lunes, 29 de junio de 2009

La mejor receta de salmorejo







Ingredientes:

- Uno o dos dientes de ajo

- Aproximadamente una tacita de aceite de oliva virgen (si es posible de Baena)

- 6 tomates

- Menos de medio pimiento y de un cuarto de cebolla.

- Tres huevos duros

- Jamón cortado a taquitos o atún según gusto.

- Un bollo de pan sevillano o de miga blanca y asentada.

- Sal gorda o de cocina como ahora la llaman.

Preparación:

En el vaso de una batidora se pone un diente de ajo (o dos) junto con la sal gorda y el aceite. Se bate muy bien hasta que se diluyan los componentes. Se parten los tomates (pueden pelarse o no, pero siempre quitándoles la parte dura) y se escurren con la mano para que tengan poco agua. Se añade el trocito de pimiento y de cebolla. Se baten muy bien y con paciencia. Cuando está convertida en una pasta se le añade la miga del pan (tampoco pasa nada porque lleve algo de corteza, pero que no esté tostada) y se vuelve a batir todo muy bien hasta que tenga una consistencia espesa. Se coge la yema cocida de uno de los huevos y se añade al recipiente. Se vuelve a batir bien. Se prueba y se corrige de sal y de aceite.

Se vierte en platos hondos y se le pica por encima los huevos cocidos y el jamón a taquitos o el atún. Se puede adornar con un hilo de aceite.

Consejos:

-Algún listillo puede pensar que se pueden poner todos los ingredientes a la vez y batirlos. Os aseguro que no queda igual. ¿Por qué razón? Cosas de la alquimia.

- No seáis tacaños con el aceite. Este es un plato completo que necesita el aceite así como el jamón o el atún por las proteínas (si acaso se puede acompañar de algunos boquerones fritos, o en mi casa, incomprensiblemente, con tortilla de patatas. No sé la razón).

- Cuánto mejor sea la calidad del aceite, de los tomates y del pan, mejor será el resultado. No lo hagáis con pan de molde ni con aceite que no sea de oliva. Lo dicho: si es con aceite de Baena, sabrá a gloria.

sábado, 27 de junio de 2009

Soledad en la izquierda

Este es un comentario de Ferrán Gallego al post anterior:

Con el análisis (es un decir) de las críticas al capitalismo (son ellos los que lo llaman así, no es que yo sea un antiguo) se da un desbarajuste caraduresco similar. Cuando las cosas van bien es porque el sistema funciona, claro está...¿no se lo habíamos dicho siempre? Cuando las cosas van mal, es que el sistema no funciona si no es con correctivos, de la misma forma que a un esquiador con mala fortuna se le pone yeso en la pierna rota. La culpa puede ser del paisaje o del esquiador. Nunca del deporte en sí.
Los mil millones de personas que sufren hambre no son demostración más que de una dolorosa fatalidad (y, en voz bajita, políticamente incorrecta, de su incapacidad para gobernar sus recursos). Los cinco millones de parados que tendremos no es más que un capricho de ciclo(ese pedazo de hielo en la nieve...)

El problema, Concha, EL PROBLEMA es que no somos capaces de utilizar la prueba del 9: ¿Te imaginas que los cinco millones de desempleados se dieran en una economía socialista? El Tribunal de la Historia sólo enjuicia a la izquierda, a los de abajo. Los fiscales sólo presentan sus pliegos de acusación cuando la izquierda llega al poder e incluso cuando se mantiene en la oposición. Nos personamos ante ese alto tribunal como acusación particular, pero la historia no encausa a los vencedores, que no sólo han triunfado en las urnas, sino en los corazones y en las neuronas de la gente. Para ellos, no hay apelación posible que exija la disolución de esa asociación ilícita que se llama capitalismo, sino sólo la posibilidad de que el sistema reciba una amonestación.

¿Por qué no crece nada precisamente cuando todo indica que ELLOS han fracasado? Seguramente, porque lo han hecho muy bien, especialmente en España, desde hace treinta años, precisamente. Desde que crearon un sistema en el que quienes nos movíamos no salíamos en la foto de la Historia ni en el escenario de la política. Y, en los espacios del fracaso electoral y del ninguneo político, la amargura comunista condujo al canibalismo que ya conocemos. Ahora que nos hemos ido cargando, una tras otra, todas las posibilidades, a ver a quién le vendes una moto. Nosotros lo hemos hecho fatal, pero somos muy dados a la autocrítica. Es que ellos lo hicieron, en su momento, muy bien. Para que, cuando llegaran circunstancias como las de ahora, sólo hubiera soledad en la izquierda. Sin líneas de resistencia social que se traduzcan en respuestas institucionales; sin confundir la protesta necesaria con la ausencia de propuesta indispensable; sin entretenerse con magnas manifestaciones que nos llenan de orgullo de casta para, al día siguiente, encontrarnos con la sociedad intacta.

La derecha dice que quiere acabar con el Estado para construir una revolución de la sociedad (Berlusconi dixit). Pero es una mentira asquerosa. Lo primero que hizo el capitalismo globalizado, ya en los ochenta, fue destruir la sociedad. Y la sociedad no es una suma de experiencias individuales que se encuentran de vez en cuando para ser representadas electoralmente. La sociedad es un espacio de reconocimiento colectivo, de vinculaciones permanentes, un ámbito que otorga significado. Ellos han sustituido a la sociedad por un magma de absentismos, temores, comodidad, egoísmo, escepticismo individuales que se viven a pequeña escala, sin reconocer ningún espacio de grupo que se vea como propio, socialmente significativo, con un perfil que permite convertir la experiencia en cultura.

Eso se lo decía Pasolini a los comunistas italianos en los años 60: os quitan la identidad, vuestra razón de ser antagonista, vuestra diferencia radical, vuestra extrañeza con respecto al sistema. Cuando lleguen las vacas flacas, no os quedará nada que levantar como PROPIO ante ellos. Ni siquiera vuestra pobreza.


viernes, 26 de junio de 2009

Hipocresía


Hoy publico este artículo en el Correo de Andalucía:

Ya se sabe que la manipulación del lenguaje precede a cualquier estrategia de intoxicación. Precisamente cuando el neoliberalismo más atroz se ha visto cogido entre las cuerdas, ha sacado de la chistera en esta Europa sus más viejas ideas envueltas en el ropaje de una nueva retórica tecnicista.

Ofician la ceremonia los obispos y cardenales del mundo de las finanzas, investidos de una aparente autoridad neutral, como médicos que han auscultado al enfermo y mueven la cabeza antes de dar sus dolorosas recetas. Han sacado su talonario y han prescrito reformas laborales, recortes salariales y bajada de impuestos. Sobre todo, nada de gasto público.

Claro que estos gurús de la derecha económica, tienen una curiosa noción de lo que significa o no gasto público y déficit. Según ellos, si los gobiernos ponen en marcha medidas de protección social o inversión pública, estará incurriendo en un peligroso despilfarro que genera déficit; por el contrario, si aprueban ingentes paquetes económicos de dinero público para el saneamiento de la banca o de las grandes empresas, estarán haciendo “política económica” que, curiosamente, no genera déficit ni problemas de financiación. A las políticas públicas y sociales le llaman gasto; al dinero destinado a bancos y grandes empresas, inversión. ¡Qué sutileza!

Para combatir el paro proponen un despido más fácil y más barato, que es lo mismo que combatir el fuego con gasolina. Son conscientes de que no hay ni una sola empresa cuyo impedimento para realizar nuevos contratos sea la carestía de los despidos. Omiten que el mercado español ofrece una contratación a la carta con modalidades laborales repleta de precariedades, por tanto, no están hablando de contratar a más personas, sino de salir de esta crisis con un marco laboral de menores derechos para los de abajo.

Tienen una curiosa visión del modelo impositivo. Consideran que cuando la economía va bien, es necesario bajar los impuestos a las rentas y patrimonios más altos porque eso “engrasa el sistema” y se compensa por los superavits del trabajo y del consumo; pero curiosamente mantienen –con mayor tesón- que en tiempos de crisis, tienen también derecho a reducciones de impuestos aunque eso ponga en riesgo el sistema. Su modelo ideal es un Estado que viva del aire y que, ante la crisis económica, recaude para ellos y destine la mayor parte de sus ingresos a compensarlos por las ganancias no realizadas. Para terminar esta nueva falacia argumental, consideran que tanto los derechos sociales como el cuidado del medio ambiente no son necesidades civilizatorias e incluso de supervivencia, sino meros adornos que resultan permisibles en las etapas de desarrollo, pero que se transforman en trabas en los momentos de crisis.

Se trata de las mismas ideas que han llevado al mundo a la mayor crisis económica y de sistema del último siglo. Son los mismos protagonistas. Hay una curiosa página en Internet, titulada “los que negaron la burbuja inmobiliaria”, en la que podemos ver las declaraciones del Secretario General de la OCDE, a los Presidentes de Cajas y Bancos, a Botín, a las Koplowitz, a los servicios económicos y técnicos del Banco de España, negando los graves problemas de construcción y de crédito, afirmando que habría una desaceleración suave y alejando cualquier fantasma de crisis inminente. Son los mismos que nos quieren dar las recetas del futuro. Eso sí, sin bajar sus ganancias, sin recortar sus dividendos, sin rectificar sus previsiones y sin asumir ninguna responsabilidad sobre la crisis que han provocado

jueves, 25 de junio de 2009

Hay que cumplir las promesas

Una amiga me recuerda que prometí poner en el blog mi receta de salmorejo cordobés. Este plato -tal como ocurre con al gazpacho- tiene su particular sabor depende de quien lo haga. En mi familia, los cinco hermanos aprendimos idéntica receta de mi madre y, sin embargo, cada uno obtiene un sabor diferente. Podemos compartir todo tipo de objetos, de deseos, de principios, pero somos inflexibles en el debate sobre el salmorejo. Si alguno está preparando este plato, es normal que otro se acerque arrugando la nariz y frunciendo los labios para expresar su disconformidad. No es raro que cada uno prepare el suyo y hemos caído incluso en el patetismo de someter a los amigos y conocidos a pruebas "salmorejiles" con la cuchara en ristre y nuestra mejor sonrisa, conminándolos a que nos digan cuál es el mejor. Yo no tengo reparos en aceptar que mis hermanos pintan, cantan, diseñan, dan clases, analizan mejor que yo. Por eso me duele que mi familia no haya aceptado, todavía, que es el mío, el verdadero, el genuino salmorejo cordobés. Todos mis amigos lo saben... ¿verdaaaaad?

martes, 23 de junio de 2009

La noche y la mañana de San Juan


Dicen que los que no tenemos creencias tenemos supersticiones. Puede ser. O también puede ser que los creyentes se adueñaran de las supersticiones más antiguas con la finalidad de cristianizarlas porque ¡qué oportuno resultó colocar la festividad del santo justo en el centro del año!¡qué inteligencia encender hogueras y fiestas en torno a ese día, que se celebraba cientos de años antes con los mismos ritos: el fuego, el agua y la tierra!

Después se burlan de los bautizos laicos y de las ceremonias que sustituyen a los ritos católicos, precisamente los que se adueñaron de las fiestas de la vida, del amor y de la muerte.

No debían de tener, sin embargo, en tiempos medievales mucha confianza en que las autoridades eclesiásticas comprendieran los ritos nocturnos, cuando casi toda la literatura de ese tiempo desplaza el poder mágico de la noche, a la mañana siguiente:

«Quién hubiera tal ventura

sobre las aguas del mar

como tuvo el Conde Arnaldos

mañanita de San Juan

O esta otra:

Madrugaba el Conde Olinos,
mañanitas de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar,

Mientras el caballo bebe,
se oye un hermoso cantar;
las aves que iban volando
se paraban a escuchar.

O esta otra, dónde hasta los monaguillos se confunden:

Mañanita de San Juan,
mañanita de primor,
cuando damas y galanes
van a oír misa mayor.
Allá va la mi señora,
entre todas la mejor;…
Las damas mueren de envidia
y los galanes de amor.
El que cantaba en el coro
en el credo se perdió;
el abad que dice misa
ha trocado la lición;
monaguillos
que le ayudan,
no aciertan responder, non,
por decir amén, amén,
van diciendo amor, amor.

Por si acaso yo voy a celebrar la noche y la mañana. Con agua, tierra y fuego. Quemando lo viejo, tocando la tierra, mojando la cara con agua fresca. Los ritos de renovación son espléndidos. Siempre algo nuevo a la vuelta de la esquina.

sábado, 20 de junio de 2009

¿La izquierda abertzale o simplemente fascistas?

ETA ha vuelto a matar. De la forma más abominable y artera. Rafael Rodríguez escribe en Paralelo36 estas líneas en nombre del grupo editorial:

"El asesinato de Eduardo Puelles, funcionario de un Estado democrático, por ETA es un crimen que nos llena de dolor, de rabia y de impotencia. Cualquier muerte cometida con premeditación convierte a su autor en un asesino, pero, además, cuando se aducen motivos políticos los convierten en asesinos fascistas. ¿Qué tipo de sociedad quieren construir estos nuevos inquisidores que se creen con el derecho de decidir sobre la vida o la muerte de las personas, que señalan, juzgan y ejecutan tan sólo por motivos publicitarios? Para estos fascistas del siglo XXI la vida no es un fin en si mismo sino tan sólo un medio para sus enloquecidos objetivos. La muerte es, en su paranoia, un ladrillo para un construir una gran cárcel no una gran nación. La autonomía colectiva sólo puede sustentarse y engrandecer la autonomía personal y ésta tiene como primer requisito el derecho inalienable a la vida y a la libertad.

Sirvan estas apresuradas líneas para rendir homenaje póstumo a Eduardo Puelles y expresar nuestro dolor y solidaridad con su familia, sus amigos, sus compañeros y con todas las personas que defienden la vida y la libertad "

ESTÁ DE MODA HABLAR MAL DE LA EDUCACIÓN

Está de moda el discurso catastrofista sobre la educación. Se magnifican datos que tienden a poner de relieve la falta de preparación de los alumnos, los conflictos en las aulas, la falta de disciplina y de esfuerzo, el cansancio del profesorado y el fracaso escolar. Hay, además, soterradamente. una campaña de desprestigio de de la enseñanza pública, presentada como una especie de descenso al infierno, en el que se pierde toda esperanza.

No se trata de negar los problemas del sistema educativo, pero convendría poner en su sitio todos estos datos confusos que conducen a la idea de que en la enseñanza cualquier tiempo pasado fue mejor, de que la juventud es una olla podrida y de que los enseñantes hemos tirado la toalla.

¿Están, de verdad, nuestros jóvenes peor preparados que en décadas anteriores? ¿Existen realmente menos titulaciones, menos bachilleres, menos nivel educativo que en las pasadas décadas? O, por el contrario ¿no nos estaremos quejando de que el sistema educativo haya abierto sus puertas a los que antes excluía?

Faltan datos. Faltan urgentemente estudios comparativos y fidedignos sobre los avances o retrocesos de la escuela pública como instrumento al servicio de la sociedad. No se trata de comparar los resultados de los institutos minoritarios y elitistas de hace veinte años con los centros actuales, sino de comparar si para el conjunto de los jóvenes la educación obligatoria ha sido un paso positivo y un factor de igualdad. Es en esos términos dónde hay que situar el debate porque –como bien sabemos los que compartimos la pasión por la docencia- cada alumno o alumna arrebatado a la incultura, al olvido o a la marginación, es un éxito del sistema educativo. Seguramente son pocos, pero antes eran prácticamente ninguno.

Habría que poner sobre la mesa los verdaderos problemas en el marco social en el que se desarrollan. ¿Es el sistema educativo más conflictivo, menos esforzado o falto de valores que la sociedad que lo sustenta? Presuponiendo que la respuesta a esta última pregunta sea negativa habría que revisar el valor de la educación en estos tiempos. Hace veinte años las instituciones educativas tenían a su cargo, casi exclusivamente el conocimiento y el aprendizaje. Ahora le hemos encomendado la integración social y cultural, la resolución inicial de conflictos sociales, una buena parte de las políticas de igualdad, sin darle la importancia ni los medios para desarrollar todas estas labores. Los enseñantes no están, como se suele decir, “quemados” sino sobrepasados por la multitud de responsabilidades y por la falta de compromiso colectivo con su tarea.

Tampoco los jóvenes actuales se corresponden con la caricatura que se hace de ellos, ni los estudios son ese “coladero” del que hablan sin conocer la realidad (a los que así opinan, les invito a intentar aprobar, por ejemplo, los contenidos del bachiller). Una gran parte de los jóvenes se esfuerza, adquiere nuevos conocimientos, se prepara para un mundo altamente competitivo y los que fracasan, en su inmensa mayoría, han llegado a la escuela con problemas sociales desde la infancia.

No hay en la enseñanza –en términos generales- un paisaje desolador de conflictos, violencia o drogas. Hay, sin embargo un ángel exterminador que consiste en la falta de motivación, de abandono escolar y de desesperanza que se expresa en el descenso del interés -o en otros casos de posibilidades- de terminar los estudios medios y que contrasta con el número elevado de mayores de dieciocho años que quiere retomarlos.

Ante la falta de propuestas y de actuaciones, los sectores más conservadores celebran o exageran cada problema educativo como la confirmación de unas tesis que tienen la ley y el orden como bandera, pero que guardan, en la trastienda, la vuelta a la segregación social y educativa de la mitad de la población. No nos encojamos de hombros, porque en la enseñanza nos jugamos el modelo social.

PD.- El lienzo es obra de Marina Caballero.

martes, 16 de junio de 2009

Rafael de Cózar: Piel iluminada

Mi amigo Rafael de Cózar me envía su nueva edición de los poemas "Piel Iluminada", con la advertencia de que no me deje arrastrar por el tobogán de lujuria y pecado que sus poesías visuales representan:


Cuando un nuevo siglo
recorra mis venas
y entre mis dedos
la nueva tierra
cobre un sentido diferente…
Cuando las horas mueran
en un murmullo de líquidas palabras
y el agua de la edad
pase a la historia…
Cuando el grito del olvido
se torne al fin silencio,
sólo me restará regar mi vida
con el retorno único del tiempo.

viernes, 12 de junio de 2009

Un ciego con una pistola


Dicen que a veces la vida imita al arte. Cuando esto ocurre es difícil relatarlo con las palabras precisas, el tono exacto.. No vale el relato ternurista de Dickens, ni la descripción pormenorizada de los naturalistas franceses. Es un horror que camina a nuestro lado, envuelto en la normalidad aparente de la vida cotidiana.

Compras el pan todos los días, pero no puedes sospechar que en la trastienda de esas instalaciones, donde te recibe un vendedor amable y sonriente, hay varias personas trabajando de sol a sol, pero en la sombra. Nadie te advierte que hace algunas horas esa máquina reluciente que mezcla la dosis precisa de harina, de sal, de levadura, se convirtió en una guillotina afilada. Has recorrido la calle sin sospechar que en el contenedor verde de basura, y envuelto en plástico negro, está el miembro amputado de la persona que fabricaba el pan todos los días.

Nadie te advierte que el vecino que te ha saludado en la puerta, acaba de avisar al inmigrante mutilado que, por su bien, no diga nada, que ya se encargará él de solucionarlo. No te has enterado de la historia hasta que has llegado a tu casa y has visto en el informativo la cara de luna, desorientada, de un inmigrante boliviano que no ha decidido todavía cuales son sus sentimientos y que mira a la cámara con franqueza, mostrando su brazo amputado.

Dicen que ganaba 23 euros al día, unos dos euros por hora trabajada. Pero como la vida imita al arte, sin apenas transición, el mismo informativo dedica los titulares a la gran noticia del día: el traspaso de Cristiano Ronaldo. Más de noventa millones de euros y algo más de una decena de millones anuales. Lo celebró con unos amigos, gastando más de cuarenta mil euros en unas cuantas bebidas en un club de moda.

No. No vale Dickens. No vale el tono ternurista, la comparación de dos vidas que deberían tener el mismo valor. Quizá Vázquez Montalbán hubiera dado con el tono preciso de esta narración. Solo la novela negra encontraría la forma de relatar un crimen y colocarlo en la sociedad que lo produce. Solo este género podría conectar los misteriosos circuitos que unen los salarios de 23 euros con el depilfarro enloquecido. Chester Himes hubiera podido relatar el nuevo horror de los marginados: contenedores con miembros amputados, trastiendas oscuras de negocios respetables, desesperanza de raza, de clase. Podría haber escrito una versión de “Empieza el calor” en los nuevos barrios residenciales en vez de Harlem, con la tristeza como telón de fondo y música latina en lugar de jazz. A fin de cuentas, la explotación extrema es “Un ciego con una pistola” que algún día nos estallará en la cara.

En voz baja


Hoy publico este artículo en El Correo de Andalucía:

No me ha gustado en absoluto el resultado de las elecciones europeas, ni en la Unión ni a escala estatal. Hago esta afirmación para sacudirme cualquier apariencia de imparcialidad desde el que se suelen escribir los artículos de opinión, no en balde se les llama tribunas y columnas, como si el que lo escribe estuviera situado en una privilegiada atalaya. No me gusta que el público –y lo digo con toda intención puesto que se ha pasado del concepto de pueblo soberano al de espectadores de una lamentable representación teatral- haya optado por acrecentar la representación de una derecha cada vez más histriónica y que tienen como santo y seña de la salida a la crisis la reducción de las rentas del trabajo, la criminalización de la inmigración o el recorte del espacio público.

No me esperaba esta caída al vacío de la socialdemocracia europea. Aunque no voy a derramar ninguna lágrima por los herederos de Tony Blair, los que destrozaron con sus ideas de la tercera vía cualquier intento de cambio de modelo económico europeo o se sentaron con Bush a fumarse el puro de la guerra de Irak rememorando los viejos sueños imperiales. También -siempre a posteriori- era previsible el decaimiento, ante los problemas acuciantes del pueblo, de esa izquierda pija, ajena a los problemas sociales, que se desentiende de los conflictos económicos, que es tibia a la hora de enunciar y defender sus valores y que ha renunciado a tener un discurso sobre el modelo de desarrollo porque lo suyo es, exclusivamente, distribuir una pequeña parte de los beneficios en épocas de bonanza económica.. Me parece, sin embargo, un ejercicio de tontura política protestar contra la falta de autenticidad de estos cachalotes inofensivos, alimentando a los tiburones de la derecha más reaccionaria.

He comprobado la falta de conexión social de un discurso postcomunista, re-comunista o pre-comunista, incapaz de analizar la complejidad de la explotación que se produce en la actualidad y de renovar su práctica política con nuevas ideas procedentes de los foros sociales, el ecologismo político o el feminismo comprometido, anclados todavía en el viejo símbolo del obrero, masculino e industrial, de los años veinte del siglo pasado y que tampoco acaba de entender el valor central, primordial, de la libertad y de la profundización democrática.

He sentido una única punzada de esperanza con la extensión del voto verde, con todas sus contradicciones, porque al menos unos cuantos millones de europeos han decidido, en medio de la peor crisis económica, que la salida no es reducir los costes laborales o aumentar el consumo sino cambiar el modelo de desarrollo desde las iniciales fases de la producción, apostar por otro modelo energético y otras formas de vida.

Los resultados electorales suponen una enorme interrogación sobre el futuro de ese espacio político y social que tradicionalmente se ha llamado izquierda: su utilidad, sus valores, su proyecto y su autenticidad están hoy en una crisis tan profunda como la del propio capitalismo al que quieren dar respuesta. Nadie lo reconoce. Hasta el momento los análisis electorales sustituyen a los análisis políticos, el electoralismo a la creación de ideas y de respuestas. Pero solo una revisión teórica profunda y una práctica social cercana a los ciudadanos podrá empezar a dar sus frutos. Mientras tanto la derecha anima a sus grupos think tank a tomar la iniciativa, con la inconmensurable ayuda de aquellos que hace mucho tiempo renunciaron a la idea de cambiar la injusticia en el mundo.

viernes, 5 de junio de 2009

Días contados


Hoy publico este artículo en El Correo de Andalucía

Con lo del cambio climático ocurre como con el famoso poema –atribuido al parecer erróneamente a Bertold Brecht y que escribió un poeta judío encerrado en el campo de concentración de Dachau–, en el que se lamenta del encogimiento de hombros con que la sociedad alemana contempló la detención de comunistas, socialdemócratas, sindicalistas y católicos creyendo que se trataba de algo que les ocurría a los otros, hasta que oyó resonar las botas de los militares nazis por la escalera de su propia casa.
Así, la organización ecologista Greenpeace ha metido el cambio climático en pleno Guadalquivir, ha señalado con el dedo la realidad que no queremos ver y nos ha dicho que si no actuamos inmediatamente, no estaremos a salvo por mucho que nos encerremos en la torre dorada de la ignorancia.

Los negacionistas del cambio climático se baten en franca retirada ante las evidencias innegables de sus consecuencias. Han adoptado, sin embargo, una actitud relativista que pasa por afirmar que no tiene la gravedad que indican los estudios científicos o que sus peligros no son tan inminentes. Acusan al ecologismo político de exagerar la importancia del calentamiento global y arremeten contra cualquier mensajero que presente las pruebas de este desastre. Se trata, en realidad, de opiniones alentadas –cuando no directamente financiadas– por intereses económicos muy poderosos que saben perfectamente que reconocer la gravedad del cambio climático pondría sobre la mesa la necesidad de operar una enorme transformación del modelo económico mundial del que extraen tantos beneficios.

Pero hay también en este tema, una especie de relativismo popular que parece ser la esencia de este siglo XXI, donde convive la información masiva y el egoísmo más atroz. Una sociedad que ha hecho del presente su único punto de referencia y del “aquí y ahora” su única perspectiva. Una sociedad que no quiere escuchar malas noticias que comprometan su forma de vida, que padece una extraña enfermedad de la memoria de manera que olvida en cinco minutos la información más terrible con tal de no variar un ápice sus formas de consumo desmesuradas y despilfarradoras. Tampoco acompaña un sistema político, basado en el electoralismo más atroz, que sigue pensando que los brotes verdes de la economía es que se vendan más vehículos a motor.
Por eso, Greenpeace ha venido a meter el dedo en el ojo, a decirnos que el cambio climático no sólo va a afectar a lejanas islas de la Polinesia, sino a nuestra casa, a nuestra ciudad y a nuestras vidas. En los últimos treinta años las temperaturas en Sevilla han subido casi dos grados; los frutales de nuestros campos florecen y se agostan antes de la primavera; el Guadalquivir se saliniza y nuestras costas se modifican rápidamente. Aún así, habrá quien piense a fin de cuentas él no es agricultor, ni hotelero, ni pájaro de Doñana, ni tiene un piso en la primera línea de playa y que por tanto en casi nada le afecta. Se tiene la falsa idea de que las sociedades urbanas son una burbuja de cristal que en nada dependen de la naturaleza. Se olvidan de que comemos productos naturales, respiramos el aire contaminado y nos relacionamos con un mundo que se volverá más inestable.

Greenpeace ha venido con su barco de los tiempos futuros a recordarnos que tenemos los días contados para parar el reloj del desastre ambiental. No es el catastrofismo lo que les hace navegar por el Guadalquivir, sino la esperanza.

El cuento de la buena pipa: debut casi cinematográfico

Algunos amigos como Joaquín Urias y yo misma hemos debutado cinematográficamente de la mano del joven y talentoso Carlos Cid, en un corto producido por Amanda Girón. También han colaborado en el proyecto los actores Carlos Álvarez y Miguel Alcíbar. Ayer se estrenó en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Información. Si quereis verlo, aquí está.

lunes, 1 de junio de 2009

Un premio para Marcos Ana


Ya sabemos que el precio de nuestra transición política fue el olvido, una medicina aparentemente insípida, que fue administrada durante decenios con el silencio cómplice de una gran parte de la izquierda que se conformaba con salir de nuevo a la escena pública, aunque quedaran borradas sus raíces y sus verdaderos protagonistas.
Conocemos así la historia de líderes mundiales como Nelson Mandela, de Indira Gandhi y de otros líderes civiles mientras a nuestro lado pasaban desapercibidas algunas personas que practicaron un heroismo cívico similar en nuestro país. Cuenta Primo Levi que solía tener en el campo de concentración de Auschwitz una pesadilla recurrente y que consistía en que una vez que liberado, ni sus amigos ni siquiera su familia querían escuchar las atrocidades que había presenciado. Desgraciadamente -nos cuenta- esa pesadilla se hizo realidad y, cada vez que intentaba articular su historia, los más allegados lo silenciaban, deseosos de recuperar la normalidad de la vida e incluso recomendándole, cariñosamente, que era tiempo de olvidar lo sucedido.
Entre los líderes civiles mundiales, merece un puesto de honor la figura de Marcos Ana. Estuvo encarcelado veinticinco años, toda una vida. Llego a olvidar lo que era un árbol pero no abandonó la esperanza. Dicen, todos los que le conocen bien, que salió de la cárcel sin un rasguño en el alma. Cuando lo conocí, me pareció que era la sonrisa que le faltaba a la izquierda y que conservaba eso que muchos han perdido: la esperanza en el ser humano.
Si lo lees, comprobarás cuánta sabiduría atesoró en su encierro y te preguntarás cómo conservó esa inocencia primaria que induce a los de alrededor a ser buenos. Ahora la Universidad de Granada, junto a varias fundaciones como la de Saramago o el centro de la Unesco, han promovido una plataforma para reunir firmas con el fin de que le concedan el premio príncipe de Asturas de la Concordia. Si pinchas aquí puedes poner tu firma en el manifiesto. Marcos Ana no necesita este premio, ya cuenta con el galardón extraordinario de legiones de amigos y amigas que lo admiran en el mundo. Es la democracia española, la que necesita premiar su trayectoria.