sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Es el futuro el corporativismo?

Hoy publico este artículo en el País Andalucía que trata de la difícil situación del sindicalismo:



Ya sé que no está de moda defender el sindicalismo sociopolítico. En cualquier conversación quedarás bien si planteas la inutilidad de los sindicatos, su dependencia del sistema político, su forma jerárquica y poco transparente de ejercer la acción sindical o la cuantía de las subvenciones que reciben por sus actividades. Lo curioso es que tus argumentos serán bienvenidos sea cual sea la posición ideológica del que te escucha. Incluso, aunque tu crítica provenga de una reflexión sincera que pretenda un sindicalismo más comprometido y social, te puedes encontrar con la sorpresa de tener unos aliados inesperados, como Esperanza Aguirre -el espécimen más netamente político del PP- que, en vísperas de la huelga general, se atrevió a poner en solfa todo el sistema de representación sindical.


Los problemas del sindicalismo no son tanto sus múltiples deficiencias reconocidas como las alternativas que se perfilan si sus actuales líderes no se espabilan y emprenden un cambio a fondo de sus métodos, su funcionamiento y sus formas de comunicación.
Los últimos conflictos laborales -así como los primeros resultados de las elecciones en marcha- delatan un declive acentuado de los denominados sindicatos de clase en sectores públicos en favor, no de un sindicalismo más cercano y comprometido, sino más corporativo e insolidario.
La creación de los llamados sindicatos sociopolíticos tiene su origen en el principio de que el conjunto de los trabajadores comparten intereses que no son solamente salariales, sino también retribuciones indirectas como son la escuela, la educación, el acceso a la cultura, los servicios y la protección social. Si se rompe la delicada tela que une al trabajador manual con el intelectual, al trabajador de la construcción con el de los astilleros, al mileurista a tiempo parcial con el funcionario, se dinamitará todo una estructura que tiene como base el reparto, la solidaridad y el equilibrio social.
No es gratis, ni es casual, la crítica sistemática a todas sus acciones, ni la utilización de elementos extraídos de la izquierda crítica para su desprestigio. Hay sectores muy interesados en esta operación, como etapa necesaria para el desmantelamiento del Estado social.
En el tercer año de la crisis, los sindicatos han sido expulsados realmente de su papel de interlocutores sociales. Ni su opinión ni sus propuestas son tomadas en cuenta por un Gobierno que practica con ellos un insostenible paternalismo verbal.
El público toma nota de la falta de poder de los sindicatos y de su escasa musculatura para parar el golpe, tras años de apoltronamiento en los aledaños del poder. En los últimos meses, la sociedad ha aprendido que las huelgas y las acciones de protesta no cambian ni una línea de un decreto o de una ley. ¿Para qué entonces realizar huelgas legales, sufrir los descuentos salariales por su ejercicio y someterse a la prueba de su seguimiento, si no se obtiene ninguna ganancia con ello? El boicot, las huelgas salvajes, la interrupción del servicio, y los más variados métodos de chantaje parecen 10 veces más efectivos que los mecanismos legales y masivos.
De esta manera, si ya no cabe una defensa general de las pensiones, de los salarios, ni de la jornada laboral, el sindicalismo más corporativo se abrirá camino para defender reivindicaciones profesionales o de cuerpo. El problema es que el corporativismo que se avecina profundizará la brecha de la desigualdad y de la desprotección. Se negociarán situaciones laborales de ventaja o de privilegio, especialmente para sectores que ocupen lugares estratégicos en los servicios públicos o privados, pero el conjunto de los trabajadores perderá derechos e influencia en la sociedad. Por eso, contribuir al desgaste del sindicalismo sociopolítico es, a la larga, un mal negocio para todos.



domingo, 12 de diciembre de 2010

A propósito del informe PISA
















Este es mi artículo de opinión de esta semana, publicado en el País Andalucía


El informe PISA realizado por la OCDE viene marcando el debate sobre la educación. Es penoso que no dispongamos de otras evaluaciones del sistema educativo más que de un informe mundial, sin duda muy interesante, pero lleno de lagunas y de generalizaciones.

Hay una serie de limitaciones del informe PISA que conviene aclarar, no para justificar -como hacen algunos gobernantes- los problemas educativos de nuestra tierra, sino para celebrar un debate más completo sobre la situación de la educación.

En primer lugar, el informe es una muestra realizada sobre un universo de jóvenes de 15 años, edad en la que, según la OCDE, se finalizan aproximadamente los estudios de Secundaria. La medida es estimativa ya que en muchos países a esa edad ya ha concluido la educación obligatoria y, en otros, como España, queda más de un año (en realidad, dos) para su finalización. Incluso la selección de la muestra es confusa. En España, por ejemplo, no se han evaluado Valencia, Extremadura ni Castilla-La Mancha. En segundo lugar, se ha optado por hacer la prueba por edad, y no por niveles educativos, lo que influye decisivamente sobre los resultados, ya que si la prueba se realizara a la finalización del ciclo los resultados españoles serían absolutamente diferentes. Esto no es una justificación -como han pretendido algunos gobernantes-, ya que si bien es cierto que el nivel académico es, seguramente, superior al que detecta el informe PISA, nos pone ante un problema esencial del sistema educativo español que se concentra en el fracaso del primer ciclo de la ESO. Los verdaderos datos de alarma no son unos decimales en comprensión lectora, matemática o científica sino el hecho pavoroso de que en Andalucía, el 43% de los jóvenes de 15 años ya han repetido uno o dos cursos, y que el 34% de los estudiantes abandonen la ESO sin obtener titulación. Este dato sí que determina decisivamente el futuro de un tercio de la población andaluza, y por extensión de toda nuestra comunidad, que vagará por el mundo laboral sin preparación ni expectativas.
En tercer lugar, los aspectos sociales quedan relegados en el informe PISA a un segundo término. Está claro que la procedencia social y cultural del alumnado determina de forma sus competencias lingüísticas, científicas y matemáticas. Sin embargo, el informe apenas introduce elementos que corrijan los datos en función de estas observaciones sociales. Además, el sistema educativo parece ser el único responsable de la formación de los jóvenes, cuando los estudios sociales nos indican que en comprensión lectora, la educación contribuye un 30% a estas habilidades pero el 70% corresponde a la sociedad (familia, medios de comunicación, sociedad del ocio, etcétera). De familias sin libros, no nacen -más que excepcionalmente- lectores, ni de la televisión basura, científicos. ¿Se trata, por tanto, de cambiar solo el sistema educativo o se necesita una reflexión sobre el modelo social?

Finalmente, el informe promociona los resultados de modelos educativos autoritarios y selectivos, frente a los inclusivos. Las condiciones, incluso de la realización de esta prueba -y no es baladí- no son equivalentes. En algunos países, se presenta como una prueba central, determinante, y se insta a los alumnos a hacerla completa. Otros, realizan una motivación previa del alumnado. En nuestro caso, la prueba se hace forzosa y sin aliciente alguno. El valor que los alumnos le conceden es similar a las pruebas de evaluación iniciales que se acometen con dejadez y desgana incluso entre los mejores estudiantes.

Curiosamente, la mejor cualidad del sistema educativo español no ha merecido ni un solo titular en la prensa, pero sí algunos comentarios desdeñosos. Junto con Finlandia, es de los más igualitarios y sociales del mundo. Es este un logro que no se puede tirar por la ventana. El reto es mejorar los resultados, manteniendo la integración social y el ideal de que la educación es el mejor mecanismo de igualdad y de avance social. Y en Andalucía, el debate es urgente.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Barco en la tormenta

Este es el artículo de esta semana en el País Andalucía:

Han vuelto al lugar del que salieron hace algunos años. Vienen con la mirada más modesta. Llegan puntuales y no se agrupan en corrillos bulliciosos a las puertas del instituto. Esperan que toque el timbre y entran en las aulas sin regatear el tiempo de espera. Cuando el profesor aparece, ya tienen preparado el bloc, el bolígrafo y la mirada atenta.


La simple forma de ocupar el espacio nos da cuenta de las pequeñas historias de quienes lo habitan. En los centros escolares, los alumnos de la mañana son como un mar embravecido, cuyas olas inundan pasillos y escaleras, y su sonido es un bramido intermitente que te acompaña hasta el comienzo de la clase. Pisan fuerte, en territorio propio. Ocupan todo el espacio disponible, se llaman a voces desde lejos y componen verdaderas barricadas con las mochilas cargadas de libros, que transportan como soldados enviados a una alegre guerra. En contraposición, los alumnos de la tarde hablan en voz baja. Deambulan solitarios entre clase y clase. Ceden el paso, piden permiso con la mirada para abrir la puerta, la ventana, encender el ordenador o reclamar tu atención en clase. Son jóvenes todavía, pero hay, en casi todos, un aire de seriedad que les atraviesa.

Entre el bullicio de la mañana y la quietud de la tarde hay solo unos años de distancia, pero todo un abismo de experiencia.

Salieron de este centro o de otros similares cuando tenían dieciséis o diecisiete años. Se fueron atraídos por el canto de sirena de las ganancias fáciles, convencidos de que estudiar era perder el tiempo. Encontraron inmediatamente trabajo en talleres, oficinas o en empresas de la construcción. Trabajaban duro pero los fines de semana deslumbraban con sus coches relucientes y sus bolsillos repletos. Eran la envidia de sus antiguos compañeros de instituto que también se preguntaban si no era mejor colgar los libros y buscar ingresos que les permitieran comprar los brillantes objetos del deseo. Deslumbrados por el brillo del consumo, salieron del sistema educativo miles y miles de chicos ya que el negocio de la construcción era un mundo masculino. La historia del fracaso de las chicas -mucho menos numeroso- se suele escribir con letras de problemas familiares. Curiosamente, cuando se relatan las causas del enorme fracaso escolar de estos últimos años -especialmente en la baja cifra de estudiantes que acometían el segundo ciclo- nunca se habló de esta fiebre de ganancia que atravesó a toda la sociedad, ni de ese canto de sirenas que, a la puerta de los centros educativos, entonaba promesas de riqueza a los jóvenes que atravesaban sus puertas.

En cuatro o cinco años, estos jóvenes han vivido el éxito, la capacidad de consumo, la confianza en su destino para pasar, de forma brusca, al desconcierto, el descenso laboral o el paro. No cuentan nada de su experiencia vital. Es posible que se sientan derrotados, o al menos eso parecen decir con la mirada, pero creo que hace falta mucho valor, mucha determinación para volver donde empezaron; retomar los libros, cuando se ha perdido la vieja costumbre de estudiar y aceptar con modestia la incomodidad de este nuevo aprendizaje con sus jerarquías de tiempos, de liturgias y de exámenes.

No se han publicado los datos generales pero, al parecer, se han disparado las matrículas de mayores de dieciocho años en todos los ciclos educativos. Llegan alumnos de todos los lugares y sectores para obtener el título de ESO que, en su momento, no consideraron importante; para completar los ciclos formativos o terminar ese maldito bachiller que se quedó a medias. Tienen, en su mayoría, veintitantos años y un cierto aire de derrota, pero suponen una pequeña esperanza de futuro. Los veo redactar seriamente las preguntas del examen. Es de noche y la lluvia azota los cristales del aula. Por un momento me ha parecido estar en un barco que atraviesa heroicamente una tormenta

sábado, 27 de noviembre de 2010

Adiós federalismo

Este es el artículo que publico en el País Andalucía en vísperas de las elecciones catalanas:

Hace cuatro años surgió una esperanza tibia de avanzar hacia un Estado federal y mañana se entierra. No hay lágrimas ni familiares afectados. Se marcha casi en silencio. En su corta vida no ha podido rendir apenas frutos. Nadie va a reclamar su herencia ni a analizar las extrañas condiciones sociales que lo han llevado al fracaso.

Hace cuatro años parecía factible un estado con autonomías fuertes y solidarias; con mayores competencias para las comunidades autónomas, mayor capacidad de codecisión y más coordinación. Hoy ese debate se ha clausurado sin haber tenido apenas oportunidad de discutir su conveniencia y se extiende una ola de prejuicios contra las autonomías como no se conocía desde la transición.

Decía Jonathan Swift: "Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él". Pues bien, en el mundo de la política, las nuevas ideas reciben una bienvenida similar: todos los intereses se conjuran contra ella.
Los principales actores de esta sublevación contra el avance federal, por riguroso orden de aparición, han sido los siguientes: el PP, el Tribunal Constitucional, el Gobierno de Zapatero y los integrantes del tripartito catalán. El PP puso el grito en el cielo contra el Estatut y emprendió la mayor campaña de desprestigio de una comunidad de toda la etapa democrática con recogida de firmas en todo el Estado. El Tribunal Constitucional anuló una tibia referencia a la nación catalana y elevó a sentencia una interpretación restrictiva de la carga magna, según la cual los estatutos de autonomía son papel mojado frente a la jerarquía del Estado. En el PSOE acabaron por triunfar las ideas de Alfonso Guerra y de Juan Carlos Rodríguez Ibarra frente a las promesas del antiguo Zapatero (antes de caerse del caballo y romperse la espina dorsal de su ideología) de avanzar hacia un Estado federal. Finalmente, como guinda de este complicado pastel, el Gobierno tripartito de Cataluña ha realizado una mala y contradictoria gestión que lo ha alejado de sus votantes.


Buena parte de la ciudadanía catalana ha interpretado que el camino federal está cegado y que su salida natural es el soberanismo y el estado asimétrico. Cataluña volverá a ser gobernada por la derecha nacionalista, cuyo lema real no es más que money, money entonado con un falso acento de solvencia, al que solo contribuyen nuestros complejos. La derecha puede sonreír porque prefiere el nacionalismo insolidario al federalismo social. No nos engañemos. Los postulados económicos e ideológicos de CIU son muy similares al ideario más conservador: privatizaciones de los servicios públicos, recorte de derechos laborales y mano dura con la inmigración. Además, el debate autonómico vuelve al terreno idóneo para el desprestigio de las autonomías y para la confrontación entre comunidades.

Para empezar, Artur Mas ya se ha colocado encima de la caja del dinero. Nos advierte que cualquier gasto fuera de Cataluña es un atraco o un despilfarro, en curiosa similitud con los centralistas más recalcitrantes. Para demostrarlos, ha sacado del arcón el artilugio más fullero y tramposo de su artillería: las balanzas fiscales. Un invento tan diabólico como mantener que los impuestos de los ricos deben ir a mejorar las escuelas de élite donde estudian sus hijos o que los impuestos de las ciudades se deben gastar teniendo en cuenta lo que cada barrio ha aportado.

Para Andalucía, esto es una mala noticia. El ascenso del nacionalismo insolidario en Cataluña siempre lleva aparejado el desprestigio de nuestra comunidad. Es posible que su sueño sea conseguir para Cataluña las ventajas del concierto económico vasco y su imaginario político sustituir a Madrid. Pero su aspiración inmediata es trazar una línea divisoria con el sur y acumular la riqueza en el norte, de donde nunca -a su entender- debió salir.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Cadena Perpetua

Este es el artículo que publico hoy en el País de Andalucía:

De pequeños nos decían que la mentira tenía las patas muy cortas y que se alcanza antes a un mentiroso que a un cojo. Pero no es cierto. A veces la mentira tiene patas de mil leguas y la verdad no la alcanza. La mentira puede triunfar en muchas circunstancias y no siempre su éxito es efímero, como nos habían enseñado.

Cualquier extranjero que leyese la prensa española podría deducir que vivimos en un país amenazado por la violencia y el crimen de forma tan dura que se hace preciso modificar las leyes e incluso la Constitución para poder combatirlo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Vivimos en uno de los países más seguros del mundo que tiene uno de los índices de homicidios y suicidios más bajos del planeta, según la Organización Mundial de la Salud. Las cifras de criminalidad en España nos han dado más de una sorpresa en los últimos años. Era fácil pronosticar que la crisis económica nos trajera un recrudecimiento de las cifras de delitos, sin embargo, hasta la fecha -crucemos los dedos- no ha sido así y la tasa de delincuencia ha ido en descenso incluso en estos dos últimos años de hierro.


Estamos tan acostumbrados a analizar los fracasos que se nos olvida sacar experiencias de los datos positivos. La bajada continuada de la delincuencia en nuestro país desde los picos máximos de 1989 tiene, quizá, mucho que ver con el descenso del consumo de crack, pero también con un sistema social un poco más incluyente en el que la educación obligatoria hasta los 16 años ha jugado un papel fundamental.

Sin embargo, se ha puesto sobre la mesa la vieja idea de establecer la cadena perpetua como una imperiosa necesidad social ante "el aumento de los delitos violentos" y la "tibieza de las leyes estatales". No es extraño que familiares de las víctimas de repugnantes crímenes, salgan a la calle exigiendo la cadena perpetua o el cumplimiento íntegro de las condenas. Lo que resulta más extraño es que el PP se encuentre detrás -o delante- de esta reclamación. Como muy bien han argumentado prestigiosos juristas la cadena perpetua (revisable o no) necesitaría toda una reforma constitucional. Pero es que, además, en el año 2003 ya se produjo una modificación legal de máximo endurecimiento de las penas. Se eliminó la redención de penas por trabajo, se endurecieron hasta la saciedad las condiciones para acceder a la libertad condicional y se elevó hasta 40 el tiempo máximo de prisión. Es decir, que esta reforma -muy discutida desde el punto de vista de la rehabilitación de los delincuentes- vino a establecer en la práctica una condena casi perpetua con escasas posibilidades de redención.

Sin embargo, el discurso de la derecha política sigue diciendo que los asesinos "entran por una puerta y salen por otra", "se respetan más los derechos de los acusados que de las víctimas" aunque los datos recientes contradigan este discurso. En el caso de la niña Mariluz se cometieron errores judiciales terribles; en el de Marta del Castillo, un fracaso doloroso de la investigación policial. Pero jugar con el dolor de las víctimas y con el miedo de la sociedad no nos conduce a mejores soluciones, sino a un evidente retroceso social. Costó siglos hacer llegar a la legislación el concepto de rehabilitación  y un sentido de la justicia que combinara castigo con redención. Habrá muchas cosas que mejorar en este camino, pero no nos haremos mejores, ni más pacíficos, acercándonos a las viejas máximas de la venganza. Y, sobre todo, tengamos presente que en nuestro país podemos retener en nuestra memoria durante años los nombres de Marta, de Mariluz o de las niñas de Alcàsser porque son sucesos excepcionales, mientras que en otros lugares -con cadena perpetua en su legislación- los nombres de las víctimas apenas si se recuerdan porque cada semana se producen nuevos crímenes monstruosos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El Aaiún

Este es mi artículo semanal en el País de Andalucía

No sabemos cuántos muertos, heridos, detenidos o deportados ha habido en El Aaiún. Lo peor es que quizá nunca lo sepamos y pasen a formar parte de esa nube mundial de desaparecidos bajo las dictaduras, cuyas sombras claman contra el olvido.


En la era de Internet y de los móviles donde vivimos en la ficción de que nada escapa a nuestra vista, hay territorios que se desglobalizan cuando interesa a sus regímenes dictatoriales y sus dramas pasan a desenvolverse en un universo pequeño, hostil, absolutamente opaco. Para el uso del tanque y la metralleta, la porra y el líquido incendiario, se apagan las luces, y el lugar se convierte en un Gernika de rostros desencajados, de bebés que lloran y de mujeres que gritan sin voz.
Las guerras no se retransmiten, las represiones no se cuentan ni se permite poner rostro a las víctimas. Se decreta la muerte de la libertad de información y, con ella, de cualquier atisbo de verdad que pueda filtrarse al mundo exterior.


En este espacio dantesco ha sido un rayo de esperanza la presencia en El Aaiún de un equipo de la cadena SER, encabezado por la misma voz que nos contó la muerte de Couso en la guerra de Irak de una forma que nunca olvidaremos. Àngels Barceló y todo su equipo han representado en estos días un testimonio de compromiso con la verdad que nos devuelve cierta esperanza en el papel de una prensa libre y de un derecho a la información que se vulnera siempre que hay en juego intereses económicos. El solo hecho de partir hacia El Aaiún a buscar la verdad en sus calles en los momentos quizá más decisivos para la resolución de la causa saharaui es ya un monumento al viejo periodismo de las fuentes directas frente a la manipulación de las agencias, de los comunicados oficiales y de los periodistas empotrados en los ejércitos vencedores. Por el contrario, su detención y expulsión son un monumento a la tiranía que nos hace temer lo peor en el largo éxodo de los saharauis por su independencia.

Mientras la cadena SER prestaba este servicio a la libertad de expresión, el Gobierno adoptaba un inexplicable silencio y una comprensión infinita hacia el régimen marroquí. Afirmar que los periodistas detenidos y expulsados han sido sólo "retenidos para responder a algunas preguntas" es una declaración ridícula de pleitesía extrema con los que vulneran los derechos humanos más elementales. Incluso las declaraciones posteriores en las que el presidente del Gobierno matiza las palabras de la ministra de Exteriores y afirma que se va a investigar la muerte de un ciudadano español nos enerva por la reducción de un drama colectivo a un contencioso particular de nacionalidad herida.

Mientras el Gobierno central miraba para otro lado, el Parlamento de Andalucía ha cumplido fielmente la función de representar el sentir de la ciudadanía y ha condenado sin paliativos la vulneración de derechos humanos y expresado su solidaridad con las víctimas de los sucesos de El Aaiún así como con el pueblo saharaui. De todas las declaraciones del Parlamento de Andalucía respecto al conflicto del pueblo saharaui con Marruecos, esta es la más dura y también la más desesperanzada. Apela a una mayor implicación del Gobierno central y de la Unión Europea y solicita observadores internacionales que garanticen los derechos humanos de la población saharaui. Desgraciadamente, hasta el momento, la comunidad internacional ha permanecido muda ante la masacre.

Pero Andalucía ha hablado y, aunque no sea suficiente, esa resolución transmitida por las emisoras de televisión y de radio que se escuchan en todos los territorios ocupados dará algo de esperanza a todo un pueblo que se encuentra hoy aterrorizado y disperso por el país vecino. Porque, en estas fechas, el horror y la ignominia contra el ser humano tienen un nombre: El Aaiún.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Ideología del malismo

El artículo de esta semana en el País de Andalucía trata sobre los cambios culturales que, si no lo impedimos, se avecinan:

Si quiere adaptar su conciencia a los nuevos tiempos que corren debe apresurarse a adoptar este ideario que emerge más allá del Atlántico. Aunque su estética nos recuerde a Doris Day y su ética a Jesús Gil, el secreto de su éxito está en la elaboración.
En primer lugar, es importante colocar en el centro de su pensamiento la idea de que el ser humano es intrínsecamente malo y que la vida es una selva de la que sólo saldrá triunfante si tiene suficiente capacidad de autodefensa. Es conveniente desechar las viejas ideas de cooperación o de fe en la humanidad que alimentan un ingenuo buenismo con el que usted pondrá en peligro a su patria o a su familia.
Convierta el egoísmo en una fuente inagotable de avance y de bienestar. Sin el ansia de lucro privado, sin el afán de acumulación y de sobresalir por encima de los demás, la humanidad no hubiera salido de las cavernas. Sus miras sociales deben reducirse a su estricto círculo social y familiar. Con ellos, es posible colaborar o conseguir beneficios mutuos, pero olvídese de los demás. No mire nunca al exterior, ni caiga en el ternurismo para con los débiles, a fin de cuentas, cada uno obtiene de la vida estrictamente lo que se merece. El propio mercado es un dios justiciero que premia a los buenos y castiga a los malos, así que no merece la pena -y resultaría completamente contraproducente- cualquier tipo de política social que reparta los beneficios de los más capaces entre los más inútiles de nuestra sociedad.


Suprima de una vez sus viejos prejuicios éticos. Hable claro y alto de todo aquello que le moleste: inmigrantes, feministas, vecinos, políticos. La corrección política no es más que una forma de sumisión del viejo sistema. Tampoco acepte pedagogías ni enseñanzas de nadie. No se avergüence de su falta de conocimientos ni intente esconderlos. Convierta su incultura en un valor (llámela sinceridad, espontaneidad o corazón) frente a los "privilegiados" que han conseguido conocimientos o estudios superiores, prácticamente a su costa.

Ajuste sus principios a estas nuevas consideraciones. Descarte el viejo sistema de tener principios éticos de validez universal que acompañaban esa visión seráfica del mundo y proclame una libertad individual sin límite alguno, sobre todo por lo que respecta a los bienes económicos. El Estado es un enemigo natural de la libertad económica y tiene tendencia a derrochar el dinero en costosos servicios gratuitos como la educación y la salud o a repartir algunos beneficios que deberían corresponderle a usted en exclusiva.

La familia, sin embargo, es la institución central de la sociedad. Representa el egoísmo bueno y productivo. Por la familia se puede matar y morir porque es el núcleo del consumo, de la utilización de los bienes y de su cuidado. Para defenderla es necesario reconstruir los viejos papeles sociales entre hombres y mujeres; firmar un nuevo contrato social. Las mujeres deben recuperar los más altos ideales femeninos. Y recuerde que la feminidad más pura está ligada inexorablemente a la maternidad. Sólo así superaremos la incomodidad que nos ha producido el viejo feminismo igualitario, con demasiado costo para las mujeres y una completa pérdida de identidad masculina.

Realmente la feminidad y la masculinidad, la supremacía de la cultura occidental y el individualismo son los únicos principios con valor universal. Y sobre todo, no olvide nunca que estamos continuamente amenazados por la existencia de los otros: los que son diferentes en lengua, en cultura, en sexualidad o en pensamiento. Sin ellos, seríamos mucho más felices. Pero no se preocupe por el futuro: este nuevo conservadurismo tiene un código completo de comunicación frente a una izquierda que balbucea porque olvidó hace tiempo la importancia de los valores y un pueblo cuyo sueño vital es consumir hasta morir.

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Ganará la derecha?

Artículo publicado en El País Andalucía el 30/10/2010

Se hace muy difícil reflexionar sobre la política andaluza, encontrarle un argumento propio, un lugar al sol en un escenario político en el que cada vez cuentan menos las ideas y más la dramatización de los conflictos. Resulta difícil hablar de política andaluza sin caer en una simple transposición de la política estatal. Es complicado realizar un análisis de la crisis en nuestra comunidad que no pase por dibujar con trazos más negros las cifras del paro, el peso de la construcción o la falta de perspectivas para nuestros jóvenes.


La política andaluza languidece como la dama de las camelias, entre el abandono de sus admiradores y el silencio de sus antiguos amigos. Los medios de comunicación con vocación andaluza se las ven y se las desean para editar informaciones que no sean estrictamente locales o de sucesos y el desinterés hace subir las acciones de los que pregonan la vuelta a los tiempos del centralismo de tan triste memoria para Andalucía.

En unos momentos en que es tan necesario discutir el modelo de desarrollo de nuestra comunidad, el papel de la ecología, la organización de los servicios públicos y las apuestas por el futuro, los únicos debates que han adquirido cierta presencia son un decreto de organización del sector público de la Junta de Andalucía o el recorte de inversiones para tal o cual provincia o comarca. Desolador.

El proyecto de Griñán suscitó en sus inicios un modesto interés porque parecía traslucir un nuevo modelo de gobierno andaluz más transparente, menos clientelar y con una vocación socialdemócrata de dotar de un fuerte impulso a los servicios públicos. Sin embargo, con el transcurso de los meses se ha puesto de manifiesto la falta de impulso político. Muchos de sus consejeros y consejeras son personas eficaces, trabajadoras e incluso con un punto de ingenuidad política dignas de mejores tiempos, pero en los momentos presentes carecen de tirón político y se inclinan peligrosamente a una gestión tecnocrática muy lejanos de la realidad y de los problemas de la ciudadanía. Parecen obsesionados con detalles secundarios de su gestión, como la organización interna de la administración pública, mientras que en temas tan sensibles como el empleo, los servicios públicos o la ecología nunca se saben si suben o bajan ya que un día se declaran fervientes ecologistas y al siguiente, se inclinan por un desarrollismo sin cortapisas. Por su parte, las consejerías de mayor calado político, guardan un inexplicable silencio, como si estuvieran a la espera de tiempos mejores o sufrieran un pánico escénico insuperable.

Algunos destacados dirigentes socialistas han afirmado que la dimisión de Rafael Velasco no desata ninguna crisis en el partido gobernante, y es verdad, porque desde hace meses el PSOE parece encontrarse en estado de shock permanente. Habitualmente Griñán aparece solo en escena, mientras que el resto de sus actores han perdido el guión o se escabullen entre las bambalinas. Parecen deambular por Andalucía, sin conexión con los problemas reales e instalados en una duda hamletiana que les atormenta: ¿ganará Arenas, como pronostican las encuestas, las próximas elecciones autonómicas o es imposible que el PP gobierne en una comunidad con tanto arraigo de izquierdas como Andalucía? Como si la respuesta no dependiese de sus actos y se encontrara oculta en no se sabe qué recóndito escondrijo de nuestra geografía. Como dijo el poeta: ¿Y tú me lo preguntas? Depende de lo que se haga aquí y ahora; de concretar proyectos que vuelvan a dar sentido a la autonomía andaluza y demuestren su utilidad para luchar contra la crisis y alentar la esperanza de un porvenir para nuestra tierra. De momento, es aterrador escuchar cómo el médico pregunta al enfermo si la operación saldrá bien.

domingo, 24 de octubre de 2010

La igualdad tenía un precio


                                                             





  Este es mi artículo semanal en el País Andalucía:

La política tiene un alto valor simbólico. A fin de cuentas cumple también el papel ritual de representar los conflictos sociales y los valores hegemónicos. Pues bien, más allá de la simple lectura politicista de la reciente remodelación del Gobierno, se destilan otros mensajes, algunos de ellos muy regresivos. A saber, que los conceptos de seguridad y confianza están estrechamente ligados al género masculino, especialmente si peina canas. En segundo lugar, la sensación de que tras esta remodelación se trasluce una cierta derrota de las mujeres en el poder político. Y finalmente, que las políticas de igualdad no dejan de ser un adorno perfectamente prescindible cuando aprieta el fragor de la batalla y los tiempos se vuelven hostiles.


A fin de cuentas venimos de una historia de siglos que nos ha inculcado que en los momentos difíciles, la figura paternal representa un nicho de seguridad insustituible para atravesar las aguas procelosas. Y en las decisiones que comentamos, con la sola excepción de la incorporación de Rosa Aguilar a este gabinete, la lectura que se ofrece es que sólo el género masculino es capaz de producir confianza y credibilidad. Tras unos primeros tiempos en el que el avance de las mujeres se producía de una forma pacífica y dulce, hemos comprobado con cierto estupor que la igualdad tenía un precio. O dicho de otra manera, que íbamos a ser escrutadas, examinadas, analizadas con criterios doblemente exigentes. Por ello, mientras que los políticos masculinos sufrían el desgaste lógico del poder en tiempos de crisis, las mujeres que ejercían esta función han sido sometidas a una lapidación simbólica de mentiras, sospechas, exageraciones o distorsiones feroces de su propia imagen. Nunca me ha gustado el tono árido y la falta de capacidad dialéctica de María Teresa Fernández de la Vega ni me han interesado los argumentos fuera de la realidad de Leire Pajín, pero es fácil detectar en las críticas que se le han prodigado (y no hablo siquiera de las obscenidades fascistas) un ensañamiento particular que expresaba la disconformidad con el empoderamiento de cualquier mujer. No en vano, para el imaginario machista del que provenimos, la presencia de la mujer en el poder solo tiene dos orígenes: la excepcionalidad o la impostura. La pura constatación de esta realidad, vuelve a dar actualidad al pensamiento de Simone de Beauvoir cuando reclamaba para las mujeres idéntica valoración que para los varones, no de su inteligencia, sino de sus errores.

El problema no es el cese masivo de mujeres, más o menos justificado en según qué casos. El problema es que mientras que a los hombres se les juzga individualmente, a las mujeres se les aplica un juicio colectivo que la derecha se ha prestado a rotular bajo el título de la inutilidad.

En estos momentos de nuestra historia, en el que las mujeres empezamos a construir modelos y referentes de intervención en el poder, en que nos encontramos metafóricamente "en mitad del río", los que se habían proclamado defensores de esta revolución han desertado bruscamente. No puede entenderse de otra forma la desaparición, de un plumazo indiferente, del Ministerio de Igualdad. ¿Ante qué Dios se inmola el que fue presentado como un gran proyecto innovador y el mayor símbolo de apuesta por la igualdad de las mujeres?¿Qué pecado ha cometido Bibiana Aído, aparte de su novedad o su juventud?

Los círculos ultracatólicos y reaccionarios han mostrado su alegría. Dicen que con esto se ha puesto fin al revanchismo y a la peligrosa ideología de género que amenaza sus privilegios. El paso necesario en la lucha por la igualdad, que es combatir las prácticas que determinan la discriminación de la mujer en el mundo laboral, queda postergado para mejores tiempos. Y para más inri, mandan las políticas de igualdad al Ministerio de Salud y Servicios Sociales, como si de un virus o de una enfermedad invalidante se tratara. Espero que la mutación alegre de la igualdad en el cuerpo social venza a la enfermedad crónica de la discriminación.

sábado, 16 de octubre de 2010

Extremistas útiles















Este es el artículo que publico hoy en El País Andalucía y que trata sobre la proliferación de comentarios y actuaciones ultraderechistas:



No sé a ustedes pero a mí me mosquea enormemente que todas las semanas haya titulares escandalosos, descalificaciones monstruosas y pornógrafos inconfesos. Antes creía que se trataba de cuatro locos con exceso de adrenalina y de resentimiento, pero ahora veo que actúan en grupo, que definen temas y que marcan estrategias.

Se trata, generalmente, de señores que insultan, arremeten o agreden sin ningún tipo de reparo o de freno. Se precian de no utilizar el lenguaje políticamente correcto. No temen ser calificados de ultraderechistas, machistas o maleducados porque quieren volver a abrir estos territorios ideológicos. Antes eran francotiradores ocasionales, ahora han comenzado a impregnar buena parte de la línea editorial de una serie de medios de comunicación que hasta hace poco presumían de ofrecer una oposición más seria y educada. La cantidad y variedad de estos especímenes, así como la conversión a estas prácticas de nuevos adeptos, me hace temer que no se trata ya de una anomalía o de un delirio individual, sino de una función.

El papel del extremista puede ser de una enorme utilidad, especialmente en la política. Desde tiempos inmemoriales los gobernantes alimentaban grupos extremos para hacer cambiar al público de opinión, al tiempo que aparecían como mediadores ante soluciones extremas. El truco es un tanto forzado pero ha mostrado su eficacia a lo largo de la historia. Ante un problema concreto, un grupo de extremistas desata la paranoia y el delirio para a continuación, el líder político de turno, proponer una solución menos drástica pero que camina en la misma dirección. La dramatización de los conflictos cumple la función de exaltación y de alivio posterior, pero sobre todo, puede cambiar las reglas del juego, alterar los consensos sociales y provocar, en este caso, una derechización creciente de la sociedad.


Pongamos por caso, un conocido juez afirma que tan solo el 2% de las denuncias de violencia de género son verídicas y que el 98% restante son falsas. Sin duda el público no lo creerá, pero (y ahí está la función) tenderá a relativizar la autenticidad de las denuncias y será más proclive a restar importancia a estos criminales atentados contra las mujeres. El ejemplo es válido en casi todos los casos que abordan en su radical y ultraderechista visión de la sociedad, ya se trate de temas de inmigración, delincuencia, derechos de las mujeres, sistema impositivo, memoria histórica o calidad de la enseñanza pública.

Por eso, empiezo a pensar que disparar dialécticamente contra estos personajes, es como hacerlo contra el mensajero. Es más, creo que disfrutan de una morbosa gloria que se nutre de nuestra irritación hacia su mensaje. Como si nuestro enfado fuese el síntoma claro de haber dado en no sé qué diana de feria. Sin embargo, los que obtienen la ventaja política, económica y electoral con estos comportamientos silban y miran para otro lado sin mancharse apenas las manos, pero recogiendo los frutos de tan triste cosecha. Me pregunto si no sería mejor interpelarlos directamente. No comprendo por qué razón nadie le pregunta a Rajoy si está de acuerdo o no con la algarada ultraderechista en su fiesta nacional favorita.

Tampoco es posible entender que no se les coloque en la tesitura de definirse respecto a las denuncias por violencia de género, la escolarización de los hijos de los inmigrantes, la escuela pública o la investigación biomédica. En vez de discutir con la oposición real, se debate con unos fantasmas agrandados por las sombras de la crisis y del malestar social que marcan una agenda oscura de rencores y de regresiones ideológicas. Son extremistas útiles que abren el camino a la derecha a golpe de machetazo a la ciudadanía y a los valores que con tanta dificultad hemos construido. Empieza a ser urgente que el PP, cuyo ascenso al poder facilitan, empiece a responder de todo esto.

sábado, 9 de octubre de 2010

Peter Pan y los poderosos

Este es el enlace al artículo semanal del País Andalucía

"Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla", decía Pessoa. Algo parecido sucede con la política. Hablan pero se les percibe como un ruido de fondo, como esa emisora de radio que has dejado encendida mientras abordas las tareas cotidianas.
Escuchas a Zapatero y parece una figura intemporal, de cara circunfleja, que termina con una sonrisa sus intervenciones y procura acabar sus frases con palabras de esperanza, tan lacias como desvaídas. Las escasas intervenciones de Rajoy también parecen procedentes de un planeta indescriptible en las que no se habla fluidamente nuestro idioma. El contraste entre su barba blanca y su negrísimo cabello acentúa esa sensación de irrealidad, de cuento enlatado, que siempre contiene una reprimenda articulada con tono cansino.


Cada uno de ellos aparece instalado en su cuento particular. Peter Pan se asoma a los cristales de la vida cotidiana, pero no los traspasa. Olvida con facilidad los acontecimientos recientes. Sabe que existe la realidad pero no quiere entrar en ella. En realidad piensa que el tiempo lo resolverá todo. El abuelo gruñón, por su parte, parece haberlo visto todo y no espera nada. Un "ya lo sabía" eterno recorre sus facciones. Seguramente fue viejo incluso antes de ser joven.
Como en las malas funciones de teatro, se les nota el recitado, la desconexión completa con el patio de butacas. Incluso la clac que han contratado para la función, aplaude desmañada.
Posiblemente no sea solo un problema de liderazgo ni falta de convicción o una equivocada estrategia de comunicación. Es que sus palabras han dejado de ser importantes. Si quieres saber lo que ocurre en el país es mejor que escuches a los de abajo y si quieres conocer el futuro mejor escuchar a los que realmente mandan que no son los gobiernos ni la oposición sino señores desconocidos que en vez de los emblemas partidarios exhiben siglas como FMI, OCDE, G-8, G-20, OMC o BM.

Para conocer lo que hará Zapatero es mejor escuchar al Fondo Monetario Internacional; para saber lo que opina en realidad Rajoy, mejor escuchar al gobernador del Banco de España. No han sido elegidos democráticamente, es cierto, pero es evidente que han conseguido un empoderamiento absoluto frente a la política y a la sociedad. No hay más que observar su tono despectivo, su capacidad de amenaza, los mandatos imperativos que desprenden cada una de sus observaciones. No los ha votado nadie, es cierto, y lo que en principio podría suponer un obstáculo, se ha convertido por arte de birlibirloque en una ventaja porque parecen hablar desde la profesionalidad y la independencia.
Cuando era joven me hicieron caer en la cuenta que poder y gobierno no son lo mismo. Se les olvidó explicarme que cuanta mayor es la distancia entre ambos, menor es la democracia real.

Hoy es sumamente fácil ser independiente de la política. Lo realmente difícil es ser independiente del poder económico y del poder mediático. Economistas, investigadores, científicos, periodistas y un sinfín de profesionales pagan muy cara cualquier desafección a estos nuevos ricos del poder. Por eso el travestismo y el transfuguismo se practican a placer en estas esferas sin coste alguno. La única diferencia con la política es que siempre "transfugan" para el mismo sitio: la más descarada defensa del mercado, del recorte social y del desarrollo insostenible.
El PP puso el grito en el cielo cuando eligieron a Fernández Ordóñez gobernador del Banco de España. Era innecesario. Una vez que se accede al club, los nuevos socios aprenden pronto las costumbres de los señores. Repita, por favor: "recortes, buenos; gasto social, malo; autonomías, despreciables; centralismo, óptimo; ecología, innecesaria". Enhorabuena, ya tiene el carné del lobby estratosférico que controla nuestras vidas. Independiente, por supuesto.

sábado, 2 de octubre de 2010

Las ilusiones perdidas

Hoy publico en el País Andalucía este artículo sobre los jóvenes que tienen que salir de nuestro país para encontrar un empleo:

No se van en trenes con maletas de cartón pero llevan sus bienes más preciados: un portátil, un móvil de última generación regalado por un familiar o conseguido a base de una lucha de puntos sin cuartel. Suelen tomar un vuelo de bajo coste, cazado pacientemente en las redes de Internet. Se van a hacer un máster, o han logrado una mal llamada beca Erasmus que costará a la familia la mitad de sus ahorros. Otras veces van a hacer de au-pair, de auxiliar de conversación, o a cualquier trabajo temporal. La familia va a despedirlos a la puerta de embarque y mientras se alejan disimularán unos su pena y otros su incipiente desamparo. "Es por poco tiempo -se dicen-. Dominarán el idioma, conocerán mundo... Regresarán en pocos meses".
Hasta hace poco era un privilegio de los nuevos tiempos que les permitía gozar de una libertad sin límites, de un mundo sin fronteras, de una capacidad casi infinita de aprendizaje... Hasta que llegó la crisis y la maleta pareció distinta, la espera en la fila de embarque más embarazosa, la despedida más triste y el fantasma de la ausencia definitiva más cercano.


No. No llevan maletas de cartón, ni hay aglomeraciones en el andén de la despedida. No se marchan en grupo, sino uno a uno. Aparentemente nada les obliga. Ha sido una cadena invisible de acontecimientos. Estuvieron allí hace unos años, o tienen una amiga que les ha informado de que puede encontrar algún trabajo con facilidad. No pagarán mucho, eso es seguro, pero podrán ganarse la vida con cierta facilidad... A fin de cuentas aquí no hay nada.
Y se marchan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de savia nueva que sale sin ruido de nuestro país, desmintiendo la vieja quimera de que la historia es un caudal continuo de mejoras.

No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares. "Mi hija está en Berlín", "se ha marchado a Montpellier", "se fue a Dubai" son frases que escuchamos sin reparar en el significado exacto que comportan. Escapan a las estadísticas de la emigración porque suelen tener un nivel alto de estudios y no se corresponden con el perfil típico de lo que pensamos que es un emigrante. Quizá en las cuentas oficiales figuren como residentes en el extranjero, pero deberían aparecer como nuevos exiliados producto de la ceguera de nuestro país.
En los tiempos de crisis que detallan cada euro gastado nadie computa los centenares de miles de euros empleados en su formación y regalados a empresarios de más allá de nuestras fronteras con una torpeza sin límites, con una ignorancia sin parangón. Menos aún se cuantifican el esfuerzo de sus familias, las ilusiones perdidas y sus sueños rotos en mil pedazos.

No llevan maletas de cartón, pero componen un nuevo éxodo que azota especialmente a Andalucía, que dispersa a nuestros jóvenes por toda Europa y gran parte del mundo, que nos priva de su saber, de su aportación y de su compañía. Pero, aparentemente nadie se escandaliza por esta fuga de cerebros, lenta pero inexorable, que nos privará de muchos de nuestros mejores talentos. Nadie protesta por esta nueva oleada de exiliados que son una acusación silenciosa del fracaso y de engaño. Se van en silencio por el túnel de embarque en el que les alcanzará la melancolía por la pérdida temprana de su tierra.

No son, como dicen, una generación perdida para ellos mismos. No son los socorridos ni-nis que sirven para culpar a la juventud de su falta de empleo. Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos.

domingo, 26 de septiembre de 2010

El 29-S vamos de Huelga

Esta es la Editorial de Paralelo36 respecto a la convocatoria de Huelga General, que suscribo completamente:

Las crisis son como las enfermedades: lo importante no es cómo se entra, sino cómo se sale. Al inicio de esta ya larga enfermedad que padecemos lo inteligente hubiera sido analizar las causas que la provocaron, aplicar el tratamiento a los órganos afectados y modificar los hábitos de conducta del paciente. Pero no. Los médicos de bata gris que nos atienden han decretado que la mejor receta es reducir salarios y derechos.


De esta crisis saldremos más pobres y más de derechas. O sea, más pobres durante más tiempo. Y ya es mala suerte la de Andalucía porque lleva décadas y décadas ofreciendo a los mercados mano de obra barata y suelo abundante, sin encontrar más contrapartida que una tasa elevada de paro y bajos salarios. Pues bien, ahora que empezaba a abrirse camino la idea de que competir en los mercados a base de bajar el precio de la mano de obra era una antigualla insostenible, que lo importante era rivalizar en innovación, investigación y nuevas fuentes energéticas se produce un violento giro ante el que asienten los sectores más decimonónicos: más facilidad para el despido, menos convenios, menos derechos.

Cualquiera diría que los costes excesivos del despido, acogotan a los empresarios españoles. Pero es mejor ver los datos: durante los años 2008 y 2009 han sido despedidos en Andalucía algo más de 330 mil trabajadores. El ochenta y cinco por ciento de ellos recibieron el mínimo posible de indemnización, es decir, menos de ocho días por años trabajado. En cuanto a las indemnizaciones máximas de cuarenta y cinco días por año (presentadas como un lujo asiático de nuestro mercado laboral), solo las obtuvieron un dos por ciento de los trabajadores después de haber acreditado por vía judicial que el despido era completamente arbitrario e improcedente.
El gran problema del mercado laboral no es el despido sino la precariedad. No se pueden ofrecer productos ni servicios de calidad con unas plantillas mal pagadas que se renuevan antes de comprender siquiera el proceso de trabajo. Hagan la prueba llamando a cualquier servicio de sus proveedores.
Pero, si el problema económico real, no son los salarios ni los despidos ¿por qué se ha cargado con dureza contra ellos? Algunos teóricos hablan del “desempoderamiento” de los trabajadores en el mundo productivo, donde han pasado de ser un actor central a un factor marginal sin voz propia. Claro que este desempoderamiento comenzó hace tiempo cuando la sociedad aceptó, implícitamente, que los jóvenes entraran al mercado laboral en condiciones muy inferiores a las que lo hicieron sus mayores. El mileurismo y los contratos temporales han sido el caballo de Troya sobre el que los sindicatos no han sabido cabalgar.

El mundo de la cultura habla de desempoderamiento de la ciudadanía porque, despojados del control de los mercados, las personas nos convertimos en simples consumidores. O dicho en otros términos, en los momentos decisivos en que los gobernantes deben elegir entre los mercados y la democracia, se han rendido sin librar siquiera batalla. Aunque Zapatero quiera presentar estas medidas como ajustes imprescindibles, en aras de las cuales está dispuesto a inmolarse, no son más que la expresión de una derrota que lanza un aviso inconfundible al cuerpo social: ¡Sálvese quien pueda!
Se discute si la huelga del próximo miércoles será un éxito o un fracaso de los sindicatos, y hay quienes afilan sus cuchillos para acabar con el último resto de organización de los trabajadores. Pero, quizá, habría que preguntarse por el papel de la ciudadanía. Si preferimos una sociedad que, ante el recorte de derechos, se organiza, protesta y defiende otras alternativas o, si por el contrario, es mejor un modelo social en el que la queja se dirige a cualquier objetivo –inmigrantes, vecinos, mujeres, políticas sociales- antes que contra los poderosos. A fin de cuentas, saber exigir es también una lección de ciudadanía.
El Consejo de Redacción de Paralelo36 apoya la huelga general y hace un llamamiento a que los andaluces y las andaluzas participemos activamente en ella el día 29 de septiembre, secundando así la convocatoria de los sindicatos.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Casino Party

Aquí puedes pinchar el artículo de esta semana que publico en El País Andalucía:

En el casino de algún pueblo perdido es posible que todavía le hayan reído la gracia. Los que las rapaban, digo. Habrán reído con alborozo ante un titular tan soez: "Griñán busca mujeres rapadas hace 70 años para darles 1.800 euros". Es una frase larga y compuesta, que pretende volcar toda una supuesta carga crítica de doble o triple lectura. ¿Qué es exactamente lo que se critica: el electoralismo del presidente, la escasa cuantía de la indemnización o el que se haga 70 años después? Desde luego no el hecho lamentable de la humillación y el castigo de estas mujeres. Al consejero de la Comunidad de Madrid, el tema le produce "vómito" y pide la retirada inmediata de la medida porque compra "la dignidad de las personas" y a María Dolores de Cospedal la medida le plantea serias dudas. ¡Vaya por Dios! Cree que el decreto discrimina ideológicamente a las mujeres y le asalta un repentino interés por las maltratadas, a las que habría que destinar estas cantidades, aunque en los días alternos se apunta a la tesis de las denuncias falsas y de la supresión de las políticas de igualdad. En el PP andaluz se hacen un lío y no se entiende si critican el gasto, les parece insuficiente o desean que sus cuantías vayan destinadas a las mujeres víctimas de la violencia de género a las que tanto quieren cuando llegan estos momentos.

El PP de los años noventa deseaba desembarazarse de la herencia del franquismo, pero en los últimos años parecen tener con este fantasma relaciones paranormales: una especie de conexión íntima y secreta que consiste, más que en expresar la identificación, en combatir cualquier forma de denuncia. Esta semana el fantasma del franquismo ha tenido varias apariciones estelares: una, en la rabia contenida por la medida andaluza de indemnizar a las mujeres humilladas por ese régimen y otra en el Senado, en una sesión en la que se opuso a que el plomizo y escalofriante Valle de los Caídos dejase de ser un lugar de enaltecimiento del franquismo y se convirtiese en un monumento a la memoria histórica donde se respeten los valores constitucionales. Claro que, a algunos miembros del PP como a Mayor Oreja, el fantasma del franquismo le susurra con frecuencia al oído y le recuerda la placidez de la vida bajo la dictadura en la que solo la gente de mal vivir tenía motivos para el descontento.

En la derecha norteamericana ha aparecido el fenómeno del Tea Party, una especie de plataformas políticas donde se integran los sectores más integristas del republicanismo y que proclaman sin rubor consignas políticas ultraconservadoras con un claro contenido racista y discriminatorio. En España, se ha empezado a organizar todo un movimiento similar compuesto por comentaristas agresivos e insultantes y medios de comunicación que hacen del espectáculo y de la falta de educación su verdadera carta de identidad. Componen, entre todos, una especie de gol sur, de hooligans, de casino de señoritos que cuentan con la complacida sonrisa de la derecha política.

Este Casino-party español es especialmente agresivo con los acontecimientos o con las noticias que tienen a las mujeres como centro de interés. Aunque la lista de sus fobias incluye también a homosexuales, inmigrantes, Gobierno y sindicalistas, a los que atacan con ese punto cañí y chulo de la España tardofranquista. Una especie de jimenezlosantismo invade el espacio de la comunicación y va, lentamente, inoculando sus virus a publicaciones que hasta hace poco no se hubieran atrevido con estos titulares.

Las pocas mujeres rapadas, vejadas, despreciadas en los años de plomo, que aún viven se han vuelto a topar con la ironía, el gesto despreciativo y la mirada altiva de los que las humillaron. Pero, precisamente, son estos gestos de desaprobación los que nos indican que medidas como esta son todavía necesarias y útiles.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Adiós, Guadalquivir, adiós

Este es el artículo que he publicado en el País Andalucía sobre las deliberaciones del TC respecto al Guadalquivir:

El río Guadalquivir no va entre naranjos y olivos, sino que discurre por los pasillos del Tribunal Constitucional. Un río de tinta ennegrece sus aguas, unas voces ajenas lo pueblan. La sentencia, al parecer, está dictada: el Guadalquivir no es andaluz.


Teníamos que haberlo previsto cuando leímos la sentencia del Estatuto catalán y algunos reveladores votos particulares de este singular tribunal, más preocupado por defender sus convicciones políticas y morales que por el ajuste jurídico de nuestra legislación. En ella, algunos de sus autores exhibían con indisimulado desparpajo, que el Estado de las autonomías no es una forma de Estado con una distribución competencial descentralizadora sino un modelo jerárquico y excluyente.

Consideraba, además, este ínclito tribunal que los artículos de los Estatutos que no sean copia literal del texto constitucional, son una atribución unilateral de competencias o, en el mejor de los casos, una simple declaración de intenciones sin vinculación alguna. Olvidaron, por completo, que los Estatutos están sujetos a una larga y penosa tramitación en el Congreso y Senado, y que su texto definitivo es un acuerdo político y jurídico entre la Comunidad que lo propone y las instituciones representativas de la soberanía nacional.

Claro que el Constitucional suele olvidar demasiadas cosas. Los mismos redactores de estas sentencias, se expresan con términos morales en temas como la nueva ley de aborto. Han estado a punto de paralizar la ley e incumplir sus propias normas. Han escrito afirmaciones tan penosas como que no se puede dejar unilateralmente en manos de las mujeres la decisión de abortar, o que el derecho a la vida es contrario absolutamente a una ley de plazos. Alguno de ellos ha avanzado que, llegado el caso, votará "en conciencia". O sea, que no lo hará por motivos jurídicos ni constitucionales sino por sus creencias, sus perjuicios o su orientación religiosa. Una declaración que en cualquier país democrático sería motivo de escándalo.

Si finalmente, el Constitucional resuelve la inconstitucionalidad de las competencias andaluzas del Guadalquivir, habrá puesto el cartel definitivo de "abandonad toda esperanza". El artículo 51 del Estatuto de Autonomía para Andalucía tuvo varias redacciones para evitar cualquier viso de inconstitucionalidad. Su redacción circunscribió las competencias andaluzas a las aguas, para respetar la unidad de cuenca que exige la legislación. Estableció con claridad que se refería a las aguas que transcurren por el territorio andaluz; concretó que la planificación general, las obras públicas de interés general y la protección del medio ambiente corresponden a la Administración central y, para que no existiera duda afirmó que, todo ello, dentro de lo previsto en el artículo 149 de la Constitución.

Una sentencia contraria a este artículo del Estatuto de Autonomía no estaría fundada en motivos jurídicos, sino estrictamente políticos e ideológicos. En voz baja se argumenta que tras la sentencia del Estatuto catalán, el texto andaluz no puede pasar incólume. Se comenta, también, que la competencia exclusiva sobre el Guadalquivir -aún con todas sus limitaciones- supone un precedente peligroso en la batalla del agua que enfrenta a algunas comunidades. Los argumentos carecen de base jurídica y suponen una manipulación política. Andalucía no ha formado parte de la guerra del agua, siempre ha estado dispuesta a afirmar el criterio de solidaridad y de reparto de recursos. El Guadalquivir no solo transcurre en más del 90% por tierras andaluzas, sino que al hacerlo en su ciclo bajo, ninguna decisión andaluza podría menoscabar el caudal o los aprovechamientos de otras comunidades. ¿Por qué, entonces, mutilar el Estatuto andaluz? Mal asunto cuando los intérpretes de la Constitución consideran que la forma de defender al Estado es humillar a las comunidades autónomas.

domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Aprobarías el bachillerato?


Aquí coloco el artículo de esta semana en El País Andalucía, aunque no apareció en la edición digital:

Me había prometido que de este curso no pasaba y voy a cumplirlo. Desde aquí lo aviso: llevo en el bolso una arma de destrucción masiva de la propaganda infundada sobre el bajo nivel de exigencia de la enseñanza pública. He recopilado los exámenes de septiembre (algo menos exigentes que los de la convocatoria ordinaria) de dos cursos, segundo de ESO y primero de Bachillerato, y a todo aquel que me diga que la enseñanza es un auténtico coladero sin nivel ni contenido le propondré aprobar los exámenes de alguno de estos dos niveles.

Les he dado a escoger a algunos amigos qué prueba querían realizar y, por supuesto, han elegido primero de Bachillerato. A pesar de eso, he insistido en que antes tenían que superar la denostada ESO. Cuando he empezado a disparar preguntas, algunos han sonreído con suficiencia y después se han trastabillado en preguntas fáciles, como los cambios químicos de la materia, las ecuaciones de segundo grado, las funciones del lenguaje o las distintas perspectivas en la pintura. Les he insistido en que se trataba solo de aprobar pero, aún así, han sacudido la cabeza, han gastado alguna broma y no han querido proseguir el examen. Todavía no he conseguido hacer la prueba del Bachillerato, pero barrunto que será revelador someter a estos exámenes a todos aquellos que proclaman que las exigencias del sistema educativo son ínfimas. Quisiera verlos debatirse en la lógica aplicada, la interpretación de textos complejos, las aportaciones de Guillermo de Ockham, la crisis del segundo imperio o el funcionamiento celular...

Hay un oscuro interés por desprestigiar el sistema educativo, por confundir los términos del debate y por convertir en regla general las excepciones. Con respecto al Bachillerato resulta aún más curiosa la contradicción entre la opinión negativa respecto a sus contenidos, y la que mantienen los padres que tienen hijos en esta fase de sus estudios. Mientras que la opinión general insiste en la baja cualificación, esfuerzo y contenidos, los padres afectados pueden comprobar la dureza, la densidad de los contenidos y el esfuerzo requerido para conseguir superar los dos cursos.
Curiosamente, aquellos que denuncian con mayor ahínco el fracaso escolar en el Bachillerato, se han opuesto con rigor a flexibilizar, no los contenidos, sino las oportunidades de los jóvenes para conseguir esta titulación.
El Bachillerato ha sido el eslabón más débil de la cadena educativa. La dificultad y densidad de sus contenidos junto a los cantos de sirena de las ganancias fáciles para los jóvenes en trabajos de baja cualificación durante los años de desarrollismo feroz, han amenazado seriamente estos estudios que, desde mi punto de vista, le dan a un país un plus de ciudadanía, de civismo y de cultura.
Cuando el Ministerio de Educación intentó reformar la normativa para que el Bachillerato pudiera cursarse en tres años, con la idea de evitar que miles de jóvenes abandonaran las aulas sin pasaporte a carreras de grado medio o superior, la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza -con el amparo político de la derecha española- recurrió la orden y consiguió que el Tribunal Supremo anulara la medida. Al parecer, su sentido acusado del negocio educativo les hizo temer pérdidas económicas para la enseñanza privada. El Ministerio por su parte, anunció que resolvería el tema con urgencia por otras vías, cuestión que ha olvidado por completo el aclamado ministro actual.
Estas son algunas de las razones por las que me estremecen las promesas de cambio educativo que anuncia el PP, porque se niegan a analizar los factores sociales que acompañan al sistema educativo y bajo la bandera blanca de la cultura del esfuerzo esconden la exclusión social, la privatización de la educación y el elitismo del anterior sistema, hasta el punto que parecen regodearse con los malos resultados, como si el fracaso de los jóvenes les confiriera una victoria imaginaria a su generación, en la que el simple hecho de ser estudiante era ya un distintivo de clase social.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Sin noticias del sur


Con septiembre vuelven mis columnas de opinión al País de Andalucía. Esta es la primera:

Si descontamos la visita de Michelle Obama, Andalucía apenas ha aparecido este verano en los medios de comunicación. Como ha habido pocos incendios, ningún accidente reseñable y el fuego fatuo de Marbella se consume en las antesalas de los juzgados, la palabra Andalucía ha sido poco citada. Lo normal.

Salvando las distancias, a Andalucía se le dispensa un trato parecido a las mujeres en los medios de información: suele aparecer en un papel de víctima, de acompañante pasiva de acontecimientos o de complemento festivo
Es lo que tiene ser un marco incomparable: los atardeceres de la Alhambra, las playas interminables, la fotogenia de los termómetros callejeros cuando marcan números por encima de los 40 grados devoran toda la información de los hombres y de la mujeres que viven en esta tierra.Por lo demás, informativamente hablando, Andalucía sólo es un pequeño pie de página, una referencia complementaria cuando se abordan, realmente cuestiones de estado. Por ejemplo, ese debate "apasionante" sobre si la transferencia de las políticas activas de empleo a Euskadi romperá o no la caja de la Seguridad Social y será una cesión sin precedentes al nacionalismo se resolvería en cinco minutos si alguien tuviera la información precisa de Andalucía, donde se transfirieron estas políticas en el año 2003 y se consolidaron en el Estatuto de Autonomía, sin que en ningún momento se levantaran las voces airadas respecto a la ruptura del sistema, ni haya tenido más efecto perverso que una gestión desmañada, falta de brío y de proyecto. Pero esa es otra historia.
Y es que cuando se habla desde el sur se tiene la sensación de estar en una conversación entre desiguales, en la que unos tienen altavoces de máxima potencia, los conflictos mínimos alcanzan polvaredas informativas mientras que nuestra voz apenas llega a atravesar la frontera de Despeñaperros, donde muere, estrellada en la costumbre centenaria de no escuchar lo que viene de abajo de nuestra península.
La inexistencia de Andalucía alienta los conflictos territoriales, sublima el papel inoperante de algunas fuerzas políticas y alimenta el desprestigio de cualquier autonomía que no sea radicalmente nacionalista o españolista.
El complejo de no ser nadie, de desempeñar un puro papel de trasunto de la política estatal, recorre también al Gobierno y a la oposición andaluza. Los debates entre el PP y el PSOE en Andalucía carecen de sustancia política propia, son juegos de viejos gladiadores cansados, plagados de reproches personales, de disputas sobre el liderazgo en los que no se confrontan modelos sociales y políticos para Andalucía. Se discute la decoración de San Telmo en vez del paro; la estabilidad del liderazgo en vez del modelo económico; las encuestas de opinión en vez del modelo educativo. Mientras el Gobierno de Zapatero, cucharada a cucharada, vacía el último sueño de Andalucía de un federalismo social, activo e inclusivo. Un día se modifica la ley de cajas, sin concurso alguno de Andalucía; el siguiente se adjudica Cajasur al mejor postor; se cancelan las ayudas a la vivienda que afectan de lleno a los planes andaluces; se modifican cupos energéticos en renovables o se toma el peor camino para defender -aunque sea justamente-, la protección medioambiental de Doñana.
Y Andalucía sigue sin ser noticia, porque al parecer es más importante discutir una transferencia al País Vasco o el encaje legal del Consejo del Poder Judicial de Cataluña, que las políticas de vivienda, energéticas o de empleo. Porque, a fin de cuentas, es más fácil discutir del reparto del poder que de los problemas sociales. ¡Si hasta la información meteorológica habla de buen tiempo sólo si soplan buenos vientos en la mitad norte...!

domingo, 1 de agosto de 2010

Zapatero y Andalucía


Los medios de comunicación han destacado la novedad de que el PP aventaje en intención de voto al PSOE en la comunidad autónoma de Andalucía -una posibilidad que los propios entrevistados no contemplan-, pero apenas se ha reseñado un dato político de enorme importancia y es el descrédito masivo del Gobierno de Zapatero ante los ojos de los andaluces. El PSOE ha conseguido históricamente mejores resultados en elecciones generales que en autonómicas. Sin embargo, en tan solo tres años la ciudadanía andaluza ha pasado de ser la que mayor confianza depositaba en el líder socialista estatal a considerar su gestión lesiva para Andalucía. Al día de hoy, el 66% de los andaluces afirma que las políticas del Gobierno central son "malas" o"muy malas". La caída de valoración ha sido vertiginosa. Si esto ocurre en la comunidad que más apoyo ha brindado tradicionalmente al PSOE en las elecciones generales, cabe preguntarse qué valoración obtendrá en "territorio hostil" o, dicho de otra manera, asalta inmediatamente la pregunta de si con estos indicadores podrá el PSOE mantener el liderazgo de Zapatero hasta las próximas elecciones generales.
La sombra del Gobierno central, más que un paraguas donde guarecerse del aluvión de la crisis, es hoy un peso muerto para la gestión del Ejecutivo andaluz que arrostra también una valoración negativa pero veinte puntos superior a la del Gobierno de Zapatero. Las encuestas no nos señalan las causas de esta caída, pero no es arriesgado aventurar que su gestión de la crisis, más el cambio brusco de discurso no solo haya decidido el descrédito de su Gobierno sino la caída de simpatía hacia su fuerza política. No es que la derecha esté ganando, es que la mitad de los votantes socialistas, no comprenden que el mercado y los recortes sustituyan al discurso social y al entendimiento con los movimientos sociales.
Además, al igual que hubo algo específicamente andaluz en la apuesta continuada de los electores por el PSOE, también hay algo esencialmente andaluz en el desapego hacia su figura. Desde hace años Zapatero ignora a Andalucía en su discurso y en sus hechos: ha impuesto una solución triste al viejo debate de la deuda histórica, no parece comprender el carácter de la autonomía y ha consentido la bofetada rotunda de la huida de Cajasur del sistema financiero andaluz. Pero, ante todo, el último giro de su política económica es profundamente lesiva para Andalucía: el recorte del déficit público, de los salarios, pensiones e inversiones es más doloroso en una tierra que todavía está por debajo en renta y en servicios respecto al Estado.
Ha hecho Zapatero una mala lectura del apoyo que Andalucía le brindó y de la conciencia política de los andaluces. El grado de identificación de los ciudadanos con su tierra es muy alto, tal como demuestran las mismas encuestas. Excepto un 14% de ciudadanos francamente hostiles a la autonomía andaluza, el resto tiene una alta conciencia autonómica, es decir, viven como propios los problemas de toda la comunidad, independientemente de su situación personal. Precisamente en esto estriba el diferencial con otro tipo de identidades. Nuestro hecho diferencial es la solidaridad, el sentido de la justicia y un inconfundible instinto que nos permite detectar los caminos que nos llevan a la desigualdad social. Precisamente las "líneas rojas" que se han difuminado en este último periodo y que han dejado en la orfandad política a un número creciente de andaluces que, de continuar, abrirán la puerta al gobierno de la derecha en nuestra comunidad.
Los dirigentes del PSOE han buscado consuelo en la valoración sumamente negativa que obtiene el PP tanto en la comunidad como en el Estado pero, visto de otra manera, evidencia que incluso la más torpe oposición puede convertirse en gobierno. Sobre todo si nadie entiende el mensaje de que antes de perder las elecciones, se suele perder la calle.

Publicado en el País el 31/07/2010

La banca siempre gana








Mismo día, dos escenarios diferentes: en un extremo del planeta, el Presidente Obama presenta su reforma financiera que pone bridas a la actuación de este sector en su país e impone controles y transparencia sobre todo tipo de las actividades de préstamo e inversión. Mientras, mucho más cerca, el Congreso de los diputados, aprueba con los votos del PP y del PSOE un precipitado cambio en la regulación de las cajas de ahorros que entrega a las manos privadas, al menos el 50 por ciento de estas entidades.
Obama, en una regulación inédita para la historia de EEUU, proclama: “El pueblo americano nunca más tendrá que pagar la factura por los errores de Wall Street", mientras que en nuestro escenario de los leones, la Presidenta económica declara también con tono solemne que “estamos ante la reforma más importante que se ha llevado a cabo en el sector desde el siglo XIX y que servirá para dar todavía mayor confianza al sistema financiero español”, sobre el cual se deshizo en elogios.
“Es el manifiesto de un presidente y de un equipo económico que confían en los recursos del Gobierno para crear las condiciones que eviten una repetición de la crisis que el sistema financiero –afirma el corresponsal en Washington de El País-. Es, en definitiva, el manifiesto de un político que cree en el papel del Estado.” Un manifiesto que contrasta con el mensaje evidente del cambio de regulación española, según la cual, sólo es productiva, rentable y fiable la iniciativa privada sin el concurso del Estado.
Los bancos en España no han recibido, en contraposición con EEUU, la más mínima reprimenda por parte del poder político. Bien al contrario, han recibido en estos días el suculento bocado, ofrecido por el gobierno en bandeja de plata, de poder hacerse con el control y la actividad de las Cajas de Ahorros de nuestro país. Un cambio histórico, sin duda, que supone una expropiación de bienes públicos similar a la entrega a manos privadas de los montes comunales.
La falta de cariño de la población hacia sus bienes públicos y semipúblicos está muy ligada a la falta de conciencia democrática unida a la gestión lamentable que se ha hecho de gran parte de nuestro patrimonio comunal. No ha habido una sola lágrima por la evidente desaparición de las cajas de ahorros, que podrán ceder al completo su negocio financiero a los bancos y mantener sólo el cascarón de su obra social. No ha habido una sola línea recordando por qué nacieron las cajas, cual era su papel, por qué se considera fundamental su existencia para el desarrollo de las comunidades autónomas y por qué Andalucía, más que ninguna otra, necesita un sector financiero de esta naturaleza. Bastaría recordar que las cajas –hasta la entrada en vigor de esta nueva ley- no reparten beneficios privados, y tienen la obligación de dedicar a fines sociales al menos el 33 por ciento de sus ganancias, más un 18 por ciento establecido para la obra social, lo que supone un enorme flujo de capital que debe invertirse en el territorio al que pertenecen.
En este panorama, la venta de Cajasur al mejor postor, no deja de ser un expolio para la Comunidad Autónoma de Andalucía. Debemos este tremendo despropósito a las enloquecidas fobias ideológicas de la jerarquía eclesiástica cordobesa pero también al Banco de España, convertido en una especie de tribunal supremo sin apelación, ante el que nada valen las razones sociales ni el equilibrio territorial.
Tampoco se hubiera consumado el expolio si, el gobierno central hubiera respetado las competencias andaluzas en materia de Cajas de Ahorros y hubiese escuchado a la Comunidad Autónoma, en vez de beneficiar la lógica bancaria y la deslocalización de las Cajas. Por todo esto Cajasur ha sido adjudicada al BBK por el método de subasta, como si de un casino se tratara. Ya se sabe, que en el juego de la ruleta, la banca siempre gana. Andalucía pierde.