martes, 2 de septiembre de 2008

Imágenes de Praga











El sueño más hermoso

Del cuaderno de notas de un viaje
Weimar: Una tranquila ciudad. Magia en las calles. Si te adentras en ella parece que recorres el siglo XIX, cuando el mundo todavía tenía la esperanza de que el discurrir de la razón podría arreglar el mundo, aunque los temblores del romanticismo tardío pusieran acentos lúgubres. Plazas anchas, recuerdos de poesía y de pensamiento. El movimiento de la Bauhaus escogió esta tierra para crear su arte nuevo, porque la ciudad abierta parece comprender la poesía de los objetos. Ajena al horror, horror mismo a sus puertas. Hoy viajeros tranquilos recorren sus amplias calles aspirando el aroma de algo que pudo ser Europa.

Dresde: Se alzan desde los barrios periféricos los edificios del realismo socialista y se estrellan contra la ciudad eterna, sueño de un nuevo mundo imperial. El rio Elba delimita el horizonte del sueño y sus habitantes pasean por la ribera y los puentes riéndose del pasado. Los edificios históricos se apiñan, celosos de su gloria. Se dibujan geometrías de jardines y museos. Los pájaros crían en las olvidadas catedrales.Como todas las ciudades históricas, sueños de un rey loco con ínfulas de artista. Hay alegría en las calles, civilizados ciclistas que miran a los turistas como a simpáticos intrusos. Los cables del tranvía dibujan una geografía de acentos, intrincados, como los sentimientos de un adolescente.

Praga: Una oleada de turistas, como tú, te han impedido aspirar el aroma de esta ciudad. Los has maldecido, te has maldecido, por el puente de Carlos, las calles atestadas, tribulación de turistas ávidos de imágenes y de granates incandescentes. Si evitas el centro y te internas por la ribera y las islas del río Moldava, verás parajes maravillosos. En las inmediaciones del barrio judío has tomado un café en el palacio Rudolfinum, la antigua sede del único Parlamento de Checoslovaquia, antes de la ocupación nazi. Has buscado inútilmente a Kafka en esta ciudad hermosa, quizá se asomara a una ventana, como en su poema, indiferente al ruido de las multitudes. La ciudad es de una belleza exultante. Una paleta de colores diversa y única con colores arcilla, y aguados verdes, naranjas y blancos. Has ido a la plaza de San Wenceslado, donde los jóvenes daban patadas a los tanques soviéticos en la primavera del 68. Había una pequeña exposición ante la que se detenían solo los turistas. Se cumplen cuarenta años de que naufragara el sueño más hermoso, el del socialismo de rostro humano. En las fotografías hay praguenses llorando, y un Dubcek hermoso, que hoy quizá algunos no recuerden. Los tanques soviéticos del estalinismo hacen juego con el capitalismo de rostro salvaje que se ha implantado en la ciudad. Pero hay algo orgulloso, soberbio, en los habitantes de Praga. Te lo dicen en su bella lengua que no entiendes.