viernes, 17 de julio de 2009

Violación

Hoy publico en El Correo este artículo:

En Baena, mi pueblo, han violado a una niña de 13 años en la Piscina Municipal. Ha sido una violación colectiva en la que han participado seis muchachos –cinco de ellos menores de edad.
Esta semana una adolescente me puso el video de una canción titulada “las tías son unas guarras y los tíos unos cerdos” para preguntarme qué me parecía y que, al parecer, es más que conocida en el mundo juvenil. El meollo de la canción es que las adolescentes se visten de forma provocativa, se abren de piernas con facilidad y, por tanto, son “follables” y, si no lo son, pertenecen al grupo todavía más desdeñable de las “calientabraguetas” y, por tanto, también “follables” por la hipocresía de su comportamiento. La canción me produjo escalofríos. Los productores de este terrorífico grupo habían intentado vacunarse contra cualquier acusación de machismo con una segunda parte destinada demostrar "lo cerdos que son los tíos”, pero lo sustancial del mensaje quedaba encerrado en el enunciado primero que es casi una apología de la violación. En ningún caso la “crítica” que este grupo hace contra el género masculino pone en cuestión su libre sexualidad ni sus decisiones, pero sí la de las niñas. Vienen a a decir que las adolescentes de hoy se maquillan, se visten provocativamente, cuelgan fotos en tuenti con posturas sugerentes, y por eso son “guarras” que no merecen el menor respeto.
Es el neo-machismo disfrazado ahora de transgresión contra los límites del pensamiento correcto. Si lo “correcto” es el pensamiento igualitario, la capacidad de la mujer de decidir libremente sobre su cuerpo, se convierte en una transgresión el insulto, la provocación aunque no haga más que reproducir las ideologías más arcaicas de dominación de las mujeres y de falta de respeto a la capacidad de las mujeres para decidir cuando o no mantienen relaciones sexuales.
Eso ha pasado en Baena, donde toda la frustración y la cobardía de seis machos adolescentes se ha cebado en una niña de trece años que quería ser libre y decidir por sí misma. En el comportamiento de estos seis adolescentes había un razonamiento ancestral de dominación de la mujer y de negación de sus derechos. Si ella había accedido a tener en algún momento relaciones con alguno de ellos, si había atravesado la frontera de mujer no sexual, pasaba a convertirse en un bien comunal, del que todos los machos podían gozar.
La noticia nos causa un horror profundo, una sensación de desamparo infinito. La violación de la niña de Baena viene a despertarnos bruscamente del sueño de igualdad que creíamos haber construido para las futuras generaciones. No logro sacudirme la sensación de que no hemos preparado a nuestras adolescentes para los tiempos contradictorios que les han tocado vivir. Las hemos preparado para la igualdad y van a enfrentarse a la barbarie: ¿cómo decirles que sus amigos pueden golpearlas, humillarlas, violarlas, solo por hacer uso de su libertad? ¿Cómo prevenirlas de que tras la sonrisa de los amigos, incluso tras el amor más encendido, puede surgir la chispa de la violencia y la dominación?
Sé la valentía que esta chica de Baena y su familia han debido reunir para denunciar los hechos, para afrontar ese calvario de noticias, murmuraciones y maledicencias que se desatarán. Si para algo sirve, sepan que tienen una ola de solidaridad, de comprensión y de tristeza compartida por la salvaje acometida de los tiempos antiguos en ese tiempo nuevo que les habíamos prometido a las mujeres.