Los que pertenecemos a la izquierda crítica del sistema, nos privamos de tener muchas alegrías. Es lo que tiene.
- Oye, ¡qué bien lo de Obama! –le comento alegre a un compañero.
- Pues no sé. Yo le he preguntado a mi mujer esta mañana si ya ha terminado el bloqueo de Cuba y me ha dicho que no, así que me da igual
Lo intento con otro compañero que me parece más razonable:
- Bien lo de Obama, ¿no?
- Bueno…-carraspea antes de encontrar su argumento-. No va a cambiar nada, ya verás.
Le digo que por fin se acaba la era Bush y que ha habido un verdadero suicidio de los neoconservadores.
- Si –me contesta- pero no hará nada. Todo se quedará en discursos electorales. O no querrá hacer nada y habrá engañado a la gente; o intentará hacerlo y no se lo permitirán.
- Oye, ¡qué bien lo de Obama! –le comento alegre a un compañero.
- Pues no sé. Yo le he preguntado a mi mujer esta mañana si ya ha terminado el bloqueo de Cuba y me ha dicho que no, así que me da igual
Lo intento con otro compañero que me parece más razonable:
- Bien lo de Obama, ¿no?
- Bueno…-carraspea antes de encontrar su argumento-. No va a cambiar nada, ya verás.
Le digo que por fin se acaba la era Bush y que ha habido un verdadero suicidio de los neoconservadores.
- Si –me contesta- pero no hará nada. Todo se quedará en discursos electorales. O no querrá hacer nada y habrá engañado a la gente; o intentará hacerlo y no se lo permitirán.
Difícil argumento de rebatir: los finales infelices, la desesperanza avalada por decenios de experiencia, el peso de los poderosos, la flaqueza del poder político ante ellos.
- Pero algo mejor irán las cosas, más protección social, menos guerras, más políticas medioambientales –defiendo mi esperanza.
- ¡Qué ingenua eres! –me sonríe, cuando en realidad quiere decir que me dejo influir por la propaganda del sistema.
Vuelvo a mi casa y busco las imágenes del éxito de Obama en Chicago. Escucho su verbo contenido, su discurso no electoral sino histórico. Pero sobre todo veo jóvenes entusiasmados, blancos sacudiéndose la historia infame, negros llorando lágrimas contenidas durante siglos, emoción activa, como si un tiempo nuevo acabara de estallar. Y pienso que la verdadera ilusión del cambio está en la calle, en un pueblo que ha decidido alterar el ciclo de la historia, que en vez de dominio, superioridad, guerra han decidido hablar de paz, de igualdad, de derechos. No veo un simple cambio político, sino un profundo cambio cultural, civilizatorio. La emoción que manifiestan no pertenece al líder, al presidente, sino a ellos mismos que han provocado una mutación histórica y han dejado sin palabras a la América profunda.
- Pero algo mejor irán las cosas, más protección social, menos guerras, más políticas medioambientales –defiendo mi esperanza.
- ¡Qué ingenua eres! –me sonríe, cuando en realidad quiere decir que me dejo influir por la propaganda del sistema.
Vuelvo a mi casa y busco las imágenes del éxito de Obama en Chicago. Escucho su verbo contenido, su discurso no electoral sino histórico. Pero sobre todo veo jóvenes entusiasmados, blancos sacudiéndose la historia infame, negros llorando lágrimas contenidas durante siglos, emoción activa, como si un tiempo nuevo acabara de estallar. Y pienso que la verdadera ilusión del cambio está en la calle, en un pueblo que ha decidido alterar el ciclo de la historia, que en vez de dominio, superioridad, guerra han decidido hablar de paz, de igualdad, de derechos. No veo un simple cambio político, sino un profundo cambio cultural, civilizatorio. La emoción que manifiestan no pertenece al líder, al presidente, sino a ellos mismos que han provocado una mutación histórica y han dejado sin palabras a la América profunda.