Así llaman ahora a las nuevas formas de explotación. Libre elección. ¿Por qué, -se preguntan los ricos europeos- van a estar obligados los trabajadores a jornadas de 40 horas semanales? ¿Y si quieren trabajar más horas a la semana o hacerlo de sol a sol? ¿Por qué van a descansar dos días a la semana, si muchos de ellos se aburren los domingos? ¿Por qué van a disfrutar de un mes de vacaciones si, como todos sabemos, produce ansiedad y un gran número de divorcios?
Atendiendo a esta amplia problemática social, el selecto club europeo ha redactado una Directiva que amplía la libertad de elección, más free, más choice. “No es que obliguemos a los estados a regular jornadas semanales de 65 horas, sólo les damos la posibilidad de hacerlo, incluso en un creativo cómputo que puede alcanzar hasta las 78 horas semanales”.
Los pobres ricos no es que quieran ganar más dinero, no. No es que amplien sus plusvalías con estos horarios más largos, no. Es simplemente que velan por la libertad de los trabajadores y de los estados.
Ya tienen en mente, además, desembarazarse de otro impedimento para la free choice de los asalariados. Esa antigualla de convenios colectivos, llenos de molestos derechos, horarios, categorías laborales, salarios. Los ricos europeos tienen un sueño: convertir el mundo laboral en un reino de la libertad en el que cada uno de los trabajadores contrate libremente su fuerza de trabajo. Amablemente el empresario le preguntará: ¿cuánto quieres cobrar? ¿Qué horario quieres tener? Y el trabajador elegirá, sin presión sindical alguna, sus condiciones laborales. A fin de cuentas, trabajar o no es un derecho individual, al que nadie te obliga.
Los ricos europeos, representados por la clase política más friki, creen haber inventado algo nuevo. Sin embargo, el libre mercado del trabajo ya se practicaba desde tiempo inmemorial, cuando a primeras horas de la mañana, centenares de trabajadores se congregaban en las plazas de los pueblos, hasta que un manijero (o, algunos días como diversión, el patrón) apuntaban con el dedo y decían:
- Tú…tú…tú también…y aquel de la camisa azul. A los demás no los quiero.
Han vuelto al free choice del siglo XIX. Lo único nuevo es el silencio de los sindicatos y la resignación de los trabajadores.
Atendiendo a esta amplia problemática social, el selecto club europeo ha redactado una Directiva que amplía la libertad de elección, más free, más choice. “No es que obliguemos a los estados a regular jornadas semanales de 65 horas, sólo les damos la posibilidad de hacerlo, incluso en un creativo cómputo que puede alcanzar hasta las 78 horas semanales”.
Los pobres ricos no es que quieran ganar más dinero, no. No es que amplien sus plusvalías con estos horarios más largos, no. Es simplemente que velan por la libertad de los trabajadores y de los estados.
Ya tienen en mente, además, desembarazarse de otro impedimento para la free choice de los asalariados. Esa antigualla de convenios colectivos, llenos de molestos derechos, horarios, categorías laborales, salarios. Los ricos europeos tienen un sueño: convertir el mundo laboral en un reino de la libertad en el que cada uno de los trabajadores contrate libremente su fuerza de trabajo. Amablemente el empresario le preguntará: ¿cuánto quieres cobrar? ¿Qué horario quieres tener? Y el trabajador elegirá, sin presión sindical alguna, sus condiciones laborales. A fin de cuentas, trabajar o no es un derecho individual, al que nadie te obliga.
Los ricos europeos, representados por la clase política más friki, creen haber inventado algo nuevo. Sin embargo, el libre mercado del trabajo ya se practicaba desde tiempo inmemorial, cuando a primeras horas de la mañana, centenares de trabajadores se congregaban en las plazas de los pueblos, hasta que un manijero (o, algunos días como diversión, el patrón) apuntaban con el dedo y decían:
- Tú…tú…tú también…y aquel de la camisa azul. A los demás no los quiero.
Han vuelto al free choice del siglo XIX. Lo único nuevo es el silencio de los sindicatos y la resignación de los trabajadores.