Una amiga me recuerda que prometí poner en el blog mi receta de salmorejo cordobés. Este plato -tal como ocurre con al gazpacho- tiene su particular sabor depende de quien lo haga. En mi familia, los cinco hermanos aprendimos idéntica receta de mi madre y, sin embargo, cada uno obtiene un sabor diferente. Podemos compartir todo tipo de objetos, de deseos, de principios, pero somos inflexibles en el debate sobre el salmorejo. Si alguno está preparando este plato, es normal que otro se acerque arrugando la nariz y frunciendo los labios para expresar su disconformidad. No es raro que cada uno prepare el suyo y hemos caído incluso en el patetismo de someter a los amigos y conocidos a pruebas "salmorejiles" con la cuchara en ristre y nuestra mejor sonrisa, conminándolos a que nos digan cuál es el mejor. Yo no tengo reparos en aceptar que mis hermanos pintan, cantan, diseñan, dan clases, analizan mejor que yo. Por eso me duele que mi familia no haya aceptado, todavía, que es el mío, el verdadero, el genuino salmorejo cordobés. Todos mis amigos lo saben... ¿verdaaaaad?