jueves, 12 de junio de 2008

REPSOL Y ENDESA VAN A HACER LA REVOLUCIÓN



Me fascinan los anuncios publicitarios. Sus creadores ya no tratan de estudiar las necesidades del mercado sino, fundamentalmente, los deseos y los sentimientos del público a que se dirigen. Tras varios años de vendernos sensaciones placenteras: el viento en nuestro brazo, la frescura del agua, el tacto cálido de la infancia…ahora han cambiado de estrategia y se han metido en nuestras ilusiones.
Desde hace unos meses nos ofrecen anuncios-mítines, imágenes esperanzadas, con voces traspasadas de emoción. Cierro los ojos y me parece estar en algún foro de la izquierda y del ecologismo cuando escucho: “Vamos a tener que reinventarlo todo. No va a ser fácil, pero ¿hay algo más apasionante que cambiar el mundo?”. En medio de imágenes cien por cien ecologistas y pacifistas, (un mundo unido en las manos, árboles en los rascacielos, símbolos de paz…) me emociona escuchar que “otro mundo es posible”, que nada está escrito, que todo depende de nosotros. Han descubierto, sin embargo, mis dudas, pero ellos tienen todas las respuestas: “Si hemos sido capaces de inventar Macondo...la penicilina… ¿cómo no vamos a ser capaces de proteger lo que más nos importa?” Y para que no quepa ninguna duda, insisten: “Si hemos sido capaces de hacer revoluciones…Inventemos el futuro”
¿A quien pertenecen estas proclamas cuasirevolucionarias? ¿A una ONG, al movimiento ecologista, a un foro social, a Izquierda Unida? No… ¡a Endesa y Repsol!
Continúo pegada a la pantalla y compruebo cómo las empresas automovilísticas que han despedido más trabajadores en los últimos años, han escogido a sus empleados más guays y los han hecho protagonistas de sus anuncios. En este mismo sector, los anuncios de los coches 4x4 son el topeguay del amor a la naturaleza.
Como todo anuncio es un relato, y como el hombre, según decía Spinoza, es fundamentalmente deseo, deduzco que nuestros sueños son más apetecibles que los suyos, que la imitación es la forma más auténtica de admiración pero que, ante todo, quieren robarnos las palabras.
Ya cansada, me despido con IKEA que ha proclamado la República Independiente, sólo en nuestra casa, pero bueno… por lo menos es un principio.