domingo, 19 de mayo de 2013

EL ABORTO COMO PRETEXTO


Puedes leerlo completo en El País Andalucía

   Somos de una ingenuidad conmovedora. Nada más anunciar el ministro Gallardón su reforma restrictiva de la ley de aborto hemos salido a la palestra para discutir, con los datos en la mano y el derecho comparado, las ventajas de la actual ley. Hemos rescatado el viejo argumentario sobre el aborto que yacía en nuestro escritorio cubierto por el polvo de 30 años de historia, incluso nos hemos esforzado en discutir la personalidad legal o no del feto.

   Nos debemos negar a debatir sobre el aborto en términos de creencias. Si no estás de acuerdo con él la solución es bien simple: no lo hagas. Se trata de uno de los debates más envenenados y retorcidos de los que puedan aflorar a la opinión pública. Hace 30 años resolvimos que debería existir esa solución para las mujeres que decidieran interrumpir su embarazo. Mucho más recientemente aprobamos que esa decisión fuera absolutamente personal e intransferible y que el Estado sólo debiera garantizar unos plazos máximos para su ejercicio. Punto y final.

   Todo lo demás no es discutir sobre el aborto —insisto en que para aquellos que se oponen es tan fácil como no practicarlo— sino poner en cuestión otros temas bien diferentes como la capacidad de decisión de las mujeres, el control sobre sus vidas e incluso nuestro papel en la familia y la sociedad.
Cuando ese mirlo blanco del arribismo político propone la modificación del aborto, su preocupación no es disminuir las intervenciones sino cambiar nuestras ideas acerca de la maternidad. Él mismo ha confesado el carácter ideológico de esta reforma que no gira en torno a la viabilidad o no de un feto sino a la culpabilización de las mujeres que ponen obstáculos a la maternidad. No en vano consideró mujeres inacabadas a las que no habían tenido un bebé entre sus brazos.

   El diletante ministro de Justicia, propone incluso prohibir el aborto en los casos de graves malformaciones. La desfachatez de esta prohibición en un supuesto de los más dolorosos y complicados no tiene límites. Se permite incluso el ministro comparar este tipo de intervenciones con las prácticas nazis de aniquilación de los discapacitados. La retórica no es vana y el argumento es milenario: las mujeres que deciden vivir su propia vida, escapar del dolor y del sacrificio, son malvadas brujas a cuyos desmanes hay que poner coto.
La democracia había conseguido en nuestro país sacar la maternidad del entramado del poder, convertirla en una decisión íntima, respetable y respetada pero la llegada del PP al Gobierno nos recordó nuestro verdadero papel en la sociedad. “Las mujeres, mujeres, son madres”, nos dijo, y apareció claro nuestro destino único, universal, milenario sin escapatoria alguna.

   La nueva ley de aborto que el PP quiere aprobar no es una simple reforma legal, es una revancha, un desquite histórico, una vuelta a poner las cosas en su sitio. Las mujeres no son libres para decidir sobre su embarazo, el poder que la naturaleza confiere a las mujeres en la transmisión de la vida tiene que ser mediado, arrebatado a través de la religión, de la ideología o de la autorización externa. Se restablece así un principio de autoridad que las leyes habían soslayado. Por encima de la mujer estará el médico, el juez o el psicólogo que darán o no el visto bueno a su decisión.

La jerarquía católica española, de carácter ultraconservador, se cree con derecho a escribir sus creencias en el Boletín Oficial del Estado. Rouco Varela aprieta el acelerador y amenaza con situarse en la oposición a Rajoy si éste no aprueba rápidamente este proyecto de ley.

   Mientras tanto alguien sufraga miles de vallas publicitarias en las ciudades sobre maternidades felices y culpabilidades abortistas. Gallardón es el santo patrón de su cofradía. Son los mismos que se oponen a los anticonceptivos, al matrimonio entre personas del mismo sexo y a las leyes de igualdad que implican una “peligrosa ideología de género”. A fin de cuentas, el aborto no es el texto, sino el pretexto de una sublevación contra el tiempo y la libertad de las mujeres.

@conchacaballer



CÓMO BAJAR LAS ESCALERAS CON ESTILO




Publicado en El País Andalucía 

A fuerza de repetírselo se han creído delicados jarrones chinos que hay que situar en un lugar destacado. La metáfora se aplicaba, en principio, a los expresidentes de Gobierno que, una vez agotado su mandato, debían tener cierta visibilidad inútil en un ángulo oscuro de los becquerianos salones del poder pero pronto, por simple imitación, cientos de expresidentes de comunidades, insignes alcaldes, presidentes del Congreso o comisarios europeos reivindicaron el estatus de jarrón chino y ahí están, afeando nuestras casas y entorpeciendo cada día más nuestros pasos.

 Hasta hace poco tiempo se conformaban con un cierto estatus institucional pero, con el paso del tiempo, han adoptado un relativismo moral que afecta por igual a la política, a la ideología y al bolsillo. Estos delicados jarrones chinos son ahora el estandarte de empresas energéticas y de comunicación. De alguna forma se justificaran a sí mismos sus sueldos millonarios, sus dedicaciones estrambóticas, pero son un claro mensaje a la ciudadanía del final de los principios y de la ética política. Todos los partidos poseen su temible colección de jarras y jarrones chinos pero en el caso del PSOE la aglomeración de estos feos objetos es realmente terrible. Inundan los lugares de paso, las zonas de descanso e incluso las salidas de emergencia necesarias ante esta pavorosa crisis.

 Los peldaños del ascenso social son fáciles de subir porque el éxito —que no el amor, querido Shakespeare— hace livianas las cuestas y nos da alas para superar los muros, sin embargo, bajar las escaleras con elegancia es un difícil arte que la democracia española no ha aprendido todavía. Por eso, sería bueno tener en cuenta alguna de estas recomendaciones, que el pueblo llano conoce perfectamente, pero que vuestro autoengaño os impide siquiera divisar.

 Primero: No te pagan por trabajar en la empresa privada, ni siquiera por trabajar. Lo hacen para comprar una marca, una fidelidad a los intereses privados por encima de cualquier consideración pública. Aceptando sus proposiciones estás diciendo que todo se vende y se compra, que la vida política es sólo un eslabón para el ascenso social más descarado. Léete a Balzac, por favor.

Segundo: que los grandes grupos comunicativos no te hacen entrevistas exclusivas por la importancia de tu figura sino porque tus declaraciones van a ser la munición con la que carguen contra la fuerza política a la que representaste. Resulta completamente obsceno el desfile de antiabortistas, vaticanistas, monarquistas empecinados, adoradores de las políticas austericidas, defensores de Angela Merkel, anticatalanistas, antiautonomistas que exhiben en sus títulos de crédito la marca PSOE.

 Tercero: Por muchos años que hayas ejercido el poder, no eres el más listo, el único que comprende la complejidad de la situación. Nadie te ha expedido un título que te permita mirar por encima del hombro al conjunto de la ciudadanía y ni te han acreditado como jurado de las actuaciones de tus compañeros. No hay personas más torpes y molestas que quienes piensan que no pueden aprender nada de los demás.

 Cuarto: Sería conveniente que te preguntaras qué has hecho de tu vida, cómo has conseguido ser tan desgraciado, no disponer de una profesión propia, de un lugar al que volver. Es necesario ser un poco tonto para considerarse tan listo. Pregúntate en qué momento buscaste en la prensa solo tus fotos y tus titulares; cómo tu vida se separó tanto de la de la gente normal; cuándo te aterrorizó volver a tu barrio y a un círculo de amigos que no sean un club de aduladores.

Quinto: Si aún así persistes en formar parte de la rebelión de los jarrones chinos, crea junto con los demás un nuevo partido. A fin de cuentas no hay nada más parecido a un jarrón chino que otro. Solo os separan las marcas que os esponsorizan pero en todos late idéntica prepotencia, similar convencimiento de que la realidad es inamovible y la rebeldía un error. El gusto por la comida cara y las marcas de lujo harán el resto.

@conchacaballer