidio y la falta de iniciativa. Pues bien, el caso Pujol es una bomba de profundidad contra todo el capital simbólico de Cataluña. El cosmopolitismo de la familia Pujol consistía en evadir los capitales hacia paraísos fiscales; el trabajo bien hecho, las comisiones establecidas como pago a CIU y a algunos de sus responsables por las obras públicas; como colofón resulta que el robo no lo cometían manos ajenas, ni “comunidades subsidiadas” sino una organizada red de nueve apellidos catalanes que han podido llegar a acumular la increíble cifra de 1.800 millones de euros.

   Cualquier traslación de conductas individuales a un colectivo es injusta y ofensiva. Estoy completamente de acuerdo. No hay nada tan xenófobo y despectivo como acusar a un colectivo o a una comunidad de los crímenes que comete un individuo o un grupo determinado. Pero esta lección tienen que aprenderla todos de forma urgente. Por eso los andaluces no vamos a pensar que todos los catalanes, ni la totalidad de CIU,  ni el independentismo catalán, ni los partidarios del derecho a decidir, participen mínimamente de los delitos de Pujol, de su falta de escrúpulos, de la hipocresía de su discurso.

   Ni las comisiones del 3 o del 20 por ciento en las obras públicas catalanas, ni el caso Palau de la Música, ni la quiebra fraudulenta de Catalunya Caixa que acaba de costarnos 12.000 millones de euros (tanto como todos los recortes en salud y en educación de estos últimos años), nos permiten generalizar descalificaciones, poner en solfa la identidad catalana ni menospreciar a su pueblo. Lo único que pedimos es que a los andaluces se nos dé el mismo trato. Desde hace años, cada información sobre el funesto caso de los ERES es un clavo en el ataúd de la credibilidad de toda Andalucía, de nuestro trabajo y de nuestra identidad. Si los 12.000 millones que el Estado ha perdido con Caixa Catalunya los hubiese perdido en una caja andaluza, hubiésemos sido crucificados como pueblo.

   Hay algunas bonitas lecciones que aprender de todo esto: la corrupción ha sido una marca indeleble del sistema económico que en Cataluña ha batido un récord estatal al acumular 1.800 millones de euros en una sola mano; hay que hacer pagar el delito a los que realmente lo cometen; las identidades no se pueden edificar sobre el descrédito de otros y, sobre todo, nadie es más que nadie por lugar de nacimiento.

EL ÚNICO GAY DEL PUEBLO

Publicado en El País Andalucía 

   No sé si conocen la serie Little Britain.Uno de sus personajes, Daffyd Thomas, es un homosexual que cree ser el único gay del pueblo aunque su localidad está llena de personas como él. Daffyd funda toda su existencia no en ser gay, sino en ser “el único gay de su pueblo”, que no es lo mismo y ni siquiera se parece.
Acude diariamente a una taberna repleta de gays que él no reconoce. En vez de alegrarse de contar con una comunidad numerosa en su lucha contra la homofobia, Daffyd se indigna por la presencia de otros homosexuales que le disputan el valor de ser único y especial. Lo realmente importante para nuestro personaje no es la batalla por los derechos de los gays sino su biografía, fundada en una vocación minoritaria y victimista. Por eso se niega a reconocer a ningún otro homosexual en el pueblo. Para él son traidores, oportunistas o fingidores.

   En estos últimos meses me acuerdo mucho del personaje de Little Britain porque percibo el síndrome de “el único gay del pueblo” a mi alrededor. En todas las profesiones y aficiones hay alguien que se precia de ser único, pero en la política este síndrome es todavía más frecuente. Acostumbrados a ser “el único rojo del pueblo”, el único ecologista auténtico, el único rebelde de su trabajo o de su círculo o de sus amistades, miran con recelo cuando otras personas comparten sus ideas.

   La derecha siempre ha presumido de ser una silenciosa multitud, de un “sentido común” mayoritario, avalado por nuestra (triste) historia, la costumbre o la rutina. Sin embargo, la izquierda tiene a sus espaldas una historia de derrotas, de persecuciones y de soledad.

    Ser de izquierdas ha sido tan difícil en muchos momentos que sólo un fuerte deber moral podía sustentarlo. Las personas que realmente han luchado por conseguir la libertad, por denunciar los abusos, por reclamar justicia, han tenido que adquirir un cierto sentido épico de su existencia. Por eso hoy, algunas de ellas, se niegan a reconocer a su alrededor nuevas voces, nuevos componentes que tienen parecidas ideas. Se niegan a no ser ya “el único gay del pueblo” recuerdan su trayectoria y añoran su unicidad.

   Es verdad que hace 10 años nadie, excepto un puñado de personas esforzadas (y excluidas o censuradas en sus respectivas materias) denunciaban la burbuja inmobiliaria y la especulación urbanística; es verdad que cuando el dinero engrasaba bien la maquinaria social, la gran mayoría estaba dispuesta a perdonar los pecados de la desigualdad, el despilfarro y la corrupción. Una muestra de la falta de conciencia social: la pobreza ha aumentado de forma importante en los últimos años, pero no es un fenómeno que haya nacido con la crisis. La diferencia es que en el año 2006 casi nadie hablaba de ella aunque el 20% de la población la padecía.

   Aún así, no queda más que celebrar el cambio de sensibilidad que se ha operado en la sociedad y trabajar porque sea una conciencia duradera. Es magnífico que, además, gran parte de los jóvenes haga una lectura solidaria y comprometida con su realidad social. No estar solos es fantástico, aunque sea menos heroico, menos hiperbólico y admirable.
Ya es hora de disputar los valores mayoritarios a los viejos poderes, aunque nos prive de esa satisfacción moral narcisista de ser los únicos gays del pueblo.

PRINCESAS Y CAMPEONES

Publicado en El País de Andalucía

   El sexismo es horrible. Las declaraciones de algunos políticos sobre la falta de inteligencia de las mujeres, lamentable. La discriminación laboral de las mujeres, una tara que hay que eliminar… pero en nuestras casas florece toda una generación de princesas y campeones criadas al amor de los más viejos conceptos, eso sí, despojándolos de términos ofensivos y extrayendo de los viejos roles su parte más gratificante.
Las niñas ya no sueñan con ser princesas, son sus padres los que sueñan con crear una monarquía casera. Tampoco los niños sueñan con ser campeones, son los padres los que se afanan por subirlos al pódium de ganador. Han saqueado los viejos sueños de las películas de Disney y han montado el escenario en su propio hogar. En el mismo momento en el que abrazaron a su hijo por primera vez, el hada madrina se les apareció y les susurró al oído: “Aquí tienes tu nueva posibilidad de ser. Todo lo que deseaste y no tuviste, todos tus sueños infantiles. Aquí puedes resarcirte de tus fracasos y desilusiones, de la vida que no pudiste tener, del éxito que se te escapó, de la belleza que huye, de las espinas del dolor”. Y decoraron un cuarto en rosa o en azul, con muñecas o camiones, estrellitas rutilantes, morada de princesas o de héroes, ante cuya puerta el tiempo se detendría.

   Las niñas, desde los cuatro o cinco años, se convierten en princesas de Disney y los niños en campeones galácticos o en ídolos deportivos. Es un teatrillo casero, una representación hiperbólica de los viejos roles sexuales, que quizá esté desprovista de su carácter discriminatorio pero que conserva intactos los valores sobre los que se funda el edificio de la marginación. Las niñas se hiperfeminizan, desde los colores, a la forma de vestirse, peinarse o moverse. Los niños se masculinizan, todo potencia, velocidad y movimiento. La juguetería acompaña este sexismo radical, infantil que no ingenuo ni gratuito.

   Algunas empresas han descubierto que la idiotez es una fuente provechosa de negocio. Hay una empresa sevillana, que ya ha abierto sucursales en otros puntos de España, que ofrece celebraciones para niñas a partir de los cinco años en un circuito de belleza, relax y spa. Nada más atravesar sus puertas, visten a la niña de princesa, les hacen sesiones de manicura, peluquería y estética mientras suena música relajante y beben cócteles frutales. Te tratarán como una auténtica princesa, presa de su belleza y de su culto a la apariencia. En otros lugares, los niños disfrutan de una sesión de coches, mamporros, deslizamientos y pelotas.

   Mientras escribo esto, las bombas de Israel caen sobre los niños palestinos, sin distinción de princesas o campeones. En nuestro país, el ministerio correspondiente reparte miserables fondos de ayuda contra la malnutrición infantil en función del color político de las autonomías. Algunas comunidades se niegan a abrir comedores escolares e incluso a hablar sobre la pobreza infantil porque transmite una mala imagen de su territorio. Hay niños que tienen infancias de ensueño delirante y niños que sufren infancias de pesadilla.
El mundo, a veces, es un tremendo error, un horror cotidiano, una dolorosa sinrazón que solo sobrellevamos con el entrenamiento de una cínica indiferencia que comienza por no pensar en nada doloroso durante más que una fracción de segundo y borrar precipitadamente las imágenes antes de que griten en nuestra mente. Princesas, campeones y víctimas, tres expresiones de un tiempo infame.

¿EDUCACIÓN O MERCADO?

Publicado en El País de Andalucía 

   Sentado junto al Ministro de Educación, el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, afirmó que “los universitarios españoles tienen un nivel comparable a los estudiantes de secundaria de Japón”. Busco algún dato que avale esta información y resulta que el estudio —todavía no publicado— procede de una Fundación denominada Conocimiento y Desarrollo que está presidido por Ana Botín, consejera del grupo Santander y miembro del Consejo de Administración de Coca-Cola. De esta fundación forman parte, también, un nutrido grupo de grandes empresas españolas que buscan, entre sus objetivos, adecuar el sistema universitario al mercado laboral.

   En la misma comparecencia, el secretario de la OCDE se manifestó a favor del copago universitario y de convertir las becas actuales en un sistema de préstamos a devolver por el estudiante. Los medios de comunicación “compraron” inmediatamente el escandaloso titular y casi ninguno citó que se trataba de un estudio de un grupo empresarial. Junto a esta noticia, que desacreditaba el conjunto de la Universidad española, se relacionaba el paro con la sobretitulación o la titulación equivocada de nuestros jóvenes y no con el modelo productivo de nuestro país. Al parecer hay millones de puestos de trabajo pero nuestros jóvenes, ay, tienen titulaciones equivocadas. Debe ser por eso por lo que en medio mundo se les recibe con los brazos abiertos mientras que en nuestro país el mercado laboral los expulsa.

   Varios días después se dio a conocer un informe sobre la educación financiera de los jóvenes de 15 años y en el que los estudiantes españoles han quedado en la cola. Esta vez sí se trata de un informe de la OCDE solo que no es un informe global sino reducido a una quincena de países. Nuevamente mi sorpresa es que el BBVA patrocina estos estudios y su presidente, Francisco González, afirma que “la educación financiera es una tarea colectiva”. El caso es que los alumnos que tenían cuentas corrientes en bancos (al parecer un 50% de la muestra) sacaron muchos puntos de ventaja sobre el resto. Pero la desigualdad social no es algo que preocupe en absoluto a la OCDE ni a sus estudios, lo importante son los resultados, la competencia, la evaluación numérica, que no evolutiva, de los alumnos. Según González, la educación financiera es “una parte muy importante de lo que es una sociedad en cuanto a tomar decisiones informadas en cuanto a su ahorro, en cuanto a su gasto. Hace que los ahorradores sean más consistentes y que los deudores sean mucho más responsables en el tiempo”. O sea que la labor de la educación es la simple integración en el mercado laboral y la de formar ciudadanos que paguen a los bancos.

   Me informo de que han empezado a emerger empresas evaluadoras, compraventa de pruebas valorativas, cursos especializados para que los centros obtengan resultados superiores al calor de esta fiebre cuantificadora del sistema educativo. En algunos países asiáticos ya se someten a pruebas de hora y media de duración a niños de seis años. Desde pequeños hay que inducirlos a competir en el mercado. En vez de un nombre, una historia, una cultura, serán un número en la escala global que les otorgará su lugar exacto en el mercado laboral.

   La mercantilización de la educación no es ya una tendencia sino una realidad que se expone con descaro y sin el menor respeto a la comunidad educativa. La opinión del profesorado, de la pedagogía, de las ciencias sociales no cuenta para nada en el diseño educativo. Son las empresas y la banca los que diseñan la orientación y las materias que se imparten. La educación como proceso de formación del ser humano, de transmisión de cultura, conocimientos, creatividad y crítica ha sido suprimida sin contemplaciones. No hablemos ya siquiera de su valor como equilibrador social y como igualdad de oportunidades. Por eso, la OCDE que no la Unesco ni algún organismo internacional de rostro más humano ha ocupado el lugar de autoridad educativa mundial. A no ser que se produzca un movimiento de regeneración educativa, aviados vamos entre el inmovilismo de la vieja escuela y la mercantilización brutal de nuestro futuro.

EL LABERINTO DEL PSOE

Publicado en El País Andalucía 

   No conozco al PSOE por dentro. En realidad, es muy difícil conocer a una organización política. Incluso muchas personas que pertenecen a un partido desconocen los mecanismos de poder, las alianzas insospechadas, las tácticas inmediatas que los aparatos de poder emplean.

   El PSOE había sido siempre un partido ganador o con vocación de victoria. Cuando un candidato o equipo fracasaba en sus objetivos era sustituido, con relativamente poco ruido, a las pocas semanas. Esa tendencia se rompió en el congreso de Sevilla cuando Rubalcaba, tras cosechar una tremenda derrota electoral —no directamente imputada a él pero sí simbolizada en su figura—, fue elegido por escasa diferencia como secretario general frente a Carme Chacón. La federación andaluza, que siempre ha mantenido el olfato del ganador, apostó por el cambio pero no consiguió sus objetivos. A partir de ahí, Rubalcaba impuso un equipo y marginó sin contemplaciones a todo aquel que no le hubiese apoyado. Una marginación que la federación andaluza ha sobrellevado con incomodidad pero en silencio.

   Esos son errores del pasado pero la historia ha seguido caminando sin esperar al PSOE. El PP los acogotó con “la herencia recibida” y los inutilizó para ser oposición en esta nueva fase. Sus dirigentes interiorizaron el discurso de la derecha sin darse cuenta de que, para una buena parte de su electorado, lo peor de Zapatero no fueron sus tibias medidas frente a la crisis sino el rodillazo que en el tramo último de su gobierno dio a los poderes económicos. La modificación del artículo 135 de la Constitución fue el símbolo de esta humillación y el pase de gran parte de su gobierno a jugosos puestos de la empresa privada a través de la dorada puerta giratoria pusieron el cartel de “abandonad toda esperanza” a su electorado. Hasta tal punto el PSOE se ha aislado de la sociedad que ha sido incapaz de sumarse, no digamos ya de protagonizar políticamente, a la contestación contra los recortes sociales de derechos que ellos mismos pusieron en marcha.

   Ahora hay un miedo escénico que los agarrota. Temen al fracaso y las viejas voces, tan poderosas y dañinas en esta última fase, les advierten de que no pueden perder el espacio de centro-izquierda, que nada de jugadas atrevidas, que nada de discursos rupturistas con el pasado reciente. No se dan cuenta, en absoluto, del gran cambio social que se ha producido y de que las viejas palabras no designan necesariamente las nuevas realidades. Después de tantos años de crisis económica una gran parte de la sociedad, incluida aquella que se califica como centro-izquierda, consideren de “sentido común” poner coto a los poderes económicos, sanear de arriba abajo la política y acabar con esta salida tremendamente desigualitaria de la crisis económica que empieza a parecerse a una jungla infernal. Seguir agarrados al viejo sistema no es “de centro” sino suicida.

   La ruptura del PSOE con su electorado no es de liderazgo, ni de confianza en su capacidad institucional; la ruptura fundamental ha sido su declarada sumisión a los poderes económicos y su pertenencia a la vieja política. No es, en mi opinión, con viejos pactos de Estado, ni con discursos sectoriales como volverá a ganar la confianza de la sociedad. Si repasan su propia historia, encontrarán las claves. Felipe González ganó con la promesa de cambio, que hoy tanto le asusta, y Zapatero reconquistó el poder al calor de las movilizaciones contra la guerra y la reforma laboral. El viejo centro sociológico de la transición ya no existe. La gente es ahora mucho más radical en su forma de pensar que hace cinco años porque su realidad se ha hecho mucho más difícil. La necesidad de cambios abarca a casi toda la sociedad y ponerse de perfil ante estas demandas puede suponer la desaparición política. Por eso no puedo entender un debate tan light, tan melifluo e interiorizado como el que se está produciendo en este tiempo tan crucial. De los laberintos se sale pensándolos desde fuera, a no ser que, como advertía Nietzsche, el laberinto seas tú mismo.
@conchacaballer

¿ASÍ QUE SALIR DE LA CRISIS ERA ESTO?

Publicado en El País Andalucía

   Es verdad que hay más empleo. Doy fe de ello. Trabajo con jóvenes mayores de 18 años y en los últimos meses han encontrado empleo muchos de ellos. Lo comentamos en un corrillo. Algunos trabajan los fines de semana, otros a media jornada, por horas o en jornadas variables. Les pregunto si están dados de alta en la Seguridad Social. La mayor parte no lo está aunque le han prometido que, si va la cosa bien, quizá dentro de cuatro o cinco meses pueda tener contrato. Tampoco es que a ellos este detalle les preocupe mucho. Lo que sí les enfada es la miseria de sueldos que les pagan a final de mes y la cantidad de horas que hacen, que no son ni mucho menos las pactadas. Los 400 euros se han vuelto moneda normal por mensualidad y permanecer unas cuantas horas después de la jornada laboral ya es una práctica común. En una gran empresa andaluza llaman “el club de los suicidas” a los que se marchan a la hora que marca su convenio laboral. Los que cierran su ordenador a la hora que marca su contrato, serán despedidos antes de un mes. “Lo más prudente es esperar una hora y media más allá del horario establecido y, a partir de esa hora, iniciar una despedida lenta de la oficina”.

   Me ponen también al corriente de la nueva moda laboral, que hace furor de norte a sur, y que consiste en hacerse autónomo aunque se trabaje por cuenta ajena. Este oxímoron laboral es muy fácil de explicar, verá: la persona en cuestión se da de alta en autónomos, paga su cotización para tener los minúsculos derechos que les concede el sistema, pero trabaja para otros que se ven libres de la pesada carga de las cotizaciones laborales y de los convenios colectivos. ¡Menudo invento el de autonomizar forzosamente a los trabajadores! Todo son ventajas: los empresarios dejan de cotizar y el Gobierno se pone la medalla de que crece el autoempleo en nuestro país de forma exponencial.

   Especialmente los jóvenes son la carne del cañón con que se alimenta esta recuperación económica. Son los conejillos de indias de unas nuevas relaciones laborales cuya máxima es “mínimo de sueldo, escasez de derechos y máximo horario”. Esta es la razón por la que algunos empresarios andaluces de la hostelería —un sector del que no hay duda que ha salido de la crisis— propongan salarios de 600 euros, horarios de 10 horas y eliminación de días de descanso. En vez de anunciar ofertas de trabajo pueden rotular “busco esclavos para temporada veraniega”.

   Hay muchos trabajadores que desaparecen de la lista del paro pero permanecen en la estadística de la pobreza. Según el último estudio, el 23% de los pobres actuales tiene alguna clase de empleo. Mientras tanto, la desigualdad crece y crece sin tregua, ante la sonrisa de nuestros gobernantes que se preguntan con cara de bobos por qué el pueblo sigue sin celebrar la recuperación económica. Tan necios que no se han dado cuenta de que la indignación no es ya un quejido privado y resignado, sino una demanda de cambio profundo, inmediato, que empieza a formar ola.
@conchacaballer

LO QUE NECESITAS ES AMOR


Publicado en El País Andalucía 

   Dicen que los especialistas en marketing, antes de lanzar un nuevo producto al mercado, emplean cientos de horas en averiguar cuál es la diferencia fundamental con sus competidores, qué novedad ofrece, cuál puede ser el gancho más efectivo para el consumidor. Cuando han completado su tarea intentan asociar esa novedad a algún sentimiento o emoción porque lo que vende no es la razón sino la emoción.
Así, una de las mejores campañas recientes es la de un café, diez veces más caro que el de nuestra cafetera tradicional, que nos vende la ilusión de ser superiores, envidiados por los dioses y tratados como George Clooney en locales de lujo situados en el centro de las ciudades.

   La monarquía, en términos comerciales, es más fácil de vender que la república. La monarquía tiene caras conocidas, nombres concretos, ritos tranquilizadores en un país que todavía porta en sus genes el miedo a la desestabilización, pero sobre todo tiene, en la actual sociedad de consumo, un valor indiscutiblemente mayor como reality show, como gran hermano hereditario y perpetuo, como show de Truman con sus atardeceres pintados y su realidad guionizada.

   Más allá de los discursos aburridos, de los desfiles militares, de los invitados idénticos a si mismos , de los trajecitos pastel y las cómicas genuflexiones, el verdadero mensaje del jueves, el valor diferencial de la nueva monarquía es que estos, a diferencia de los anteriores, se quieren, se acarician y no se les ve pinta de matar elefantes. Ya no son una familia numerosa, azarosa, peligrosa, sino una familia nuclear, reducida, incapaz de producir sobresaltos al menos en los próximos diez años.

   El amor es su hecho diferencial y las demostraciones amorosas se brindaron en todos los momentos de la ceremonia y al alcance de todos los fotógrafos. A la entrada, con las manos entrelazadas; por la espalda, con suaves toquecitos; en el corto viaje, con caricias en la cara y, finalmente, en el balcón real en todo su esplendor. Allí la escenificación se hizo doble, como dobles son los reyes, y hubo un sorpresivo beso, también de perdón o de excepción, de la reina-víctima a su exesposo infiel.

   Tanta demostración de amor no se hace en vano. Letizia subrayaba y repetía cada gesto amoroso por si hubiese pasado desapercibido. No era casualidad, ni tampoco fruto de una naturalidad de la que carece. Era la escenificación del cuento de hadas, la pareja feliz, la familia perfecta. Demasiado perfecta para una España en crisis. Pero los relatos postmodernos empiezan con un icono, no con un proyecto ni una idea.
Fallaron las multitudes que, asombrosamente, no salieron a la calle a celebrar los nuevos tiempos. Los acompañó la indiferencia de una sociedad que no está para fiestas reales, para palabras vacías, ni para historias de amor tan perfectas. Quizá porque en ese mundo de la calle se vive más dolor que alegría; se pronuncian palabras feas como “paro”, “pobreza” o “desigualdad” que estuvieron proscritas en esta celebración. Porque el amor en la calle es un sentimiento íntimo que nos cura muchos males, pero en la política puede ser una pura mercancía que, como dice Isaac Rosa, se enseña cuando no se tiene nada que ofrecer.
@conchacaballer

UNA SENTENCIA EJEMPLARIZANTE


Publicado en El País Andalucía


   El día en que el Gobierno aprobó la reforma laboral empezó una nueva época. El trabajo dejó de ser un derecho y se convirtió en un privilegio. No era el despido lo que había que abaratar sino el salario. No era una medida coyuntural motivada por la crisis económica sino el inicio de una nueva era. No era la época de la abundancia la que se terminaba sino la de los derechos. La nueva arquitectura de la absoluta desigualdad exigía el sometimiento absoluto de los que prestan su fuerza de trabajo.

   Esa nueva época se empezó escribiendo con las palabras desesperanza y miedo. Millones de personas accedieron a renegociar sus contratos, a trabajar por la mitad, a hacer horas extraordinarias que se han vuelto invisibles y forzosas, al incumplimiento de los horarios. El miedo a ser el siguiente despedido nos hizo agachar la cabeza, lamentar nuestra mucha o poca edad (siempre inconveniente), sustituir nuestros convenios por un cheque en blanco que el mercado rellena progresivamente a la baja.

   Pero si esto no fuese suficiente, el Gobierno prepara fuertes sanciones para castigar la movilización popular, para frenar las huelgas, para obstaculizar los derechos de una Constitución que tanto incumplen. “Sus deseos son órdenes para mí” parece ser su lema y se anticipan a sus demandas preparando el terreno para el futuro, redactando proyectos de ley infumables, y rescatando del baúl de los recuerdos viejas disposiciones que nunca se han aplicado con tan inusitada dureza.

   El fiscal que acusaba a Carmen y Carlos exigió “una condena ejemplarizante”. Tomen nota de la palabra, por favor. Aparte de que las sentencias no deben ser “ejemplarizantes” sino justas, ¿a qué clase de ejemplaridad se refiere el ministerio fiscal? ¿Qué enseñanza debe extraer la sociedad de esta sentencia? Carmen y Carlos habían participado junto a otras 40 personas, en un piquete en la huelga de 2012 que hicieron algunas pintadas en un establecimiento y causaron unos daños estimados pericialmente en 600 euros. Sus nombres fueron tomados al azar por la policía. Ni siquiera fueron los protagonistas de los hechos, aunque se aprestaron a pagar los daños estimados. Nunca han entendido su procesamiento ni la dureza con que han sido penalmente tratados. El juez, Manuel Piñar, sin embargo, entendió perfectamente el mensaje de la ejemplaridad, el viento de los nuevos tiempos represivos, y triplicó la apuesta del fiscal: tres años de cárcel por “un delito contra el derecho de los trabajadores”. Sería cómico si no fuese tan dramático.

   Carlos ha terminado esta semana la carrera de Medicina. Esperaba hacer el MIR pero el juez ha metido en la cárcel sus sueños. Carmen, por su parte, es una trabajadora en paro que ha agotado sus prestaciones y que tiene a su cargo, en solitario, a un adolescente. Su única preocupación es qué ocurrirá con su hijo. Quienes se han entrevistado con ellos, dicen que su historia “hace a las piedras llorar”. Si la ejemplaridad que nos preparan es enviar tres años a la cárcel a dos ciudadanos decentes, pobre democracia la nuestra.
@conchacaballer