Ya sabemos que el precio de nuestra transición política fue el olvido, una medicina aparentemente insípida, que fue administrada durante decenios con el silencio cómplice de una gran parte de la izquierda que se conformaba con salir de nuevo a la escena pública, aunque quedaran borradas sus raíces y sus verdaderos protagonistas.
Conocemos así la historia de líderes mundiales como Nelson Mandela, de Indira Gandhi y de otros líderes civiles mientras a nuestro lado pasaban desapercibidas algunas personas que practicaron un heroismo cívico similar en nuestro país. Cuenta Primo Levi que solía tener en el campo de concentración de Auschwitz una pesadilla recurrente y que consistía en que una vez que liberado, ni sus amigos ni siquiera su familia querían escuchar las atrocidades que había presenciado. Desgraciadamente -nos cuenta- esa pesadilla se hizo realidad y, cada vez que intentaba articular su historia, los más allegados lo silenciaban, deseosos de recuperar la normalidad de la vida e incluso recomendándole, cariñosamente, que era tiempo de olvidar lo sucedido.
Entre los líderes civiles mundiales, merece un puesto de honor la figura de Marcos Ana. Estuvo encarcelado veinticinco años, toda una vida. Llego a olvidar lo que era un árbol pero no abandonó la esperanza. Dicen, todos los que le conocen bien, que salió de la cárcel sin un rasguño en el alma. Cuando lo conocí, me pareció que era la sonrisa que le faltaba a la izquierda y que conservaba eso que muchos han perdido: la esperanza en el ser humano.
Si lo lees, comprobarás cuánta sabiduría atesoró en su encierro y te preguntarás cómo conservó esa inocencia primaria que induce a los de alrededor a ser buenos. Ahora la Universidad de Granada, junto a varias fundaciones como la de Saramago o el centro de la Unesco, han promovido una plataforma para reunir firmas con el fin de que le concedan el premio príncipe de Asturas de la Concordia. Si pinchas aquí puedes poner tu firma en el manifiesto. Marcos Ana no necesita este premio, ya cuenta con el galardón extraordinario de legiones de amigos y amigas que lo admiran en el mundo. Es la democracia española, la que necesita premiar su trayectoria.