lunes, 12 de noviembre de 2012

¿DÓNDE ESTÁ EL PSOE?



Publicado en El País Andalucía  
(Imagen Nikolás García)

            ¿Se puede mantener un espacio político a la pata coja? ¿Es lógico simpatizar con las movilizaciones ciudadanas de protesta, pero ejercer de puros cronistas parlamentarios? ¿Es coherente mantener dos discursos sobre la crisis: uno de infinita comprensión con los objetivos de déficit y otro de crítica por los recortes que lo acompañan? ¿Está el PSOE en un limbo político, a la espera de que la herencia recibida se diluya y que el pueblo pida su vuelta al poder por el simple desgaste del Gobierno del PP?

              Los que creen que todos los tiempos tienen la misma sustancia, deberían leer más literatura. El tiempo externo se divide en horas, días y años de igual duración pero el tiempo interno, el que realmente vivimos, es de un material moldeable. La consistencia de este último año ha sido lenta y espesa, como andar por un cenagal de pesadilla. Han caído viejas certezas; se ha dinamitado la seguridad de nuestras vidas. Esta crisis ya no dispara con pólvora ajena, sino con el dolor de nuestros amigos, hermanos e hijos. Como dijo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Excepto el PSOE que se debate entre el pretérito perfecto y el imperfecto, sin darse cuenta de la urgente llamada del presente.

               El bipartidismo que garantizaba la permanencia de dos grandes bloques conservador y progresista, está a punto de estallar y es posible que la distancia entre el poder y la irrelevancia política sea tan breve como un suspiro. Los resultados en el País Vasco y en Galicia solo son la consecuencia previsible de esta situación. Hubo un momento revelador del absurdo en el que naufraga la actual dirección del PSOE: el día que estalló la crisis de Bankia y sus dirigentes ni siquiera supieron qué actitud tomar al respecto.

                Mientras que en Cataluña el PSC se desangra por la herida independentista, por la impregnación de las teorías de las balanzas fiscales y la ambigüedad de sus posiciones; mientras que en el País Vasco se preguntan por la derrota sin caer en la cuenta de que estuvieron gobernando con el PP hasta hace 15 minutos o en Madrid se acumulan los fracasos políticos institucionales; Andalucía es la única comunidad que puede irrumpir en el debate territorial sin estar impregnada de centralismo o de independentismo, la síntesis de una propuesta federal, solidaria pero avanzada. Por eso resulta especialmente molesta su voz a los que se empeñan en mantener el eje Madrid-Cataluña como única referencia en el debate del modelo de Estado. Ni añejo españolismo unificador, ni disgregación territorial ni asimetrías que no esconden más que desigualdades de trato a favor de las rentas más elevadas.

              El hecho de que Andalucía salga con fuerza en el debate territorial es una necesidad para que no quede postergada pero también es la única posibilidad de que los valores de solidaridad, pluralidad y federalismo tengan algún futuro. No se trata de convertir Andalucía en un fortín anti-PP, ni de aupar al presidente de la comunidad al liderazgo del PSOE. Es que si el PSOE quiere seguir existiendo necesita un discurso político empoderado, pedagógico y comprometido con los de abajo. Ni siquiera es posible afirmar que en Andalucía el Gobierno esté llevando a cabo una práctica que se pueda calificar con estos cuatro adjetivos, pero es la única comunidad, el único liderazgo que en el espacio político del PSOE y en los tiempos presentes puede jugar este papel. En este sentido, cobra valor el discurso del presidente de la Junta que él llama de una socialdemocracia fuerte, opuesto a que los poderes económicos determinen las políticas públicas y ninguneen la democracia. Puede, además, desde el Gobierno de coalición con IU, no solo predicar valores, sino ejercerlos y demostrar —de forma mucho más contundente que hasta ahora—, que las crisis pueden ser gobernadas de otra manera. Cataluña reclama decidir sobre su propio futuro pero Andalucía reclama decidir sobre el futuro en común de todos los españoles. Por eso su voz es tan importante y molesta para los que buscan que nada cambie.