lunes, 22 de octubre de 2012

COSMÓPOLIS UN NUEVO APOCALYSE NOW




             En algunas ocasiones me ocurre que una película, un libro o un cuadro solo adquieren sentido varias horas o días depués de haberlos visto o leído. La primera vez que experimenté esa aguda sensación de forma consciente fue con "Apocalyse now". Varios días después de verla empezaron a encajar en mi mente escenas dispersas de la película que en el momento de la proyección simplemente me parecieron incómodas o enloquecidas. Mi cabeza elaboraba un nuevo montaje de la obra y daba relieve a escenas a las que apenas había prestado atención. El concierto de rock se convertía en el centro del film y el encuentro con el capitán Kurtz me asomaba realmente a la cima del lado oscuro del ser humano.

           Cosmópolis me ha producido una sensación similar. No sé si es cine, o no lo es a la manera tradicional. Ni un solo personaje activa el mecanismo de la identificación. No hay niños, ni sentimientos en juego, ni amor. Solo psicopatía por parte del personaje principal y desesperación en los que intentan acabar con él. No hay buenos, ni salvadores...Las razones para acabar con el protagonista son muchas, pero los que persiguen su desaparición no son mejores, ni componen ningún discurso salvador. No hay ninguna puerta a la esperanza. Es solo un final, sin heroismo, de un sistema que ha encanallado a todos.

          Es una alegoría asimétrica, en la que cada uno de los comparecientes lleva la semilla de su autodestrucción. Se es viejo a los 28 años; se está en el tobogán de las obsolescencia a los 22. Se practica sexo buscando dolor y dolor en la búsqueda del sexo. Se está en la cumbre y, a la vez, no eres nadie. El tiempo no pasa, sino que devora. Es un producto ficticio: antes el dinero compraba tiempo y ahora lo crea o lo reduce. El dinero es un puro fetiche que compra ideas y las convierte en mecanismos terribles. El arte es una capilla sixtina privada donde Rothko y Pollock se exhiben solo para unos ojos cuyo placer es saber que su exhibición es privativa y única. El ayer, las raíces, no existen son solo ficciones enloquecidas que no ofrecen ningún refugio. Y, como única compañía, la teoría del caos, la única que te consuela, que pone orden y palabras a la existencia,  que distingue racional y razonable (este último concepto manchado de criterios de justicia o de implicación) pero que sabe que esta sublevación de la ciudad contra el capital es solo una huida al pasado, una conspiración contra el futuro.

         No sé si recomendarla o no. Con seguridad no les va a gustar. Sin embargo hay algo verdadero y no convencional en esta película, en esta obra de Don  DeLillo, que no es maniquea, ni utilitaria, sino fieramente desesperanzada. Poeque,a veces, del corazón de la desesperanza puede surgir la fuerza para construir algo realmente diferente, que no tome como punto de partida la simple oposición a lo existente.