Han cerrado la pequeña ventana en la que cada semana exponía mis pensamientos. Siempre he sido muy consciente de que las colaboraciones con los medios de comunicación son una pieza frágil que podía romperse en cualquier momento pero no esperaba este desenlace abrupto de El País de Andalucía. De todas las colaboraciones que mantengo con medios de comunicación, la columna de El País era mi preferida porque allí podía volcar mis ideas sin temor al reloj, al formato o la dictadura de la actualidad y, además, me ofrecía un contacto casi directo con miles de lectores que me han acompañado hasta el último día.
Pero no ha habido nada personal en la eliminación de esta colaboración, sino colectivo, empresarial, impersonal. Por eso quiero
poner en orden lo que pienso y lo que siento. Hacer las cosas con
conciencia, sin dejarme llevar por lo más directo. Esta semana han
despedido a un puñado de periodistas, amigos y amigas; han cerrado una
puerta a Andalucía, han puesto más difícil que se escuche, no ya a la
izquierda, sino siquiera algún eco disonante del nucleo fundamental del
discurso único, repetido, de la falta de esperanza y de culpabilidad de
los de abajo.
Más que nunca es necesario pensar, analizar, extraer consecuencias...La crisis ha entrado en una nueva fase, más desesperanzada y negra que las anteriores, en la que ya nadie está a salvo de sus consecuencias, excepto la minúscula parte de la sociedad que realmente decide y el puñado de secuaces que se aprestan a dejar el campo despejado de derechos, de obligaciones y de límites éticos.
En las colas del paro esperan pacientemente los obreros de la construcción, l@s periodistas de las redacciones, l@s técnic@s de las empresas de servicios, l@s profesores de la enseñanza pública o privada, l@s arquitectos antesdeayer adinerados. Ya nadie está a salvo de la voracidad de esta crisis que se está conviertiendo en la excusa perfecta para desligarse de toda una generación que cometió el terrible pecado de querer cobrar su trabajo con justicia. La profesionalidad se ha convertido en un verdadero estorbo porque cuando conoces perfectamente tu trabajo no aceptas fácilmente las imposiciones de los de arriba, ni te inclinas a sus dictados. A los cincuenta años no se es viejo para el periodismo, ni para ninguna profesión sino para la adulación y la sumisión que son las nuevas asignaturas obligatorias de la nueva economía de mercado.
En esta nueva fase, no valen las viejas respuestas. Habrá que inventar nuevas complicidades, nuevos encuentros, nuevas propuestas entre todos los de abajo frente al carácter mafioso de esta tramposa crisis que ha conseguido sembrar la desesperanza en tod@s nosotr@s. Por eso, hay que volver a escribir, a abrir ventanas, a recuperar la voz. La mía, por poco que valga, estará disponible la próxima semana. Os adelanto el título: "La crisis entra en fase psicópata".