domingo, 11 de mayo de 2014

EL PP Y LAS EXQUISITECES

Publicado en El País Andalucía 

   A simple vista el candidato del PP es un buen representante de la España del pasado. Un tipo que aplica el viejo sentido común más conservador, adobado con la salsa de la España cañí. Católico, amante de los toros, de la buena mesa y de los coches de lujo. De verbo populista, verdades eternas y afirmaciones ramplonas. Ni una gota de intelectualidad estropea el acceso a sus discursos. Concibe la agricultura a la vieja usanza; gobierna las competencias de medio ambiente con el firme convencimiento de que hay que domesticar el ecologismo, construir en la costa y simplificar "los trámites ambientales" para sacar el jugo a la naturaleza. Que para eso somos la especie reina. Rara vez habla de política social, le molestan las preguntas sobre igualdad de las mujeres y ofrece a estos temas siempre la misma respuesta: “la mejor política de igualdad, es el empleo y la creación de riqueza”.

   Es la España del pasado y, según indican las encuestas, puede que sea la España del futuro. Dicen que era el mejor candidato que el PP podría ofrecer: dicharachero, populista y socarrón. El mejor candidato para un país que ha perdido la confianza en el futuro y que sólo espera recuperar los viejos tiempos del desarrollismo económico, que no volverán, o mejor dicho, que puede que vuelvan pero esta vez sin el barniz de un estado social y de un mínimo reparto de riqueza.

   Se equivoca la izquierda cuando dice que no estamos saliendo de la crisis. Lo que ocurre es que la seña de identidad de los nuevos tiempos será que aunque haya crecimiento los derechos no se recuperarán, los salarios no subirán y la desigualdad se instalará como principio de nuestras vidas.
Hace poco el vicepresidente de la CEA provocó un revuelo al afirmar que "los parados no estaban para exquisiteces" pero es esa exactamente la filosofía de los nuevos tiempos. Incluso manipulan una aspiración tan deseada como el empleo para convertirla en coartada de la eliminación de todo avance, de todo tipo de derechos.

   Según esta tesis, es una exquisitez tener trabajo digno, un salario apropiado y un horario cierto. Incluso enfermar es un lujo. Es una exquisitez cobrar una pensión digna y revalorizarla por el IPC. Es una exquisitez insoportable la escuela pública y la universidad. Un lujo inaccesible una sanidad para todos y de calidad. Es un lujo exquisito la atención a la dependencia y una exigencia sibarita la protección social. Todo lo que no sea inmediatamente productivo, rentable y barato, supone un gran estorbo para el futuro.

   Si las encuestas se confirman y el PP gana las elecciones —aunque haya perdido muchos votantes en el camino— será un aval en toda regla a las políticas que se han hecho, pero también a las que están en proyecto de ensayo o prueba como la privatización de servicios públicos o la reforma de las pensiones. De momento han mentido en el congelador algunas leyes que les resultan molestas en campaña: la ley de aborto que arrebata el derecho a decidir de las mujeres o una ley de seguridad que es una verdadera mordaza contra la movilización social, pero es evidente que en cuanto pasen las elecciones saldrán de su letargo y el triunfo les dará alas para nuevas medidas que hoy no se atreven a anunciar.

   Por eso el debate no es si estamos saliendo de la crisis, sino cómo salimos de ella y hacia qué modelo económico y social nos dirigimos. Ya no estamos hablando de medidas coyunturales, de recortes improvisados, de sacrificios temporales; hablamos de algo estable, de una reconversión social, de un cambio de valores que nos haga aceptar con naturalidad la desigualdad y la explotación. Lo malo es que este país en vez de debatir, bosteza.

INVENTOS WERT: LA POSTBECA

Publicado en El País Andalucía 

   He encargado a los alumnos que preparen una exposición en clase. Les he dado instrucciones sencillas: disponen de 10 minutos para explicarla, no pueden llevarla escrita solo (¡ay, qué trabajo cuesta escribir “solo” sin tilde!) una pequeña ficha para orientarse. El tema es libre y deben haber consultado varias fuentes para su composición.

   El primer alumno nos habla de la moda del selfie. En su opinión el aumento de este fenómeno responde al culto al cuerpo y a un egocentrismo galopante que nos empuja a olvidarnos de lo que nos rodea. La clase ha aplaudido su intervención.

   El segundo en intervenir ha salido sin un solo papel. Explica que no ha tenido que consultar fuentes, que se basa en su experiencia directa y que no ha sabido cómo titular su exposición: ¿la crisis? ¿el final de las ilusiones? ¿realmente estamos saliendo del túnel?

   “Cuando la crisis empezó, éramos casi igual de pobres —comienza— pero teníamos algunas cosas que creíamos permanentes. Mi padre ya estaba prejubilado por enfermedad y su pensión era escasa. Cada semana íbamos a la farmacia a recoger los ocho medicamentos que necesita tomar diariamente. Ahora no vamos todas las semanas. Algunas veces lo estiramos 10 o 15 días. Depende. Cada vez que vamos a por los medicamentos tenemos que pagar siete o 10 euros. No es gran cosa, pero hay semanas que nos viene muy mal, por eso cada día se salta alguna pastilla para que la cajita le dure más”. La clase se ha quedado en completo silencio. “Soy hijo de jornaleros y nieto de jornaleros. Venir hasta aquí me cuesta una larga caminata cada día. Aún así, mi familia y yo teníamos la ilusión de que hiciera estudios superiores. Mis padres estaban muy orgullosos porque hubiera sido el primero de toda mi familia. Pero ahora creo que es imposible. En el caso de que me dieran una beca me la pagarían a final de curso y nosotros no podemos aguantar ese tiempo”. La clase está absolutamente conmovida, las bocas fruncidas, los ojos completamente abiertos, redondos, para evitar lágrimas inútiles. Pasaron después algunas otras cosas pero voy a poner fin a la escena. Ya es suficiente.

   Este domingo es 4 de mayo. A miles de estudiantes todavía no les han ingresado sus becas. Quienes ya las han recibido certifican que han cobrado mucho menos que en años anteriores. Los que esperan todavía no saben cuál es la cuantía. Han inventado un tramo variable tan difícil de descifrar que han anunciado para el próximo año un simulador de cálculo múltiple. Antes cuando aspirabas a una beca sabías cuál era su cuantía. Ahora no. Los requisitos se han vuelto prolijos y algunos absolutamente surrealistas. Por ejemplo, en bachillerato, si te matriculas en un curso completo puedes tener beca, pero si vuelves a los estudios con 80% de asignaturas por completar, no tienes derecho alguno.

   El Ministerio de Educación ha tomado el principio de igualdad y lo ha retorcido de tal forma que se parece al de la malvada discriminación. Quienes entregan la solicitud de una beca o ayuda se adentran en un universo desconocido de cálculos, plazos, estimaciones que no conocen y que les impiden planificar su vida ¡Que vuelva Kafka, por favor y nos relate la maldad de esta burocracia postmoderna! Ya no hay becas, sino postbecas que se entregan casi al finalizar el curso. Mientras tanto los estudiantes, para sobrevivir en las aulas, necesitan préstamos de familiares o de bancos, o sea, una especie de prebecas que ni Kafka podría imaginar en sus laberintos. Quienes no lo consiguen, se marchan en silencio.

   ¡Qué equivocados estábamos los que anunciábamos que con esta política educativa los pobres saldrían del sistema educativo superior en unos 10 o 15 años! Bastarán dos o tres cursos para que los más desfavorecidos desaparezcan sin dejar más rastro que el de su tristeza. Mientras, el monstruo sonríe.
@conchacaballer

OCHO APELLIDOS ANDALUCES

Publicado en El País Andalucía 

   Imaginen por un momento, que el protagonista de Ocho apellidos vascos no es un pijito andaluz del barrio de Triana, sino su homólogo madrileño de la calle Serrano, con su polo bien planchado y su gomina. Fin de la comedia. Los signos del nacionalismo español se volverían serios, ofensivos, incapaces de provocar la risa del auditorio. Miren si no lo que le ha ocurrido a Esperanza Aguirre, que a fuerza de creerse alguno de los tópicos que se han creado alrededor de Andalucía (banderita, religiosidad y toros), pensó que estaba en tierra conquistada, e hizo un bodrio de pregón de la Feria de Abril que ni siquiera los más incondicionales taurinos vieron con buenos ojos.

   Y es que, en Andalucía, nada es lo que parece. Las banderas no nos ofenden, pero no las usamos como armas ofensivas y, desde luego, nunca la blanca y verde traerá guerra; la religiosidad de gran parte de sus habitantes es popular, poco dogmática, más relacionada con la infancia y la belleza que con la liturgia y, en cuanto a los toros, tenemos el mismo porcentaje de personas que no soportan la tortura de este animal que el resto de España. O sea, mayoría.

   Desde tiempo inmemorial, cuando España necesita presentar una imagen más suave y apetecible, o simplemente más estética, toma la forma andaluza. Desde el flamenco, el traje de gitana (el único traje regional de alta costura, que incorpora moda y diseño), hasta la forma alegre y sociable de entender la vida. Si, como digo, han utilizado el tópico andaluz para tantos fines y si a los andaluces, desde que somos niños, nos enseñan a “reírnos de nuestra sombra”, no nos vamos a molestar por ver a un andaluz pijo haciéndose líder de la kale borroka o disfrazado de abertzale por amor.

   Hay, eso sí, un sólo tópico andaluz que abominamos todos los que aquí nacimos o vivimos, que es el de la vagancia, porque no se trata realmente de un tópico que surja de nuestra forma de ser sino de una etiqueta con la que se ha pretendido justificar el desigual reparto de la riqueza en España. Pero, vamos, que si la reciente historia de cada territorio permite otorgar etiquetas, que se tienten la ropa de los que pretenden reducir lo andaluz a unos cuantos estereotipos y tengan cuidado porque la historia del siglo XX puede deparar terribles etiquetas a los que se ríen de Andalucía. En cuanto al resto de los tópicos, sólo nos molestan cuando sirven para presentarnos como personajes subalternos, chachas y empleados, de la comedia nacional, que vive de afirmar su superioridad porque carece de cualquier otro distintivo. Que somos alegres, sociables, amantes de la vida, enamoradizos ¿qué problema hay en ello?

   Pero, a lo que íbamos, la película Ocho apellidos vascos no sería posible sin que el contrapunto fuese andaluz, la comedia no funcionaría porque cualquier otra identidad chocaría de forma abrupta, sin amabilidad ni comprensión alguna. Al final, el andaluz consigue conquistar a la vasca y, en una pirueta de fina ironía, nos muestra la trampa y el cartón de la historia: ese coche de caballos cortejado por Los del Río que pone fin a la película confirma que, efectivamente, somos capaces de reírnos de nuestra sombra. Y cuando un pueblo es capaz de esto es que carece de complejos; que su identidad es tan líquida, tan porosa, que está segura de impregnar, poco a poco, a todo aquél que se acerque sin necesidad de clavar la bandera de la conquista. Ojalá España se pareciese más a Andalucía y fuese capaz de evitar las espinas, desdramatizar los conflictos y confiar en el poder seductor de las palabras.

QUERIDO GABO


Publicado en El País Andalucía

   En algún momento se acabaría “la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte” que has llevado hasta el extremo. El mes de abril de este año 14, se da por concluido el círculo de un tiempo que parecía no pasar, sino dar vueltas en redondo. Justo cuando todo ese continente al que perteneces cambia también su ciclo y los coroneles se extinguen como dinosaurios incapaces de seguir royendo vidas ajenas.
Más que un escritor eras una voz bíblica que relató su tiempo y nos dejó un impagable mapa de señales. Te imagino al poner punto final a Cien años de soledad como un dios que termina una complicada creación. Satisfecho por tu esfuerzo, pero triste por el final. ¿Comprenderían los humanos que solo se trataba de una advertencia para no repetir el terrible círculo de la estirpe de los Buendía y fundar, en tiempos futuros, un nuevo Macondo libre de la enfermedad de la soledad?

   No hacía falta una línea más, una obra más, en esa escritura redonda, circular. Todo lo demás ya estaba en las páginas de tu relato bíblico. Quizá algo de amor, quizá una mayor explicación de la génesis de este sentimiento, perdido en la juventud, añorado en la madurez, recuperado en esa segunda inocencia que es la vejez.

   Te guardaste la llave del manejo del tiempo. La llave dorada que da cuerda adelante y atrás a las historias y que traza intrincados mapas cronológicos. Como si el tiempo fuese un espacio, un lugar visitable del que se pueden dibujar mapas, relaciones, porque no hay presente ni pasado sino escenarios que se conectan en esa casa grande en la que habitamos y que, en algunos sueños, vislumbramos que posee habitaciones desconocidas.

   Te llevaste el secreto del nuevo fátum, de un destino humano no escrito por los dioses, sino por la terca voluntad de los humanos. Tus personajes deambulan por los textos esperando que algo los detenga, sabiendo que nadie lo hará, celebrando el magnífico día que amanece y del que serán completamente ajenos en un breve lapso de tiempo. Entre la vida y la muerte hay solo el grosor de un cabello y todas tus ciudades desembocan abruptamente en la pared de un cementerio.

   Nos enseñaste las interioridades de los dictadores, sus crímenes privados, más reveladores que sus ignominias públicas. La ruina moral que carcomía (ojalá el tiempo pasado esté definitivamente escrito) todo el continente. Nos mostraste cambios increíbles que se producían en 24 horas, la maldita alianza entre la guerra y la industrialización descarnada de la United Fruit Company. Enviaste tu cólera divina contra estas ciudades y las arrasaste con diluvios interminables, con vientos que empezaban como brisas y acababan como vendavales capaces de arrancar de cuajo las ciudades de los viejos vicios del silencio y la soledad.
Dibujaste este paisaje de desolación para romper la maldición, para advertir a los humanos de que está en nosotros la posibilidad de fundar nuevas ciudades que no desemboquen en cementerios; pueblos que no vuelvan a asistir impasibles a la muerte de sus vecinos; amores que no naufraguen por la resignación. A fin de cuentas, si es posible dibujar mapas del tiempo y sentir el paso del espacio, el destino no pertenecerá más a los guerreros ni a los dioses. La prueba es que su periodista favorito, se ha ido a descansar.

ENSAYO DE RUPTURA

Publicado en El País Andalucía

   En la madrugada de ayer se puso fin a la primera gran crisis del Gobierno andaluz. La presidenta de la Junta derogó el decreto de adjudicación de viviendas y se redujeron a ocho los realojos autorizados de la corrala La Utopía.

   A quien haya elegido este terreno de juego para la confrontación del Gobierno andaluz, la derecha debería hacerle un monumento. Si algo ha quedado claro con la crisis es la radical injusticia de la política de vivienda. Los datos son apabullantes: tres millones y medio de casas vacías y varios millones de personas sin hogar; más de 400.000 desahucios desde el inicio de la crisis, la mayor parte promovidos por la banca, mientras recibían 108.000 millones de euros de dinero público para compensar las pérdidas de su aventura especulativa salvaje. Por otra parte, el realojo de los vecinos de La Utopía correspondía al Ayuntamiento de Sevilla, que ha mantenido una actitud hostil a pesar de disponer de 528 viviendas municipales vacías. Pues nada, Ibercaja (la entidad bancaria que ha instado el desalojo) y el Ayuntamiento de Sevilla han salido de rositas en este conflicto, mientras contemplaban con fruición el radical enfrentamiento entre los miembros del Gobierno andaluz.

   Hemos asistido a un tristísimo debate entre los que tienen poco y los que no tienen nada. El que está pagando con mucho esfuerzo y sacrificio su hipoteca o alquiler, se siente ofendido porque se repartan llaves a los vecinos de La Corrala; el que está en la lista de espera-desespera, se lamenta de que hayan sido postergados y la derecha aprovecha para convertir la lucha por una vivienda digna en una causa indigna, egoísta e ilegal.

   En este terreno de juego los únicos ganadores del debate son quienes están en contra de las políticas públicas de vivienda; los que abominan de los movimientos sociales que defienden el derecho a vivir bajo un techo; los que consideran, en definitiva, que cada uno en la vida tiene lo que merece.
Es imperdonable que en un tema tan importante como este, los dos socios de Gobierno no se hayan comunicado, acordado, establecido unas pautas comunes de actuación pero, sobre todo, es absolutamente inexplicable que el realojo de ocho familias, haya puesto en cuestión un Gobierno de la izquierda cuya finalidad principal era mostrar la posibilidad de otra política frente a la ofensiva neoliberal. También es incomprensible que durante dos años no se haya solucionado la situación de los vecinos de la corrala La Utopía que, mucho antes de ser arrojados a la calle, vivían una situación de emergencia social en unas viviendas sin luz y sin agua.

   Por ahora la crisis de Gobierno se ha resuelto y ambas fuerzas hacen recuento de pérdidas y ganancias. Aunque las declaraciones públicas han sido muy sosegadas, ha habido un tremendo mar de fondo en el que se han vuelto a agitar los fantasmas de épocas pasadas. Ninguno de los dos socios reconoce haber cometido ningún error lo que hace menos verosímil la estabilidad de la paz recién alcanzada.
Si el PSOE cree que ha ganado prestigio y autoridad e IU apoyo social, están muy equivocados. Lo único que se ha fortalecido es la idea de que la izquierda, o llámese como se quiera, no puede entenderse; que el experimento andaluz tiene los días contados y que no será punto de referencia para conformar mayorías amplias en el Estado. Así las cosas, los únicos que pueden frotarse las manos (amén de una derecha que no sabía cómo aplaudir con más estruendo) son los sectores de IU opuestos a cualquier acuerdo con el PSOE desde el inicio y la vieja guardia del PSOE empeñada en defender una gran coalición con el PP. Ahora son Susana Díaz y Antonio Maillo —que apenas si se hablan o entienden—, quienes deben escribir el final de esta historia y decidir si revitalizan el pacto de Gobierno o van a acumular argumentos para certificar el fracaso de la experiencia andaluza.
@conchacaballler

INSOPORTABLE CINISMO


Publicado en el País Andalucía

   La primera conclusión que se puede extraer del último informe PISA sobre la capacidad para resolver problemas es que los jóvenes de 15 años de nuestro país tienen poca autonomía personal, están sobreprotegidos y, para ciertos aspectos de la vida, parecen tener tres años menos de su edad. No hacía falta el informe PISA para esto. Lo que resulta chocante es que todos han señalado a la educación —que no a la familia, a la sociedad, a los medios de comunicación— de la falta de madurez de nuestros jóvenes.

   La segunda conclusión, puede ser preocupante. Si las pruebas del PISA son universales e intentan alejarse de cualquier localismo o factor que altere los resultados, ¿cómo es posible que los ejercicios se refieran a programar un MP3, un robot de limpieza, un climatizador o comprar un billete de metro en la pantalla de un ordenador táctil? ¿Se emplearon las mismas preguntas en todos los países y condiciones? Imaginen a un niño colombiano enfrentándose a aparatos que no ha visto en su vida, comprando un billete para un metro en el que jamás han puesto un pie o interpretando un plano de transportes que desconocen.

   La tercera conclusión es de carácter político. La reacción del Ministerio de Educación ha sido de un cinismo espectacular. La secretaria de Estado ha afirmado que la metodología que se aplica en las aulas es “anticuada, más centrada en la adquisición de conocimientos que en la resolución de problemas complejos, desarrollar un pensamiento crítico y trabajar en equipo”. Estoy absolutamente de acuerdo con estas afirmaciones pero provienen de un ministerio y de un partido político que acaba de aprobar la LOMCE, una ley que cabalga en dirección contraria a estos criterios. Para impulsar el pensamiento crítico ha acabado con la Filosofía, impuesto la religión como materia evaluable y suprimido Educación para la Ciudadanía. Una ley que ha aumentado la carga memorística, reducido el valor de las competencias y ninguneado la formación en las nuevas tecnologías en la enseñanza.

   No sé si el PP recuerda su sublevación, hace solo tres años, contra la introducción de los ordenadores, las pizarras digitales y el wifi en la escuela, hasta el punto de que tres comunidades autónomas (Madrid, Murcia y Valencia) rechazaron los fondos que el Ministerio de Educación les ofrecía e incluso argumentaron que el uso del ordenador “provocaría miopía y problemas ergonómicos en los adolescentes”.

   Pero donde las afirmaciones del ministerio se vuelven apoteósicas es en el tratamiento a los docentes. De sus palabras se deduce que son “anticuados”, no desean “liderar los cambios”, se oponen “a las nuevas metodologías” y son, más o menos, un obstáculo a las reformas. Es el mismo Gobierno que ha suprimido dos horas de trabajo de coordinación y tutoría, el que ha aumentado espectacularmente el número de alumnos por aula y ha despedido a 35.000 docentes en el primer año de su mandato. No hay apenas nada en la LOMCE que hable de nuevas metodologías ni que promueva la formación del profesorado, que se realiza de forma individual con cargo al tiempo y dinero del propio docente. En vez de reconocimiento, exigencia; en vez de apoyo, culpabilidad; en lugar de comprender que la educación es una tarea de toda la sociedad, se hace responsable al docente de los comportamientos, capacidades, conocimientos, autonomía, integración, valores y futuro de nuestros jóvenes… ¡Ni que fuésemos superhéroes que no queremos emplear nuestros superpoderes!

LAS MIL MUERTES DE FRANCO













 Publicado en el  País de Andalucía

    Julia había tenido una vida feliz hasta que cumplió los 15 años y empezaron a caer sobre ella una lluvia de prohibiciones. Muchas tenían que ver con su condición femenina y esa vigilancia especial sobre el sexo que las familias debían ejercer y otras con la libertad de leer, escuchar música o manifestar sus opiniones. Empezó a conocer gente distinta, a alimentar un ansía de vida y de conocimientos que necesitaban urgentemente el oxígeno de la libertad. Franco murió en su casa el día en que apareció vestida con una minúscula minifalda, un abrigo abierto y largo hasta los pies, unas enormes gafas de sol en pleno invierno y un disco de canciones con letras incomprensibles.

   Varios años antes de que muriera el dictador, el franquismo había muerto en cada casa de una forma diferente. Acabaron con él los jóvenes que no aceptaban las prohibiciones, la incultura, la hipocresía de una sociedad irrespirable. Miles de jóvenes como Julia abandonaron sus casas, hicieron de la universidad y de los centros de enseñanza su cuartel general y se enfrentaron cara a cara con los antidisturbios, las multas y las expulsiones. Muchos de ellos perdieron sus becas, sus carreras, su amparo familiar. Ni siquiera voy a citar las detenciones, las palizas, las torturas, con las que cientos de policías como Billy el Niño intentaban borrar las aspiraciones de libertad.

   Eduardo ya no era tan joven, había cumplido los 30. Era trabajador de una fábrica automovilística de Sevilla. En su casa le habían enseñado dos cosas absolutamente contradictorias: el ansia de libertad y el miedo a la represión. A los de su generación les tocó salir a la calle a conquistar las libertades. Ellos siempre las citaron así, en plural, con contenido concreto. Fue detenido, apaleado, encerrado en cinco ocasiones. No le da una gran importancia a todo esto. “Los que lo tuvieron duro fueron los que pelearon unos años antes. Esos sí que eran héroes”, sentencia.

   Es verdad que Franco murió en la cama, pero el franquismo murió en cada casa, en cada plaza, en cada pueblo y ciudad. Acabaron con él una resistencia histórica a la dictadura y la incorporación de millones de jóvenes a la causa de la libertad. Solo quienes permanecieron aferrados a la dictadura hasta el último momento pueden proclamar que la democracia la trajeron unos cuantos próceres que se pusieron de acuerdo en un texto constitucional y en una forma de gobierno. No, la democracia se implantó como último recurso porque el régimen de Franco era ya insostenible, porque la calle ya no era suya y, a pesar del miedo, cada vez más sectores necesitaban respirar el aire de la libertad.

   Las Julias y Eduardos son los verdaderos héroes de la transición. Los nombres conocidos sólo pactaron las nuevas reglas de juego —que no es poco— y plasmaron las condiciones de sus respectivas derrotas. ¿Se pudo haber avanzado más? ¿Faltaron fuerzas para hacer una verdadera ruptura democrática o se renunció gratuitamente a ella? Desgraciadamente antes importaba quién escribía la historia, ahora solo interesa quién hace la escaleta del próximo telediario. Aún así, son más importantes los sueños del futuro que la historia del pasado. Y me temo que con estos nuevos mitos no pretenden tanto modificar la historia como vacunarnos contra el sueño de un futuro que no controlan.

ME GUSTA/ NO ME GUSTA



Publicado en el País de Andalucía 

   Mis alumnos no leen los periódicos. Ni en formato digital ni en papel. Las noticias llegan a ellos sin que sepan a ciencia cierta cómo y solo cuando tienen carga emocional. Tampoco son tan distintos a gran parte de la sociedad donde triunfa el género de la emo-noticia: violencia, amenazas, sexo, rarezas y escándalos.
No tienen una visión del mundo organizada, ni siquiera de su propia realidad. El mundo es un puzzle que no tienen interés en resolver. Se han alterado los pronombres personales y los tiempos verbales. De las seis personas sólo queda el yo y el nosotros. El selfie es una gran metáfora de la vida actual. Ya no interesa lo que ocurre alrededor sino lo que nos ocurre a nosotros: a mí y a mis amigos, a mí y a mi grupo. Las segundas y terceras personas han desaparecido por ajenas, problemáticas, difíciles. Más allá del yo y del nosotros está el abismo. En cuanto a los tiempos, el único que se conjuga es un presente perpetuo, un hoy renovado, eterno, que carece de historia. El pasado se desvanece sin rastro; en cuanto al futuro, una niebla intensa lo cubre. La historia y el tiempo han muerto.

   Por eso, cada semana, estrenan canción, miedos o fobias. La vida simula una uniformidad engañosa: seis horas sentados en el aula, escuchando lecciones que apenas conectan con sus vidas. Después otras seis horas ante pantallas de distintos tamaños, absorbiendo, mirando, tecleando monosílabos y risas digitales. Creen que tienen el mundo en sus manos, y el mundo los tiene a ellos. Consiguen convencerlos de que la opción me gusta o no me gusta los hace protagonistas y que las emociones instintivas, son la única forma cool de sentirte vivo.
  
   El sistema educativo se vuelve odioso porque pretende sacarlos de la maraña de emociones trucadas, eludir el “me gusta” o “no me gusta” y añadir molestas preguntas como “¿por qué?” O, peor todavía “¿cómo podemos cambiarlo?”. Un esfuerzo inútil porque, como Sísifo, cuando conseguimos subir unos metros la piedra a la montaña, el sensacionalismo informativo nos devuelve al punto de partida.
Una gran parte de mis alumnos piensan que estamos siendo invadidos por una horda de negros violentos que viene a ocupar nuestro país. No se lo discutas porque lo han visto en la televisión, con música amenazadora de fondo. La cosificación del ser humano, la xenofobia más burda entendida como miedo al extranjero, el racismo más evidente, borra como un vendaval los valores que pretendemos enseñar. No hay rastro de historia, de razones, ni de argumentos en la forma de presentar estas noticias. Solo el miedo a los otros, cultivado con primor para engordar un negocio infame. Pero, aunque tengamos lágrimas en los ojos, no nos rendimos. Mañana intentaremos explicarlo en clase, a pesar de vosotros.