Me alegra que triunfe en pantalla la película de Amenabar, sobre todo porque prefiero que los espectadores escojan Ágora frente a otras películas de acción y de efectos especiales. Sin embargo la película me pareció un latazo de dimensiones siderales. Tenía en sus manos Amenabar una bonita historia en la que se cruza la reivindicación de Hipatia, y con ella de la invisibilidad de muchas mujeres creadoras y descubridoras, el fanatismo religioso y el amor a la ciencia. Pero el cine es mucho más que una historia que contar.
Reconozco que soy maniática en cuestión de cine. Una de las cosas que no soporto de gran parte del cine español son esas viviendas ordenadas y colocadas para la escena, en las que se detecta a kilómetros que nadie ha vivido nunca. En Agora, un detalle nimio me convirtió toda la película en cartón piedra. Era una toma de un mercado en la que varios compradores examinan el pescado como si no hubieran tocado un pez en la vida. Un pez muerto que tenía la misma expresión ingrávida y ausente que la protagonista del film y diría que casi mayor expresión corporal.
¿Era realmente necesaria la ausencia de emociones para representar el drama de esta mujer y su dedicación a la ciencia? ¿Deben ser los malos tan cetrinos y los buenos tan etereos? ¿por qué no hay una sola mujer que acompañe o contraste la figura de Hipatia? ¿por qué no pasa el tiempo por ella? ¿Cómo conseguían los torvos personajes del fanatismo religioso cristiano movilizar a las masas más pobres? ¿Qué otros conflictos azotaban ese tiempo, aparte del drama del saber de Hipatia?
Hay dinero, efectos especiales, grandes decorados y vestuario en la película de Amenabar pero falta el alma de toda obra creativa que es un mayor conflicto, mayores contradicciones, libertad para el espectador de realizar lecturas diferentes.
Casi nadie estará de acuerdo conmigo. Mis amigos y amigas andan encantados con la película. Por mi parte prefiero cualquier capítulo de la serie de televisión Roma y me confirma que el mejor cine actual se está haciendo en la televisión. No aquí, claro.