martes, 17 de junio de 2008

LOS FRISOS Y ESCULTURAS DEL PARTENON

Hacía solo dos semanas desde la muerte de su madre. Él le propuso irse una semana a Londres para cambiar de ambiente. Deambulaban por esta ciudad, él intentando animarla, ella amable y ausente. En las pocas fotos que trajeron, su rostro mostraba los ojos inusitadamente pequeños y una mirada como de alguien que se ha perdido en una ciudad desconocida y sin nombre.
Caminaban, eternamente por Londres. Se detenían en los pubs, ante una enorme pinta de cerveza, pero todo ocurría en un paréntesis del tiempo. Ella respondía, hablaba, miraba, pero no estaba.
- Escucha qué música tan fantástica – le decía él.
- Si. Es verdad –repondía ella, haciendo un gesto mecánico como de apartar una sombra imaginaria ante sus ojos, un gesto recién aprendido y extraño.
Una mañana entraron en el British Museum. Atravesaron el enorme patio de acceso acristalado. Ella contempló con indiferencia esculturas y sarcófagos egipcios. Pasaron a otra sala de utensilios y esculturas griegas. Acercaba su cara al cristal pero, era evidente que su vista no enfocaba ningún objeto preciso. Tras atravesar otras salas, llegaron al espacio en el que se encuentran los frisos del Partenón. Después de unos minutos de indecisión, sus ojos se abrieron completamente. Se acercaba a cada una de las figuras. Se retiraba. Jamás había visto algo tan corpóreo, tan preciso, y sin embargo tan alado. El relincho del caballo, con la sola presencia de su testa, atravesaba triunfante los siglos, desde Miguel Ángel hasta el Gernika. Las figuras humanas, algunas de ellas sin cabeza, sin brazos, desprendían una fuerza y una vitalidad difícil de explicar con palabras. Era un mundo inmortal, a fuerza de ser humano.Y ella empezó a encontrar algunas respuestas.

LA VIDA ES DIVERSA


Otro fragmento de una escena real. En un taxi vamos tres personas hacia la Estación de Atocha, en Madrid. Nos conduce un taxista de rostro colorado y cuerpo perfectamente adaptado al oficio, o sea, piernas cortas y curvas generosas en la cintura. Cuando pasamos por delante del Parque del Retiro una de mis amigas le pregunta:
- ¿Qué es eso? –señalando un coche engalanado de boda del que descienden los novios.
- El Retiro –dice el taxista
- No, no. Me refiero a la boda. ¿Qué hacen ahí?
- Es costumbre en Madrid, venir a hacerse las fotos de recién casados al Retiro.
- ¡Hay gente para todo! –dice mi amiga.
Al taxista no le ha gustado el comentario y cuando para en el primer semáforo dice:
- No sé qué tiene de malo hacerse la foto en el Retiro…
Mi amiga se endereza en el asiento y contesta:
- Es que yo soy comunista
- Ah…-dice el taxista- y… no le gustan las bodas
- No. Que no creo en esas cosas –dice nuestra amiga con tono de superioridad.
- ¡Pues váyase usted a Rusia!
Las que vamos detrás nos reímos a carcajadas
- ¡Ya no me puedo ir a Rusia, señor! –dice nuestra amiga indignada
El taxista se ha quedado sin lugar donde enviarla.
- A China o a Cuba –decimos desde el asiento de detrás.
- Eso –dice el taxista, poco convencido - a Cuba... mejor a Cuba.
Cuando llegamos a la estación nos devuelve el cambio con mala cara y concluye:
- Como si fuera malo hacerse fotos en el retiro…A Rusia la mandaba yo a pasar frío.
Podrá cambiar el mundo, pero los clásicos son los clásicos.