Mis amigos se ríen de mí cuando cuento algunas historias. Creen que me las invento para divertirlos y cuando no tienen nada que decir me preguntan:
-Concha… ¿qué te ha pasado últimamente?
Hace dos días estaba con unas amigas en una terraza y me hicieron la pregunta.
-Nada, que he dormido la siesta con una mantis religiosa –les contesté.
-¡Anda ya…¡
-En serio –les contesto-. Estaba viendo la tele y de pronto me di cuenta de que un bichejo estaba sobre el televisor. Me acerqué y era una mantis religiosa.
-¡No puede ser! –palmotea alguna sobre la mesa.
-¿Y qué hiciste?
-Fui a por la cámara de fotos, pero estaba descargada –les digo.
-¿Ves como se lo inventa? –dice una de ellas.
-No, no…de verdad. La puse a cargar y procuré no hacer ruido para que no se fuera. A los pocos minutos me acerqué y le hice unas fotos.
-A ver, ¿dónde están?
-La mantis se enfadó, -continué mi relato sin hacerles caso-, se apoyó en sus dos patas, levantó la cabeza y me amenazaba con los brazos extendidos.
Mis amigas se ríen con todas las ganas
-No os riáis. Me pareció una metáfora perfecta sobre el poder de la televisión.
No se creen nada, pero insisten en que les cuente cómo siguió la historia.
-Nada. Me dormí y estuve soñando con una enorme mantis que me comía la cabeza. Cuando me desperté la mantis no estaba. Le conté a Antonio que había tenido pesadillas con ella.
-¿Y qué te dijo?
-Que como soy una hembra no tengo nada que temer, que solo le comen la cabeza a los machos.
Se lo pasaron bien con mi pequeña historia, pero no la creyeron. No saben que hay gente que atrae enfermedades, otras accidentes, y en mi caso, anécdotas algo surrealistas. Ahí está la prueba