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Solo ese ramillete de compañeros (a los que seguirán muchos más),suman más de 140 años de militancia comunista. Algunos provenían de familias de ese pensamiento, otros han sido el garbanzo negro de su familia. Todos ellos han renunciado en su vida a carreras, ascensos, reconocimientos e incluso a gran parte de su vida personal, para dedicarla a un ideal de democracia, de libertad, de lucha contra la injusticia. Cada una de estas vidas es un contrapunto perfecto a las de aquellos que lo expulsan, sin ideas, sin trayectoria, pegados al poder, pagados por las instituciones en la vida real e izquierdistas sectarios en su discurso político, en muchos casos sin vida propia siquiera.
Nada de esto les ha importado. Los delfines del astuto Alcaraz, les han mandado un motorista con la carta de expulsión, porque tener cabeza, pensamiento crítico, ideas propias, está prohibido en ese pseudo-comunismo que han inventado. Los que han fraccionado, sectarizado, aislado al PCE acusan a estos compañeros de atentar contra la unidad de los comunistas. Los que han acabado con la trayectoria democrática, con el debate político, con la riqueza que el PCE representaba para la izquierda española, quieren librarse de quienes, precisamente, por su coherencia, ponen en evidencia sus torpes manejos.
Se equivocan si piensan que manchan en lo más mínimo, la vida o la trayectoria de aquellos a los que expulsan. Más bien todo lo contrario, es un honor ser declarado "infiel" por los stalinistas, los sectarios y los que no tienen más política que hacer ondear la bandera roja.
Cuando ingresé en el PCE, allá por mis 18 años, los que más habían sufrido la opresión y la represión del franquismo, me enseñaron que el trabajo fundamental de un comunista era crear conciencia, abrir espacios de encuentro con todas las inquietudes sociales. Eso hacemos. Entramos en el PCE para luchar por la democracia, la libertad, la justicia social y nos expulsan los que no creen en ello.