miércoles, 30 de diciembre de 2009

El tiempo no existe



La repetición de los ritos, acompañado de los ciclos de las estaciones, nos transmite la idea de inmortalidad, de circularidad de nuestra propia vida. Nos hace creer que la infancia está a un paso de nosotros y el futuro unos metros más allá, tras los anuncios de meta que hemos colocado.
La ilustración que acompaña este texto es una foto de mi álbum familiar tomada, imagino, hacia los años veinte del siglo pasado. Un grupo de personas acomodadas toma chocolate y posan sonrientes ante la cámara. Todos dan la espalda a los tres sirvientes que les atienden. Los hombres aparecen seguros de si mismos y las mujeres empiezan a mostrar una pequeña rebeldía en su forma de vestir y de peinarse. Ninguno es consciente de que en pocos años su forma de vida será puesta en cuestión de forma radical. Creían que el tiempo era lineal, como una carretera bien trazada y que la desigualdad extrema era connatural al ser humano. Muchos de ellos comprenderían de forma trágica su error. Aún así, el niño de la escalera y la mujer del traje de cuadros parecen querer asomarse al futuro.
Por eso he puesto la foto, aunque en realidad solo quería desearos felicidad y un tiempo nuevo, más justo y hermoso.

martes, 29 de diciembre de 2009

Juegos de Tortura







Me recorrió un escalofrío cuando fijé la atención en la pantalla. Había un hombre atado por las muñecas con el cuerpo oscilando en el vacío. A la derecha podías seleccionar una docena de armas para comenzar el juego: un cuchillo, una pistola, una estrella punzante, los puños o una sierra eléctrica. El adolescente sonrió y seleccionó, para impresionarme, esta última. El ruido de la motosierra parecía bastante real. Diestramente mi joven amigo fue cortando miembros del hombre colgado en el vacío. Cada vez que hendía el arma en la carne, salía un gran chorro de sangre que manchaba la pantalla. El joven reía ante las convulsiones de la desgraciada figura. Desmembraba ese cuerpo vivo con gran habilidad y el contador de puntos se disparaba aunque no logró superar su último récord que contabilizaba una maestría supina en el arte de la tortura.
Todavía sin dar crédito a lo que veía le pregunté de dónde había sacado aquel juego infame. Los chicos de la clase se rieron de mi ignorancia:
-¡Son juegos de tortura!- me dijeron- ¿No los conoces?
-No- les contesté y les pedí que me enseñaran cómo acceder a ellos y cuáles eran los más populares.
Se arremolinaron alrededor, felices de enseñarle a una profesora algo que no conocía.
-Pon en el buscador "juegos de tortura", "juegos de sangre" o "juegos de bestias" y verás.
Efectivamente, al hacerlo aparecieron cientos de páginas que prometían los mejores juegos de esa naturaleza. En la The Torture Chanber el objetivo era, literalmente, "causar el mayor dolor posible a la víctima antes de morir". Otra página, récord de visitas, reclamaba la atención de la siguiente forma: "¿Estás estresado? Desquítate torturando al personaje con una cuerda, un cuchillo o clavos". En The Torture Game -el juego que acabo de describir-, se ofrece: "Personaje encadenado con bastante realismo. Convulsiones y ruidos. Juegos de bestias", y terminaba con esta invocación: ¡Tortura a Fred Durst de la forma que más te guste! ¡A por él!
No se trata de juegos de consola sino de juegos flash que puedes iniciar sin descargarlos y usarlos directamente en la pantalla de tu ordenador. Se abren a gran velocidad y son, en general, de corta duración. Pero la renovación del juguete violento no es sólo tecnológica, sino profundamente ideológica. De la pistola de plástico y el soldadito se ha pasado a los juegos bélicos de habilidad, estrategia o persecuciones y de éstos, a los juegos de tortura: una reducción minimalista que extrae la quintaesencia de la sangre, el sufrimiento y el control absoluto de la víctima, desprovistos de cualquier argumento defensivo o bélico, y centrados en el placer de causar dolor y en la banalización de la violencia extrema.
Busco respuestas ante estas nuevas formas de violencia y no encuentro nada. La mayor parte de los análisis sobre juegos violentos -bienintencionados y certeros en su momento- usan la iconografía y el lenguaje de los años ochenta. Algunos artículos dispersos me hablan del valor catártico de la violencia, pero no se comprometen con sus posibles efectos secundarios.
En los centros educativos la paloma de la paz se recorta en cartulina y adorna los pasillos y las aulas. Junto a ello hay todo un submundo repleto de obscena violencia dirigido a las mentes infantiles y juveniles pero diseñado por empresas y fabricantes que llenan sus bolsillos contradiciendo al sistema educativo, los valores de convivencia y el respeto al ser humano. Viven del deseo de transgresión que todo adolescente lleva dentro. Se amparan en una zona gris, ajenos a las leyes y a las regulaciones. Confían en la transmisión oral, el boca a boca antiguamente reservado a los saberes ocultos o prohibidos. Saben que su producto será más goloso para las mentes adolescentes si escandaliza a los mayores, si se ampara en la etiqueta de lo políticamente incorrecto.
-¿Nos lo van a prohibir?- pregunta alarmado mi alumno.
Y necesito urgentemente encontrar una respuesta.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Los ecocidas en la calle, el ecologismo en la cárcel



No hay nada como la cumbre de Copenhague para demostrar la profunda crisis de la política, el servilismo ante los poderosos y los efectos nocivos del localismo. La esperanza estuvo en la calle, en la contracumbre del clima, en las movilizaciones de una ciudadanía atónita ante la falta de respuestas.
Han metido en la cárcel la esperanza, en la persona de Juan López Uralde, Juantxo.
Si quieres hacer algo aquí tienes un catálogo de acciones:
Para firmar el manifiesto pincha aquí
Para saber dónde son las manifestaciones de hoy pulsa aquí
Aunque no puedas asistir, hay otras formas de unirte a la protesta y a la defensa del clima:
Para unirte al grupo de Facebook lo puedes hacer desde aquí
Para ciberactuar para salvar el clima hazlo desde aquí



martes, 22 de diciembre de 2009

Lorca: Caso abierto


He publicado este artículo en El País:


Al parecer, Lorca nunca estuvo bajo el suelo al que hemos peregrinado durante años, en ese atardecer de agosto que se volvía de pronto triste. Poéticamente lo sabíamos: los sonidos de ese lugar jugaban al escondite con nosotros, se encendían las chicharras y los grillos, cambiaba la luz y un pequeño soplo de viento entre los árboles cercanos parecía jugar al escondite con el recuerdo de Lorca.
Pero no nos hagamos trampas en el solitario de la memoria histórica. La necesidad de encontrar los cuerpos no es sino una débil compensación que apenas repara 40 años de censura de la dictadura y 30 años de dulce olvido de la democracia.
No nos engañemos. Estamos buscando huesos porque no hemos sido capaces de esclarecer la historia. Estamos recontando esqueletos y calaveras, porque nos consuela dignificar la muerte injusta de tantas personas pero -aunque es un ejercicio necesario, de cierre de heridas, de poner fin al dolor de sus cuerpos abandonados-, esto no nos acerca a la verdad, ni desvela a los que cometieron el crimen.
Especialmente en los casos de fusilamiento, la verdad no está en la cuneta, en la tapia del cementerio o en el barranco. Los verdaderos asesinos, los cómplices y los delatores no están presentes. A la luz del amanecer, o frente a las luces desenfocadas, sólo hay cuatro desgraciados, embrutecidos por el vino, el miedo o el rencor que disparan un puñado de balas resplandecientes. Los verdaderos asesinos no han pisado nunca la escena del crimen.
En el caso de Lorca, si hubiésemos encontrado el cuerpo, sólo nos podría dar un ínfimo testimonio sobre la forma en que murió, pero en ningún caso aclararía el enigma de quién decidió la muerte del poeta, con quién consultó, qué querían obtener en los varios días de interrogatorios en el Gobierno Civil, quién lo delató y todo un sinfín de interrogantes sobre su asesinato.
El interés por encontrar el cuerpo contrasta con la falta de interés oficial por encontrar la verdad. En nuestro país, en nuestra modélica transición, no se ha puesto en marcha una sola Comisión de la Verdad que -tal como han hecho en algunos países latinoamericanos- esclareciera los hechos, incluso aunque no derivara responsabilidades penales. En el caso de Federico García Lorca la ausencia de una investigación oficial sobre su muerte ha sido cubierta por hispanistas, filólogos e historiadores que han actuado sobre las escasas fuentes disponibles. Me horroriza que la derecha se frote las manos y califique la ausencia del cadáver como el fracaso de la memoria histórica. Todo lo contrario, sólo ha puesto de relieve que los mecanismos contra la desmemoria y el miedo han sido demasiado escasos y tardíos.
Me pregunto si no es el momento de abrir realmente el caso García Lorca con todas sus implicaciones. Alentar una investigación desde todas las disciplinas que nos aclare la muerte del poeta más internacional de nuestra historia, para acabar con la vergüenza de no saber quién ordenó su muerte y cuáles fueron las razones. Cada cinco minutos se interpreta una obra de teatro de Lorca en el mundo, cada día se venden miles de ejemplares de su obra. Es posible que sea el poeta que ha llegado de forma más eficaz a nuestro inconsciente y al que comprendemos, de forma íntima y total, sin entender del todo.
Mientras tanto, Lorca juega al escondite con nosotros. Tantas veces nos habló de las dos muertes: la esencial, telúrica, unida a la tierra, al grito, a la sangre derramada y la muerte urbana, hecha de olvido, de insomnio, de deshumanización del dolor. Parece decirnos: "Todavía no, quizá más tarde" o como escribió en Bodas de Sangre: "Yo haré con mi sueño una fría paloma de marfil que lleve camelias de escarcha sobre el camposanto. Pero no camposanto, no. Camposanto, no. Lechos de tierra. No quiero ver a nadie. La tierra y yo".

martes, 15 de diciembre de 2009

Sólo un nombre


Bajábamos por la Séptima Avenida camino del apartamento tras un día ajetreado. Nos habíamos detenido a comprar un ramo de rosas. Unos pasos más adelante nos acercamos a una Iglesia católica que estaba adornada con motivos navideños. Una señora mayor, vestida de forma muy elegante, comenzó a hablarnos en voz alta y decidida. Al principio pensamos que estaba recriminando nuestra intromisión y nuestras risas. Al escucharla con mayor atención, nos dimos cuenta de que solo nos explicaba la historia de esa iglesia y, en concreto, de ese oficio religioso.
Le agradecimos la información y ella, con ese desparpajo de los neoyorkinos, nos preguntó por nuestra procedencia, el tiempo que pensábamos estar en la ciudad y nuestros nombres.
- Me llamo Concha –le dije.
Detuvo su charla y me cogió las manos.
- Concha, Concha…no puedo creerlo... – y apenas contenía la emoción-, mi madre se llamaba también Concha…¡Qué nombre más bello!
- ¿Era de procedencia española o italiana? –le pregunté, sin decirle que mi nombre siempre me había parecido feo, demasiado sonoro, una especie de indiscreción fonética.
- No, no –negó con la cabeza- mis abuelos adoraban ese nombre. Les parecía fuerte y exótico.
Me miraba intentando reconocer algo cercano y familiar. Nos despedimos y la vimos volver la esquina y alejarse por la calle 13 . Tomé una rosa del ramo que había comprado y corrí tras ella.
- Un pequeño regalo, por la coincidencia del nombre –le dije cuando la alcancé.
Los ojos se le arrasaron de lágrimas.
- No es posible...-dijo con emoción- Hoy hace veinte años que murió mi madre. Había ido a la iglesia solo para recordarla y ella me ha hecho el regalo de escuchar su nombre…y esta rosa. Va a ser un día inolvidable.
Sólo le sonreí y ella me tocó levemente, como si fuese un cristal delicado. Nunca he estado más cerca de ser un sueño.

Despropósitos



Artículo publicado en El País


No logro encontrar las declaraciones exactas que se hicieron hace veinte años a propósito de ese gran proyecto especulativo denominado Costa Doñana y rebautizado después como Dunas de Almonte. Un altísimo cargo del gobierno dijo algo parecido a esto: “No entiendo la movilización contra esta urbanización; a fin de cuentas en esa zona no hay animales ni plantas” y se quedó tan pancho, exhibiendo sus vergüenzas medioambientales con un toque de populismo cañí. O sea que para él, una zona costera excepcional, un sistema de dunas móviles únicas y el propio entorno de Doñana no se verían afectados por una macrourbanización a pie de costa.
De esto hace veinte años, pero para algunos responsables autonómicos, veinte años no es nada y vuelven a repetir conceptos burdamente desarrollistas. Lo ha dicho la Consejera de Medio Ambiente –ay qué dolor- en una entrevista publicada por este mismo periódico a propósito del Algarrobico, esa mole infame en el corazón del Cabo de Gata: “El edificio en sí no está provocando ningún daño a ninguna especie. Ni de flora, ni de fauna. De manera que, si termina siendo autorizable dentro del Parque Natural de Cabo de Gata, no tendría ningún problema ninguna especie.” Según esta singular teoría las construcciones “en sí mismas” no producen ningún daño al medioambiente, a no ser que “molesten” a las plantas y los animales de la zona. A estas alturas todavía no han aprendido que las mayores agresiones medioambientales son la ocupación del territorio, el transporte, el uso de la energía y el consumo de recursos naturales, esencialmente el agua.
Pareció que había un cambio de tercio en el gobierno andaluz cuando el entonces Presidente Manuel Chaves, junto a la consejera Fuensanta Coves, anunciaron a bombo y platillo la demolición del Algarrobico con la acertada definición de que se trataba de todo un símbolo de la destrucción del litoral andaluz. Sin embargo las actuaciones posteriores del ayuntamiento de Carboneras y de la propia Consejería han desmentido este nuevo discurso y nos han situado nuevamente en la cota cero en cuanto a comprensión de la sostenibilidad y de la ecología.
Y todo esto ocurre cuando el Gobierno de Zapatero intenta convertir la Ley de Economía Sostenible en su proyecto estelar. Tendrá que convencer para ello, en primer lugar, a su propia fuerza política que, como Ariadna, no sabe salir del discurso del desarrollismo más ramplón.
Esta misma semana la Consejera de Economía y Hacienda, respecto al acuerdo con el gobierno central respecto a la deuda histórica, proclamaba la bondad de comprar terreno barato y venderlo caro unos años después. Una operación urbanística de alto valor especulativo para la Empresa Pública del Suelo que debería dedicarse a todo lo contrario: a hacer asequible y barata la vivienda en Andalucía.
Y para finalizar, la declaración de que en Andalucía la nueva economía sostenible ya está escrita y diseñada en el VII Acuerdo de Concertación y que solo necesitamos algo de financiación extraordinaria para llevarla a cabo. Es realmente sorprendente que Andalucía -la comunidad que tiene mayores ataduras con una economía dependiente del ladrillo y de la insostenibilidad-, ni siquiera necesite una nueva ley, unos compromisos concretos, unos objetivos y un gran debate sobre la modificación del modelo económico.
Los grandes cambios necesitan grandes debates sociales. La comprensión de la sostenibilidad –como en su momento la igualdad de género o de etnias- requiere un compromiso real de las instituciones públicas y de la ciudadanía. Implica transformaciones profundas en el diseño de las ciudades, en la movilidad, en el consumo energético, en la producción. Y necesita, como todo cambio, un nuevo discurso, una nueva pedagogía, una nueva gramática que no balbucee ante el futuro ni justifique los errores del pasado.

martes, 8 de diciembre de 2009

A Cataluña, desde Andalucía


Artículo publicado en El País
Lo sé. Hablar a favor de Cataluña está mal visto. En esa corriente profunda que nos arrastra se ha fraguado la idea de que las autonomías, y especialmente la de Cataluña, son un dispendio, un error o una amenaza. En el fango donde se depositan los viejos prejuicios crecen incluso nuevas formaciones políticas que visten de rosa el viejo sueño centralista. Incluso la mayoría que no comparte esta visión se limita a murmurar un tímido "no es eso, no es eso", a la manera en que Galileo acallaba su honradez científica ante el Tribunal de la Inquisición.
No hay nada más útil a la manipulación política que encontrar un enemigo, un territorio o un colectivo donde depositar nuestras responsabilidades y nuestros fracasos. El anticatalanismo se disfraza en Madrid de temor por la unidad de España y en Andalucía, de agravio comparativo.

Más de 100 artículos de los estatutos catalán y andaluz son prácticamente iguales. Nadie, sin embargo, ha dado explicaciones de la hipocresía que les permitió recurrir el Estatuto de Cataluña y votar idéntico texto en el caso de Andalucía. El PP recurrió al Tribunal Constitucional 126 disposiciones, de las cuales había votado afirmativamente 42 en el Estatuto andaluz. Por su parte, el Defensor del Pueblo estatal -tan ausente de los problemas sociales- presentó recurso, entre otros, al capítulo de derechos, con la esperpéntica interpretación de que "incluir un extenso listado de derechos y deberes" tenía la torva intención de "convertirlo en una Constitución bis". Durante la tramitación del Estatuto andaluz lo vimos por los pasillos del Congreso, huyendo a toda prisa de las periodistas andaluzas que le preguntaban si iba a recurrir también el capítulo de derechos sociales del Estatuto de Andalucía, que es más amplio que el catalán -tanto en su extensión como en su aplicación y garantías- y, por tanto, más inconstitucional.

Y es que lo que parece lógico, legítimo para otras comunidades resulta peligroso y escandaloso cuando se trata de Cataluña. Sin duda contribuyen a ello algunos nacionalismos integristas, ajenos a la solidaridad e instalados en el victimismo, pero en ningún caso todo un pueblo. No me hubiera alarmado que el Tribunal Constitucional estuviera sopesando la constitucionalidad o aplicabilidad de alguno de los artículos financieros del Estatuto catalán pero, al parecer, su debate versa sobre la identidad, símbolos y lengua.

¿A quién ofende el sentimiento de un pueblo? ¿Qué nos resta a los andaluces, y en general a los españoles, la definición de Cataluña como una nación? Peor todavía, ¿a quién ofende esa lengua hermosa, antigua y literaria, conservada y alimentada con primor durante siglos? Yo he visto llorar a una compañera en la Laboral de Zaragoza porque no la dejaban hablar catalán con su familia. Ahora lo llaman diglosia, antes persecución en estado puro. La enseñanza del inglés y de la lengua extranjera es obligatoria y a nadie se le ocurre hacer objeción de conciencia, pero se discute el aprendizaje del catalán como si se tratara de una lengua inventada por la Generalitat y no tuviera tantos siglos como el castellano, y una trayectoria literaria anterior y emocionante.

Las disposiciones sociales de la Constitución -el derecho a la vivienda, al trabajo, a la distribución equitativa de la renta...- se han convertido en papel mojado al considerarse derechos no exigibles. En este caso no se alertó de la peligrosa disolución del Estado social. Ahora, sin embargo, se agita el fantasma de la unidad de España, construida al parecer de una materia altamente soluble.

Alguien dijo que el Estatuto catalán era más que un estatuto. Y puede ser cierto. Será la medida de la flexibilidad de una Constitución, difícilmente consensuada y en cuya clave de bóveda las palabras democracia, libertad y autonomía se escribían juntas.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Te recuerdo, Victor Jara

Fue acribillado a balazos. Jugaron a la ruleta rusa con su cabeza. Lo torturaron y vejaron. Todo para apagar una voz única. Una voz de pueblo, de ingenuidad y esperanza. Pero sigue cantando. Desde ese estadio de la verguenza, contra la cara de los asesinos sin nombre, sobre los hombros de una juventud hermosa que abarrotaba las celdas de la dictadura chilena. Entre la anónima multitud que hoy te acompaña. Te recuerdo, Victor Jara

martes, 1 de diciembre de 2009

El perdón y la culpa

Sobre la "vieja costumbre española" de no pedir perdón por nada, he escrito esto en El País
En la calle principal de mi pueblo, en un lugar llamado popularmente la muralla, hay un bajorrelieve donde los niños quedábamos para iniciar nuestros juegos. Hasta hace pocos años no nos hemos dado cuenta de que esas figuras de piedra representan cinco cabezas degolladas de capitanes árabes con sus turbantes y mostachos. Tampoco éramos conscientes de que uno de nuestros insultos más habituales, "perro judío", tiene un fuerte significado antisemita. La proximidad, la familiaridad con la xenofobia torna a ésta invisible, como un objeto cotidiano en el que no reparas.
Sólo esta familiaridad con la exclusión explica el escándalo que ha levantado en ciertos sectores la iniciativa del diputado granadino José Antonio Pérez Tapias para reconocer la injusticia de la expulsión de los moriscos, su persecución, muerte y apropiación de sus bienes. Algunos reprochan que el Congreso de los Diputados dedique su tiempo a estos debates (¿quieren decir menudencias, insignificancias, antiguallas, detalles menores?); otros se han burlado abiertamente de la iniciativa; unos cuantos -más feroces aún- han emprendido cruzada contra ese revisionismo histórico que pone contra las cuerdas la historia de España; finalmente, el grupo más politizado considera esta iniciativa una extensión del revanchismo que según ellos acosa a la izquierda en nuestro país.
Y es que la desmemoria y la falta de arrepentimiento son consustanciales a la derecha española y a su particular configuración ideológica. En los países anglosajones es común la petición de perdón pública, la reparación de las víctimas, la creación de liturgias de arrepentimiento. A veces transcurren siglos, otras veces años, pero el reconocimiento de errores y de injusticias juega un papel de redención y de limpieza cíclica del conjunto de la sociedad. En las últimas semanas Australia y Gran Bretaña han pedido perdón por enviar al exilio a cerca de medio millón de niños que fueron víctimas de abusos y utilizados como mano de obra semi-esclava en las colonias. También recientemente, el gobierno de Canadá hizo lo mismo por más de un siglo de abusos contra sus aborígenes. Por su parte EE UU ha vuelto a pedir perdón a los afroamericanos por la segregación racial y las leyes discriminatorias después de ser abolido el esclavismo. Asimismo, cíclicamente, ofician ceremonias de perdón hacía los indios americanos. En cuanto a Alemania, tiene un ritual de redención y culpa por los crímenes del nazismo y especialmente por el holocausto judío.
Hay, sin embargo, dos estados que no reconocen sus culpas: el Vaticano y España. La Iglesia católica hizo una contrición general por "los errores de sus dos mil años de historia" y se absolvió a sí misma. El Estado español, por su parte, no reconoce culpas recientes ni pasadas. La guerra, la dictadura, la explotación colonial, la entrega cruel del Sáhara no han levantado ni una sola voz de perdón. Fray Bartolomé de las Casas envió hace siglos una carta al futuro sin que España acuse su recibo y reconozca, oficialmente, su violento y destructivo encuentro con América así como el trato animal que durante siglos concedió a los indígenas americanos. Sólo los judíos sefarditas han obtenido un tardío reconocimiento que no escoció tanto como esta pequeña disculpa a los moriscos, una gota de arrepentimiento frente a un océano de olvido y de injusticias. Menos mal que un pequeño ramillete de intelectuales e historiadores ofrecen las flores de la reconciliación que el Estado niega y que las víctimas aceptan como un modesto tributo.
Dicen los psicoanalistas que la petición de perdón nos ofrece la llave de los nuevos tiempos. Si es así, permaneceremos atados a la soberbia, a la culpa, al eterno retorno de la historia hasta que se rompa el maleficio de los siglos de olvido.