Ya se sabe que la manipulación del lenguaje precede a cualquier estrategia de intoxicación. Precisamente cuando el neoliberalismo más atroz se ha visto cogido entre las cuerdas, ha sacado de la chistera en esta Europa sus más viejas ideas envueltas en el ropaje de una nueva retórica tecnicista.
Ofician la ceremonia los obispos y cardenales del mundo de las finanzas, investidos de una aparente autoridad neutral, como médicos que han auscultado al enfermo y mueven la cabeza antes de dar sus dolorosas recetas. Han sacado su talonario y han prescrito reformas laborales, recortes salariales y bajada de impuestos. Sobre todo, nada de gasto público.
Claro que estos gurús de la derecha económica, tienen una curiosa noción de lo que significa o no gasto público y déficit. Según ellos, si los gobiernos ponen en marcha medidas de protección social o inversión pública, estará incurriendo en un peligroso despilfarro que genera déficit; por el contrario, si aprueban ingentes paquetes económicos de dinero público para el saneamiento de la banca o de las grandes empresas, estarán haciendo “política económica” que, curiosamente, no genera déficit ni problemas de financiación. A las políticas públicas y sociales le llaman gasto; al dinero destinado a bancos y grandes empresas, inversión. ¡Qué sutileza!
Para combatir el paro proponen un despido más fácil y más barato, que es lo mismo que combatir el fuego con gasolina. Son conscientes de que no hay ni una sola empresa cuyo impedimento para realizar nuevos contratos sea la carestía de los despidos. Omiten que el mercado español ofrece una contratación a la carta con modalidades laborales repleta de precariedades, por tanto, no están hablando de contratar a más personas, sino de salir de esta crisis con un marco laboral de menores derechos para los de abajo.
Tienen una curiosa visión del modelo impositivo. Consideran que cuando la economía va bien, es necesario bajar los impuestos a las rentas y patrimonios más altos porque eso “engrasa el sistema” y se compensa por los superavits del trabajo y del consumo; pero curiosamente mantienen –con mayor tesón- que en tiempos de crisis, tienen también derecho a reducciones de impuestos aunque eso ponga en riesgo el sistema. Su modelo ideal es un Estado que viva del aire y que, ante la crisis económica, recaude para ellos y destine la mayor parte de sus ingresos a compensarlos por las ganancias no realizadas. Para terminar esta nueva falacia argumental, consideran que tanto los derechos sociales como el cuidado del medio ambiente no son necesidades civilizatorias e incluso de supervivencia, sino meros adornos que resultan permisibles en las etapas de desarrollo, pero que se transforman en trabas en los momentos de crisis.
Se trata de las mismas ideas que han llevado al mundo a la mayor crisis económica y de sistema del último siglo. Son los mismos protagonistas. Hay una curiosa página en Internet, titulada “los que negaron la burbuja inmobiliaria”, en la que podemos ver las declaraciones del Secretario General de la OCDE, a los Presidentes de Cajas y Bancos, a Botín, a las Koplowitz, a los servicios económicos y técnicos del Banco de España, negando los graves problemas de construcción y de crédito, afirmando que habría una desaceleración suave y alejando cualquier fantasma de crisis inminente. Son los mismos que nos quieren dar las recetas del futuro. Eso sí, sin bajar sus ganancias, sin recortar sus dividendos, sin rectificar sus previsiones y sin asumir ninguna responsabilidad sobre la crisis que han provocado