sábado, 14 de enero de 2012

SARAMAGO Y LOS HOMBRES MALOS



Publicado en el País Andalucía:

Al final vas a llevar razón, José. Va a ser verdad que el ser humano es débil y desvalido; una materia oscura que recurre a la crueldad para afirmarse, un animal al que le cuesta aprender y que no conoce la palabra agradecimiento.


Ya sé que en tu pensamiento esa valoración tan pesimista del ser humano era, precisamente, la razón por la que apreciabas en grado sumo la dignidad, el hecho de alzarse contra la injusticia y tomar la palabra para denunciarla. También por eso considerabas como el peor de los vicios el silencio del hombre corriente ante las tropelías y las mentiras.

Al leer la información elaborada con todo cuidado por el periodista Fernando Valverde sobre el final de la Fundación José Saramago de Castril, se me ha venido a la mente uno de los finales más tristes de nuestro cine: el del maestro de La lengua de las mariposas insultado por una multitud asustada entre la que destacaba el grito agudo de su alumno favorito.

La unión de José con el pueblo de Castril es una historia de amor. El deseo de emparentar con lo que tu amante ha vivido, formar parte de sus recuerdos, habitar la casa y el paisaje de esa familia grande y cálida de Pilar. Sin ella el maestro jamás hubiese conocido esta localidad, ni se hubiese volcado en colaborar con sus gentes, con su cultura ni con su proyección.

Nadie exige a los escritores que sean buenos, ni generosos, ni íntegros. Pero José Saramago lo era en grado sumo. Tampoco se puede exigir que el marido o la esposa de un premio Nobel sean un modelo de amor sin límites y de altruismo, pero Pilar lo es. Los que los conocimos, tenemos que controlar nuestra indignación para explicar cómo acudían gratis al sitio más modesto, a la cita más inoportuna, derrochando su escaso tiempo y cómo se saltaban diariamente la frágil muralla que sus amigos levantaban para protegerlos.

Sin embargo, un diputado provincial del PP ha denigrado, ridiculizado y sometido a escarnio público a José Saramago y a Pilar del Río, o al menos eso ha pretendido. En Castril, el pueblo al que dedicaron tantos desvelos, algunas malas personas insultan a los antiguos gestores de la fundación. Han borrado el legado del maestro y las actividades culturales de alto nivel y los encuentros internacionales han sido sustituidos por la actuación de El Koala. Lo más doloroso es que la mayoría del pueblo calla.

También guarda silencio la Universidad de Granada, que fue la que ofreció, por su propia decisión, un cóctel para celebrar la creación de la Cátedra José Saramago y no ningún convite de boda. Un silencio que se acumula a otros sobre Luis García Montero o sobre las tropelías culturales que se perpetran en la ciudad. Y me pregunto qué ocurre en Granada, en nuestra Granada; si acaso es verdad la leyenda de su entraña oscura, de la envidia acumulada, de su tendencia a la destrucción de los artistas y personajes que la habitan.

Dicen que el diputado del PP ha buscado su minuto de gloria arrojando esta pedrada sobre la figura de José Saramago. Yo creo que no ha sido este su objetivo principal, que sus verdaderas intenciones superan una aparición fugaz en los medios de comunicación. Lo que siente este aprendiz de brujo es un impulso ancestral de derribar los mitos, las figuras grandes y generosas especialmente si pertenecen a la cultura de la izquierda social. Defienden una curiosa igualdad en la maldad y se sienten tremendamente irritados por los que aún estando arriba muestran un generoso compromiso con los de abajo. Por eso, desde tiempos inmemoriales, se han esforzado en desacreditar, eliminar o silenciar a todo intelectual o artista que mantuviese un discurso ético y un compromiso con los desfavorecidos. Se trata de derribar, uno por uno, los referentes intelectuales de la izquierda y encanallarnos a todos con su viscoso discurso. Llevas razón, José, a veces este mundo es pésimo.

POR ECONOMÍA PROCESAL

Publicado en el País de Andalucía

Confieso que soy una enamorada del lenguaje, de las metáforas e incluso de los neologismos cuando resultan expresivos. Me apasiona el uso del lenguaje que impone cada tiempo, cada sociedad e incluso cada gobierno.


Por ejemplo, Felipe González fue un magnífico gobernante en términos lingüísticos. Aunque en mi opinión fue un tanto trilero en los contenidos políticos, sin embargo fue un fantástico gestor de la lengua. A él le debemos el rescate y el prestigio del uso del andaluz en los medios de comunicación y en las instituciones. Además, se transformó en un libro andante de pedagogía que igual explicaba complejas ecuaciones matemáticas que sencillos procesos sociales. Su palabra talismán fue “obsoleto”, un término que rescató del baúl de los recuerdos y que oponía con gracia a su hallazgo de la modernidad, el altar ante el que ofreció todos sus años de gobierno. Incluso en su despedida acuñó un oxímoron que ha quedado como un clásico: “la dulce derrota” que aunque consoló a sus fieles en aquella noche electoral, los lanzó al desierto durante años. Eso sí, con mucho arte.

José María Aznar fue menos creativo en el uso de lenguaje, más parco en palabras y nada creativo en sus alocuciones. Bien, mal, váyase y poco más. Era, sin embargo, tan influenciable en cuanto al uso de la lengua que le bastaron unas horas en compañía de George Bush para adoptar el acento sureño de la criada de Escarlata O´Hara.

José Luis Rodríguez Zapatero adoptó un conjunto de palabras que la derecha política bautizó con el término de “buenismo”: talante, alianza de civilizaciones, España plural. Esta triada fue demonizada por el TDT party y convertida en chanza continuada en sus tertulias.

El gobierno de Mariano Rajoy es prometedor en términos lingüísticos. “Eso es una insidia” se convirtió en trending topic en las redes. Han bautizado la recesión como “congelación” y los recortes como “ajustes”. Ahora han acuñado el término “economía procesal” que no es ninguna nueva asignatura de derecho o de económicas, sino una forma fina de decir “no me da la gana”. ¿Por qué no va Rajoy al Parlamento a explicar sus recortes? Por economía procesal (porque no le da la gana), ¿por qué no comparece ante los medios de comunicación? Por los mismos motivos. Faltó preguntarle a Soraya Sáenz de Santamaría si los ciudadanos de a pie tenemos derecho a dar estas respuestas o se trata solo de un privilegio presidencial porque, la verdad, me gustaría ampliar las vacaciones “por economía procesal”.

El silencio procesal de Rajoy está dando un infinito trabajo a su candidato andaluz, Javier Arenas que no tiene otra opción que volverse interpretador de recortes, suavizador de venenos y disimulador de entuertos. Esta situación política la ha obligado a abandonar la oposición encarnecida y a poner en su boca la palabra pactos. El líder andaluz del PP no da abasto para proponer acuerdos y cataplasmas a la sociedad andaluza. Un día sí y el otro también, tiene que desmentir que se vaya a recortar dinero o servicios. Si él gobierna propiciará un gran acuerdo para que no haya recortes en la enseñanza pública. Si él consigue mayoría absoluta bajará los impuestos aunque en el estado se hayan subido. Si llega al poder propiciará un gran acuerdo que consiste, básicamente, en no aplicar las políticas de Rajoy en Andalucía. De esta forma, los andaluces tendremos la suerte de contar con un PP especial que no recortará la ley de dependencia, ni castigará a los funcionarios, ni se confrontará con la enseñanza pública, ni subirá los impuestos ,ni reducirá el presupuesto de la Junta de Andalucía. Qué va. Esto va a ser un gobierno del PP sin tener las molestias de las políticas del PP.

Mientras tanto, Javier Arenas cada jueves mira al cielo e interpreta los augurios. Eleva su plegaria para que ese Consejo de Ministros no le lance un nuevo obús a la línea de flotación de su discurso. O al menos que Rajoy le permita, por economía electoral, ser la república independiente de Andalucía por unos meses.