viernes, 30 de enero de 2009

SE ACABÓ LA FIESTA



Hoy, viernes, publico este artículo en el Correo de Andalucía



Seamos sinceros: no hubiera sido posible el delirio económico de estos últimos años sin una gran complicidad popular y sin el apoyo político, cuanto menos, de los dos grandes partidos. Al igual que en los años 20 se produjo una especie de capitalismo popular, en el que millones de familias americanas jugaron a la bolsa porque obtenían ganancias espectaculares, en estos años una gran parte de la población ha jugado a la burbuja inmobiliaria y al consumo desaforado sin pensar que en algún momento el ciclo se iba a terminar.

Todos sabíamos que la especulación inmobiliaria era una amenaza, que los créditos superaban en mucho los bienes reales, pero ¿Quién se resistía a jugar en esta timba gigantesca? ¿Quién no tuvo la tentación de comprar una casa más grande o una segunda residencia? ¿Quién se oponía a incluir en su préstamo hipotecario, la compra de un nuevo coche y el mobiliario completo de la nueva residencia? ¿Quién no ha sentido una “tibieza de hacendado”, al comprobar que su casa multiplicaba su valor, porque “aquí mismo acaban de vender una igual por una cantidad desorbitada”? Y, ¡ay del que se resistía a estos nuevos tiempos! El que desoía los cantos de sirena del consumo y no vivía por encima de sus posibilidades reales era tachado de antiguo y tacaño. En la escena política las consecuencias han sido también graves. Hemos visto, en estos años, perder alcaldías y posiciones a los pocos políticos que se han negado a planes urbanísticos expansivos y se preocuparon por los temas sociales, mientras que triunfaban los que aprobaban –y gastaban las plusvalías y anticipos– de planes desaforados que cambiaban la naturaleza de nuestra Andalucía.

Sólo en el área metropolitana de Sevilla, habían previsto la construcción de cerca de trescientas mil nuevas viviendas. Si sumamos las previsiones, en Andalucía se iban a construir tantas viviendas como para dar cabida a otra comunidad autónoma en nuestro territorio. Las escasas voces que se alzaron contra este disparatado crecimiento no fueron escuchadas ni apenas publicadas. Ahora, como un reconocimiento tardío, ondean las banderolas deslucidas de las constructoras en las carreteras del Aljarafe, como ejércitos derrotados tras el pillaje de las ciudades.

Los ayuntamientos no discutían del empleo, ni de la capacidad productiva de sus municipios, ni de las energías renovables o los servicios sociales, sino de los Planes de Ordenación Urbanística. Las Cajas de Ahorros se convirtieron en agentes especulativos desdeñando inversiones productivas y los gobiernos presentaban complacidos las cuentas quiméricas de un crecimiento económico sin futuro, asegurando que el pleno empleo estaba al alcance de la mano.

Ahora la fiesta –si es que lo fue– ha terminado. Hay culpables y responsables de este desastre, víctimas que lo han perdido todo y verdugos que se han enriquecido, pero apenas hay inocentes. El mercado se había adueñado de nuestras almas. Nuestros deseos se habían convertido en productos, los jóvenes eran la materia moldeable del consumo y bajo la palabrería oficial se ocultaba la falta de valores y de principios de todas nuestras acciones. Tras comprobar que el desarrollismo a ultranza nos deja una herencia de un millón de personas paradas en Andalucía, es el momento de plantearnos un gran cambio de nuestra economía para hacerla más razonable, ecológica y social, pero también es el momento de cambiar nuestras prioridades y nuestros valores.

Concha Caballero es profesora de Literatura
www.ideasconchacaballero.blogspot.com

miércoles, 28 de enero de 2009

BRUCE SPRINGSTEEN EN SEVILLA

Por la mañana leo la prensa en internet. Me detengo, especialmente, en la información económica y en la internacional (tras los primeros pasos de Obama y esperando la resolución de conflictos que hielan el corazón). Pero hoy no puedo apenas prestar atención a ninguna noticia porque he leído que Bruce Sprinsgteen viene a Sevilla el próximo día 30 de julio.
Lo confirmo en la página de Bruce y ahí está: July 30 Sevilla, Spain, la Cartuja Olympic Stadium, para presentar su nuevo disco Working on a dream.
Yo no era “springstera” hasta que hace algunos años fui a un concierto en Granada en el que el boss presentó su disco We shall overcome, de homenaje a Pete Seeger. Me gustaban algunas de sus canciones como The river o el album de Born to run, pero me repelían otras de sus composiciones más convencionales...Hasta que una noche granadina escuché su primera canción y se desató una corriente de energía, de vitalidad y de esperanza como no había conocido.
El directo de Bruce Springsteen no es comparable a ningún grupo que haya escuchado. No tiene un gran montaje escenográfico, sólo veinte músicos en escena curtidos, de una sensibilidad extrema. La voz de Bruce, su fuerza y su vitalidad surge como un torrente desde la primera canción porque en el escenario disfrutan con lo que hacen y no regatean con el público. No están cumpliendo con una obligación comercial sino tocando canciones con el mismo entusiasmo que si lo hicieran por primera vez.
Unos días más tarde llamé a un amigo de Granada para preguntarle por qué no había ido al concierto:
- No lo comentes. Le he dicho a todo el mundo que estuve allí – me dijo
- ¿Y eso por qué?
- Pues porque si digo que no he ido tengo que decir que no me interesaba o reconocer que me he perdido algo especial que no se va a repetir.
Vericuetos del alma granadina.

viernes, 23 de enero de 2009

RESPUESTA ANDALUZA A LA CRISIS


Hoy publico este artículo en El Correo de Andalucía

"La sombra de Obama planeaba sobre el debate parlamentario de esta semana en la cámara andaluza: todos querían imprimir un toque de sinceridad y de unidad a su discurso. El Presidente de la Junta reconoció, por primera vez, la gravedad de la crisis y los tiempos sombríos en los que vivimos. Por su parte, el señor Arenas contenía a duras penas su confrontación personal, y se ofrecía arrimar el hombro. Pero fuera de la cámara no había un público ilusionado y expectante, sino andaluces cansados, escépticos, que esperan poco de la política. Las cosas han cambiado a una velocidad de vértigo. En menos de un año hemos pasado de la promesa del pleno empleo a la previsión de un millón de parados; de una disponibilidad infinita de crédito a unos bancos cuyas ventanillas están abiertas pero sus arcas cerradas; de un crecimiento desbocado a una recesión sin expectativas; de una crisis financiera limitada a una crisis global que afecta a los mercados, a la producción, el uso de los recursos naturales y la disponibilidad alimentaria.Ante algo nuevo, sin precedentes en la historia reciente, no se puede responder con las viejas recetas, los mismos discursos políticos, idénticas palabras. No es posible, ni siquiera deseable, volver al crecimiento desmesurado de estos últimos quince años. Todo el mundo lo sabe.No es un catálogo de medidas dispersas lo que puede detener la crisis y devolver la ilusión a los andaluces. No se trata tampoco –como apunta la derecha– de gestionar mejor la administración pública ni, mucho menos, de bajar los impuestos y exportar la ruina privada a las arcas públicas. Sólo un cambio en profundidad del modelo económico andaluz puede operar el milagro. Las viejas recetas están demostrando no ser siquiera paliativas y hacen perder un tiempo precioso para la recuperación. Valgan dos ejemplos: los avales a los bancos no hacen circular el dinero hacia la sociedad y se utilizan para consolidar el balance bancario. En cuanto a los ocho mil millones en obras extraordinarias para los ayuntamientos, una vez invertidos –por cierto en un sector sin presencia alguna de mujeres– no consolidarán ni un puesto de trabajo ni nuevos servicios para la comunidad. Se puede, sin embargo, convertir la crisis en una oportunidad para cambiar el signo de la economía andaluza. La respuesta, puede provenir de los sectores hasta ahora marginales del modelo económico: la ecología y el desarrollo social. Si los ciento veinte mil millones de euros en avales a la banca, se hubieran empleado para avalar energías renovables, reciclaje de materiales y todo lo que se conoce como “trabajo verde”, se crearían miles de puestos de trabajo que apuntarían, además, a un nuevo modelo económico. Si los ocho mil millones de euros a los ayuntamientos –que se van a dedicar en su mayoría a obras superfluas– se dedicase a crear una verdadera red de servicios sociales en cada municipio, se crearía bienestar y empleo de calidad.No se puede abordar una crisis estructural con medidas coyunturales. Eso es sólo esperar que la inercia de los tiempos solucione la crisis económica. Y no nos engañemos, aunque la actual crisis económica sea de origen internacional, el foso de la caída se ha excavado con las manos andaluzas que han apostado alegremente por un crecimiento urbanístico desproporcionado y han desdeñado trazar un modelo económico sostenible, social y productivo."

martes, 20 de enero de 2009

UNAS SENCILLAS CUENTAS


1.-Las previsiones de la Unión Europea auguran que el paro registrado alcanzará el próximo año en España los cuatro millones de personas. Teniendo en cuenta que el paro en Andalucía suele ser entre un 23 o un 25 por ciento del paro estatal, estaríamos hablando de que nuestra Comunidad el próximo año se acercará a la cifra de un millón de parados registrados.

2.- El año 2008 se ha cerrado con 719 mil parados en Andalucía. Según la previsión de la Unión Europea aumentará el paro más de 200.000 personas en nuestra Comunidad, frente a las cifras del gobierno andaluz que estimaban un crecimiento de 50 o 60 mil parados.

3.- La economía española, según Bruselas, descenderá un 2 por ciento (los cálculos del gobierno andaluz hace tan solo un mes es que crecería un 1 por ciento). Teniendo en cuenta que los indicadores hablan de un descenso mayor en Andalucía estaremos en una reducción del 2,1 o 2,2 por ciento.

4.- Dice la Unión Europea que la recuperación económica de España será más lenta por “el peso del sector inmobiliario y la dificultad de corregir su crisis”. Teniendo en cuenta que el peso del sector inmobiliario en Andalucía es dos puntos por encima superior a la media estatal, se deduce que la recuperación andaluza será todavía más lenta que la española.

5.- Teniendo en cuenta que el 33 por ciento de los parados andaluces no reciben ninguna prestación de desempleo, el próximo año tendremos más de 300.000 personas en Andalucía sin ningún tipo de recursos.

Está claro que ya no valen las viejas recetas, ni los viejos políticos en Andalucía. No vale esperar que vuelta un pasado de crecimiento que ha terminado y fracasado. Es el momento de nuevas ideas, de un modelo de desarrollo andaluz radicalmente distinto, comprometido con lo social y lo ecológico. Si no es así, será la impotencia y el localismo los que marquen los derroteros de los nuevos tiempos.

viernes, 16 de enero de 2009

LA CRUDA REALIDAD


Hoy he publicado este artículo de opinión en el Correo de Andalucía


Ana ha vuelto de la oficina de empleo al mediodía, con el tiempo justo de preparar la comida. Ella y su marido tienen la costumbre de comer viendo los informativos de la televisión. Un día más es la crisis económica y la invasión de Gaza la que ocupa los titulares. Las imágenes de niños ensangrentados la golpean. Siente surgir en su interior una ola de indignación y de dolor con la que no sabe qué hacer. Desgraciadamente –se dice– los niños de ese territorio encontrarán en qué emplear ese caudal de indignación y crueldad.

A continuación, informan sobre el avance del paro en nuestro país. Ana ve en la pantalla una escena igual a la que ha presenciado esta mañana: un centenar de personas hacen cola ante las oficinas del INEM, con la mirada perdida. Un hombre de unos 40 años explica: “me quedan seis meses de prestación, después no sé qué haré”.

Ana cambia de canal rápidamente.
–¿Por qué lo has quitado?– le pregunta su marido.

Ella se encoge de hombros. No quiere contarle que no soporta ver su propia realidad en la televisión. Hace unos meses seguía con avidez la información económica, esperando, como un pescador, que el tiempo amainara, que la tormenta financiera se aclarara, que aparecieran en el cielo señales de calma. Ahora no puede creer nada. El mundo ha cambiado sin previo aviso. Los aguerridos capitanes que proclamaban el fin del Estado y la iniciativa privada como solución a todos los males, reclaman ahora su financiación con fondos públicos. Los que deberían prestar el dinero, lo piden; los economistas que debieran alumbrar soluciones ante la crisis, especulan sobre su duración.

A unos cuantos kilómetros de casa de Ana, el Gobierno ha seguido también con interés la información sobre el paro. Unas horas antes de su publicación oficial, el portavoz del Gobierno ha aparecido en la Consejería moviendo la cabeza:
–Muy malos, muy malos –comenta con el consejero.
A diferencia de Ana, ellos no han podido cambiar de canal, aunque piensan que no había necesidad de esas imágenes con las colas de parados y ese tono apocalíptico de la información.
Quince años de crecimiento continuado los han dejado sin recursos contra el infortunio. Solo esperan que amaine el temporal, que los mercados financieros se estabilicen, que aparezca el sol de la recuperación.

Se comportan como cualquier ciudadano abrumado por la crisis –porque también pone en cuestión su propia supervivencia– pero viven atados al pasado sin darse cuenta de que la derecha andaluza cabalga sin caballo ni camino. ¿Quién podría reprocharles una intervención clara y directa sobre la economía andaluza? ¿Quién tendría fuerzas para oponerse, justo ahora, a meter en cintura a la banca andaluza y obligarla a conceder créditos a las pequeñas empresas y a la vivienda?

¿Por qué consentir que las cajas andaluzas anden más preocupadas por sus puestos directivos y por el localismo más ramplón, que por su aportación a la recuperación? ¿Quién alzaría la voz contra una extensión real de los servicios públicos en Andalucía? ¿Quién se opondría a una iniciativa pública para reinventar la economía andaluza desde las energías renovables o los sectores medioambientales? Solo su propio laberinto los mantiene encerrados, con el juguete roto del crecimiento, ante un público que ha cambiado de canal.

Concha Caballero es profesora de Literatura

lunes, 5 de enero de 2009

LA ESQUINA DEL TIEMPO



El tiempo se cuenta de muy distintas maneras según las circunstancias y las modas. Hemos visto trazar palotes en las celdas de las cárceles; pasar hojas al viento en las películas de los años cuarenta; saltar los primeros números digitales con un parpadeo de indecisión; volar sobre la cúspide de una montaña en un revival romántico…Pero el tiempo no es lineal, ni dinámico, ni siquiera aéreo. Es curvo, elíptico, laberíntico, como un animal enroscado.
Nos engaña la similitud del lenguaje, el rito de reconocimiento y creemos estar otra vez en enero, los mismos, repitiendo una vida aprendida de estaciones y tiempos. Nos engañan los lunes, con su simbología de comienzo y los viernes con su promesa de fiesta. Nos toman el pelo los domingos y los días que marcan frontera con la vuelta al trabajo, con sus largas horas, su pequeña soledad, el desamparo de las últimas horas de la semana que ocupamos en preparar el nuevo día, para que el lunes no nos coja de improviso.
Nos engañan los años, tan similares y el cambio de siglo. Nos engañan las caras conocidas a las que nos aferramos sin querer ver los sutiles cambios que marcan los días. Nos engañamos ante el espejo, sin vernos, en realidad. Nos engaña lo inmediato, lo diario, la única realidad conocida.
En otros lugares del mundo el año ha amanecido cargado de bombas. En un solo día desaparece el hogar, la casa, el hijo…el sábado no es un día cualquiera, ni el año otro racimo más de días sino un grito agudo de desesperación. Dicen, los agresores, que durará tiempo esta ocupación-destrucción de Palestina. Tienen una planificación del terror, anotada en días y en objetivos. La han comenzado en el shabat, día prohibido para hacer cualquier tarea humana, pero por lo visto hábil para la venganza y la muerte. Para los otros, no existe desde el sábado más que un día eterno, de explosiones, heridos, incendios y huidas. Mal ha empezado el año para el mundo, -te dices-, sin saber qué hacer con ese caudal de rabia y de impotencia ante el terror y la injusticia.

TORTILLA FLAT


Hay libros que no deseas terminar. Revisas las páginas que quedan para el final y pugnan en ti dos sentimientos encontrados: no puedes dejar de leer la historia pero, por otro lado, quieres demorarla como un caramelo en la boca que no deseas que se acabe.
Tortilla Flat es la historia de unos pobres soldados licenciados que vuelven a las colinas de la ciudad de Monterrey, convertidos por la pluma de Steinbeck en estrafalarios caballeros andantes decididos a hacer el bien y a disfrutar con la aventura.
Cuando Danny regresa a su ciudad se entera de que ha heredado dos casas en la ciudad. Se sintió “un poco abrumado ante la posibilidad de ser propietario”, e incluso lamenta que “los buenos tiempos se hayan ido para siempre”.
Su amigo Pilón, el verdadero factotum de la novela, notó “que la responsabilidad de ser propietario se instalaba en la cara de Danny. Nunca más en la vida volvería aquella cara a estar libre de cualquier preocupación. Nunca más volvería Danny a romper ventanas, ahora que tenía ventanas propias para romper”.
Danny, sin embargo, encuentra el modo de esquivar el peso de la propiedad compartiendo con sus amigos su reciente herencia:
“- No es bueno tener tantas cosas que puedan romperse –dijo ante los regalos de los amigos-. Luego se rompen y se queda uno triste. Es mucho mejor no haberlas tenido nunca”.
Pilón y los demás amigos de camino de Danny, se juramentan para esquivar su lado malo y “hacer el bien” por los tortuosos caminos de la borrachera, el alcohol y la vagancia. Cada noche la garrafa de vino –que han conseguido por robo, engaños, trueques o aventuras sin cuento- se convierte en el centro de ese hogar feliz.
Cada garrafa contiene una geografia del viaje sentimental: “justo bajo el gallote de la primera botella, conversación seria y reposada. Cuatro centímetros más abajo, tristes y dulces nostalgias. Cinco centímetros, recuerdos de viejos amores felices. Dos centímetros, recuerdos de viejos amores desdichados. Fondo de la primera botella, una vaga tristeza general. Gollete de la segunda botella, negro e impío abatimiento. Dos dedos más abajo, una canción sobre la muerte o la añoranza... A partir de este punto cualquier cosa puede ocurrir”.
Y este club de zarrapastrosos caballeros andantes se convierte en leyenda de la ciudad, como una fugaz conjunción de estrellas, que desaparecen en el horizonte sin dolor. Literatura de crisis, de pobres, de libertad y esperanza. Gracias John Steinbeck.