martes, 3 de marzo de 2009

A punto de volar



La primavera nos engaña en Sevilla todos los años. En pleno mes de febrero el aire se vuelve ligero y, a rachas, sopla un suave viento templado. Suele ocurrir después de unas semanas de cielos encapotados. Entonces celebramos este breve espacio de luz y de anticipo de la primavera despojándonos de la parafernalia invernal. Abrimos puertas y ventanas, abandonamos la ropa de abrigo y salimos a la calle con una sonrisa, como si hubiésemos dejado definitivamente atrás el invierno. A los pocos días el tiempo vuelve atrás, como si solo hubiera sido un ensayo, un pequeño anticipo, y nos devuelve a los días fríos y encapotados que creíamos haber vencido.
Todos los años nos engaña este amago de primavera, pero también los árboles se han dejado seducir por esta ilusión. Los naranjos han empezado a brotar azahar, los limones lucen redondos en la copa del árbol, los nísperos y albaricoques redondean sus frutos sin aprender que las heladas cortarán en seco esta equivocada floración.
Las golondrinas llevan ya un mes colgadas a las vigas de la entrada adecentando sus nidos, heladas de frío. Casi al mismo tiempo que yo, decidieron que éste era su hogar, y cada vez llegan en mayor número, atravesando los océanos con mi dirección escrita en sus genes. Cada año pienso en acabar con sus nidos y cada año sonrío con la aparición de sus picos negros y sus buches blancos.
Aquí habitamos todos, con la primavera suspendida sobre nuestro ánimo, en un paréntesis del tiempo en el que todo está contenido, pero latente: pájaros a punto de volar, árboles a punto de florecer, tiempos a punto de cambiar.