Los medios de comunicación han destacado la novedad de que el PP aventaje en intención de voto al PSOE en la comunidad autónoma de Andalucía -una posibilidad que los propios entrevistados no contemplan-, pero apenas se ha reseñado un dato político de enorme importancia y es el descrédito masivo del Gobierno de Zapatero ante los ojos de los andaluces. El PSOE ha conseguido históricamente mejores resultados en elecciones generales que en autonómicas. Sin embargo, en tan solo tres años la ciudadanía andaluza ha pasado de ser la que mayor confianza depositaba en el líder socialista estatal a considerar su gestión lesiva para Andalucía. Al día de hoy, el 66% de los andaluces afirma que las políticas del Gobierno central son "malas" o"muy malas". La caída de valoración ha sido vertiginosa. Si esto ocurre en la comunidad que más apoyo ha brindado tradicionalmente al PSOE en las elecciones generales, cabe preguntarse qué valoración obtendrá en "territorio hostil" o, dicho de otra manera, asalta inmediatamente la pregunta de si con estos indicadores podrá el PSOE mantener el liderazgo de Zapatero hasta las próximas elecciones generales.
La sombra del Gobierno central, más que un paraguas donde guarecerse del aluvión de la crisis, es hoy un peso muerto para la gestión del Ejecutivo andaluz que arrostra también una valoración negativa pero veinte puntos superior a la del Gobierno de Zapatero. Las encuestas no nos señalan las causas de esta caída, pero no es arriesgado aventurar que su gestión de la crisis, más el cambio brusco de discurso no solo haya decidido el descrédito de su Gobierno sino la caída de simpatía hacia su fuerza política. No es que la derecha esté ganando, es que la mitad de los votantes socialistas, no comprenden que el mercado y los recortes sustituyan al discurso social y al entendimiento con los movimientos sociales.
Además, al igual que hubo algo específicamente andaluz en la apuesta continuada de los electores por el PSOE, también hay algo esencialmente andaluz en el desapego hacia su figura. Desde hace años Zapatero ignora a Andalucía en su discurso y en sus hechos: ha impuesto una solución triste al viejo debate de la deuda histórica, no parece comprender el carácter de la autonomía y ha consentido la bofetada rotunda de la huida de Cajasur del sistema financiero andaluz. Pero, ante todo, el último giro de su política económica es profundamente lesiva para Andalucía: el recorte del déficit público, de los salarios, pensiones e inversiones es más doloroso en una tierra que todavía está por debajo en renta y en servicios respecto al Estado.
Ha hecho Zapatero una mala lectura del apoyo que Andalucía le brindó y de la conciencia política de los andaluces. El grado de identificación de los ciudadanos con su tierra es muy alto, tal como demuestran las mismas encuestas. Excepto un 14% de ciudadanos francamente hostiles a la autonomía andaluza, el resto tiene una alta conciencia autonómica, es decir, viven como propios los problemas de toda la comunidad, independientemente de su situación personal. Precisamente en esto estriba el diferencial con otro tipo de identidades. Nuestro hecho diferencial es la solidaridad, el sentido de la justicia y un inconfundible instinto que nos permite detectar los caminos que nos llevan a la desigualdad social. Precisamente las "líneas rojas" que se han difuminado en este último periodo y que han dejado en la orfandad política a un número creciente de andaluces que, de continuar, abrirán la puerta al gobierno de la derecha en nuestra comunidad.
Los dirigentes del PSOE han buscado consuelo en la valoración sumamente negativa que obtiene el PP tanto en la comunidad como en el Estado pero, visto de otra manera, evidencia que incluso la más torpe oposición puede convertirse en gobierno. Sobre todo si nadie entiende el mensaje de que antes de perder las elecciones, se suele perder la calle.
Publicado en el País el 31/07/2010
La sombra del Gobierno central, más que un paraguas donde guarecerse del aluvión de la crisis, es hoy un peso muerto para la gestión del Ejecutivo andaluz que arrostra también una valoración negativa pero veinte puntos superior a la del Gobierno de Zapatero. Las encuestas no nos señalan las causas de esta caída, pero no es arriesgado aventurar que su gestión de la crisis, más el cambio brusco de discurso no solo haya decidido el descrédito de su Gobierno sino la caída de simpatía hacia su fuerza política. No es que la derecha esté ganando, es que la mitad de los votantes socialistas, no comprenden que el mercado y los recortes sustituyan al discurso social y al entendimiento con los movimientos sociales.
Además, al igual que hubo algo específicamente andaluz en la apuesta continuada de los electores por el PSOE, también hay algo esencialmente andaluz en el desapego hacia su figura. Desde hace años Zapatero ignora a Andalucía en su discurso y en sus hechos: ha impuesto una solución triste al viejo debate de la deuda histórica, no parece comprender el carácter de la autonomía y ha consentido la bofetada rotunda de la huida de Cajasur del sistema financiero andaluz. Pero, ante todo, el último giro de su política económica es profundamente lesiva para Andalucía: el recorte del déficit público, de los salarios, pensiones e inversiones es más doloroso en una tierra que todavía está por debajo en renta y en servicios respecto al Estado.
Ha hecho Zapatero una mala lectura del apoyo que Andalucía le brindó y de la conciencia política de los andaluces. El grado de identificación de los ciudadanos con su tierra es muy alto, tal como demuestran las mismas encuestas. Excepto un 14% de ciudadanos francamente hostiles a la autonomía andaluza, el resto tiene una alta conciencia autonómica, es decir, viven como propios los problemas de toda la comunidad, independientemente de su situación personal. Precisamente en esto estriba el diferencial con otro tipo de identidades. Nuestro hecho diferencial es la solidaridad, el sentido de la justicia y un inconfundible instinto que nos permite detectar los caminos que nos llevan a la desigualdad social. Precisamente las "líneas rojas" que se han difuminado en este último periodo y que han dejado en la orfandad política a un número creciente de andaluces que, de continuar, abrirán la puerta al gobierno de la derecha en nuestra comunidad.
Los dirigentes del PSOE han buscado consuelo en la valoración sumamente negativa que obtiene el PP tanto en la comunidad como en el Estado pero, visto de otra manera, evidencia que incluso la más torpe oposición puede convertirse en gobierno. Sobre todo si nadie entiende el mensaje de que antes de perder las elecciones, se suele perder la calle.
Publicado en el País el 31/07/2010