lunes, 25 de noviembre de 2013

DOS IZQUIERDAS, UN SOLO GOBIERNO


Publicado en El País Andalucía

   Al parecer hay una disputa soterrada dentro del Gobierno andaluz por ocupar el territorio de la izquierda. Susana Díaz, nada más llegar a la presidencia de la Junta de Andalucía, clavó su bandera sobre estos montículos y proclamó que no está dispuesta a dejárselos arrebatar. En realidad no se trata de ningún cambio de estrategia sino de táctica electoral. Cualquier estudio desapasionado sobre comunicación política indica que los recortes y decisiones duras de la gestión han recaído hasta el momento en el campo del PSOE mientras que las medidas más gráciles y sociales se atribuían a la acción de Izquierda Unida. Aunque es evidente que los despidos de funcionarios y los recortes sanitarios o educativos han sido motivados por el ajuste duro del Gobierno central, en su gestión diaria los costes han recaído sobre el PSOE mientras que los tímidos avances en materia de desahucios de viviendas o en protección social, se los ha anotado IU.

   La parte pesoística del Gobierno ha sido más bien torpe en no anotarse algunos contrapuntos interesantes a las políticas del PP como son la subasta de medicamentos, el mantenimiento de becas, la contención de las tasas universitarias que son las menores del Estado o la renuncia a medidas tan crueles como la retirada de la tarjeta sanitaria a los inmigrantes. Sin embargo IU vendía sin esfuerzo los titulares de expropiación a los bancos de un centenar de viviendas por tiempo limitado o se anotaba la distribución de alimentos en las escuelas andaluzas.

   Lo que hasta ahora había sido una disimulada competencia, amenaza con convertirse en un malestar cierto ante la proximidad de las elecciones europeas, cuyo resultado en Andalucía se leerá con mucha atención. Por primera vez, tras esta durísima crisis, sabremos la respuesta del electorado andaluz a las políticas del PP y sabremos el grado exacto de apoyo que el pueblo otorga a cada una de las fuerzas que componen el Gobierno de coalición.

   La cercanía de estas elecciones va a provocar, sin duda, una mayor confrontación —o apariencia de ella— entre los socios de Gobierno del PSOE e IU. Ambos miran de reojo, cada vez con mayor insistencia, el marcador del partido. El problema, sin embargo, es que hay otros jugadores en la partida a los que no prestan la necesaria atención. O dicho de otro modo, que el PP en Andalucía esté descabezado y en un marasmo shakesperiano por la sucesión no supone, automáticamente, su descenso o su desaparición política.

   El PP andaluz, malversando a Cernuda, es un sueño que algunos necesitaron para seguir existiendo, pero la esencia del PP no es andaluza; no necesita líderes andaluces reconocidos para seguir existiendo; es un voto de la derecha política que no requiere de una existencia cierta en Andalucía para seguir vivo electoralmente.

   Como tampoco esa fuerza emergente del centralismo derechista posmoderno que es UPyD, necesita de líderes reconocidos en Andalucía para seguir creciendo en intención de voto.

   Otro elemento que los componentes del Gobierno andaluz no valoran convenientemente es el impacto que está causando la atractiva idea de salir de la crisis. De acuerdo que los datos sociales son demoledores pero este eslogan, repetido por el Gobierno, conecta con la esperanza ciudadana de poner fin a la pesadilla. La izquierda no puede eludir este debate de la salida de la crisis con la simple denuncia de la situación ni mucho menos con el dibujo espeluznante de mayores desastres futuros. La izquierda agorera que proclama que “lo peor de la crisis está por llegar” no puede ganar ninguna batalla. Solo la bandera de la esperanza podrá sacarnos de este presente aciago.

   Por eso, si el Gobierno andaluz quiere competir en el terreno de la izquierda sería mejor que lo hiciera de verdad: poniendo sobre la mesa no ocurrencias sino nuevos proyectos de empleo, de medioambiente y de gestión renovada de los servicios públicos. Si de verdad desea conquistar terreno social debería dejar de lado la resignación o la caridad y recuperar la ambición del cambio.
 @conchacaballer

JUSTICIA Y GOBIERNO CHAPAPOTEAN


Publicado en El País Andalucía

   Ya es definitivo: ni somos ciudadanos, ni las leyes nos protegen ni el Gobierno defiende el interés general. Que no cunda la desesperanza, pero no es posible seguir mucho tiempo en una situación que nos arrebata la dignidad, que nos hace comulgar con ruedas de molino y sacrifica nuestros principios más elementales al dios de la recuperación económica.

   La sentencia del Prestige y todo el entorno político y cultural que lo rodea, nos coloca de rodillas, despojados de toda dignidad como sociedad o como país. El Congreso norteamericano obligó a la petrolera British Petroleum a reconocer y hacerse cargo del coste del vertido en el Golfo de México. El mismo día de la sentencia del Prestige, Ecuador condenó a la petrolera norteamericana Chevron a pagar 6.400 millones de euros por los vertidos en la cuenca del Amazonas. Ninguna de estas decisiones ha estado exenta de contradicciones pero la opinión pública estadounidense y la presión de las plataformas de campesinos de la Amazonía, en el segundo caso, han conseguido que sus respectivos Gobiernos levanten la cabeza frente al abuso de las multinacionales.

   Ahora, pasen y vean lo ocurrido en nuestro país. El ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, se ha “felicitado por la sentencia del Prestige” a la vez que ha afirmado que “las autoridades actuaron razonablemente bien”. Lo peor de todo es que estamos tan acostumbrados a los despropósitos políticos que ya apenas los percibimos.

   Imaginen a Obama felicitándose por una sentencia que exculpara a BP de los vertidos de su plataforma petrolífera y eximiera a la compañía del pago de indemnizaciones; imaginen a un mandatario de cualquier país del mundo celebrando que las tropelías medioambientales contra su nación no se castiguen penalmente ni se exija ninguna indemnización por los daños sufridos.

   Pues eso está ocurriendo en nuestro país. Ni siquiera nos preguntamos por qué el Gobierno no recurre, no exige, no demanda a los armadores y compañías… Hemos aceptado que lo propio de un gobierno es mantenerse en el poder, no asumir responsabilidad alguna por los errores cometidos, no cesar jamás a un miembro de su gabinete, mantener un honor ficticio a puerta cerrada, aunque medio mundo se ría esta semana de “la marca España”, un país que deja impune el mayor delito medioambiental de los últimos 50 años.

   Perdieron los de siempre: los pescadores que no pudieron faenar, los comercios que no pudieron vender, los voluntarios que limpiaron el chapapote con sus propias manos, los pájaros y las especies naturales envenenadas. 4.200 millones de euros arrojados al mar de la desesperación. Pero el Gobierno se felicita de la derrota del Nunca Mais, de esa marea humana de ciudadanía, de participación, de limpieza que desbordó las calles de Galicia y que levantó la conciencia medioambiental en todo nuestro país. A fin de cuentas Nunca Mais se convirtió en el símbolo de la limpieza y la dignidad, en una amenaza contra el estado permanente de ocultación y de mentira en el que chapapotea todo nuestro país.

   Por eso esta semana me he acordado de Larra, de la generación del 98, de todos los escritores que han entonado el lamento por España, donde escribir es llorar, donde la injusticia campa a sus anchas. Un país donde se pena más la desobediencia a la autoridad que el delito contra las personas; donde los Gobiernos se preocupan de mantener sus cargos y de silenciar los problemas; donde la Justicia nos ofrece una impagable lección para las generaciones venideras: que si se inclinan a robar, esquilmar o destruir, lo hagan a lo grande.

   ¿Cómo educar, tras estas sentencias, a los jóvenes en el respeto a la ley? ¿Cómo hablarle de derechos medioambientales, de responsabilidad en el uso de los recursos naturales, de estado de derecho, si el triste paisaje del chapapote en Galicia, de la negra marea de las minas de Aznalcóllar no ha recibido siquiera el más mínimo reproche penal en los tribunales de justicia? “El Gobierno se felicita por la sentencia del Prestige”, es el cínico epitafio de esta historia.

domingo, 10 de noviembre de 2013

ES COSA DE HOMBRES


Publicado en El País de Andalucía

   Nos creemos a salvo. Tendemos a pensar que nuestra formación, nuestra cultura, nuestra forma de vida nos mantienen a salvo de la violencia canalla que asesina a varias mujeres cada semana. Estamos convencidos de que no formaremos parte de ese racimo de víctimas que se asoman débilmente a los informativos. Tenemos la seguridad de que esa escalera, ese bloque de pisos, esos vecinos no serán nunca los nuestros.

   Aunque repetimos que no hay un perfil de víctima de la violencia de género, en el fondo creemos que es un mal que acecha a los otros, a los que no supieron defenderse, ni educar, ni rebelarse contra la discriminación. Esta semana hemos tenido pruebas evidentes de lo contrario: una mujer fuerte, feminista, que aconsejaba denunciar a la primera agresión y que participaba en los actos de violencia contra las mujeres, ha sido asesinada por su exmarido. Las flores de la igualdad no pueden crecer en un campo minado de malas hierbas, cruzado de amenazas, costumbres y viejas complicidades que nos obligan a ser “buenas” más allá de nuestros propios intereses.

   Creemos haber puesto a salvo a nuestras hijas de la violencia machista. Las hemos educado en el ejercicio de la igualdad y estamos seguros de que ellas, tan libres y decididas, nunca consentirán que limiten sus vidas. Pero no hemos cuidado con igual esmero el terreno en el que crecen. No hemos eliminado complicidades, trampas sentimentales, discursos míticos en torno al amor y a las relaciones. Hemos levantado un ideal igualitario para las mujeres jóvenes pero no se ha construido un ideal masculino de nuevos valores que atraiga a los varones, que los haga parte indispensable de estas formas de vida igualitarias.

   Hablamos a los jóvenes de igualdad, pero lo que detectan a diario en su vida cotidiana es la tremenda incomodidad masculina frente a la libertad de las mujeres. El inconsciente colectivo no se ha desprendido aún de la materia pegajosa y sucia de los viejos tiempos. Se renuevan viejos mitos contra la nueva libertad de las mujeres: son egoístas, astutas, golfas, interesadas o manipuladoras. Lo dicen escritores que lamentan la pérdida de la feminidad, jueces que intencionadamente lanzan el infundio de que la mayor parte de las denuncias de malos tratos son falsas, programas de televisión que ritualizan una lucha de sexos con los viejos esquemas o informativos que presentan un execrable crimen machista como una historia de amor.

   Las nuevas redes sociales sirven de refugio al más viejo machismo. Las descalificaciones, los insultos contra las mujeres proliferan como setas venenosas. La crisis económica y la irritabilidad so cial son, además, un buen campo de cultivo del nuevo antifeminismo, de una revuelta anónima y clandestina contra la igualdad de las mujeres. Los amargos frutos de esta situación no se han hecho esperar. En varias comunidades el número de mujeres menores de 25 años atendidas por maltrato supone ya más del 25% del total. Los datos nos indican que no hay tampoco un perfil determinado de víctima. Que no hay vacuna que inmunice a nuestras chicas frente a las miles de caras y de estrategias de culpabilización con las que el machismo se disfraza, empezando por un concepto de amor romántico que es pura posesión. Pero donde realmente tenemos que poner los esfuerzos es en cambiarlos a ellos, a los agresores.

   Para eso, nada mejor que presentar referentes masculinos igualitarios, defensores de este nuevo territorio recién conquistado. Hombres que pongan voz y acciones, que sean los primeros en denunciar los crímenes machistas, indignarse por la muerte de cada mujer y avergonzarse de cada acción que atente contra la igualdad de las mujeres.

   Es el momento de que los hombres que han hecho suyos los ideales de igualdad se hagan visibles en las redes, en la educación, en los medios de comunicación. Si queremos que crezca la flor de la igualdad, es indispensable que hagamos visible, deseable y feliz una nueva masculinidad. La nueva etapa de la lucha contra la violencia de género, es ahora cosa de hombres.
@conchacaballer

CONSEJOS PARA ESCRIBIR

Publicado en El País de Andalucía


   Había escrito un artículo titulado El chollo de la religión en el Bachillerato en el que desmenuzaba las negociaciones del PP con la Conferencia Episcopal en el último tramo de la Lomce. Según todas las informaciones, habían decidido incluir una enmienda por la que todos los centros tendrían que ofertar la Religión entre sus dos o tres asignaturas optativas del Bachillerato. Sin embargo, oh milagro, a última hora han dado marcha atrás y aunque no queda claro el tratamiento final, tuve que retirar precipitadamente el artículo hasta disponer de más información. Una buena noticia que a mí me dejaba con la columna vacía justo en el momento en que iba a emprender un pequeño viaje.

   Tenía que encontrar rápidamente otro tema sobre el que escribir y para colmo no paraba de sonar el teléfono. Les expliqué a mis hermanos y amigos con los que había quedado que llegaría algo más tarde porque no había decidido todavía el motivo del artículo.
 —Escribe de algo que no sea de política, que estamos muy cansados —dice mi hermano.
—No escribas otra vez de tu instituto hasta que pasen unos meses, que últimamente estás muy pesada con tus alumnos.

   Uno de mis cuñados me pide que sea positiva: —La gente quiere algo a lo que agarrarse y no encuentra más que desesperación. Tú deberías escribir textos que den esperanza.
—Pues a mí, con sinceridad, lo que me gusta es la literatura. Deja la política y la actualidad. Pasa a hablar de literatura que es tu territorio —me aconseja un amigo.

   Alguno me propone escribir de Halloween, de cómo hemos importado la fiesta americana con todos sus avíos, truco o trato incluido. Le digo que no estoy de acuerdo, que me gustan las fiestas que hacen suya la calle y que hace muchísimos años en los pueblos se celebraba esta noche con calabazas o melones perforados, con velas y túnicas blancas, con bromas macabras y cuentos de miedo. Me contesta que me lo estoy inventando, que esa fiesta es made in USA hasta los tuétanos, que nos colonizan culturalmente y nos explotan económicamente. Le aclaro que en todo caso se enriquecen los chinos que son los que han vendido todos los disfraces que se pasean por las calles.

   El amante de la literatura propone que le dé un giro poético al tema, que hable del paso del tiempo, de la muerte, de la casa vacía y del olvido. Le contesto que el Halloween de verdad está en las portadas de los periódicos del día: los bancos han ganado un 80% más sin prestar dinero a la economía sino al Gobierno, las cuchillas de Melilla cortarán las manos a los inmigrantes, el velo islámico regresa al Parlamento turco…
—¡Uff! Nos vas a dar el fin de semana… Habla de las bodas notariales. ¿No te has dado cuenta de lo que le gusta al PP una notaría? ¡Ya quisiéramos profesores, personal sanitario, autónomos, tenderos o metalúrgicos gozar de una cuarta parte del amor que el Gobierno le profesa a nuestros notarios! ¡Con qué mimo los cuidan! ¡Cómo valoran su trabajo! ¡Cómo están dispuestos a quitarse de sus propias carnes expedientes y competencias para cederlas graciosamente a las notarías! —me propone una amiga.

   El tema es tentador, lo confieso, pero la siguiente llamada me destroza el tratamiento.
—¿Qué quieres que te diga? A mí me parece bien casarse por lo notarial —mi amigo siempre ha sido muy antimatrimonio y solo el matrimonio homosexual lo ha reconciliado levemente con la institución—. Por fin el Gobierno reconoce que el matrimonio es un contrato o un negocio como otro cualquiera.
—Pero costará 95 euros y es una privatización descarada —le replico.
—Los Ayuntamientos también cobran —me responde.
—Solo algunos. Y les prestan suntuosos salones, una ceremonia bonita y con glamour.
—Al final, el sentimentalismo nos puede —concluye.

Y así es imposible. Imposible escribir sin sentimientos, alejada de la política, con esperanza, divertida, sin mención alguna a mi instituto y con todas las contradicciones a cuestas. Ustedes me perdonarán.
@conchacaballer

OTRA VEZ, NO



Publicado en EL País de Andalucía 

   Según Montoro, ministro de Hacienda, “los salarios no están bajando en España sino que moderan su crecimiento”. El Congreso de los Diputados está cada día más entretenido. El ministerio de la verdad es cada semana más surrealista: brotes verdes, salarios en crecimiento moderado, selección de estadísticas elaboradas por chamanes enloquecidos, reinado del oxímoron, paraíso del lenguaje encubridor, lugar donde el topless está prohibido mientras se desnuda “preventivamente” a las invitadas…

   Aunque los salarios —claro que no—, no bajan, por cuarto año consecutivo los Presupuestos Generales del Estado decretan la congelación salarial de todos los empleados públicos. No importa que el ministro prevea mayores ingresos y recuperación económica. A la función pública, ni agua, debe ser la consigna. Si tienen todavía alguna duda sumen estos descuentos: el IPC (según datos oficiales del INE) desde 2010 hasta el día de hoy ha subido un 9,1%. Se espera que el año próximo lo haga un 1,5% lo que significa que solo por efecto de la congelación salarial la función pública perderá 10,6 puntos de poder adquisitivo. A esto hay que sumarle la supresión de la paga extraordinaria efectuada por el Gobierno central que supuso una rebaja de 7 puntos sobre las retribuciones totales. Y, todavía no satisfechos con esto, sumen los 10 puntos que se derivan de la supresión de los complementos de la paga extraordinaria en la Comunidad Autónoma de Andalucía. Todo esto sin contar (no quiero llevarles a la desesperación) el aumento del 5% del IRPF o los gravámenes de todo tipo de impuestos. La pérdida total de poder adquisitivo de los funcionarios oscila entre el 20% y el 30% de sus ingresos.

   Con este panorama el ministro Montoro nos explicó, con expresión de quien merece ser calurosamente felicitado, que el próximo año se mantendrían las pagas extraordinarias.
Ese conflictivo recorte, se le olvidó decir, lo dejaba al arbitrio de las Comunidades Autónomas.Lo peor del caso es que la comunidad que inmediatamente tomó el guante fue Andalucía. El Gobierno andaluz, tras rechazar los Presupuestos Generales del Estado y afirmar que “estaban diseñados para asfixiar a las Comunidades Autónomas” y que le “restaban a Andalucía 1.200 millones de euros”, ha decidido suprimir la mitad de las pagas extras de los funcionarios andaluces. Es decir, que en vez de reclamar ante el Gobierno central la financiación que le corresponde o buscar nuevas formas de ingresos, vuelve a golpear a los trabajadores públicos.

   Se trata de una medida socialmente injusta, políticamente suicida y económicamente contraproducente. El Gobierno andaluz argumenta que lo hace para conservar el empleo público pero, aún si así fuera, no se puede combatir una injusticia con otra de idéntico calado, máxime cuando se hace de forma reiterada. Prácticamente todas las comunidades tienen idénticos complementos y forman parte del salario reglado de sus trabajadores. No se trata de una paga potestativa ni arbitraria que se pueda suprimir sin consecuencias.
En el plano político la medida es suicida porque los mismos dirigentes políticos del PP que aprietan las cuentas públicas de Andalucía serán los primeros en ponerse a la cabeza de la protesta por el recorte de las pagas públicas. El Gobierno regional acaba de regalarle su discurso político al desangelado PP andaluz que andaba a la deriva. El Ejecutivo de Andalucía perderá toda credibilidad en la oposición a las políticas de recorte de los servicios públicos, porque no puede haber calidad alguna cuando el colectivo que los sustenta es vapuleado continuamente. Para la ciudadanía, se fomenta la idea de que todos son iguales, sin paliativos.
Finalmente, la medida es equivocada en términos económicos. Los 322 millones que se detraen a los funcionarios no solo se restan de sus bolsillos, sino de la calle, de las tiendas, de los servicios, de la actividad económica y del empleo. Empobrecer a un cuarto de millón de ciudadanos andaluces nos hace más pobres a todos.
@conchacaballer

LA SUPERIORIDAD MORAL DE LA IZQUIERDA



Publicado en El País de Andalucía 

   No se acaban de poner de acuerdo en su tesis central. Unos días se empeñan en argumentar que “la vieja división izquierda y derecha ya no existe” y, a la semana siguiente, elaboran un cuadro completo para demostrar que ha terminado la superioridad moral de la izquierda.

   Es verdad que la denominación izquierda y derecha solo designaba el lugar en el que se sentaban los delegados que defendían los privilegios reales de los que se oponían y que un lugar geográfico no determina tu forma de pensar ni la coherencia de tus actuaciones. También es cierto que nadie está construido de una pieza, sin contradicciones. Hay personas de la izquierda incoherentes o egoístas y personas de la derecha política que practican valores de solidaridad.

   Pero hagamos un ejercicio sencillito de utilidad. Desde la llegada de nuestro país a la democracia, intenten recordar una o varias leyes que afecten a derechos sociales, a la igualdad de oportunidades, a la creación o la ampliación del estado del bienestar, a la justicia social, que haya sido elaborada o impulsada por partidos u organizaciones de la derecha. Repasen detenidamente: la universalización de la seguridad social, la universalización y ampliación de la enseñanza, la igualdad entre hombres y mujeres, el reconocimiento de derechos de las personas homosexuales, la ley de dependencia, los sistemas de protección social… Ni uno solo de ellos ha sido impulsado por gobiernos de la derecha en nuestro país o por sus organizaciones sociales.

   Por el contrario, a la chita callando, aprovechando la crisis económica, mientras usted y yo comentamos el último episodio de corrupción o de descrédito de los políticos, se está reformando todo el edificio institucional propio de un estado de bienestar en función de unos valores que se asientan en el poder del dinero, la división social y el quebranto de la igualdad de oportunidades. No hay una sola ley importante que no esté siendo convenientemente talada, disminuida o simplemente aniquilada. La justicia gratuita ha dejado ser tal y ahora si, por ejemplo, quiere pleitear contra las cláusulas abusivas de los bancos, prepare 300 euros para la primera demanda. La seguridad social ha dejado de ser universal y se ha expulsado a más de 700.000 inmigrantes. El aumento de las pensiones deja de estar ligado a su indicador real que es el coste de la vida. Los derechos de las personas con dependencia han dejado de ser vinculantes y se han convertido en potestativos. En la educación se impone el criterio de excelencia al de igualdad y se aumenta el poder religioso en las aulas… Hasta 30 leyes centrales para nuestra vida están siendo modificadas en una operación que ya no se puede llamar reforma, sino demolición.

   Para el triunfo de esta operación se requiere la liquidación del patrimonio moral y ético de la izquierda. Necesitan como el agua el sindicalista corrupto, el político de izquierdas trincón. Anoten como la lupa inquisidora no encuentra, o mejor no busca, conductas delictivas en las organizaciones sociales de la derecha. Fíjense en la benevolencia que se aplica a las conductas delictivas de los empresarios y cómo empieza a ser ya una preocupante toma de partido ideológica.

   Pero lo anterior no pretende disminuir la responsabilidad o la condena moral de políticos o sindicalistas de izquierda que realmente se hayan enriquecido o malversado caudales públicos. Todo lo contrario. El daño que han producido va mucho más allá de su penalización legal. Sea cual sea su condena, no pagarán el daño que le producen a la izquierda y al movimiento obrero en este país. Han rasgado ese delicado tejido construido con el sacrificio de miles de hombres y mujeres que han dedicado sus vidas a la defensa de causas justas, al progreso de la gente más sencilla, a la conquista de derechos que nos han hecho más libres. Hombres y mujeres, ideas y valores que son ahora más necesarios que nunca. En cuanto a los otros, si se demuestra su culpabilidad y su enriquecimiento personal, ni una lágrima por ellos. Malditos sean.
@conchacaballer

NO NOS PODEMOS QUEJAR

    Se ha convertido en el principio y final de muchas conversaciones. Es el resumen perfecto, el punto y aparte de la comunicación de nuestras desdichas. La pronunciamos encogiendo los hombros, entornando los ojos y con una mueca de impotencia en los labios.

    Con esta expresión socializamos nuestras desgracias, sentimos formar parte de un colectivo al que todavía le han ido las cosas peor que a nosotros mismos. No importa cuantas injusticias nos asolen porque siempre habrá alguien más desprotegido, más pobre o más solo.

    Lo malo es que una frase de uso privado que pretendía animarnos, formar parte de una cadena humana y socializar nuestras desgracias, se ha convertido en un discurso oficial impuesto que pone fin a cualquier reclamación y a cualquier asomo de sublevación social. No es que no nos podamos quejar por solidaridad con los que más sufren, es que no nos podemos quejar porque pueden arrojarnos al escalón inmediatamente inferior y eso nos causa pavor.

    El funcionario al que le esquilman por enésima vez sus haberes no se puede quejar porque es fijo. Al que han reducido su sueldo de forma brutal, no puede protestar porque al menos no ha sido despedido. El joven contratado por un raquítico puñado de euros, al menos no ha tenido que salir de nuestro país. Incluso el que está en la cola del paro puede considerarse afortunado porque todavía no recoge a la puerta del supermercado los productos caducados. La cadena de no queja, no reclamación, no protesta, se extiende al infinito. A fin de cuentas, todos tenemos algo propio, que no nos pueden arrebatar, una mano amiga o un hueco por el que escapar de las desdichas.

     Nuestra cotización ha caído porque nos consolamos con las desgracias ajenas
La ofrenda de agradecimiento por “nuestros privilegios” se deposita a los pies de los poderosos. Con cada “no me puedo quejar” cedemos territorios que pertenecían a nuestros derechos, a nuestro trabajo e incluso a nuestra dignidad. Trabajamos más horas por menos salario; consideramos potestativa una paga extraordinaria que forma parte de nuestros derechos; nos aprestamos a trabajar fuera de convenio o a hacer horas fuera de contrato; a regalar nuestro trabajo y nuestro esfuerzo sin conflicto social alguno.

    El hecho de que haya otras personas en peores situaciones que nosotros se ha convertido en la coartada perfecta para reformular el marco laboral. Y no me refiero a las injustas leyes promulgadas sino al derecho que se escribe en la calle, en las empresas, con prácticas crueles que las estadísticas apenas detectan, con salarios de miseria y condiciones leoninas nunca antes descritas. Algunas mujeres adelantan su incorporación laboral tras el parto por miedo a ser despedidas; muchas personas acuden enfermas al trabajo por miedo al despido. Por supuesto, también sin quejarse.

    El valor del trabajo ha caído drásticamente en el mercado. Nuestro esfuerzo, nuestro saber, nuestra inteligencia apenas valen nada. No importa que el sector para el que trabajemos sufra la crisis o apenas la haya sentido. Nuestra cotización ha caído vertiginosamente porque tenemos miedo, porque nos consolamos con las desgracias ajenas, porque asumimos acríticamente todos los discursos manipuladores y engañosos que nos lanzan a diario, porque nos hemos resignado a ser hojas al viento.

    El miedo insuperable a caer más bajo en la escala social nos paraliza. Y de todas las estrategias defensivas inútiles esta es la más contraproducente. Si en vez de no quejarnos pasáramos a hacerlo; si en vez de callar, alzásemos la voz; si en vez de estar aterrorizados, actuásemos; si en vez de resignarnos a todas las injusticias grandes y pequeñas, pronunciásemos un rotundo y terco no, entonces esta crisis se escribiría con otro final.

   Trabajar no es un privilegio, sino un derecho. Léanse la Constitución. No hay privilegio alguno en cobrar lo justo, en trabajar lo estipulado, en no ser explotado, en tener vacaciones o baja laboral cuando estamos enfermos. No llamemos paciencia al miedo, ni espíritu positivo a lo que es simplemente una rendición.
@conchacaballer

sábado, 9 de noviembre de 2013

MANO DURA Y PASO ATRÁS

Publicado en El País Andalucía

          Tardamos mucho en comprenderlo, pero los seres humanos no somos flores de una sola generación. Acumulamos experiencias, miedos, recelos o esperanzas de generaciones anteriores. Yo no viví la Guerra Civil, claro está, pero mi familia sufrió de una forma terrible la violencia de aquel tiempo. Conservo una foto, fechada alrededor de 1927, de mis familiares en una celebración. Lucen sonrientes, atractivos y seguros. Nadie hubiera imaginado que pocos de ellos seguirían con vida 10 años después. Y la historia que no vivimos, dejó sus huellas en varias generaciones posteriores. Si alguien piensa que voy a contarles una historia más de la Guerra Civil, se equivoca. Lo que quiero expresar es que somos parte de una cadena. Que hablan por nosotros voces distintas, aunque no ajenas.

        Se han escrito muchos libros sobre la dictadura, pero lo que apenas se ha contado es el tono moral de esa época. La maldad, la crueldad, el clasismo que no solo se expresaba en los calabozos sino en la vida cotidiana. No toda la sociedad era siniestra, pero el pensamiento dominante era miserable e inmisericorde. A la vuelta de una jornada infructuosa, el cazador podía disparar un tiro en la cabeza del perro que lo acompañaba. La correa de los pantalones servía para propinar terribles palizas a los niños. Las personas con discapacidad eran ocultadas como un estigma. De las mujeres… para qué hablar. Lean a Delibes o vean esa película reveladora de Carlos Saura llamada La caza.

            Los sistemas autoritarios necesitan pensar mal del ser humano, ponerse en lo peor, alentar la venganza, desprestigiar el perdón, castigar, proclamar que no hay redención posible. La democracia no sólo nos hizo más libres, sino también más buenos. Alentó nuestros mejores deseos, nos ofreció ciertos ideales colectivos.

           Ahora que todo se resquebraja, vuelven las ideologías del mal a apoderarse de nuestra mente. Debe haber explicaciones sociológicas para ello. Las soluciones drásticas nos tranquilizan. El racismo nos concede una superioridad rápida ante los demás seres humanos. El castigo severo nos convierte en dueños de no se sabe qué futuro.

           Dicen que el 70% de la sociedad española es partidaria de la cadena perpetua. Y lo creo. Seguramente si le preguntasen —y no lo hacen porque no es correcto— por la pena de muerte también obtendría un considerable respaldo. La gente pronuncia frases que han sido implantadas en su cerebro a fuerza de sensacionalismo barato y de espectáculo mercantil: “matar sale muy barato” o “en España hay muchos asesinatos”. No importa que los datos demuestren que nuestro país es uno de los más seguros y pacíficos del mundo. Tampoco que las condenas en España sean de las más duras de nuestro entorno.
     
           Cuando un prejuicio se asienta en nuestra cabeza es inmune a la verdad.Para estas reformas legales se invoca el dolor de los familiares de las víctimas, sin ser conscientes de que el peor daño que la sociedad les puede hacer es no ayudarles a superar su pérdida. Por el contrario, hay verdaderos especialistas en alimentar su furia, su insatisfacción. Una senda delicada que no los dejará vivir en paz.

           Uno de los pilares ideológicos del autoritarismo es la desconfianza en el ser humano, su incapacidad de gobernarse y la creencia de que solo “el palo y la mano dura” solucionarán los problemas, excepto con los delitos económicos donde la permisividad llega al extremo. Por eso, cada vez que suenan las trompetas del autoritarismo, se remueve el caldo de cultivo de la inseguridad ciudadana. Si la finalidad fuese luchar más eficazmente contra el delito, se aumentarían los recursos para la investigación policial y se pondrían en marcha sistemas efectivos de reinserción de las personas presas. Pero, no nos engañemos, no es ese el objetivo, sino apaciguar una demanda populista que ellos mismos han creado y que no tiene fin. Lo único que nos falta es que, además de salir de la crisis más pobres, salgamos más malos, sin rastro alguno de confianza en el ser humano. Mano dura y paso atrás.

sábado, 5 de octubre de 2013

EL PUTO AUTOBÚS

   

Publicado El País de Andalucía

Me llama una alumna de mi instituto. Acaba de terminar el bachillerato con matrícula de honor y ha obtenido unas notas de selectividad que le permiten escoger la carrera que deseaba. Me dice que se ha matriculado en la UNED, la Universidad a Distancia, y le pregunto extrañada por qué.

  —Me hubiera gustado conocer el ambiente universitario pero no va a poder ser.

   Me explica que su padre y su madre están en paro. Han estado haciendo cálculos y no pueden pagar los ciento y pico euros mensuales que suponen el desplazamiento diario desde Coria del Río a la Universidad Pablo Olavide. Le contesto que no se preocupe, que estoy segura de que le concederán la beca que ha solicitado, que si no se la conceden a ella con su magnífico expediente y su situación familiar, no habrá becas para nadie.

  —Ya lo sé —me contesta— pero el problema es que las becas no empiezan a pagarlas hasta febrero o marzo y no podemos adelantar ese dinero.

   Le digo que hay algunos fondos para esas situaciones. Me dice que ya ha preguntado y que están saturados. Me ve tan afectada que es ella la que se dedica a animarme.

   —No te preocupes. Es solo una racha de mala suerte. El año que viene será distinto. Ya verás.

     A los dos días me encuentro en la puerta del instituto a una pareja de jóvenes estudiantes que terminaron también el curso pasado con estupendas calificaciones y una inesperada historia de amor. Los hacía en la Universidad pero me dicen que han venido a matricularse en el único ciclo superior de formación profesional que existe en la localidad, el de Informática. Algo totalmente ajeno a sus aspiraciones y a la orientación de sus estudios. Me cuentan exactamente la misma historia. Los pocos kilómetros que separan este pueblo de la ciudad de Sevilla se han convertido en un foso insuperable. El pago de las becas se produce con retraso y eso les obliga a adelantar un dinero que no poseen. Siento una profunda rabia.

    —No pasa nada. De verdad —me dice él con más convencimiento que ella—. No vamos a perder el año. Vamos a buscar algún trabajillo y ahorrar para poder empezar la carrera el próximo curso.

   Frente a los cristales de secretaría está la madre de uno de los alumnos del centro. Tanto ella como su marido están parados desde hace más de tres años. Les pregunto si ha mejorado la situación.

—Bueno… vamos tirando. Tenemos la suerte de tener la casa pagada y mi padre se hace cargo de los gastos extras, que si unos zapatos, una equipación… nos arreglamos con muy poco.
—¡Ojalá las cosas mejoren! —le digo sin mucha convicción—.
—¡De verdad! Todos los días cuando me levanto me acuerdo de los que no tiene nada, asegura.

    Me hace sonreír el optimismo histórico que nos permite sobrevivir y esa compasión que quita peso a las penas propias.

    En la sala de profesores discutimos las actividades extraescolares para este curso. Mejor dicho podamos, recortamos, escatimamos las que se solían hacer en años pasados. Recordamos con humor cuándo proponían ir a Cancún o a la Riviera Maya. Ahora ir a Granada ya es un lujo y las actividades son muy modestas: visitar algún museo de Sevilla, asistir a una función de teatro o participar en la feria del libro.

   —Aún así habrá alumnos que no podrán pagar el billete del autobús —nos advierte alguna compañera—.

    Antes Sevilla estaba muy cerca, ahora muy lejos. El modesto autobús al que apenas prestábamos atención juega ahora un papel determinante en cientos de vidas. Nunca pensé que subir a un autobús o a un vagón del metro llegase a ser un problema. Era el dinero menudo que volaba de nuestros bolsillos sin saber cómo. El mismo que hoy se cuenta, se mide, se planifica.

    Camino de casa observo a los viajeros que esperan en la marquesina con cara de indiferencia. Desde luego no son privilegiados. Como siempre, el conductor ha ocupado buena parte de la calzada e interrumpe el tráfico hasta que embarcan todos los viajeros. El vehículo va casi vacío. No sabe que se ha convertido en un nuevo símbolo de la escasez. El puto autobús.
@conchacaballer

EL PAPA FRANCISCO Y LOS OBISPOS ANDALUCES


 Publicado en AndalucesDiario
    Desde que el Papa Francisco ha dicho que “la curia vaticana es la lepra del papado” no dejo de pensar en los obispos andaluces. Ya sé que no pertenecen a la curia vaticana, pero presentan rasgos muy parecidos al grupo que describe el recién elegido Papa.

    Los obispos andaluces se agrupan en una entidad denominada “Obispos del Sur de España”, aunque son mayoritariamente de nuestra tierra y los temas que abordan son rabiosamente andaluces. Celebran asambleas con relativa frecuencia en la que acuerdan documentos conjuntos que luego se traducen en acciones, homilías o recomendaciones a los fieles. Sienten debilidad por la política y no hay suceso electoral ante el que no se pronuncien con un indeleble tinte azul marino, casi negro, diría yo. Durante la tramitación del Estatuto de Autonomía dieron su “do de pecho” en contra y en las recientes elecciones andaluzas orientaron a los fieles hacia las opciones contrarias al aborto, al matrimonio homosexual y a la defensa de la familia clásica. Perdieron

    Si tienen la curiosidad o el frikismo de repasar sus acuerdos, pensaran que se han equivocado rotundamente de país y de comunidad. La crisis económica es, para ellos inexistente. Los pobres, excepto alguna rendición de cuentas de Cáritas, invisibles. El dolor social, desconocido. Los temas sobre los que discuten, acuerdan y promueven son la ley de patrimonio de Andalucía y cómo afecta a los bienes eclesiales;  la beatificación y canonización de los mártires de las persecuciones religiosas de 1936 o, su tema estrella: la defensa, exigencia, reivindicación y presión a favor de la enseñanza religiosa concertada y privada en la Comunidad Autónoma de Andalucía. En este caso, eso si, entran en harina, felicitan la elaboración de la LOMCE y denuncian las trabas que, en su opinión, el gobierno andaluz está poniendo a la enseñanza concertada. Ni una línea por los recortes de la enseñanza pública o la pérdida de becas. Si creen que exagero pueden verlo aquí.

    Sobre el nuevo Papa, ni pío. La publicación de los obispos del Sur guarda un absoluto silencio sobre sus declaraciones o actividades. A título individual, algunos obispos contradicen o matizan las intenciones del nuevo Papa de renovar el papel de las mujeres en la Iglesia. “El sacerdocio es un don, no un derecho”, declaró recientemente el Obispo de Córdoba.

    Y es que si el Papa Francisco piensa que la única oposición que puede encontrarse para renovar su institución es la curia vaticana, está el pobre mucho más que equivocado. Cuando afirmó que en esta crisis económica, había que estar al lado del más necesitado, que la iglesia debería ser un hospital de campaña para los que sufren o cuando criticó que la Iglesia viviera “obsesionada con el aborto o los matrimonios gays” y los instó a no inmiscuirse “en la vida personal”, estaba retratando fielmente a gran parte de los obispos andaluces.

    Todavía resuenan las palabras del obispo de Granada en las que afirmaba que “España es un país subsidiado y plagado de funcionarios”. O las de aquel otro que santificaba los sacrificios de los recortes. O el insigne obispo de Córdoba, un Sherlock Holmes de la jerarquía eclesiástica, que había descubierto que  “la UNESCO tiene un plan para hacer que la mitad de la población mundial se vuelva homosexual”. O las peores declaraciones nunca vistas sobre la pederastia en el seno de la iglesia, que provinieron del Obispo de Tenerife, también asociado a la Asamblea de Obispos del Sur, cuando afirmó que “hay menores que desean el abuso e incluso te provocan”.

    El aislamiento de la sociedad, la defensa de intereses endogámicos, la insensibilidad ante el dolor social y la obsesión por la sexualidad no es un mal aislado solo en los pasillos vaticanos. Por eso espero con infinita curiosidad los movimientos en la curia española y, especialmente, en la del sur, encastillada en un integrismo hostil a todo cambio.

ESTE PAÍS ES VUESTRO



Publicado en El País Andalucía

     En mi familia todos sabemos ahora dónde está Isla Reunión. Su nombre estaba agazapado en algún lugar de nuestra memoria de estudiantes de bachillerato pero ahora sabemos localizar ese lugar con precisión. En cada casa nombres de países y de ciudades exóticas han pasado a formar parte de la vida cotidiana. Nunca pensamos que íbamos a aprender nuevamente geografía a golpe de exilio. Tampoco llegamos a imaginar que el futuro empezaba en una sala de embarque, en el pasillo interminable de un aeropuerto cercano.

    Respiramos aliviados cuando nuestros jóvenes sortearon los vendavales de la adolescencia y se centraron en los estudios. Ellos, por su parte, tuvieron que lidiar con sus propias decisiones, batallar muchas veces contra nuestros deseos de proyectar en ellos nuestras vidas. Estudiaron, se formaron, acumularon títulos, másteres, dominios lingüísticos. Fueron formales, estudiosos, cumplidores con la antesala de su futuro. Cumplieron perfectamente con el requisito de excelencia que se les exigía, sin saber que este país iba a premiar su esfuerzo con un boleto de salida.

    Ahora se van a Isla Reunión, a Quebec, a Sídney… Y si no se han ido todavía, lo están sopesando, buscando afanosamente en Internet, compartiendo con otros jóvenes los mejores lugares para salir de nuestro país, de nuestras vidas y de nuestro presente. Incluso los que se quedan, ya no están aquí. Al finalizar la carrera, un cartel invisible de “Game over” se coloca en sus vidas y el siguiente nivel del juego consiste en encontrar una puerta de salida fuera de nuestras fronteras.

    Mentalmente han dejado de ser ciudadanos de este país que no los quiere, que prescinde de ellos como de un lujo innecesario. Volverán, nos dicen, cuando las cosas mejoren en nuestro país pero la pregunta que me golpea es: ¿Quién, si no ellos, puede mejorar este país? ¿Quién, sin ellos, hará los cambios necesarios? ¿Qué clase de futuro podremos conseguir sin el empuje y la fuerza de la juventud que va a vivirlo?
No hay un solo cambio social importante que se haya hecho sin el protagonismo de los jóvenes. La democracia en nuestro país no la trajeron unos cuantos señores encorbatados y un rey condescendiente sino miles de jóvenes que hicieron de la libertad su bandera, su forma de vida y un sueño que no se podía arrebatar. Hasta su forma de vestir, la música que escuchaban, su forma de relacionarse se convirtieron en una oleada de aire fresco que acabó con la dictadura. Los encorbatados y reyes no solo no nos regalaron la libertad sino que pusieron límites, pactos y fronteras a este sueño.

    Este país no es un negocio ruinoso que deba permanecer en las manos de los mismos que nos llevaron al desastre. Si hay alguien que debe salir de nuestra tierra son los que hicieron de nuestra economía un juego de casino; los que despreciaron la ciencia, la tecnología, el medio ambiente y la cultura. ¡Que se vayan ellos! Pero no vosotros.

     Vuestra salida de la crisis no está a la vuelta de la esquina. La suya sí. Recuperarán la tasa de beneficio a costa de empobrecer los salarios. Se adueñarán de los servicios públicos para convertirlos en negocio. Proclamarán el fin de los derechos sociales y del estado del bienestar. Os dirán que esto no os incumbe, que son medidas coyunturales provocadas por la crisis pero la realidad es que mientras buscáis en Internet un país en el que protegeros del aguacero, ellos diseñan la España que encontraréis a vuestra vuelta, construida con los peores materiales del pasado.

     Este país es vuestro. Es necesario decirlo, gritarlo, imprimirlo porque os lo han arrebatado. Nos han hecho aceptar con naturalidad vuestra huida para que no participéis en el diseño del futuro. Vuestra historia individual, es colectiva. Vuestra maleta es la de toda una generación. Vuestros recorrido en las salas de embarque, una marcha multitudinaria. Vuestros pasos callados, un ruido ensordecedor. Vuestro dolor personal, una herida colectiva. Por eso, si podéis, echadlos. A fin de cuentas son ellos quienes no tienen patria.
                                       @conchacaballer

!QUIÉN SE PUDIERA IR!


Publicado en AndalucesDiario

          ¡Qué suerte tienen los catalanes que han encontrado un sueño, un mantra, una jaculatoria que todo lo soluciona! Además, están cerca de la frontera, pegaditos a un país envidiable. Ya nos gustaría a nosotros tener una puerta de escape, una frontera a mano que no lindara con peores injusticias y con menor libertad.
A nosotros tampoco nos quieren, no os creáis. No dejan de ridiculizar nuestra forma de hablar, desprestigiar nuestra cultura y paralizar nuestras leyes pero lo curioso es que el gobierno central del PP y vuestro gobierno de CIU compiten por ver quién es más áspero y desabrido con los andaluces.  A vuestros niños los quieren españolizar, a los nuestros nos los tercermundializáis al menor descuido. Sin embargo, ay, nosotros no tenemos una puerta trasera para escaparnos y estamos aquí,  pegados por cordilleras fronterizas, lindando con dolores ajenos y con tierras esteparias.

        Si en vez de compartir un mar fronterizo con Marruecos, con costas donde conviven la “creme de la creme” del turismo extranjero y las pateras, lindáramos con Francia, con la Riviera de Saint Tropez, nosotros también nos envolveríamos en la bandera andaluza y haríamos una cadena de alegre huida de la realidad.

     Cuando nos levantamos, respiramos el mismo aire viciado que vosotros, sentimos la opresión de tener que cargar con esta historia, este presente y estas injusticias pero no nos consolamos con la idea de que si fuésemos independientes desaparecerían por ensalmo la crisis económica, el paro, los recortes y la corrupción. Claro que la mayoría de vosotros pensáis que vivís en un país rico empobrecido por los pobres del sur y nosotros pensamos que vivimos en una comunidad rica, empobrecida por los ricos sin distinción de nacionalidad.

    Aunque Artur Mas haya sido incluso más Terminator que Rajoy en cuanto a recortes sociales, sus hachazos no deben doler de igual manera. Sus cierres hospitalarios, sus despidos de profesionales, su precursoras decisiones sobre copagos, no son al parecer tan negativas como las del PP, aunque tengan idéntico significado. A pesar de que los casos de corrupción en los que están envueltos miembros de Convergencia i Unio sean abrumadores, los imputados no se pasean por los telediarios estatales, sus nombres no se conocen y la política catalana, tan opaca o más que la española, sigue presumiendo de seny. Los casos se negocian, se silencian o se intercambian. Vuestros escándalos bancarios son menos sabrosos  y el dinero público que se ha invertido en sanear desde tiempo inmemorial la banca catalana, menos ofensivo. A fin de cuentas, la burguesía catalana ha aprovechado el sentimiento nacional para lavar los trapos sucios en casa, o directamente para no lavarlos.

     Por eso me conmueve, con sinceridad, escuchar a jóvenes catalanes, a intelectuales honestos, expresar su esperanza en que la independencia suponga un cambio profundo en sus vidas, sin tener en cuenta quién maneja su barca ni sus esperanzas. No me duele el sueño de autogobierno catalán y comparto su derecho a decidir. Me duele que la izquierda catalana haya perdido el paso y anden perdidos o a rastras de sueños ajenos y de palabras encadenadas. Echo de menos los tiempos en los que la bandera andaluza y la catalana se hermanaban pidiendo autogobierno, libertad y derechos sociales. Considero que perdieron las batallas del futuro el día que aceptaron la terrible y excluyente idea de unas tramposas balanzas fiscales que venían a decirle a la población que toda la culpa de sus recortes no las tiene el capital financiero y las políticas de ajuste duro de la derecha, virtual o real , sino los pobres del sur y de la periferia que vivimos de vuestro esfuerzo.

     Nosotros tampoco queremos vivir en un país donde sobran territorios enteros, se menosprecian las culturas, se ataca la diversidad y se gira al centralismo más feroz pero tiene que haber una tercera vía de entendimiento, de respeto, de cooperación que ahora no se atisba pero que renacerá en cuanto los tiempos sean menos hostiles y el miedo al presente nos haga ser menos manipulables.

jueves, 19 de septiembre de 2013

LA VENTANA DE LA SER: CAFÉ DE LOS MIÉRCOLES



        Esta temporada estaré todos los martes, de cuatro a cinco, en el programa de La Ventana de la SER con Carles Francino y Rafael Vilasanjuan. Aquí puedes escuchar el programa de esta semana

SEÑALADOS, OBJETIVO CONSEGUIDO


Artículo publicado en El País Andalucía

   No sé si han tenido la oportunidad de ver The Newsroom. Es una de esas producciones norteamericanas que te hacen amar apasionadamente el periodismo. El equipo de redacción de este informativo televisivo, investiga, desvela, contrasta la información y reconoce errores cuando se producen. Han emprendido, eso sí, una lucha particular contra el Tea Party por el uso de la mentira, la exageración y la deformación interesada de la realidad, algo que consideran una amenaza para la democracia.

   No me atrevo a entrar en los fundamentos jurídicos de los autos de la jueza Alaya, pero si les digo que una gran parte de periodistas, columnistas, juristas están escandalizados por su forma de instruir. Incluso personas muy afines al PP reconocen en privado la falta de garantías de sus procedimientos. En la trastienda de las tertulias se opina que los contenidos de sus textos son contradictorios y que el calendario se ajusta como un guante al calendario político. Pero si les preguntas por qué no escriben lo que realmente piensan o por qué no lo dicen en público sacuden la cabeza y te contestan que “no quieren mezclarse en este asunto tan feo de los ERE”.

   Yo tampoco. Los delincuentes de los ERE, además de haber robado 136 millones, le han hecho el mayor daño imaginable a Andalucía. Por muy duras que sean las sentencias, no pagarán nunca su delito contra nuestra tierra. Sin embargo esta condena no nos puede llevar a considerar justo lo injusto, o adecuado lo esperpéntico. No se puede combatir la corrupción sin procedimientos limpios, democráticos y justos.
El PP comunicó a la prensa el presunto auto de la jueza Alaya en plena toma de posesión del Gobierno. Zoido luego leyó con delectación la palabra “imputado” y proclamaba que “se habían derrumbado los pilares de la Junta de Andalucía”. Los informativos de varias cadenas de televisión abrieron y cerraron con la imputación de dos expresidentes andaluces. Dos días después, el mismo Zoido reconocía que “realmente imputados no están, pero sí señalados”. Esa es la palabra. Como se decía antiguamente en los pueblos. ¿Qué clase de figura jurídica es esa? Ninguna, pero no importa. Ni las cadenas estatales van a rectificar, ni el sambenito de la imputación va a ser retirado.

   Los autos de la jueza Alaya son, literariamente, una mina. Ha llevado la novela negra a las salas de instrucción de Andalucía incluyendo las detenciones nocturnas y la tensión psicológica en los interrogatorios. De repente dio un vuelco al guion y decidió que había “llegado el momento de dar un salto cualitativo a la instrucción” y poner el foco no en los ladrones, sino en los guardianes. Imputó a veinte ex altos cargos de la Junta tirando del organigrama. Los delitos no se detallan. Por lo visto haber sido director general de Presupuestos o cualquier otro alto cargo es en sí mismo un acta de acusación.

   El último auto supera a los anteriores en cuanto a figuras literarias. Comienza con una figura oblicua: algunas actuaciones procesales podrían contener “cierta carga incriminatoria”. Continúa con un verdadero manual de paradojas y antítesis. Imputa sin imputar en sí. Cada párrafo niega lo que se ha escrito en el anterior. Se utiliza la vieja figura de la preterición tan útil para el insulto (después de diez líneas sobre la imputación, afirma que no es el caso referirse a ella). Y finaliza con un toque de ironía cuando dice actuar para evitar a estas personas “la presión de los medios de comunicación”.

   Somos a estas alturas lo bastante maduros para distinguir quién se ha llevado dinero y quién no; dónde comienza el delito y dónde las responsabilidades políticas. Pero vivimos en un país en que el descrédito de la política se ha convertido en franca hostilidad. En este mar encrespado nadie quiere ir contracorriente. Sin embargo, sumarse al silencio o a la riada, no es bueno para la democracia. Si queremos que la política recupere su dignidad, tenemos que distinguir, analizar, ser escrupulosos con el estado de derecho. O estaremos trabajando para otro sistema. Otro régimen. Ya entienden.
@conchacaballer

jueves, 5 de septiembre de 2013

¿HAL ALGUIEN AHÍ?


Artículo publicado en Andalucesdiario.es

   Recuerdo que en el inicio de la crisis muchos analistas coincidían en que si el paro llegaba a los cuatro millones de personas, habría un estallido social sin precedentes. En el año 2009 se alcanzó esta cifra. Se volvió a hacer el mismo vaticinio con cinco millones, pero no hubo tal estallido social. Llegamos a los seis millones de personas paradas y la movilización aún fue menor que en los años anteriores.

   Hemos visto cambiar la apariencia de nuestras ciudades y pueblos. De cada cuatro comercios, dos han cerrado sus puertas. Ya es imposible comprar algunos productos si no es en las grandes superficies comerciales. Pero no ha ocurrido nada.

   Nos alertamos cuando nuestros jóvenes empezaron a irse al extranjero. Los despedimos con tristeza en los aeropuertos. Es por poco tiempo, nos dijimos. Creímos que se trataba de un fenómeno coyuntural, pasajero; que pronto volverían más experimentados, más sabios. Pero no. Ahora la palabra joven se escribe con letras de exilio, de pérdida de raíces, de desesperanza. Es como si nuestra posesión más valiosa la regalásemos al vecino. Nuestros mejores expedientes, nuestros mejores investigadores se marchan, con toda su excelencia a cuestas.

   Nos enfadamos la primera vez que metieron mano a nuestras nóminas, pero ahora las miramos con curiosidad para ver dónde el pájaro ha picoteado nuestros magros ingresos, qué ingeniería confiscatoria ha inventado para reducir nuestros salarios. Hoy, a la vuelta de las vacaciones, son muchas las empresas que han bajado las retribuciones de sus empleados. Ya ni siquiera dan explicaciones. Ya ni siquiera se les pide.

   Ser mileurista hoy no es un castigo, sino una aspiración. El precio del trabajo ya no se fija en ninguna negociación laboral y si se hace, no se respeta y si se respeta no se paga en tiempo y forma.
Protestamos ante el primer recorte de derechos sociales pero hoy no sabríamos enumerarlos todos: copagos, repagos, cierre de servicios. Cicatería absoluta con los más pobres. El hecho de que haya personas que escatiman en la medicación que necesitan porque no pueden pagarla ya no nos escandaliza. Ahora hasta los tribunales te cobran por denunciar las injusticias.

    La contestación popular ha sido adormecida con varias medicinas. Con descrédito: con palos, con multas pero, sobre todo, convenciendo a la mayor parte de la población de que la movilización es inútil, que para eso tienen Grecia a mano, la ineficacia de sus huelgas generales y sus penurias.

   Cuando dentro de mucho tiempo me pregunten cómo se vivieron estos tiempos tormentosos, les diré que con mucho silencio, que se prohibió la exhibición de la tragedia y del dolor. Que discutíamos lo accesorio mientras liquidaban nuestros derechos. Que sin querer les enviamos mensajes inconfundibles de haber levantado la bandera de la rendición. Que había gente que se movía, pero que eran pocos y rara vez los que estaban sufriendo más. Que murió antes la esperanza que el tiempo. Que de no esperar nada, nada obtuvimos. Que nos convirtieron en espectadores de nuestras propias vidas, mirando al exterior como si la crisis fuese un fenómeno meteorológico, a la espera que el viento malo amaine, pero sin esperanza.

   Ayer y hoy hay un debate importante en el Parlamento de Andalucía. Muy poca gente escucha. Y si escuchan no se creen las palabras. Nadie quiere ilusionarse. Le temen más a la decepción que a la desesperanza. No esperan nada de la política y esa actitud, basada muchas veces en experiencias frustrantes, hace que tampoco exijan nada. Quizás los beneficiarios de esta crisis estafa estén a punto de conseguir el círculo perfecto, la anomia total: una ciudadanía fastidiada, harta, que se queja en privado pero no actúa en la política, ni se une a su vecino. Todo el espacio público será entonces definitivamente suyo.

@conchacaballer

ANTISUSANISMO


 
Publicado en El País de Andalucía 

   En política no es que no haya una única vara de medir, sino que ni siquiera hay dos. Así, a vuela pluma, podemos destacar una primera vara de medir según las afinidades ideológicas, una segunda en función del sexo de la persona en cuestión, una tercera por su procedencia social y una cuarta por su raza. Y no necesariamente por este orden.

   El nivel de crítica se dispara exponencialmente si das positivo en más de dos parámetros. Apenas si conozco a Susana Díaz y puedo compartir alguna de las críticas o reservas que se plantean pero me resulta llamativa la ferocidad que han empleado con ella antes de que empiece su andadura y, sobre todo, el hecho de que estos argumentos no se utilicen contra otros representantes políticos.

   La elección de Susana es, según el PP, “una farsa, un fraude” porque no ha pasado por las urnas. Sin embargo este mismo partido considera “impecablemente democrático” que el Presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González o el de Valencia, Alberto Fabra, hayan sido elegidos por sus asambleas sin pasar por las urnas.

   La forma de elegir a Susana ha sido considerada como “un dedazo”, un “susanazo”, una imposición de Griñán. Los déficits de este proceso no pueden ocultar que en el PP el candidato es elegido por “las autoridades competentes”. De hecho Zoido afirma que están “a la espera de lo que decida Rajoy sobre la candidatura”, pero esto no es dedazo es liderazgo. 

   Susana Díaz es una persona que “no ha trabajado en su vida en la empresa privada ni ha hecho oposiciones en la Administración pública”. Efectivamente esto es así y soy también de las que creen que esto, no es que los inhabilite en absoluto para un cargo, pero supone un cierto déficit. Lo que no nos cuentan es la lista interminable de políticos andaluces y estatales que carecen de este currículo laboral o es tan escuálido como una raspa de sardina comenzando por Arenas, Fátima Báñez, Ana Mato, Antonio Sanz o el propio Felipe González.

   La juventud se ha convertido en un reproche a la futura Presidenta. A los 39 años es, por lo visto, una joven cachorro y una niñata inexperta. Rafael Escuredo tenía 38 años cuando se convirtió en el primer presidente de la Junta, Borbolla 36, Felipe González con 34 años era jefe de la oposición y Aznar con esta misma edad presidente de Castilla y León. Claro que eran hombres, tenían barba o pintaban canas.
Nadie se atreve a criticar sus orígenes modestos, pero muchas afirmaciones rezuman un clasismo cierto. Aunque tenga una carrera universitaria es “indocumentada”. “Barriobajera”, “trianera”, “de estética poco depurada” calificativos que exudan la incomodidad ante quien pisa el poder sin desprenderse totalmente de sus orígenes.
 
   Pero donde la crítica se vuelve apoteósica es en su condición de mujer. Susana no ha llegado a ser consejera sino que “se encaramó al poder”; no es decidida o valiente sino “ambiciosa”; no es inteligente sino “lista”; no aprende, sino que es “esponja”; no ha ganado congresos sino “ha fulminado a sus adversarios”. El marco se completa con un repaso a su estilismo, al color de su pelo o de sus blusas. Si esto no es sexismo, explíquenme de qué se trata.

   Todo es banal, vacío, irrisorio. Lo realmente importante es si el próximo Gobierno tendrá fuerzas y ganas para sacar a Andalucía de este agujero de desesperanza; si por fin tomarán como propio el reto del desempleo; si tienen proyectos nuevos, apertura real a la sociedad y sienten como suyos los problemas de la ciudadanía.
@conchacaballer

jueves, 22 de agosto de 2013

EL NAUFRAGIO DEL PP DE ANDALUCÍA





    Ni en sus peores pesadillas Javier Arenas pensó que acabaría de esta forma tan triste su vida política. Posiblemente sea éste el último mes de agosto en el que junto a su nombre luzca algún cargo institucional en el PP. A partir de septiembre, su estrella política dará un fundido en negro que lo sacará de escena sin aplausos del público y sin corte de seguidores. Si tiene suerte, su nombre se olvidará; si no es así se asociará para siempre al de Bárcenas, los sobresueldos de los dirigentes del PP y el caso de corrupción más vistoso de toda la democracia española.
 
   Javier Arenas se había construido un personaje político muy singular, una especie de navaja suiza con múltiples funciones.  En su tiempo fue el rostro amable de los populares pero fue ocupando cada vez más un mayor espacio de poder interno por su capacidad de negociación con los viejos barones y los viejos aparatos.

   Hubo un tiempo en el que estaban de moda los rayos UVA y lucir en pleno invierno un tono tostado como de vuelta de una playa del Caribe. Hubo un club de dirigentes del PP que consideraron que este moreno era un toque de distinción superior y cuando los deportes al aire libre no lo permitían, recurrían a la cabina de los rayos artificiales donde salían con el color de un salmonete bien frito. Eran el clan de los rayos UVA del PP y pertenecían a él  Bárcenas, Camps, Ana Mato o Zaplana e insignes segundones, hoy conocidos en los juzgados como Sepúlveda y Galeote, aunque su líder indiscutible era Javier Arenas.  El cemento que unía este club de intereses diversos eran los generosos sobresueldos que se distribuían directamente desde Génova, bajo la supuesta supervisión de Javier Arenas.

    La tragedia de Arenas es que no se dio cuenta a tiempo de que el tiempo del moreno atroz había terminado (aunque la catalana Alicia Sánchez Camacho está escribiendo los epígonos de esa estética) y que se avecinaban tiempos en los que el blanco mortecino de Crepúsculo o de True Blood se imponía en la estética de la derecha española.

   Andalucía era para Javier Arenas su patio de recreo. Un lugar hostil donde consiguió trabajosamente un lento ascenso electoral que creyó ya definitivo en las pasadas elecciones. Construyó una organización a su medida y todos conocían que no se movía ni un cuadro sin que Javier Arenas, o su Sancho Panza particular,  Antonio Sanz, lo autorizase. Pero la ciudadanía andaluza le negó a Javier Arenas la mayoría absoluta necesaria para gobernar y él mismo comprendió esa noche electoral que su estrella se había apagado.
A partir de entonces el PP andaluz es un zombi de la vieja escuela, de los que caminan lentamente, con un solo argumento a su favor: el vergonzoso caso de corrupción de los ERES. Pero más allá de este tema, el Partido Popular naufraga  lentamente, a vista de todo el mundo y de una tripulación paralizada de terror.
 
   Cada nueva portada, cada nueva revelación del caso Gurtel y Bárcenas, es una nueva vía de agua en el viejo casco que ya no soporta la tormenta. Por si fuese poco, el gobierno central les obliga a mantener vergonzosas posiciones sobre cualquier medida social que la Junta de Andalucía apruebe, ya sea desahucios, becas, avances científicos o subastas de medicamentos.
 
   Zoido nunca se ha colocado el traje de presidente del PP andaluz. Lo tiene en el armario nuevecito y sueña con volver a la política menuda de su ciudad. Los demás candidatos huyen despavoridos antes de asumir el mando de un barco en el que faltan botes salvavidas para todos los viajeros. Para mayor desconsuelo, Griñán les ha cambiado el guión y la próxima Presidenta de la Junta será una mujer joven, ajena por completo a los ERES frente a la cual no podrán enarbolar los viejos discursos.
 
   Los que acusan a Susana Díaz de ser producto de un “dedazo”, se han puesto en manos de Rajoy para que, con superior criterio, designe el candidato andaluz.  Mientras el agua está a punto de hundir definitivamente el barco y el público contempla indiferente el espectáculo.

EL SÍNDROME JUAN CUESTA

Publicado en El País Andalucía

   No sé si ustedes recordarán al personaje de Juan Cuesta de la serie televisiva Aquí no hay quién viva. Sí, aquel que era presidente de la Comunidad, daba discursos engolados y su mayor felicidad era dirigir las reuniones de los propietarios y tomar solemnes decisiones sobre nimiedades. Juan Cuesta no es ni bueno ni malo. Es capaz de practicar el vicio o la virtud no solo por interés monetario sino, sobre todo, por la satisfacción que le produce ser el centro de todas las cosas.

   Juan Cuesta se cree muy importante, opinión que nadie más comparte, y siempre busca la aprobación o el halago. Aunque aparenta un talante dialogante y razonable, odia todo lo que escape a su control, toda iniciativa, y si se le priva de su cargo es un alma en pena sin objetivo en la vida.

   He conocido a centenares de Juanes Cuesta. Suelen prosperar en las comunidades, las asociaciones, las
juntas directivas, la enseñanza, las empresas y los partidos políticos. Gente tan aferrada a su minúsculo cargo, más preocupada por el formalismo que por los resultados, guardianes de unas instituciones creadas a su imagen y semejanza, canes Cerberos que protegen la gruta del poder de cualquier cambio.

   Cuando me pregunto cuál es la razón de la podredumbre de todas las estructuras de poder en nuestro país, una de las posibles respuestas es la proliferación de Juanes Cuesta en cada uno de los escalones. O dicho de otra manera, es el propio concepto del poder que tenemos en nuestra mente y que no ha sido aireado ni democratizado a lo largo de nuestra historia. En nuestro inconsciente colectivo, ser jefe de algo significa no tener una responsabilidad distinta y una capacidad de coordinación de un colectivo, sino alcanzar un estatus superior. Da igual que la jefatura consista simplemente en vigilar las fotocopias de una máquina, porque si a nuestro cargo le acompaña la palabra jefe, presidente, director o secretario automáticamente le asignamos un peldaño por encima de nosotros en la escala social que él o ella convertirá en una distinción personal, hasta el punto que ya les será difícil presentarse en sociedad sin acompañarse de su título: “Juan Cuesta, presidente de la Comunidad”.

   Solemos pensar que lo importante es la igualdad, pero para los Juanes Cuesta del mundo, lo importante es la desigualdad, la diferencia, aunque tan solo consista en sentarse en el centro de la reunión o disponer de un sillón o un despacho un poco más confortable. Todos sabemos que los debates más feroces y los enconamientos más profundos de muchos centros de trabajo tienen más que ver con estas minucias que con diferencias sobre el proyecto de trabajo.

   Los Juanes Cuesta del mundo no discuten ni ponen en cuestión las decisiones de los de arriba porque se sienten parte de esa jerarquía, sin embargo, son quisquillosos y exigentes con los que ellos consideran los de abajo, sus propios compañeros de trabajo. Son capaces de mantener reuniones interminables sobre procedimientos y formalidades, pero les aburre solemnemente discutir los proyectos y los objetivos comunes. Son los que sustentan la pirámide de poder en nuestro país, en cualquier institución y en cualquier empresa, y son también los que impiden que se renueve, que entre aire fresco e ideas.

  
Mientras nuestro concepto del poder se siga asociando a la exhibición, a la apariencia o a la simple jerarquía, nuestro país no podrá progresar porque sus castas dominantes seguirán siendo decimonónicas y endogámicas. Seguirán multiplicando las tareas burocráticas tan queridas por los Juanes Cuesta del mundo y se desdeñará el trabajo en equipo y la valoración de los resultados. Hasta que no comprendamos que “el poder” es solo la capacidad de poder hacer cosas, de conjuntar esfuerzos de un colectivo, aprovechar y poner en marcha nuevas ideas, nuestras empresas serán anticuadas y nuestras instituciones, inservibles.
Hasta que lleguen esos nuevos tiempos, esa nueva organización de nuestro trabajo, disfrutemos de las vacaciones porque lo mejor que tienen no es la falta de obligaciones, sino librarnos por unos días de tantos jefes, jefecillos y abusones que envenenan nuestros sueños.
@conchacaballer

HERMOSOS VENCIDOS

Publicado en El País Andalucía 

   Pensaba en el tema de mi artículo de esta semana. Me apetecía hablar de literatura, salir de los asfixiantes temas políticos, tomar un poco de oxígeno de seres imaginarios e historias ajenas. Pero a veces la realidad se atraviesa en el camino, se pone en jarras en medio de la carretera y dice que está ahí, que no piensa moverse hasta que la mires de frente.

   Se llama Inmaculada Michinina, tiene 37 años y es aspirante a una licencia del baratillo de Cádiz. Si todavía no han visto su intervención en el último pleno de su ciudad, se la recomiendo. Llegó con varios folios manuscritos para expresar en pocos minutos sus demandas, pero a los pocos segundos dejó de leer y expresó un bello discurso, lleno de faltas de ortografía, de cariñosos tacos, de diminutivos hirientes como cuchillos afilados.

   Los perdedores apenas tienen oportunidad de contar su historia pero ella lo hizo con ráfagas de metralla. “Os hemos dado un puesto de trabajo que no valoráis. No lo aprovecháis para trabajar para nosotros, para el pueblo”, le espetó a la presidencia. A esas alturas la cara de Teófila Martínez y de toda la mesa presidencial era un poema. Ya no estaba hablando de su demanda, de la licencia de su puesto en el baratillo, sino del foso terrible entre el poder político y los problemas de los ciudadanos. “Para ustedes somos solo un punto, el punto 19”, les dijo. Un molesto punto que se olvidaría pronto. La tragedia de gente insignificante, con su paro a cuestas. Las víctimas de la crisis que nadie quiere individualizar. Los parados y paradas que se cuentan por miles o por millones pero carecen de rostro y de historia, y cuyo único papel en esta crisis es cruzarse de brazos a esperar que los poderosos recuperen sus ganancias.

   Al menos, les disparó Inmaculada, “déjennos tener dignidad”, “déjenme decirle a mis hijas: chocho, que puedes comer lo que hay en la nevera, que lo ha conseguido tu madre”. No es una ayuda, un subsidio, un favor lo que se pide, sino el simple permiso de ganarse el puchero con sus propias manos.
Los andaluces hacemos un uso especial del lenguaje. Sabemos retorcer los adjetivos hasta que destilan significados inesperados. Inmaculada finalizó su intervención con un uso literario del diminutivo como solo una andaluza podría hacerlo. Lorca condensó en la palabra “cuchillito” toda la carga trágica de Bodas de sangre. En boca de esta gaditana cada palabra diminuta, sencilla, se convertía en un artefacto trágico que nos golpeaba directamente el corazón. “Déjenme que este dominguito, a ver si hay suerte, me llevo 20 euritos para mi casa y puedo ir a la placita de abastos”.

   La mayoría absoluta del pleno votó en contra del punto 19. Solo era un punto insignificante en el orden del día. Nada indicaba que en solo unas horas más de 400.000 personas iban a ver la intervención de la vendedora de un baratillo en el que rara vez han puesto siquiera los pies.
Al advertir la conmoción que las palabras de Inmaculada habían producido se apresuraron a aclarar cosas del procedimiento administrativo, de la concesión de licencias y a decir que no podían convertir la ciudad en un gran zoco marroquí. “Pues bien bonitos que son”, les respondió la afectada. Pero lo realmente preocupante es que no habían entendido nada.

  
En el Pleno del Ayuntamiento de Cádiz no se hablaba en realidad de licencias, ni de trámites, ni de procedimientos. Se hablaba de la democracia, de cómo las instituciones políticas tienen piel de elefante para los problemas sociales y lo poco que les importan los dramas de los de abajo.
Hay algo en la vendedora ambulante de Cádiz que la convierte en un símbolo de nuestro país; en reflejo de miles de personas que todos los días practican el duro ejercicio de mantener la dignidad en medio del paro y de la escasez. Son gente corriente que lucha por la vida en cada pueblo, en cada barrio. Hermosos perdedores que merecen un final distinto.
@conchacaballer

QUIERO UNA DERECHA NORMAL

 Publicado en ANDALUCES DIARIO

   ¡Qué bien se vive sin el gobierno! Llevan cinco días de vacaciones y ya se escucha el canto de los pájaros. Los informativos se han tranquilizado. Y aunque han dejado de guardia a ciertos voceros del FMI y a Olli Rehn para que nos amenacen con reducir aún más nuestros salarios, la verdad es que nos despertamos de mejor humor e incluso tenemos la sensación de recuperar algo de control sobre nuestras vidas, como el hormigueo en una pierna tullida por tanto decreto, tanta amenaza y tanta mala noticia. Hasta tal punto que la música militar que nos han puesto a propósito de Gibraltar no enciende nuestro ánimo guerrero, ni nuestro odio al inglés. ¡Para Peñones estamos nosotros, con la que nos está cayendo a este lado de la verja!

   Ya sé que los Reyes Magos no son hasta enero pero voy a ir escribiendo mis deseos porque después, con las prisas y las tensiones de las fiesta familiares, se me olvidan cosas importantes y acabo pidiendo solo paz y felicidad, como si esos deseos fuesen panes redondos, hechos de una materia uniforme, que te pudieran llevar a casa el día menos pensado. Pero no. A estas alturas ya sabemos que la felicidad y la paz se componen de miles de pequeños detalles, de ausencia de dolor, de un alto al fuego en las incomodidades cotidianas.

   Por primera vez en mi vida el gobierno forma parte de mi agenda personal. Todas las semanas toquetea mi vida y la de las personas a las que quiero, o a las que no conozco pero que me hacen sentir su dolor. Cuando no es un recorte es una amenaza, cuando no un insulto, un descrédito, un alarde de superioridad. Como me respondió una amiga en twitter nos roban hasta el lenguaje. Por ejemplo, ya ni siquiera puedo decir que una persona es “excelente” porque ahora este adjetivo es un sinónimo de desigualdad, un apelativo excluyente y amenazador.

   Me gustaría una derecha aburrida, educada, que practique la política desigualitaria propia de su condición en pequeñas dosis, sin destrozar los servicios ni llamarnos además descerebrados y culpables.  Me gustaría un gobierno que, aunque de derechas, considere que la ciudadanía no es boba, que sabe encontrar puntos de referencia, que no se traga toneladas de mentiras sin sentirse intoxicada y harta. Me agradaría un gobierno que acuda puntualmente al Parlamento, que presente leyes por trámite normal, que no apruebe decretos cada viernes de dolores, que no insulte a la función pública ni humille a las personas paradas.

   Me gustaría un Ministro de Educación al que hubieran educado  y querido sus padres en la infancia y no se viera obligado a insultar a profesores, artistas, becarios y estudiantes. Me gustaría un Presidente de gobierno que no pronuncie estúpidas tautologías ni hable en clave y que comprenda que comparecer ante el Parlamento es lo normal y contestar a la prensa una obligación.

   Me agradaría un gobierno que no tuviera en su hoja de ruta entrometerse en los derechos y en la vida de las mujeres y que solo utilice el feminismo para proteger a sus ministras en casos de corrupción. Una derecha que no odie las energías renovables, ni pretenda acabar con las autonomías para volver a un estado centralista, ni se enfrente descaradamente a aquellos territorios donde no gobierna.

   Me gustaría una derecha que no riera las gracias a la ultraderecha mediática y política. Desearía una derecha equiparable a la  europea que condenase el fascismo y que expulsara fulminantemente a los militantes que cuelguen banderas fascistas o declaren  que “los condenados a muerte por el franquismo se lo merecían”. Desearía que la derecha no entroncara con el franquismo ni hubiera esperado hasta 2002 para hacer una condena formal de este régimen. Desearía una derecha democrática con la que confrontar proyectos, ideas y no prejuicios. Quizá sea pedir demasiado o cambiar la historia de España pero hasta que no lo consigamos, arrastraremos el pasado con nosotros y estaremos hambrientos de democracia.

LAS MUJERES NO DEBEN ESTAR SOLAS


Publicado en Andaluces Diario

   Un señor se acerca en un bar a una mesa en la que cuatro mujeres charlan animadamente.
- ¿Qué hacéis aquí solas?

   Daría igual que fuesen cuarenta o cien. A ojos de la ideología tradicional la ausencia de varones las convierte en seres incompletos, vulnerables, tramposos o peligrosos, según los casos.
Nos lo advertían las madres: “No vayáis solas por la noche” y nos obligaban a jurar que nos acompañaría un hombre, aunque fuera un enclenque adolescente granujiento, hasta la puerta de nuestra casa.

   La ministra Mato también opina que las mujeres sin hombres no somos nadie. Y lo hace sin rencor, sin ideología, reprochándonos que no lleguemos a entender sus decisiones. Cuando los prejuicios son tan arraigados, aparecen como una forma natural de ver el mundo. Cosas del sentido común de la ideología más machista y discriminatoria.

   ¿Cómo se va a comparar el deseo de una pareja, convenientemente heterosexual, de tener descendencia, con el deseo de lesbianas o “mujeres solas” de hacer lo mismo? El deseo de los primeros es natural, razonable y debe ser atendido por los servicios: el segundo, un simple capricho que no debe pagarse con fondos públicos.

   Tan burda ha sido su determinación, tan atentatoria contra la igualdad de derechos de todas las ciudadanas, que se ha visto obligada a matizar que no atenderán los casos que no presenten problemas médicos. Dicho con otras palabras, que busquen un hombre que les resuelva la concepción, o un espíritu santo como María, y se fertilicen “como Dios manda”.

   No es una cuestión de ahorro, a fin de cuentas estos últimos tratamientos son los más baratos y sencillos. Su verdadero objetivo es defender la familia tradicional compuesta por padre y madre (en ese orden) y poner coto a la libertad de las mujeres.

   La maternidad es la palabra clave de la ideología discriminatoria, la que según sus principios da razón de ser y sustancia a la feminidad. Por su boca hablan siglos de discriminación “natural” contra las mujeres. Cuando el ministro Gallardón afirma que “la maternidad hace a las mujeres auténticamente mujeres”, hablan milenios de opresión, la reducción de las mujeres a su papel reproductivo. El viejo lenguaje popular es rico en metáforas y mitos que alimentan la desconfianza contra las mujeres que deciden no ser madres: egoístas, vividoras y peligrosas. La ideología popular tiene mil fórmulas de presionar a las mujeres hacia el camino de la maternidad: “las mujeres secas”, las yermas torturadas que mezclan su insatisfacción sexual con la maternidad, a la ofensiva y moderna frase de “se te va a pasar el arroz” -como si de una paellera se tratara-, son algunas de las miles de fórmulas para denigrar a las mujeres que se toman la libertad de saltarse la norma obligada de la maternidad.

   Pero su doctrina sobre la maternidad no acaba ahí. Desde que las mujeres deciden libremente su maternidad como un camino propio, que no impuesto por la distribución de papeles sociales, las ideologías discriminatorias han echado mano al cientifismo, a la manipulación de las ciencias sociales y a la tecnocracia. Todo con tal de poner límites a la libertad de las mujeres y a su capacidad de decisión. En su anticuada opinión, tener hijos no es un derecho o una opción de las mujeres, sino un contrato social en el que la jerarquía masculina juega un papel fundamental. Tanto para ser madre como para abortar, la mujer necesita el consenso masculino o la autorización de personajes revestidos de autoridad institucional, llámense maridos, jueces o médicos.

   Las mujeres solas, las mujeres lesbianas (doblemente solas) son, en opinión de este gobierno, seres un tanto incompletos, piezas defectuosas sin problemas médicos pero incómodas para el viejo orden que quieren restaurar a golpe de decreto, de leyes anunciadas, de declaraciones aplaudidas por la derecha nostálgica y las hordas de seres incómodos en el nuevo territorio de la igualdad.