En estos últimos tiempos las noticias políticas europeas caen como piedras. Francia eligió a Sarkozy, un predicador del viejo lema “ley y orden”, con un discurso y unas alternativas políticas dignas de un taxista de esos que, mientras se dirigen a tu destino, afirman que “esto lo arreglaba yo en cinco minutos” y que “a los que nos les guste nuestro país que se vayan”. En el país de las libertades, los socialistas todavía andan teorizando su derrota y el PCF no da crédito al poco más del uno por ciento obtenido.
Después ha sido Italia, donde il cavaleri vuelve como en un viejo tango, remendado físicamente por cirujanos, sonriente por haber destrozado a Veltroni y haber conseguido el hito histórico de expulsar a los comunistas del Parlamento italiano. El que dijo que “Mussolini no mató a nadie, mandaba a los opositores de vacaciones al exilio", ha destrozado a la izquierda italiana con frases dignas de la comedia italiana de los años 60.
Finalmente, ha llegado la superderrota de los laboristas en Inglaterra, de aquellos que abrazaron con entusiasmo las políticas neoliberales pero también de aquellos otros, como el rebelde Ken Livingston ( Ken el rojo) que se ha visto sin alcaldía a manos del conservador Boris Johnson, un estrafalario personaje que parece sacado de un concurso de Gran Hermano y autor de este espeluznante lema electoral : "Si votas 'tory', tu coche irá más rápido y tu novia tendrá una talla más de sujetador”.
Los tres ganadores citados exhiben su vida privada, se casan con actrices o cantantes, airean sus peleas matrimoniales, ni siquiera aparentan ser honestos, sino pillos, aprovechados, enamorados del lujo y los oropeles. Son verdaderos frikis de la política. Es decir, que la izquierda está siendo derrotada por personajes cuya altura moral y política se asemeja a los personajes de una película de Ozores. Como decía un compañero de Olvera, “antes de ser derrotados en las urnas, hemos sido derrotados en los mercados, en los talleres, en las oficinas”. Y en la televisión. Aquí hay mucho que analizar, poque no dan risa sino miedo y más aún la sociedad que los engendra.