Aparte del viaje físico - ¡cuánto echo de menos ese breve espacio en el que he dispuesto de todo el tiempo libremente!- la vida para mi carece de sentido sin aprender algo nuevo, sin intentar comprender lo que ocurre alrededor. Me preguntan mis amigos qué hago, a qué me dedico ahora que no consume mis horas la fiebre de la política directa.
Me enfrento a la realidad como quien se ha perdido algún capítulo en el que de dieron pistas importantes sobre lo que iba a suceder en el futuro. Me faltan claves de cómo ha cambiado la sociedad en estos últimos diez años. No quiero que se me interprete mal. No es la crítica habitual sobre lo lejos que está la vida política de los ciudadanos, que también. Pero a mi no me ha faltado en estos años el contacto continuo con la sociedad. Bien al contrario mi agenda estaba repleta de reuniones con colectivos sociales, con personas que necesitaban ser atendidas, con entidades que manifestaban distintas preocupaciones. A pesar de ello, ahora veo que la evolución general de la sociedad se me ha escapado en cierta manera.
Cuando he vuelto a la enseñanza todos me preguntaban si había notado un gran cambio en los jóvenes. Y es verdad que tienen un punto mayor de desidia o desgana, pero el cambio fundamental que he apreciado no ha sido en los jóvenes sino en los mayores. He vuelto a una sociedad más insolidaria, más descarada en la demostración de sus intereses materiales, más perdida e insegura. Por tanto -reflexiono- , de poco han servido tantos años de acción política, siempre entendiendo -claro está- que la finalidad de esta lucha no es, o no debe ser, la disputa por el poder sino el cambio social.
Por eso estoy más preocupada ahora por el cambio social que por las disputas partidarias. Necesito saber la substancia de los cambios sociales, cómo se han producido, hacia donde apuntan.
Hace algunas semanas Claudio Magris apuntaba algunas claves de esta sociedad postmoderna. Explicaba, por ejemplo, el ascenso de Berlusconi en términos de cambio social, en una especie de construcción nueva de LA VERDAD, elevando a rango político el reconocimiento del egoísmo, el machismo y la discriminación a cultura popular transgresora contra lo políticamente corrrecto. Parece decirnos "Si, es verdad, me hago rico a toda costa; compro mujeres como simples objetos; me salto las leyes como a todo el mundo le gustaría hacer". O sea, la transgresión reaccionaria convertida en heroicidad popular. Un género que triunfa, por ahora, en los programas de mayor audiencia de las televisiones pero que saltará a la escena política si no sabemos combatirlo y analizarlo.
En esta misma línea Manuel Cruz ha publicado un interesante artículo titulado "Lo que trajo el ocaso de las ideologías" que os enlazo y mi amigo Francisco Garrido ha publicado en Paralelo36 un genial artículo titulado "El sujeto y lo siniestro" que también enlazo y en los que se abordan los cambios sociales que se están operando bajo la apariencia de la normalidad cotidiana.
Pues en esas estoy. Buscando algunas pistas para entender lo que ocurre porque sin entender a fondo esta sociedad, sus motivaciones, su potencial oculto, cualquier intento de levantar algo nuevo nos conducirá, irremisiblemente, a la melancolía, un territorio que no quiero visitar.