Proliferan las noticias sobre las personas paradas y el aumento de la pobreza en nuestro país. No hay día en el que los informativos no muestren las colas del paro, el incremento de personas en los comedores sociales o los estragos que esta crisis está provocando en hombres y mujeres que, hasta hace pocos meses, se creían a cubierto de las inclemencias sociales.
Sabemos la cifra exacta de parados en Andalucía y en España, aunque de nada vale memorizar los datos porque en pocos días, los dígitos se disparan como si contempláramos un contador salvaje cuya numeración cambia antes de que la vista lo retenga. Conocemos cuántas personas paradas cobran subsidio, cuántas están a punto de agotarlo, cuánto ganan y cómo viven.
En contraposición, no sabemos nada de los ricos. Alguien decía que sólo hay una forma de ser pobre y muchas maneras de ser rico. Será eso, pues la riqueza escapa al escrutinio social como un pez vivo en las manos de un niño. El gobierno ha reconocido que no tiene la más remota idea, ni por supuesto control, de lo que ganan los directivos de los bancos españoles, de sus primas y de su participación en dividendos. Los técnicos del Ministerio de Hacienda publicaban, hace pocos meses, que el ochenta y seis por ciento de las grandes fortunas se escapaban al control del fisco y que “era indescifrable” el patrimonio de los más ricos al estar escondido en una intrincada ingeniería financiera. Tampoco las autoridades tienen una explicación razonada de por qué en nuestro país circulaba el mayor número de billetes de 500 euros de toda la Unión Europea, mucho más que todos los billetes de este tipo que lo hacían en Francia, Alemania y Holanda juntas. Tampoco sabemos nada de aquellos afortunados que en los últimos años entraron en las cifras mundiales de millonarios y que hicieron que España formara parte del “Top Ten” de los países con mayor número de ricos en un tiempo record. La explicación para este ascenso vertiginoso de ricos españoles se fundaba en “las ganancias expansivas en bolsa y el auge del sector inmobiliario” además de una subida espectacular de las ganancias de los banqueros.
Durante los últimos ocho años –y son datos publicados- la venta de yates, viviendas de alto standing, objetos suntuarios y diseño exclusivo no dejó de multiplicarse. La venta de oro y diamantes creció menos por considerar que lo más “cool” era gastar el dinero en bolsos, arte-decoración, complementos y bienes más perecederos.
Pues bien, los responsables de esta crisis han desaparecido de escena bruscamente. Solo algunos de sus testaferros aparecen, con cara seria y compungida, para exigir reformas laborales, contención de los salarios o despidos más baratos, como si no supiésemos que el contador endemoniado del paro es el mismo, y tiene la misma lógica, que el contador de sus ganancias desorbitadas en los años de bonanza económica. Por eso tengo verdadero interés en saber qué ha sido de los ricos, dónde tienen sus ganancias, cómo se las apañan para hacernos creer que son pérdidas los beneficios no obtenidos, cómo consiguen vendernos el dinero al doble o al triple de lo que les cuesta en el mercado interbancario y, sobre todo, de qué han tenido que privarse en estos tiempos que ellos han hecho tan duros.
Sabemos la cifra exacta de parados en Andalucía y en España, aunque de nada vale memorizar los datos porque en pocos días, los dígitos se disparan como si contempláramos un contador salvaje cuya numeración cambia antes de que la vista lo retenga. Conocemos cuántas personas paradas cobran subsidio, cuántas están a punto de agotarlo, cuánto ganan y cómo viven.
En contraposición, no sabemos nada de los ricos. Alguien decía que sólo hay una forma de ser pobre y muchas maneras de ser rico. Será eso, pues la riqueza escapa al escrutinio social como un pez vivo en las manos de un niño. El gobierno ha reconocido que no tiene la más remota idea, ni por supuesto control, de lo que ganan los directivos de los bancos españoles, de sus primas y de su participación en dividendos. Los técnicos del Ministerio de Hacienda publicaban, hace pocos meses, que el ochenta y seis por ciento de las grandes fortunas se escapaban al control del fisco y que “era indescifrable” el patrimonio de los más ricos al estar escondido en una intrincada ingeniería financiera. Tampoco las autoridades tienen una explicación razonada de por qué en nuestro país circulaba el mayor número de billetes de 500 euros de toda la Unión Europea, mucho más que todos los billetes de este tipo que lo hacían en Francia, Alemania y Holanda juntas. Tampoco sabemos nada de aquellos afortunados que en los últimos años entraron en las cifras mundiales de millonarios y que hicieron que España formara parte del “Top Ten” de los países con mayor número de ricos en un tiempo record. La explicación para este ascenso vertiginoso de ricos españoles se fundaba en “las ganancias expansivas en bolsa y el auge del sector inmobiliario” además de una subida espectacular de las ganancias de los banqueros.
Durante los últimos ocho años –y son datos publicados- la venta de yates, viviendas de alto standing, objetos suntuarios y diseño exclusivo no dejó de multiplicarse. La venta de oro y diamantes creció menos por considerar que lo más “cool” era gastar el dinero en bolsos, arte-decoración, complementos y bienes más perecederos.
Pues bien, los responsables de esta crisis han desaparecido de escena bruscamente. Solo algunos de sus testaferros aparecen, con cara seria y compungida, para exigir reformas laborales, contención de los salarios o despidos más baratos, como si no supiésemos que el contador endemoniado del paro es el mismo, y tiene la misma lógica, que el contador de sus ganancias desorbitadas en los años de bonanza económica. Por eso tengo verdadero interés en saber qué ha sido de los ricos, dónde tienen sus ganancias, cómo se las apañan para hacernos creer que son pérdidas los beneficios no obtenidos, cómo consiguen vendernos el dinero al doble o al triple de lo que les cuesta en el mercado interbancario y, sobre todo, de qué han tenido que privarse en estos tiempos que ellos han hecho tan duros.
PD.- Las cifras hay que leerlas como miles de millones de dólares