martes, 20 de mayo de 2008

MAYO EN PARÍS







Podría decir que he ido a París con un objetivo cierto: ver una exposición, un concierto, asistir a algún curso de la Sorbonne o conmemorar los cuarenta años del mayo francés…pero no es verdad. Solo he ido a pasear, a ver cómo llueve esta primavera, a sentarme en los cafés, a permitirme por fin vagar de un sitio a otro sin las obligaciones que te imponen visitas oficiales o, lo que es peor, esa agenda oculta que todo turista se empeña en cumplir. Ríete tú del stajanovismo o del más feroz productivismo. La explotación más feroz se produce en la gestión de tu propio tiempo libre. Si el jefe, en tu trabajo te propusiera levantarte a las siete de la mañana; desayunar café aguado y un surtido memorable de embutidos; hacer colas interminables, a pie clavado; recorrer una docena de kilómetros por día y completar una jornada intensiva de catorce horas, le llamarías estafador y explotador. Pero como eres tú mismo quien ha elaborado esa agenda enloquecida, afrontas con una sonrisa forzada humillaciones y decepciones, entre ellas verte irreconocible en las fotos para las que has posado con mayor ilusión, y cuando pides que, por favor, se borren, recibir esa bofetada definitiva: “pero si estás muy bien”.
En esta ocasión no he hecho horas extras en París. He entrado en la Sorbonne porque un guardia amable me lo permitió, he visto exposiciones de mayo del 68 porque están en la calle, he visitado la capilla sixtina de Monet en La Orangerie, acompañada solo de unos cuantos turistas japoneses que casi caían de rodillas de admiración, he andado Montmartre por la mañana (esquivando le Sacre Coeur y sus inmediaciones), he hecho fotos de placas, de pintadas, de gente normal…y he descubierto la alegría que produce ser dueño de tu tiempo y (como dice Cortázar en el frontispicio del blog de mi amigo Juan Torres) “No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón”.
Precisamente por esto no respondí a las llamadas telefónicas de amigos que querían informarme de las resoluciones del PCA de Sevilla que dicen cosas del siguiente tenor, dirigiéndose a sus propios compañeros: “"Son lo peor y más oportunista que hay en IU (...) una gama variopinta de cuadros y cargos públicos a los que les une su obsesión contra el PCE". Y añaden, “hay que borrarlos definitivamente”.
Se me agrisa el alma sólo de escribir sobre esto. Por eso mejor lo hablamos otro día: “No aceptar otro orden que …”