viernes, 21 de diciembre de 2012

¿POR QUÉ NOS PEGAN?




           Muchos alumnos de mi instituto han ido por primera vez a una manifestación. Volvieron entusiasmados con la experiencia pero preocupados porque en otras ciudades le habían pegado a los jóvenes. ¿Por qué nos pegan? – me pregunta uno de ellos con desparpajo.

          La pregunta me rebotó en el cerebro. Pertenezco a una generación que asimiló, a fuerza de palos –nunca mejor dicho-, que la expresión pacífica en las calles de nuestras demandas, era contestada por las porras de los policías. Recuerdo todavía la primera vez que contemplé los antidisturbios en acción: era un día nublado y las luces azules de los coches policiales parecían relámpagos de un mundo fantasmal. El regimiento de antidisturbios de Linares parecía directamente trasplantado de Blade Runner. Portaban cascos, escudos, chalecos reforzados y exhibían la incomprensible muestra de coquetería de un pequeño pañuelo atado al cuello. Cuando terminó su actuación, la calle parecía más ancha y el suelo estaba repleto de zapatos desparejados, bolsos y paraguas. De repente todo estaba desierto y en silencio. Eran los años finales de la dictadura y los jóvenes intentábamos construir nuestro sueño de libertad.

         Los golpes injustificados, las cargas contra manifestantes pacíficos, ese “¿por qué nos pegan?” de mi alumno es un acta de acusación contra un gobierno que tiene últimamente las manos muy largas frente a las protestas populares.  Es rara la semana en la que no contemplamos la imagen de un policía pegando a un quinceañero o una carga policial contra personas inermes. Parece que el binomio manifestación/represión vuelve a funcionar como una moneda común de nuestro imaginario. Y, por favor, interprétenme bien: me refiero a manifestaciones pacíficas, a ciudadanos que no portan piedras ni palos, sino solo sus cuerpos indefensos.

       Gracias a los móviles, cualquier ciudadano puede dar constancia de estas actuaciones policiales y las palabras de los delegados gubernativos se desmienten fácilmente con cientos de grabaciones anónimas que dan fe  de estos abusos. El gobierno, lejos de investigar , controlar y sancionar los excesos policiales está elaborando un decreto para evitar que los agentes sean grabados en el momento de su intervención. Se pondrá en marcha así una censura colectiva, indiscriminada en la calle y en las redes sociales.

         En Sevilla, algunos agentes han tomado la delantera al gobierno y, además de efectuar una carga policial sin razón alguna (y hay muchas evidencias al respecto) , se produjeron varias detenciones, entre ellas la de una periodista a la que  requisaron la íncomoda cámara de grabación. Al parecer, un policía, al ser interpelado sobre la ilegalidad de sus actuaciones proclamó: “¡La ley soy yo!”, una reedición de la monarquía absoluta de Luis XIV, una afirmación de yo soy el estado, que no los ciudadanos.  Posteriormente la periodista Ana García  ha sido acusada de cinco delitos, entre ellos ocupación ilegal , atentado a la autoridad y daños y lesiones.  Por lo visto la libertad de expresión y el derecho a la información tienen un nuevo límite y un tabú: los excesos policia. Pero es muy difícil creer que, de repente, los policías de Sevilla, de Valencia, de Madrid o de Barcelona se han vuelto agresivos y abusones. Más bien debe haber una orden gubernativa que alienta estas conductas y que aconseja “mano dura” contra lo que ellos llaman “manifestaciones callejeras” (por cierto, ¿es que existe una manifestación que sea casera y no callejera?). 

          Pegar, en España, está de moda. Gran parte de las más prestigiosas televisiones del mundo han denunciado los abusos y la represión policial de las manifestaciones en nuestro país. La marca de España no logra deshacerse de su pasado dictatorial. Por eso los ciudadanos no podemos regresar a una etapa en la que era “normal” que te pegasen  porque en ese caso retrocederemos a los tiempos oscuros del aparato del Estado, de las zonas prohibidas, de la libertad vigilada. Prefiero sumarme al candor de mis alumnos, por los que solo corre democracia en sus venas, que se preguntan entre la indignación y el asombro por qué nos pegan.

sábado, 17 de noviembre de 2012

TOÑI O EL NACIONALISMO DE LOS DE ABAJ0




          No me gustan los realitys, no me gusta la exhibición del dolor humano, no me gusta la caridad como espectáculo ni la manipulación sentimental. Tengo la lágrima fácil y no quiero que zarandeen mis emociones,  sin embargo hace varias semanas me quedé enganchada hasta la madrugada a un  programa de Canal Sur Televisión que sintonicé por pura casualidad.
         
         Se llama “Tiene arreglo” y lo conduce una joven periodista que parece una chica cualquiera de nuestra calle. Por lo visto, trae de cabeza a los programadores de las grandes cadenas porque en poco tiempo se “ha comido” la mayor parte de la audiencia en Andalucía y empieza a convertirse en un fenómeno mediático digno de estudio.
        
         Durante dos horas seguidas no conseguí distanciarme de lo que ocurría en la pantalla. Un matrimonio pedía el dinero necesario para instalar dos tramos de escaleras mecánicas para poder mover a su hijo en su vivienda. Las imágenes eran dolorosas pero no efectistas. Pretendían mostrar una realidad, pero había respeto y dignidad en ellas. Pensé, inmediatamente que los poderes públicos deberían atender estas situaciones, que una sociedad avanzada no puede dejar sin atención a estas personas y me lamenté por esta España nuestra, que nunca ha llegado a alcanzar sino un desvaído remedo de estado social.
 
       Pero, el tema central del programa no eran las desdichas de esta familia, sino la ola cálida de solidaridad que se producía en los espectadores. Se sucedían decenas de llamadas ofreciendo ayuda. La mayoría de ellas correspondían a personas golpeadas también por la crisis, o conscientes de la dura pelea por atender a las personas discapacitadas. o que habían conocido recientemente el dolor por la desaparición de algún ser querido. Jubiladas con pensiones de 700 euros ofrecían cantidades que doblaban su mensualidad, pequeños empresarios a punto de cerrar su negocio por la crisis vaciaban sus pequeños calcetines de ahorro,  otras personas aplazaban alguna compra prevista,  varios cooperativistas  ofrecían  su trabajo gratis para la instalación de la ansiada escalera mecánica. Recordé la cita de Steinbeck en las Uvas de la ira que últimamente me acompaña: “Si tienes problemas, estas herido o necesitado, acude a la gente pobre, son los únicos que te ayudaran, los únicos”.

       Lo realmente sorprendente no eran las cantidades aportadas sino las intervenciones de los donantes. Destilaban un discurso de un nacionalismo tan radical, tan humano, como sólo pueden exhibir los de abajo. “No podemos consentir que nadie a nuestro alrededor pase tantas necesidades”, “no podemos vivir puerta con puerta con los que sufren y cruzarnos de brazos”. Quitaban importancia a su generosidad y respondían a los agradecimientos con delicadeza: “gracias a vosotros por cuidar con tanto cariño a vuestro hijo”, “gracias por darme la oportunidad de contribuir a hacer algo bueno”. Alguno se atrevió a enunciar un discurso completo sobre la identidad andaluza “Desde pequeños hemos aprendido a ayudarnos unos a otros, a hacer un potaje para más gente, a compartir lo poco que teníamos. Los andaluces no sabemos disfrutar si a nuestro lado hay miseria o dolor. Nos han hecho así.”
  
          Al día siguiente requerí información sobre el programa, su seriedad o su preparación. Quería saber si realmente todas las donaciones que se anuncian se producen;  si hay un guión previo o están planificados los golpes de efecto o las intervenciones. Por lo que me dijeron,  todo es tal como aparece y me indican que las donaciones superan incluso lo que se ve en el programa.

          Ya sé que no deja de ser un espectáculo, que programas como estos no solucionan sino problemas aislados. Sigo pensando que son los poderes públicos los que deben atender las necesidades de las personas y me lamento de esta España que ha hecho de las políticas sociales también una burbuja brillante que ha estallado con el primer vendaval de la crisis. A pesar de eso, me gusta pertenecer a un pueblo que tiene la solidaridad escrita en los genes, en el que millones de personas ayudan a otras; gentes que no han abandonado la esperanza en el ser humano y que sigue pensando que las cosas tienen arreglo.

PD.- La imagen muestra a los trece periodistas despedidos de El País Andalucía. Trece profesionales como la copa de un pino de los que el País puede prescindir, pero no la sociedad andaluza. Sus firmas, sus fotografías, su edición, harían las delicias de un medio de comunicación andaluz independiente y fuerte. Ojalà se animaran. Mientras tanto: os quiero.

lunes, 12 de noviembre de 2012

¿DÓNDE ESTÁ EL PSOE?



Publicado en El País Andalucía  
(Imagen Nikolás García)

            ¿Se puede mantener un espacio político a la pata coja? ¿Es lógico simpatizar con las movilizaciones ciudadanas de protesta, pero ejercer de puros cronistas parlamentarios? ¿Es coherente mantener dos discursos sobre la crisis: uno de infinita comprensión con los objetivos de déficit y otro de crítica por los recortes que lo acompañan? ¿Está el PSOE en un limbo político, a la espera de que la herencia recibida se diluya y que el pueblo pida su vuelta al poder por el simple desgaste del Gobierno del PP?

              Los que creen que todos los tiempos tienen la misma sustancia, deberían leer más literatura. El tiempo externo se divide en horas, días y años de igual duración pero el tiempo interno, el que realmente vivimos, es de un material moldeable. La consistencia de este último año ha sido lenta y espesa, como andar por un cenagal de pesadilla. Han caído viejas certezas; se ha dinamitado la seguridad de nuestras vidas. Esta crisis ya no dispara con pólvora ajena, sino con el dolor de nuestros amigos, hermanos e hijos. Como dijo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. Excepto el PSOE que se debate entre el pretérito perfecto y el imperfecto, sin darse cuenta de la urgente llamada del presente.

               El bipartidismo que garantizaba la permanencia de dos grandes bloques conservador y progresista, está a punto de estallar y es posible que la distancia entre el poder y la irrelevancia política sea tan breve como un suspiro. Los resultados en el País Vasco y en Galicia solo son la consecuencia previsible de esta situación. Hubo un momento revelador del absurdo en el que naufraga la actual dirección del PSOE: el día que estalló la crisis de Bankia y sus dirigentes ni siquiera supieron qué actitud tomar al respecto.

                Mientras que en Cataluña el PSC se desangra por la herida independentista, por la impregnación de las teorías de las balanzas fiscales y la ambigüedad de sus posiciones; mientras que en el País Vasco se preguntan por la derrota sin caer en la cuenta de que estuvieron gobernando con el PP hasta hace 15 minutos o en Madrid se acumulan los fracasos políticos institucionales; Andalucía es la única comunidad que puede irrumpir en el debate territorial sin estar impregnada de centralismo o de independentismo, la síntesis de una propuesta federal, solidaria pero avanzada. Por eso resulta especialmente molesta su voz a los que se empeñan en mantener el eje Madrid-Cataluña como única referencia en el debate del modelo de Estado. Ni añejo españolismo unificador, ni disgregación territorial ni asimetrías que no esconden más que desigualdades de trato a favor de las rentas más elevadas.

              El hecho de que Andalucía salga con fuerza en el debate territorial es una necesidad para que no quede postergada pero también es la única posibilidad de que los valores de solidaridad, pluralidad y federalismo tengan algún futuro. No se trata de convertir Andalucía en un fortín anti-PP, ni de aupar al presidente de la comunidad al liderazgo del PSOE. Es que si el PSOE quiere seguir existiendo necesita un discurso político empoderado, pedagógico y comprometido con los de abajo. Ni siquiera es posible afirmar que en Andalucía el Gobierno esté llevando a cabo una práctica que se pueda calificar con estos cuatro adjetivos, pero es la única comunidad, el único liderazgo que en el espacio político del PSOE y en los tiempos presentes puede jugar este papel. En este sentido, cobra valor el discurso del presidente de la Junta que él llama de una socialdemocracia fuerte, opuesto a que los poderes económicos determinen las políticas públicas y ninguneen la democracia. Puede, además, desde el Gobierno de coalición con IU, no solo predicar valores, sino ejercerlos y demostrar —de forma mucho más contundente que hasta ahora—, que las crisis pueden ser gobernadas de otra manera. Cataluña reclama decidir sobre su propio futuro pero Andalucía reclama decidir sobre el futuro en común de todos los españoles. Por eso su voz es tan importante y molesta para los que buscan que nada cambie.

lunes, 29 de octubre de 2012

NO HAY DERECHO

 Como véis he vuelto a publicar en  El País Andalucía

            Se me cae la cara de vergüenza. Rompo los borradores de otros artículos ante esta noticia. Un vecino del barrio granadino de La Chana se ha ahorcado unas horas antes de ser desahuciado de su vivienda y del pequeño negocio en el que había trabajado casi toda su vida. Cuando la policía llegó a su domicilio para ejecutar el desalojo solo encontraron el cadáver de José Miguel Domingo. A fin de cuentas, debió pensar, ya que iban a arrebatarle la vida, mejor que el banco la obtuviera por completo, con su cuerpo incluido, como un nuevo tributo a los mercaderes del dinero, al único poder verdadero que no atiende a razones, que ni siquiera infringe la ley porque ha hecho cada uno de sus artículos a la medida de su avaricia. 

               El cuerpo vertical de José Miguel es un acta de acusación contra los desmanes de los poderosos y de los que los protegen. Es la demostración palpable de la sinrazón de esta crisis, de la inutilidad del poder político, de los poderes desalmados que nos gobiernan. No hay derecho. Y no se trata solo de un alegato moral contra esta injusticia. Es que realmente no hay estado de derecho, ni merece la pena discutir sobre ninguna otra cosa si antes no solucionamos algo tan básico como el tener un techo que nos proteja. José Domingo no quiso contemplar el espectáculo de su desahucio: sus enseres desparramados en la acera de la calle, su papelería convertida en una mella oscura de la calle, con sus revistas y objetos de escritorio desperdigados en el suelo. Ni siquiera tuvo fuerzas para pedir a organizaciones como Stop Desahucios que le ayudarán a resistirse frente a la orden de desalojo. Él mismo daba por desahuciada su existencia porque nunca pensó que llegaría un tiempo en el que pudiesen borrar, como si se tratase de una pizarra, toda una vida de trabajo, de afectos, del paisaje cotidiano que se abría cada día al levantar la persiana metálica de su comercio. 

            Los vecinos han colocado algunas velas y una pequeña fotografía de recuerdo. Se forma un pequeño grupo y alguien llora. Los demás contemplan la escena con los ojos redondos que se nos ponen cuando la indignación es tan grande como la pena que sentimos. Pero nos estamos acostumbrando a convivir con el horror, como los alemanes se acostumbraron a vivir entre las cenizas de los campos de concentración. Nos hemos habituado a cerrar las puertas, limpiar los residuos, agradecer que esta marea de injusticia absoluta no haya atravesado todavía el umbral de nuestra casa. 

          Mientras, una gran parte de nuestros impuestos, va a servir para limpiar los balances de esos mismos que nos echarán de nuestra casa al menor tropiezo. Unos bancos que contabilizarán con métodos de usura nuestra deuda, que multiplicarán cada euro de retraso por diez, que se adjudicarán nuestros bienes a precios irrisorios y los venderán al mejor postor en la taberna inmunda de las subastas. No lo digo yo. Lo dice un informe elaborado por siete magistrados a iniciativa del Consejo General del Poder Judicial que advierte no solo de la inhumanidad de estas actuaciones, sino del discutible marco legal que lo ampara y que se estableció nada menos que en el año 1909, donde el caciquismo dominaba nuestro país. En la mayor parte de las ocasiones, nos advierten, los bienes embargados permanecen años y años sin ocupar, sin darles más finalidad que disminuir la cifra de impagados del banco, mientras 350.000 familias se quedan sin techo y con las vidas rotas. 

            Una persona se suicida al día por esta sinrazón. No hay derecho a mantener la ley ni un día más. De todos los crímenes de esta estafadora crisis, el más repugnante es contemplar a todo el aparato del estado -jueces, policías y funcionarios- abriendo expedientes, dictando resoluciones y arrastrando a los desahuciados por las escaleras de su piso mientras que los gestores bancarios contemplan la ciudad desde la atalaya de sus asépticos rascacielos. “Algún día todo esto será mío”, deben pensar, satisfechos ante el espectáculo medieval y siniestro que abre su función todos los días, en cualquier rincón de nuestra geografía.

lunes, 22 de octubre de 2012

COSMÓPOLIS UN NUEVO APOCALYSE NOW




             En algunas ocasiones me ocurre que una película, un libro o un cuadro solo adquieren sentido varias horas o días depués de haberlos visto o leído. La primera vez que experimenté esa aguda sensación de forma consciente fue con "Apocalyse now". Varios días después de verla empezaron a encajar en mi mente escenas dispersas de la película que en el momento de la proyección simplemente me parecieron incómodas o enloquecidas. Mi cabeza elaboraba un nuevo montaje de la obra y daba relieve a escenas a las que apenas había prestado atención. El concierto de rock se convertía en el centro del film y el encuentro con el capitán Kurtz me asomaba realmente a la cima del lado oscuro del ser humano.

           Cosmópolis me ha producido una sensación similar. No sé si es cine, o no lo es a la manera tradicional. Ni un solo personaje activa el mecanismo de la identificación. No hay niños, ni sentimientos en juego, ni amor. Solo psicopatía por parte del personaje principal y desesperación en los que intentan acabar con él. No hay buenos, ni salvadores...Las razones para acabar con el protagonista son muchas, pero los que persiguen su desaparición no son mejores, ni componen ningún discurso salvador. No hay ninguna puerta a la esperanza. Es solo un final, sin heroismo, de un sistema que ha encanallado a todos.

          Es una alegoría asimétrica, en la que cada uno de los comparecientes lleva la semilla de su autodestrucción. Se es viejo a los 28 años; se está en el tobogán de las obsolescencia a los 22. Se practica sexo buscando dolor y dolor en la búsqueda del sexo. Se está en la cumbre y, a la vez, no eres nadie. El tiempo no pasa, sino que devora. Es un producto ficticio: antes el dinero compraba tiempo y ahora lo crea o lo reduce. El dinero es un puro fetiche que compra ideas y las convierte en mecanismos terribles. El arte es una capilla sixtina privada donde Rothko y Pollock se exhiben solo para unos ojos cuyo placer es saber que su exhibición es privativa y única. El ayer, las raíces, no existen son solo ficciones enloquecidas que no ofrecen ningún refugio. Y, como única compañía, la teoría del caos, la única que te consuela, que pone orden y palabras a la existencia,  que distingue racional y razonable (este último concepto manchado de criterios de justicia o de implicación) pero que sabe que esta sublevación de la ciudad contra el capital es solo una huida al pasado, una conspiración contra el futuro.

         No sé si recomendarla o no. Con seguridad no les va a gustar. Sin embargo hay algo verdadero y no convencional en esta película, en esta obra de Don  DeLillo, que no es maniquea, ni utilitaria, sino fieramente desesperanzada. Poeque,a veces, del corazón de la desesperanza puede surgir la fuerza para construir algo realmente diferente, que no tome como punto de partida la simple oposición a lo existente.




sábado, 13 de octubre de 2012

UN, DOS, TRES...¿SE ME OYE?



           Han cerrado la pequeña ventana en la que cada semana exponía mis pensamientos. Siempre he sido muy consciente de que las colaboraciones con los medios de comunicación son una pieza frágil que podía romperse en cualquier momento pero no esperaba este desenlace abrupto de El País de Andalucía. De todas las colaboraciones que mantengo con medios de comunicación, la columna de El País era mi preferida porque allí podía volcar mis ideas sin temor al reloj, al formato o la dictadura de la actualidad y, además, me ofrecía un contacto casi directo con miles de lectores que me han acompañado hasta el último día.

          Pero no ha habido nada personal en la eliminación de esta colaboración, sino colectivo, empresarial, impersonal. Por eso quiero poner en orden lo que pienso y lo que siento. Hacer las cosas con conciencia, sin dejarme llevar por lo más directo. Esta semana han despedido a un puñado de periodistas, amigos y amigas; han cerrado una puerta a Andalucía, han puesto más difícil que se escuche, no ya a la izquierda, sino siquiera algún eco disonante del nucleo fundamental del discurso único, repetido, de la falta de esperanza y de culpabilidad de los de abajo.

          Más que nunca es necesario pensar, analizar, extraer consecuencias...La crisis ha entrado en una nueva fase, más desesperanzada y negra que las anteriores, en la que ya nadie está a salvo de sus consecuencias, excepto la minúscula parte de la sociedad que realmente decide y el puñado de secuaces que se aprestan a dejar el campo despejado de derechos, de obligaciones y de límites éticos.

          En las colas del paro esperan pacientemente los obreros de la construcción, l@s periodistas de las redacciones, l@s técnic@s de las empresas de servicios, l@s profesores de la enseñanza pública o privada, l@s arquitectos antesdeayer adinerados. Ya nadie está a salvo de la voracidad de esta crisis que se está conviertiendo en la excusa perfecta para desligarse de toda una generación que cometió el terrible pecado de querer cobrar su trabajo con justicia. La profesionalidad se ha convertido en un verdadero estorbo porque cuando conoces perfectamente tu trabajo no aceptas fácilmente las imposiciones de los de arriba, ni te inclinas a sus dictados. A los cincuenta años no se es viejo para el periodismo, ni para ninguna profesión  sino para la adulación y la sumisión que son las nuevas asignaturas obligatorias de la nueva economía de mercado.

        En esta nueva fase, no valen las viejas respuestas. Habrá que inventar nuevas complicidades, nuevos encuentros, nuevas propuestas entre todos los de abajo frente al carácter mafioso de esta tramposa crisis que ha conseguido sembrar la desesperanza en tod@s nosotr@s. Por eso, hay que volver a escribir, a abrir ventanas, a recuperar la voz.  La mía, por poco que valga, estará disponible la próxima semana. Os adelanto el título: "La crisis entra en fase psicópata".




domingo, 30 de septiembre de 2012

¿Y SI FUERA SU HIJO?


Publicado en El País Andalucía

            En los años setenta se hizo internacionalmente famosa una campaña de EE UU sobre el control de armas. Frente a los que reclamaban el rifle como una extensión de las libertades individuales, los partidarios de poner fin a esta situación diseñaron un cartel en el que una pistola gigantesca apuntaba a los ojos del espectador bajo el lema: “Y ahora... mírelo desde este punto de vista”.
Con la enseñanza ocurre algo parecido. Se ha instalado la idea de que el sistema educativo está fracasado por culpa de un modelo excesivamente permisivo y por la permanencia en las aulas de un alumnado que no quiere estudiar.

          Como toda campaña, contiene algo de verdad y los docentes son los primeros en sufrirla. Sin embargo, no es toda la verdad, ni siquiera la raíz del problema, y en cualquier caso el autoritarismo y la segregación no son la respuesta.

            La enseñanza es un mar en el que desembocan las desigualdades culturales y económicas; los errores del modelo de crecimiento insostenible; el consumismo irresponsable y la insatisfacción social. Especialmente en la secundaria, este rompeolas es feroz porque se produce en unos protagonistas en plena adolescencia.

               Para demostrar esto basta con un dato reciente: en los últimos cuatro años el índice de fracaso y abandono escolar ha bajado 10 puntos, cerca de un 30%, y la causa es simple y llanamente que los cantos de sirena del ladrillo, del consumo fácil se han apagado. Sin embargo, miremos con más detenimiento el fracaso escolar, ese que, según el ministro Wert radica en la persistencia en las aulas de esos alumnos molestos que no quieren estudiar. Déjenme que les diga que tras esta afirmación hay, por parte del ministerio, una gran trampa dialéctica y, por los ciudadanos, una desculpabilización y desentendimiento de la labor educativa. A fin de cuentas, siguen siendo “los otros”, “las malas compañías” o el ambiente hostil el que hace fracasar a sus hijos.

            Disculpen que les dé una mala noticia: no es esa la razón. Para su desgracia (y esto sí que es un verdadero fracaso de la educación), el alumnado que procede de familias desestructuradas, o de situaciones de marginación no suele estar en las aulas más allá de segundo, o tercero de secundaria. Digamos que ellos son la mitad del fracaso escolar, pero la otra mitad, siento decírselo, son sus hijos, chavales procedentes de familias sin grandes problemas pero que tropiezan en la secundaria. Ahora que sabe esto, ¿está de acuerdo con la segregación temprana? ¿Cree conveniente convertir los estudios no en una fuente de formación humana y cultural, sino en una carrera de obstáculos en la que cualquier error se paga con la exclusión?

           Es curioso que la reforma del ministro Wert no pretenda en realidad reformar absolutamente nada en la enseñanza, sino abaratar los costes y apartar rápidamente a los que fracasen. De camino le propinan una patada a las comunidades autónomas y a la educación en valores igualitarios. El profesorado queda reducido a un mero instructor de exámenes que no controla, navaja multiusos sin reconocimiento alguno a su labor.
Si se impone la reforma se acabarán muchas optativas fundamentalmente en el ámbito de la cultura. Se retornará a la enseñanza memorística, al valor único de los exámenes frente a la evaluación continuada y a una “especialización” de los jóvenes que lejos de prepararlos para el futuro, les privará de desarrollar sus capacidades. La apuesta por el desarrollo de la Formación Profesional se podría hacer perfectamente sin dañar el Bachillerato y dinamitar los puentes para la formación universitaria.
   
            Si su hijo, porque se trata de él (y perdonen que hable en masculino pero el fracaso se escribe en este género), ha tenido un pequeño tropiezo puede optar por una formación profesional de baja calificación que carece de presupuestos, o ya puede ir buscando plaza en la enseñanza privada, que es la verdadera beneficiaria de estos modelos de segregación. El escaso debate sobre este proyecto nos indica hasta qué punto las ideas de la desigualdad y del “sálvese quien pueda” han calado, como lluvia fina, sobre la sociedad.

CORRUPCIÓN ESTILO COMPADRE



Publicado en El País Andalucía

            Dicen algunos que el toque de distinción del cine americano son unos personajes secundarios envidiables y un atrezo que parece sacado de la vida real. Las casas parecen habitadas y vividas; los cajones llenos de papeles y el vestuario aparenta haber sido usado muchas veces. En ese sentido la literatura o el cine nos acercan, a veces, más a la verdad que la historia o el periodismo porque nos presentan el clima exacto de los acontecimientos sin el cual no podríamos entender la trama.

           El caso de los ERE no era tal caso hasta que un personaje conocido como “el chófer”, le puso a la corrupción el marco de las drogas, sexo y alcohol pagados con el dinero público. Esta semana, otro personaje ha expresado el ambiente moral propicio para el caso de los ERE. Le llaman El conseguidor y él mismo reconoce que “su perfil” lo convierte en una percha ideal para purgar los pecados ajenos. Para empezar, tiene tela que en un Estado democrático existan personajes con este sobrenombre, o sea, especialistas en conseguir favores o derechos por parte de las Administraciones públicas; gente con buenas relaciones y entrada libre en los despachos oficiales de uno y otro signo. Según él mismo, en “muchas ocasiones actuaba de forma altruista”, aunque su generosidad no le impidió incluirse él y su esposa como falsos prejubilados de la empresa Hitemasa, donde nunca habían trabajado, y recibir una escandalosa indemnización de 350.000 euros.

           Otro de los protagonistas del caso, Francisco Javier Guerrero, nos aporta el color local de este proceso de corrupción. En su pequeño pueblo de la sierra sevillana de El Pedroso, es un personaje muy apreciado porque ejercía de rey mago, eso sí, con el dinero de todos los andaluces. Consiguió para su vecino, minusválido y con una raquítica pensión, una ayuda de casi 500.000 euros, sin rellenar siquiera una solicitud. El pobre hombre declaraba ante la juez: “Creí que se estaba haciendo justicia conmigo después de trabajar toda la vida”. No me digan que esto no es cine o literatura. Electricistas, tenderos, dueños de bares se vieron beneficiados por el gran corazón de su vecino, aunque también su suegra y allegados tuvieron su particular derrama de dinero público.

             Finalmente, otras almas caritativas participaron también en este corrupto sistema y practicaron el lema de “un poquito para los necesitados y otro poquito para mí, que también lo merezco”. Junto a los intrusos puros y duros de los ERE, se suscribieron pólizas de intrusillos, es decir, personas que habían trabajado para la empresa pero que habían dejado de hacerlo o que no pertenecían a la plantilla afectada sino a subcontratas. ¿Cuál es el denominador común de estas actuaciones? El compadreo, el paternalismo de casino y el clientelismo político.

           No comparto la tesis de que en el caso de los ERE hubiese una determinación de crear un sistema corrupto para enriquecer a sus gestores. De hecho, no se han descubierto grandes capitales ni patrimonios individuales como en el caso Malaya o Fabra. El sistema pudo ser en sus inicios un intento bienintencionado de evitar problemas sociales, o dicho más críticamente, una forma de comprar la paz social en Andalucía, pero rápidamente derivó a un procedimiento clientelar y, a renglón seguido, a un comportamiento corrupto. Cuando la Administración evita los procedimientos reglados, prescinde de la publicidad y el control, es solo cuestión de tiempo que aparezca la corrupción.
       
           Más allá de las responsabilidades penales, si algo nos enseña el caso de los ERE es que el clientelismo político, en el que tan afablemente se ha desenvuelto la sociedad andaluza durante mucho tiempo, es un foco de desigualdad y, al final, de corrupción.
    
           Los ERE de Andalucía no dan para una gran novela social, pero ofrecen el retrato de una parte de nuestra historia que debe acabar: el clientelismo político, la confusión de los límites institucionales y la ausencia de mecanismos de control especialmente del Gobierno pero también del Parlamento y de las instituciones encargadas de auditar las cuentas. Algo contra lo que hay que clamar, sin contemplaciones, un nunca más como la copa de un pino.

¿DÓNDE VAS ARTUR MERKEL?

Publicado  en El País Andalucía

           El presidente de la Generalitat llevaba su discurso muy preparado. Era su primera comparecencia en Madrid tras la multitudinaria manifestación independentista de Barcelona y cada término estaba perfectamente diseñado. No pronunció la palabra independencia, pero afirmó la necesidad de un Estado catalán. Sin embargo, esta cuidadísima declaración incluía una patadita a Andalucía, al sur, a los de abajo, que venimos a ser los mismos.

             Artur Mas afirmó que “la España del norte se ha cansado de la España del sur y la Europa del norte también se ha cansado de la Europa del sur”. Aunque después matizó que también España se había cansado de Cataluña, la descalificación hacia Andalucía estaba más que clara.

             Mas trató el problema como un divorcio civilizado. Como la cita en el restaurante que uno de los cónyuges promueve para evitar un espectáculo privado. “Desde hace tiempo las cosas no van bien. Lo sabes de sobra. No quiero hacer reproches. El caso es que ya no nos soportamos. Y, sobre todo, con esos parientes tuyos del sur tan molestos”, vino a decir. Todo educado, prudente, sin frases altisonantes, tal como le habían rogado los 400 empresarios que influyen decisivamente en su discurso.

             El seny catalán no le privó de desdeñar a esa gente del sur que en su imaginario delirante viven de las finanzas catalanas y que, en su opinión, son la verdadera razón por la que Cataluña caminaría mejor en solitario. Por supuesto, en la analogía europea de la que habló, los países del norte se han cansado de griegos, portugueses y españoles, igual que los catalanes se han cansado de extremeños, canarios o andaluces.

             El problema es que Cataluña no es la Alemania española ni Artur Mas es Angela Merkel. Cataluña, gobernada en su etapa democrática mayormente por CIU, no es la comunidad industrial del pasado. Su implicación en un modelo insostenible ha sido terrible y su deuda es más del doble que la de Andalucía.

            El problema, también es que el modelo económico y social de CIU es idéntico al de Rajoy, Guindos y Montoro. Es más, Cataluña ha presionado para que los recortes de sanidad y de educación sean más intensos, al tiempo que jalea continuamente la lógica del desmantelamiento del Estado del bienestar y de las privatizaciones. En el plano del modelo de Estado, no hay nada que se lleve mejor con el neocentralismo feroz del PP que el nacionalismo catalán de la derecha. El nacionalismo español se alimenta de anticatalanismo, y el nacionalismo catalán, de desmanes centralistas.

              La derecha española, a lo largo de toda la historia, ha dado muestras más que suficientes de desconocer la realidad territorial del país y de falta de respeto a las diversas lenguas y culturas. Un millón y medio de catalanes han salido a la calle porque la actitud del PP y la sentencia del Constitucional han cegado cualquier intento de avance del catalanismo político y han frenado en seco la evolución lógica hacia un Estado federal. La crisis y el malestar social han puesto el resto del escenario. Pero es penoso que este caudal de reivindicaciones populares vaya a ser administrado por un partido que tampoco comprende nuestro país, singularmente el sur, y que orienta sus demandas hacia la insolidaridad y las políticas más fieramente neoliberales. Una fuerza política que desdeña las autonomías que no sean la propia y que tampoco estaría satisfecho con un Estado federal solidario e igualitario. Por eso, las referencias de Mas y de su fuerza política a Andalucía son siempre despreciativas no solo en el plano económico, sino también político o cultural. La pena es que la izquierda catalana carece de discurso, o lo tiene tan bien guardado que apenas se le escucha.

           Se han subido al tren de las balanzas fiscales —esa elaboración clasista y engañosa por la que los recursos deben ser para los que más aporten—; han acompañado las tesis del Estado asimétrico o de la independencia sin preguntarse hacia donde les lleva. Precisamente ahora, que sería más necesaria que nunca una alianza entre Cataluña y Andalucía para frenar la involución tardofranquista. Mal empieza el debate sobre el futuro de Cataluña si el nuevo nacionalismo se alimenta de confrontación con las demás comunidades y con la solidaridad. Porque además, ni ellos son tan ricos, ni nosotros tan pobres; ni aportan tanto a la solidaridad como anuncian; ni este sur está cansado del pueblo catalán, aunque sí, francamente, de su Gobierno.

domingo, 9 de septiembre de 2012

300 MIL A LA CALLE


Publicado en El País Andalucía


           Primer día de vuelta a clase. Salón de actos o aula de cualquier instituto preparado para los exámenes de septiembre. A primera hora de la mañana los profesores han recibido una circular que les comunica que deben hacerse cargo de los exámenes y evaluación de los estudiantes  correspondientes a  los miles de interinos despedidos. Todos se preguntan cómo evaluar a alumnos cuyas tareas y planes de recuperación desconocen.  A pesar de esta circular, en cientos de centros, gran parte de los interinos han acudido a los exámenes de septiembre.  Llevan sus carpetas, sus exámenes y anotaciones.  Saben perfectamente que no cobrarán ni un euro del mes de septiembre. A pesar de eso, si les preguntas, se encogen de hombros y te contestan: “Lo sabemos, pero no podíamos dejar colgados a los chavales”.  Muchos se han quedado en el centro para corregir los exámenes y han dejado a sus compañeros unos folios con las notas de sus alumnos y con aclaraciones en caso de duda.  Sus calificaciones parecen un pequeño testamento de bondad y de profesionalidad.  Son 4.526 docentes sólo en Andalucía. La administración no sabe lo que tiene ni lo que pierde.

            Esta última oleada de paro no se escribe con el ladrillo, ni con las máquinas industriales, sino con la tinta azul de la administración pública. O sea, se escribe con la tinta de los derechos sociales y  la calidad de sus servicios públicos. Es toda una opción política e ideológica. Lo tenían escrito de antemano bajo las consignas de adelgazar el Estado; con su propaganda de desprestigio de la función pública; con sus aireadas consignas sobre duplicidades y gastos innecesario;  con la mentira repetida de que en España –aunque los datos reales son radicalmente contradictorios- el sector público está sobredimensionado.

          Pero no son puestos innecesarios los que se suprimen, sino los esenciales, los básicos. El país se puebla de profesores en paro, de personal sanitario despedido, de trabajadores de los servicios públicos arrojados a la calle en el mejor momento de su vida laboral. Se ha diseñado un sacrificio inútil, una mutilación descarada de los servicios públicos que no aparecía en ningún programa electoral, pero si en los think tank del pensamiento conservador.  Se ha puesto excesivamente el acento en el recorte económico de los sueldos de los funcionarios públicos, pero se ha hablado muy poco de esta malévola jugada del aumento de jornada laboral cuyo único objetivo es poner de patitas en la calle a cien mil trabajadores. La propia izquierda, que no se atreve a enarbolar la bandera del reparto del empleo, apenas si ha hecho unas cuantas notas a pie de página de este siniestro plan que va a empobrecer gravísimamente la calidad de nuestras escuelas, de nuestros hospitales y de nuestros servicios sociales.

         Desde que gobierna el PP se han perdido unos 150.000 empleos en la administración.  Las comunidades gobernadas por la derecha han sido la avanzadilla de este terrible ERE masivo del Estado. La marea verde de Madrid y de Valencia no ha conseguido parar los planes de recortes públicos. Tras esa experimento, las nuevas medidas de aumento de jornada y de congelación de las ofertas de empleo público, conseguirán elevar hasta 300 mil el número de empleados públicos despedidos. El próximo año será aún peor porque, según avanza el gobierno, los presupuestos generales supondrán  un “ajuste duro y una dolorosa reforma de la administración pública”.

        Es el momento de recordar que los servicios públicos son la única muralla que nos separa de la desigualdad absoluta. Se trata de los que curan, enseñan, investigan, atienden, garantizan la seguridad o apagan los fuegos.  Más del treinta por ciento de ellos son interinos, eventuales o personal contratado. Si prescindimos de su trabajo, se empobrecerá de forma alarmante todo nuestro sistema público. De hecho ya está ocurriendo: en algunos hospitales la situación empieza a ser insostenible y en la enseñanza pública se acaba cualquier proyecto de integración y de personalización. O a lo mejor es ese el efecto buscado. A fin de cuentas, según el gobierno, por cada puesto que se suprime en la administración, surgirá un nuevo empleo en el sector privado. Pagando, claro.