Tengo una amiga africana, llamada Anastasia Nzé. Vino a Andalucía huyendo de la persecución política y de la violencia doméstica. Tiene en su cara una cicatriz que le atraviesa la barbilla y el labio inferior. La luce con el orgullo de una herida de guerra contra la dominación masculina y la falta de libertad. En España, tras muchas dificultades, completó sus estudios universitarios y creó un sueño de igualdad que se llama Afromujer. Ahora se ha marchado a su país natal, Guinea, atraída por una nueva oportunidad para implantar las ideas de democracia y libertad por las que tanto ha luchado.
Anastasia solía acompañarme en el Parlamento de Andalucía durante el turno de preguntas al Presidente. Y se marchaba, casi siempre descontenta de las respuestas que recibía de Chaves sobre temas sociales.
- La próxima vez, -decía- deberíamos desnudarnos cuando llegue el turno de réplica.
- Ana, no creo que sea la mejor manera de protestar.
- ¿Cómo que no? En mi etnia, cuando las mujeres queremos protestar contra alguna injusticia, acudimos al centro del poblado y nos quedamos desnudas hasta que se atienden nuestras demandas.
- No creo que nos atendieran, pero…saldríamos en todas las fotos.
Durante cuatro años Ana me ha propuesto centenares de veces la protesta del desnudo y nunca ha entendido mi negativa a hacerlo.
- De verdad que es efectivo. Los cuerpos dicen la verdad…desnudarte es la demostración de que estás diciendo la verdad, sin esconder nada y planteando algo justo.
Los europeos no entendemos el lenguaje del cuerpo, pero había algo majestuoso y auténtico en su propuesta.
Anastasia vestía, en casi todas las ocasiones, con pareos y tocados de colores brillantes. En una ocasión le alabé el tocado de colores malvas y amarillos.
- ¿Te gusta? –me dijo- Pues es el tocado de “estoy harta de todo”.
- ¿Quieres decirme que los tocados hablan?
- Cada etnia tiene sus colores y sus significados.
- ¿Por ejemplo?
- Hay tocados para manifestar que estar contenta y otros para decirle, por ejemplo, a tu marido que no quieres saber nada de él.
- Y ellos ¿qué dicen ante esto?- le pregunto.
- No dicen nada – contesta- los hombres apenas si dicen nada a las mujeres.
Anastasia Nze quiere cambiar miles de cosas de su tierra, pero conservar los colores y el lenguaje directo de los cuerpos.
Anastasia solía acompañarme en el Parlamento de Andalucía durante el turno de preguntas al Presidente. Y se marchaba, casi siempre descontenta de las respuestas que recibía de Chaves sobre temas sociales.
- La próxima vez, -decía- deberíamos desnudarnos cuando llegue el turno de réplica.
- Ana, no creo que sea la mejor manera de protestar.
- ¿Cómo que no? En mi etnia, cuando las mujeres queremos protestar contra alguna injusticia, acudimos al centro del poblado y nos quedamos desnudas hasta que se atienden nuestras demandas.
- No creo que nos atendieran, pero…saldríamos en todas las fotos.
Durante cuatro años Ana me ha propuesto centenares de veces la protesta del desnudo y nunca ha entendido mi negativa a hacerlo.
- De verdad que es efectivo. Los cuerpos dicen la verdad…desnudarte es la demostración de que estás diciendo la verdad, sin esconder nada y planteando algo justo.
Los europeos no entendemos el lenguaje del cuerpo, pero había algo majestuoso y auténtico en su propuesta.
Anastasia vestía, en casi todas las ocasiones, con pareos y tocados de colores brillantes. En una ocasión le alabé el tocado de colores malvas y amarillos.
- ¿Te gusta? –me dijo- Pues es el tocado de “estoy harta de todo”.
- ¿Quieres decirme que los tocados hablan?
- Cada etnia tiene sus colores y sus significados.
- ¿Por ejemplo?
- Hay tocados para manifestar que estar contenta y otros para decirle, por ejemplo, a tu marido que no quieres saber nada de él.
- Y ellos ¿qué dicen ante esto?- le pregunto.
- No dicen nada – contesta- los hombres apenas si dicen nada a las mujeres.
Anastasia Nze quiere cambiar miles de cosas de su tierra, pero conservar los colores y el lenguaje directo de los cuerpos.
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