martes, 27 de octubre de 2009

Liderazgos



Este es el artículo que publiqué este lunes en El País:





Suele decir Amelia Valcárcel que a ellos "les pone" el poder. O sea, que hay una conexión invisible, pero real, entre la ostentación de poder y los atributos sexuales masculinos. Al parecer, los hombres viven con verdadera fruición ese momento en que pueden usar su autoridad de forma indiscutida, aunque sea injusta o arbitraria.
Discutir, por tanto, el poder de algún político es mucho más que poner en cuestión su capacidad de acción o lo atinado de sus decisiones. Negarles la autoridad es casi una forma de privarlos de su masculinidad y su esencia.
No hay nada que "ponga más" a los políticos actuales que la palabra liderazgo. En sus títulos oficiales ostentan el nombre de secretarios generales o presidentes, pero el término con el que realmente desean ser denominados es como líderes. El liderazgo implica, no sólo un nombramiento formal, sino un reconocimiento entre el colectivo al que representan, un estatus superior de discernimiento, una imbatibilidad en las propuestas, un halo similar al que en la santidad orla la cabeza de los elegidos. Ser líder, además, comporta ser único, reconocible y esencial. Los puestos directivos pueden compartirse pero el liderazgo necesita ser absoluto, reconocible y único.
Manuel Chaves conocía perfectamente esta debilidad de los políticos andaluces y convocaba, con cierta regularidad, cumbres de líderes de las que nunca se obtuvieron ningún tipo de resultados pero que tenían un alto valor simbólico, ya que los jefes de las tribus andaluzas -todos masculinos y únicos- reconocían mutuamente su autoridad y liderazgo. El nuevo presidente de la Junta no ha descubierto todavía estos ritos de reconocimiento y ha abierto interrogantes sobre su propio liderazgo, sin darse cuenta de que en política la bicefalia es equivalente a una peligrosa enfermedad.
Sin embargo, este debate sobre el liderazgo no es privativo de la política andaluza. En medio de la mayor crisis económica de la historia de la democracia y de los mayores casos de corrupción conocidos, el debate sobre el liderazgo está sirviendo de cortina de humo para evitar debates profundos y medidas eficaces. En vez de aportar soluciones, propuestas y medidas, las energías se consumen en determinar la falta de liderazgo de Zapatero frente a la crisis o la de Rajoy frente a la corrupción.
Es posible que la emergencia de estos debates tan superficiales sólo respondan a la atonía social, a la inmensa decepción que la política está causando en la mayor parte de la ciudadanía. En suma, a la desesperanza.
Dicen los estudiosos del tema que para construir nuevos liderazgos es necesario ver los espacios vacíos, las demandas sociales, los huecos. También advierten que cuando estos espacios son muy amplios se produce el caldo de cultivo del que pueden surgir liderazgos autoritarios, sectarios y antidemocráticos. Por eso urge ocupar la silla vacía de tantos deseos incumplidos: el liderazgo de la honradez política e intelectual, el liderazgo del desarrollo sostenible, el liderazgo de la esperanza en el futuro, el liderazgo del compromiso social...
Pero nuestros políticos actuales no quieren ver nuevos caminos. Todas las semanas, a la misma hora -como si se tratase de un rito ancestral- se enfundan el traje de batalla y se enzarzan en los Parlamentos en una predecible batalla de viejos gladiadores que ya han olvidado cuál fue el origen de la contienda.

martes, 20 de octubre de 2009

El latazo de Ágora

Me alegra que triunfe en pantalla la película de Amenabar, sobre todo porque prefiero que los espectadores escojan Ágora frente a otras películas de acción y de efectos especiales. Sin embargo la película me pareció un latazo de dimensiones siderales. Tenía en sus manos Amenabar una bonita historia en la que se cruza la reivindicación de Hipatia, y con ella de la invisibilidad de muchas mujeres creadoras y descubridoras, el fanatismo religioso y el amor a la ciencia. Pero el cine es mucho más que una historia que contar.
Reconozco que soy maniática en cuestión de cine. Una de las cosas que no soporto de gran parte del cine español son esas viviendas ordenadas y colocadas para la escena, en las que se detecta a kilómetros que nadie ha vivido nunca. En Agora, un detalle nimio me convirtió toda la película en cartón piedra. Era una toma de un mercado en la que varios compradores examinan el pescado como si no hubieran tocado un pez en la vida. Un pez muerto que tenía la misma expresión ingrávida y ausente que la protagonista del film y diría que casi mayor expresión corporal.
¿Era realmente necesaria la ausencia de emociones para representar el drama de esta mujer y su dedicación a la ciencia? ¿Deben ser los malos tan cetrinos y los buenos tan etereos? ¿por qué no hay una sola mujer que acompañe o contraste la figura de Hipatia? ¿por qué no pasa el tiempo por ella? ¿Cómo conseguían los torvos personajes del fanatismo religioso cristiano movilizar a las masas más pobres? ¿Qué otros conflictos azotaban ese tiempo, aparte del drama del saber de Hipatia?
Hay dinero, efectos especiales, grandes decorados y vestuario en la película de Amenabar pero falta el alma de toda obra creativa que es un mayor conflicto, mayores contradicciones, libertad para el espectador de realizar lecturas diferentes.
Casi nadie estará de acuerdo conmigo. Mis amigos y amigas andan encantados con la película. Por mi parte prefiero cualquier capítulo de la serie de televisión Roma y me confirma que el mejor cine actual se está haciendo en la televisión. No aquí, claro.

Ideología de género


También lo puedes leer en El País

No hay nada que movilice tan profundamente a la derecha social española como los temas referidos al género y a la sexualidad. Si repasamos las grandes manifestaciones de esta naturaleza, que suelen congregar a un millón aproximado de personas, encontraremos siempre en su base la piedra de toque del papel de las mujeres y de la sexualidad en la conformación de la sociedad. Incluso las manifestaciones contrarias a las leyes educativas han tenido siempre, al menos en su versión más popular, el trasfondo de proteger a los niños de contenidos educativos relacionados con el sexo, el matrimonio y los roles sociales igualitarios.
La derecha social y eclesial ha acuñado un término con el que designan los males sociales actuales y que denominan "la peligrosa ideología de género" que está impregnando las leyes actuales. Los think tank del pensamiento ultraconservador elaboran documentos, libros y artículos con un argumento común, tan fácil de comprender como un cuento infantil: la familia tradicional es la fuente de toda felicidad y fuera de ella sólo hay soledad y conflicto social. La piedra fundacional de esta construcción simbólica es la identificación entre ser mujer y ser madre. La maternidad se convierte así en la realización plena de la mujer, en su único y verdadero objetivo vital. Sobre esta materia -que en realidad niega la igualdad y el derecho de que las mujeres elijan su propia vida- se construye una mística ensalzadora que ponía sonrisas en los labios de los manifestantes, felices de haber encontrado en las palabras "vida-mujer-maternidad" una nueva trinidad redentora.
Si para la derecha social el papel de la mujer es un tema central, constitutivo de su ideología, los momentos que escoge para su demostración responden a agendas políticas concertadas. En Andalucía tenemos un ejemplo muy ilustrativo de ello. Cuando se estaba tramitando el nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía, con la oposición rotunda del Partido Popular, la asamblea de Obispos del Sur emitió un comunicado terrible contra el nuevo texto al que acusaba de "amenaza contra la vida", "postergar el matrimonio verdadero" y contener una peligrosa "ideología de género que da la espalda a los fundamentos antropológicos de la diferenciación de los sexos y de su complementariedad". Hay que decir que algunas organizaciones de cristianos de base protestaron por la rudeza y la insensibilidad de los obispos en materia de derechos sociales.
Sin embargo, cuando acabó la tramitación del Estatuto y el PP se hubo incorporado, aunque el texto no había cambiado prácticamente, los obispos andaluces modificaron su declaración final, saludaron los nuevos derechos sociales contenidos en el Estatuto -que estaban desde el inicio de la tramitación- y convirtieron su feroz oposición en unas simples recomendaciones para una "lectura atenta" de los cristianos.
La manifestación multitudinaria del pasado sábado responde también a esta agenda política concertada entre ciertas organizaciones sociales, eclesiales y políticas. En este caso han pretendido huir del excesivo protagonismo de la iglesia oficial y del Partido Popular en la manifestación porque convenía que la protesta tuviera un carácter más social y menos institucional. Esto no evita que la Iglesia les haya llenado los autobuses a pie de colegio y el Partido Popular haya animado convenientemente la convocatoria. Han impuesto una cierta moderación en las formas porque convenía a sus fines que no son otros que conseguir el retorno político de la derecha. Sólo hay que ver cómo la dulce placidez del canto a la vida se transformaba en airadas consignas políticas sin apenas transición. Por lo demás, no es contra el aborto por lo que protestan, es contra las mujeres del siglo XXI que eligen su maternidad, sus tiempos y su destino.

martes, 13 de octubre de 2009

Instrucciones para ser un corrupto



Si quieres puedes ver este artículo en El País





Ya habrá podido comprobar la rentabilidad de la corrupción frente a otras ocupaciones que necesitan tiempo, dedicación y esfuerzo a cambio de unas ganancias exiguas que nunca le permitirán gozar de una vida lujosa.
Si se decide por el lucrativo negocio de la corrupción podrá obtener ganancias millonarias y hacer felices a centenares de personas a su alrededor. El caso Gürtel nos muestra la cantidad de posibles beneficiarios, mientras que la operación Malaya nos indica que se pueden atesorar setecientos millones de euros con un modelo local intensivo. Se preguntará por los inconvenientes de este oficio y le asaltará el temor a ser descubierto. No vamos a negar los riesgos evidentes, pero sepa que ni un 10% de los corruptos son procesados y que detrás de cada imputado hay unos diez colaboradores que no lo son. Además, las penas son escasas y la mayoría consiguen poner a salvo su patrimonio tras la condena. No tenga temor a que se pueda aprobar la anunciada Ley anti-corrupción porque ya ha sido olvidada. En cuanto a los delitos de soborno y cohecho -como bien apunta el informe de los Inspectores de Hacienda-, si bien es cierto que estas figuras aparecen en el Código Penal, su aplicación es irrisoria. Si tiene dudas puede consultar la instrucción del caso Camps.
Para ser un buen corrupto debe tener en cuenta, en primer lugar, que no es una actividad individual, ni un negocio de autónomos. No es como otros delitos, una actividad solitaria. Necesitará una red corporativa extensa. De forma inmediata deberá contar con uno a varios despachos de abogados que le ayuden a tejer una intrincada red de sociedades cuyo seguimiento sea más complejo que el laberinto de Creta. Sin la colaboración de estos profesionales su actividad no podrá prosperar. Hágase, también, con la colaboración de algún banco que le indicará la forma más eficaz de realizar sus transacciones comerciales y le proporcionará la ruta más segura a los paraísos fiscales y las cuentas opacas.
Deberá disponer de una amplia red familiar. No hay corruptos exitosos sin una enorme familia y allegados que se presten a servir de testaferros, accionistas o cualquier colaboración nominal a cambio de una remuneración generosa.
Llegados a este punto, necesita la colaboración de las instituciones públicas. Elija un partido político y consiga llegar a las más altas instancias. Si actúa a escala local y ninguno es de su agrado, no dude en crear un grupo independiente que tome como bandera el nombre de la ciudad. Asegúrese la amistad y la colaboración de los que deciden los contratos públicos. Si tiene suerte puede hacerse imprescindible en la organización de todos los eventos públicos y privados. Intervenga en su estructura, promocione a los amigos y cuide a sus familiares. Pague sus gastos pero no realice donaciones ya que están controladas por el Tribunal de Cuentas. Sea generoso, incluso por encima de lo esperado. A partir de ahí podrá conseguir contratos sustanciosos pero sea cooperativo: facilite los pagos fraccionados, las obras por lotes que no excedan la legislación de contratos. Asuma que, en caso de hacerse notoria la corrupción, serán los primeros en acusarle de conspiración, aunque la mayor parte de la trama esté en su propia organización.
Cultive su mal gusto, el lenguaje soez y el sentimentalismo. No es una buena profesión la de corrupto para gentes cultivadas o con ideas igualitarias. También hay serias dudas sobre el éxito de las mujeres en este oficio. Sin embargo, hay excepciones. En todo caso, no olvide el lado humano; diga a sus colaboradores que "los quiere un huevo". Sacralice la amistad y la familia, los lazos de sangre y la complicidad tabernaria. Pero, sobre todo no olvide nunca que la corrupción no es un juego solitario.

miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Por dónde andas?



Aparte del viaje físico - ¡cuánto echo de menos ese breve espacio en el que he dispuesto de todo el tiempo libremente!- la vida para mi carece de sentido sin aprender algo nuevo, sin intentar comprender lo que ocurre alrededor. Me preguntan mis amigos qué hago, a qué me dedico ahora que no consume mis horas la fiebre de la política directa.

Me enfrento a la realidad como quien se ha perdido algún capítulo en el que de dieron pistas importantes sobre lo que iba a suceder en el futuro. Me faltan claves de cómo ha cambiado la sociedad en estos últimos diez años. No quiero que se me interprete mal. No es la crítica habitual sobre lo lejos que está la vida política de los ciudadanos, que también. Pero a mi no me ha faltado en estos años el contacto continuo con la sociedad. Bien al contrario mi agenda estaba repleta de reuniones con colectivos sociales, con personas que necesitaban ser atendidas, con entidades que manifestaban distintas preocupaciones. A pesar de ello, ahora veo que la evolución general de la sociedad se me ha escapado en cierta manera.

Cuando he vuelto a la enseñanza todos me preguntaban si había notado un gran cambio en los jóvenes. Y es verdad que tienen un punto mayor de desidia o desgana, pero el cambio fundamental que he apreciado no ha sido en los jóvenes sino en los mayores. He vuelto a una sociedad más insolidaria, más descarada en la demostración de sus intereses materiales, más perdida e insegura. Por tanto -reflexiono- , de poco han servido tantos años de acción política, siempre entendiendo -claro está- que la finalidad de esta lucha no es, o no debe ser, la disputa por el poder sino el cambio social.

Por eso estoy más preocupada ahora por el cambio social que por las disputas partidarias. Necesito saber la substancia de los cambios sociales, cómo se han producido, hacia donde apuntan.

Hace algunas semanas Claudio Magris apuntaba algunas claves de esta sociedad postmoderna. Explicaba, por ejemplo, el ascenso de Berlusconi en términos de cambio social, en una especie de construcción nueva de LA VERDAD, elevando a rango político el reconocimiento del egoísmo, el machismo y la discriminación a cultura popular transgresora contra lo políticamente corrrecto. Parece decirnos "Si, es verdad, me hago rico a toda costa; compro mujeres como simples objetos; me salto las leyes como a todo el mundo le gustaría hacer". O sea, la transgresión reaccionaria convertida en heroicidad popular. Un género que triunfa, por ahora, en los programas de mayor audiencia de las televisiones pero que saltará a la escena política si no sabemos combatirlo y analizarlo.

En esta misma línea Manuel Cruz ha publicado un interesante artículo titulado "Lo que trajo el ocaso de las ideologías" que os enlazo y mi amigo Francisco Garrido ha publicado en Paralelo36 un genial artículo titulado "El sujeto y lo siniestro" que también enlazo y en los que se abordan los cambios sociales que se están operando bajo la apariencia de la normalidad cotidiana.

Pues en esas estoy. Buscando algunas pistas para entender lo que ocurre porque sin entender a fondo esta sociedad, sus motivaciones, su potencial oculto, cualquier intento de levantar algo nuevo nos conducirá, irremisiblemente, a la melancolía, un territorio que no quiero visitar.

Malditos bastardos y la no violencia




Sé que Tarantino con sus últimas producciones, especialmente con Death Proof ha cosechado más detractores que defensores. Sé que es infantil, maniático, adorador hasta la extenuación de la violencia gratuita, que gran parte de su corte de admiradores está compuesta por un público que acude al cine a ver un desparrame de violencia sin límites. Sé que estos le reprochan a su última película que no se centre en los bastardos, en sus bates de béisbol, en sus hazañas sangrientas.
Soy, sin embargo, de las que quedaron fascinadas por Pulp Fiction (por primera vez en mucho tiempo unas historias en las que los personajes no aparecían enmarcados en la narración, sino que sugerían tener una vida pasada, una consistencia real). Me pareció reveladora Jackie Brown, retrato en gris de una mujer cuando se han desvanecido todos los sueños. Revisité entonces Reservoir dogs y el anonimato del crimen, la delgada frontera entre la traición y la amistad. A partir de ahí, casi ninguna de sus producciones me ha interesado, aunque estéticamente Kill Bill tenga sus minutos de gloria.
Fui a ver Malditos Bastardos sin ninguna esperanza. Solo por completar el rito de ver sus producciones. Por eso quedé gratamente sorprendida desde la escena inicial, ese duelo interpretativo entre el oficial alemán y el campesino francés en la que la maldad se disfraza de buena educación y la desesperación de silencio.
Tarantino ha creado un nuevo tipo de malvado, minucioso que desgrana sus villanías como quien toca lentamente un instrumento musical a cargo de un desconocido actor austriaco llamado Chistoph Waltz que cada vez que aparece en escena nos alerta de que algo va a suceder, con la complacencia burlona de Brad Pitt y sus guiños a varios personajes del cine negro. Además nos ha transmitido la venganza tranquila y decidida de la joven judía Shosanna –de increíble consistencia- que arde en la pira del cine y el amor. Nos ha dejado por medio imágenes gloriosas que saben al mejor cine y una fina ironía contra los héroes y las guerras.

lunes, 5 de octubre de 2009

Esperando a Godot



Hoy publico este artículo en El País

Cuando no hay caminos todo se convierte en espera. Cuando no hay proyectos de futuro los seres humanos sólo anhelamos que los tiempos amainen, que la tormenta pase, que algún fenómeno inesperado nos devuelva a la rutina conocida.
"No puedo seguir así", dice un personaje de la obra de Samuel Beckett para mostrar la desolación del personaje. "A menos que venga Godot", le responde su compañero. "Entonces nos habremos salvado", concluye.
La situación de Andalucía en medio de la crisis económica es similar a los personajes de esta tragicomedia del absurdo. En esta encrucijada de los tiempos presentes -urdida por las manos que más vociferan en demanda de soluciones urgentes- todavía no hemos sido capaces de levantar la mirada y dirigirla al futuro. En la mayor parte de los discursos políticos hay más añoranza del pasado que proyectos para el futuro. Pero ¿de verdad los tiempos recientes del crecimiento económico son el lugar ideal para regresar?
En los últimos 15 años un 40% de los jóvenes andaluces ha abandonado el sistema educativo. Inmediatamente el discurso simplista, reductor, habla de fracaso escolar en las aulas, cuando la fuga juvenil no provenía sólo del aburrimiento escolar, sino de la tentación de un sistema económico que demandaba miles de trabajadores no cualificados para quemarlos en la pira de un desarrollismo sin esperanzas. Los que ahora nos hablan de la "cultura del esfuerzo" levantaron un modelo social que medía el éxito por la capacidad de consumo y -especialmente entre las clases más vulnerables-, desdeñaba el conocimiento, la preparación, la ciencia y la cultura. Hasta tal punto el acceso rápido al consumo hizo furor en nuestros jóvenes que, incluso aquellos que continuaban sus estudios, tenían una cierta sensación de fracaso ante el éxito aparente de sus compañeros. Y hablo en masculino porque este fenómeno ha azotado preferentemente a los chicos de las clases más modestas. Hoy en día muchos de ellos vuelven la mirada a los centros educativos, demandan continuar los estudios de bachiller o en la formación profesional de grado medio. Han hecho una revisión del modelo que muchos políticos todavía no han comprendido. Otros jóvenes, sin embargo, matan el tiempo con la desesperanza de su último juguete roto. El desarrollismo sin límites de esos años dorados ha dejado como herencia una generación perdida de talentos y promesas. ¿De verdad queremos volver a esos tiempos?
En los últimos 15 años el cemento y el hormigón han ocupado el 60% del litoral de Andalucía. En lugares como la Costa del Sol, las urbanizaciones han llegado a alcanzar el 80% del espacio disponible. De haberse llevado a término los proyectos programados, en diez años no existiría prácticamente un palmo de costa sin construir, a excepción de los espacios protegidos. El furor de la construcción no impidió que el precio de la vivienda en Andalucía aumentara un 80% en los ocho años de desarrollismo feroz. Sin embargo trajo de su mano la corrupción, la compraventa de corporaciones locales y la aniquilación de la conciencia ciudadana a través de hacernos cómplices de un infantil juego de casino según el cual nuestra única propiedad se revalorizaba diariamente en una timba imaginaria. ¿De verdad queremos volver a esa destrucción a toda costa?
Las construcciones económicas aparentemente exitosas tienen terribles efectos sociales y, en nuestro caso, han destruido valores, formas de vida y de convivencia. Va a ser difícil afrontar los nuevos tiempos sin analizar críticamente la economía, la política y la sociedad de los años recientes y sin una decisión clara de cambio. Por el contrario, si nuestra aspiración es volver al pasado, sólo queda esperar a Godot, el falso salvador o instalarnos en la nada absoluta.