Publicado en El País Andalucía
La ceremonia de los Óscar fue muy injusta con el cine español. Nuestra producción de ficción se merece el reconocimiento internacional por su originalidad, atrevimiento y puesta en escena.
Sin ir más lejos, la película sobre la ola de inmigrantes en Ceuta y Melilla merece, como mínimo, un Óscar al mejor montaje, mejor guión original y mejor diseño de producción. La parte de los actores, sin embargo, es la más débil. Aunque los inmigrantes están perfectos en sus papeles, hubiera sido preferible un actor principal algo más agraciado y menos hierático, aunque hay que reconocer que su personaje va ganando intensidad dramática hasta llegar a esa escena final en la que, completamente solo, se enfrenta a la inmensidad del mar y graba con su teléfono móvil la línea de vallas fronteriza con Marruecos.
Sus creadores confiesan que la muerte de 15 inmigrantes en las playas del Tarajal fue su fuente de inspiración: “Teníamos un material de baja calidad, en el que agentes españoles disparaban balas de goma y botes de humo contra un grupo de personas que pretendían alcanzar la costa. De repente alguien dijo: ¿por qué no evitar el drama humanitario y convertirlo en una invasión casi alienígena? Nuestro público no son cuatro puristas preocupados por los derechos humanos, sino una gran masa deseosa de encontrar enemigos exteriores”. “Además —argumentaron los más atrevidos— la moda xenófoba triunfa ya en media Europa y en España es todavía un filón a medio explotar”.
Dicho y hecho, el guión cambió la historia real. El episodio piloto obtuvo un gran éxito. Los asaltos a las vallas reunían todos los requisitos cinematográficos: acción, violencia, amenaza. Toda una horda de negras figuras se disponía a entrar en un país inerme y desesperado por la crisis. Es cierto que hubo que alterar algunos datos esenciales. El 99% de la inmigración ilegal no entra por las alambradas de Ceuta y Melilla, sino por aeropuertos y carreteras pero, reconózcanlo, no son lugares tan cinematográficos como las vallas. Apenas unos miles de personas entran cada año por este procedimiento, pero el guionista difundió muy pronto el bulo de que 40.000 subsaharianos estaban junto a la frontera preparados para el asalto. Una cifra que, con los últimos retoques del guion, subió a 60.000 y hasta 80.000 en la postproducción final.
También había que ocultar otros datos reales. La cifra de inmigrantes en nuestro país ha descendido en más de un millón de personas en los últimos dos años. Pero la verdad no debe estropearte una buena historia. Lo importante es crear emoción en el espectador, hacerles vivir la experiencia de una amenaza en las puertas de su país, suscitar los sentimientos más primarios de miedo al extraño y a la negritud.
Si algo tiene el cine, es la virtud de hacernos olvidar por unas horas nuestros problemas. Y esta película lo consigue plenamente. Los distribuidores fueron conscientes del éxito de su producción cuando escucharon en la barra de un bar que las conversaciones ya no giraban en torno al paro, los recortes sociales o la corrupción sino sobre la amenaza de la inmigración, las enfermedades que traen, los puestos de trabajo que quitan.
Se trataba, también, de reconstruir la historia de buenos y malos que la muerte de 15 inmigrantes había desdibujado. La frase del protagonista principal pasará a la historia: “Si se la conoce por benemérita es por algo”. No busquéis más. Ahí están todas las respuestas. Los que se apiadan de los inmigrantes y piden investigar la verdad se convierten en cómplices de los asaltos. Se les conmina a resolver uno de los mayores problemas de la humanidad en cinco minutos: ¿Qué queréis? ¿Abrir las puertas de par en par? ¡Contesta! ¡Venga!
La película tiene un final abierto, pero feliz. El ministro, entre abrazo y abrazo a las autoridades que tanto han sufrido con estos sucesos, proclama que van a instalar “unas mallas antitrepa” que evitarán los asaltos futuros. ¡Qué lastima que no se instalen “mallas antitrepa” en todas las dependencias oficiales para que no perpetren estos asaltos a nuestra conciencia!