Dejar la flor más bella intacta. Detener las tijeras justo en el momento en que vas a efectuar el corte y acariciarla fugazmente con un giro de la mano.
Conversar con un niño, en lenguaje adulto, contemplar cómo se acomoda en la silla y te responde aliviado por fin de su papel.
Salir al campo y detenerte en la cima de una pequeña colina. Dejar que el viento te acaricie. Respirar hondo y bajar sin mirar atrás.
Hablar de tú a tú con los fantasmas, desearles buenas noches, sonreírles.
Desprenderte de los dolores pasados como quien se desnuda de un complicado vestido. Sacar con cuidado los brazos, desabrochar los botones de la espalda. Hacerlo sin prisa, sin romper ninguna pieza, hasta que lo veas, finalmente, rendido a tus pies, deforme y sin poder.
Que tu amante venga a la cama en mitad de la noche y te abrace por la espalda. Fingir que estás dormida y caer, poco a poco, en el sueño.
Conversar con un niño, en lenguaje adulto, contemplar cómo se acomoda en la silla y te responde aliviado por fin de su papel.
Salir al campo y detenerte en la cima de una pequeña colina. Dejar que el viento te acaricie. Respirar hondo y bajar sin mirar atrás.
Hablar de tú a tú con los fantasmas, desearles buenas noches, sonreírles.
Desprenderte de los dolores pasados como quien se desnuda de un complicado vestido. Sacar con cuidado los brazos, desabrochar los botones de la espalda. Hacerlo sin prisa, sin romper ninguna pieza, hasta que lo veas, finalmente, rendido a tus pies, deforme y sin poder.
Que tu amante venga a la cama en mitad de la noche y te abrace por la espalda. Fingir que estás dormida y caer, poco a poco, en el sueño.