lunes, 28 de mayo de 2012

EL CATECISMO DE WERT


Publicado en El País Andalucía

Ya es oficial: no eran nuestros gastos los que estaban por encima de nuestras posibilidades sino nuestras ideas. Wert es el ministro que mejor lo ha entendido y ha elaborado un explosivo cóctel mezcla de recortes económicos, prejuicios políticos y un marcado sectarismo ideológico. A partir del próximo curso las escuelas no enseñarán respeto alguno a las opciones sexuales, se considerará un único modelo de matrimonio o de familia y se suprimirán las referencias a la homofobia o al machismo en los manuales de Educación para la Ciudadanía. Respetar las diferentes opciones sexuales y fomentar la igualdad eran un peligroso adoctrinamiento para las mentes adolescentes que deberían tener claros los diferentes roles sociales masculinos y femeninos, o como diría Gallardón, de mujer-mujer y hombre-hombre.


Los valores de la paz, el diálogo y de la convivencia serán sustituidos por un cántico a la propiedad privada y a la actividad empresarial, para mayor gloria de los mercados que dominan nuestras vidas. Se eliminarán los temas que explican las causas de la pobreza y se intentaba instruir al alumnado en los peligros del nacionalismo excluyente, o sea, de todo tipo de nacionalismo que no haga ondear la bandera española, pero el ceño fruncido de sus únicos socios ha modificado el texto, que no el contexto de este catecismo.

No fuimos conscientes del dispendio que suponía tratar a los seres humanos como tales y brindarles los cuidados sanitarios sin preguntarles su raza, su procedencia o su condición social. Estoy segura de que, al menos, un euro de cada mil se malgastaba en semejantes utopías propias de los que pensamos por encima de nuestras posibilidades. Por eso, tampoco la xenofobia o el racismo serán combatidos en las aulas. Nuestras ideas deben ser productivas y normativas, lejos de todo ideal comunitario; deben contribuir a aumentar la propiedad y ahuyentar el altruismo; deben fomentar el conformismo social y desterrar la conciencia crítica.

De todos los sueños utópicos el más peligroso ha resultado ser la enseñanza pública. ¡Qué derroche de profesorado, de tiza, de aulas, becas e investigación! Más horas, más alumnos, menos profes, menos salarios son una solución perfecta que tiene el aval indiscutible de 40 años de franquismo.

El ministro de Educación proclama que la enseñanza es obligatoria y gratuita solo hasta los 16 años, aunque con una pequeña reforma los jóvenes de 15 con dificultades podrán salir del sistema. Nos anuncia que paulatinamente habrá que pagar el 100% del coste de la enseñanza, desde el bachillerato y los ciclos profesionales hasta la Universidad. La enseñanza superior —nos sugiere— es un lujo de una sociedad enferma que soñó con trasladar la igualdad de oportunidades a las aulas. Se instalarán en las universidades barreras que solo se abrirán con el tintineo del money, money. No obstante, admitirán algunos genios sin ingresos a los que recordarán continuamente la generosidad que se les brinda.

Como ven eran nuestras ideas, que no nuestros gastos, las que estaban por encima de sus intereses. Nos repiten que es preciso erradicar y abominar de todo concepto de igualdad porque, indefectiblemente, nos lleva a aumentar el gasto público. El egoísmo y la segregación, por el contrario, son doctrinas económicas y restrictivas. Para esta operación se hace preciso amputar las conciencias, adormecer los sentimientos, criminalizar los conflictos y confrontar al que tiene poco con el que no tiene nada.

Con este mandato enviaron comisarios que han podido verificar la debilidad de nuestras instituciones, el conformismo de nuestros políticos y la fragilidad de nuestra propia conciencia. Su informe aconsejaba una intervención rápida seguros de que los costes serían mínimos.

Por eso, en pocos días, acaban de embargar nuestros sueños. Han cerrado la puerta de los servicios públicos a todos los que, sin ser yo, formaban parte de mi esperanza. Solo esa marea verde llena de voces jóvenes y rejóvenes sigue actuando por encima de sus posibilidades y pidiendo antorchas para iluminar estos tiempos oscuros.

domingo, 20 de mayo de 2012

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE LUIS GARCÍA MONTERO: EL POETA Y LOS OBJETOS

Ayer, en la Feria del Libro de Sevilla, colaboré en la presentación del nuevo libro de Luis García Montero, Una forma de resistencia. Os dejo aquí el texto completo de mi intervención:

Conocí a Luis una tarde de otoño en Granada, en un bar llamado La tertulia.
Tenía todo el aspecto de un chico bueno que contrastaba con el ambiente duro, malhablado y contestatario de esta inolvidable taberna granadina donde se congregaban todos los especímenes de la izquierda de la transición.
Lo rodeaba un grupo de estudiantes universitarias. El bajaba la cabeza como una flor tronchada.
Me llamó la atención su sonrisa. Una impagable sonrisa infantil del que encuentra siempre en la vida motivos de alegría. Una sonrisa que dibuja de una forma especial su boca, entre tímido y audaz.
Tan pronto hablaba entusiasmado como caía en un silencio melancólico. Su flequillo rebelde jugueteaba con su frente y él se lo atusaba como los niños buenos. Tenía un éxito arrollador del que él no era consciente, o al que restaba importancia.

- Es un gran poeta, me dijeron.

Cuando pude conseguir alguna de sus poesías me ocurrió como a tantos de sus lectores. Me quedé con hambre de sus versos. A partir de ahí él fue alimentando esa hoguera, poco a poco, como un calderero demasiado paciente. Y empezó a triunfar… Le llovieron los premios pero él no alteró ni un ápice su modestia tranquila, su mirada afectuosa para todo lo humano, incluso para con los contados y vociferantes envidiosos que se desesperan porque no lo alcanzan.

Es una clase extraña de poeta. Si fuésemos franceses diría el CIUDADANO POETA y quizá estuviera todo dicho pero en España, ay España, los ciudadanos molestan y a los poetas se les denigra. No hay más que ver la batalla del gobierno contra la educación para la ciudadanía y el nuevo ideario que pretenden imponer en la enseñanza.

No hay, sin embargo, en LGM ni una chispa de demagogia en su escritura, ni una sola directriz. Conoce el alma contradictoria y loca de la creación literaria que a veces dice lo contrario de lo que pretende y si no que se lo pregunten a Balzac o a Flaubert, tan preocupados por defender el antiguo régimen que hicieron el retrato más descarnado del capitalismo.

LGM, quizá sin quererlo, se está convirtiendo en una guía ética para los nuevos tiempos. Conoce las contradicciones del alma humana; desde este caparazón dulce y ameno ha vivido miles de vidas porque tiene el don de experimentar como propio todo lo ajeno.

La bondad, en estos terribles tiempos, se llama compasión. Se llama ser conscientes, acompañar el dolor ajeno sin estridencias, sin pretender ahormarlo, domarlo o dirigirlo, sino solo estar en cada circunstancia del lado más modesto. El mundo ahora se divide entre los que cierran sus ojos ante lo que ocurre, los que reprochan a los que nada tienen su imprevisión y su falta de esfuerzo y los que sienten tristeza por el mal ajeno.

Hay en esta actitud vital de Luis algo profundamente andaluz. Esa sociabilidad de nuestra tierra que no nos permite disfrutar de la fiesta cuando nuestro vecino sufre. Esa tendencia también andaluza a no vociferar, a llevar las penas sin asumir el triste papel de víctima en la comedia de la vida.

Nadie, excepto Luis, podría haber convertido un libro sobre los objetos en UNA FORMA DE RESISTENCIA. Un libro sobre butacas, billetes de avión, posavasos, corbatas, espejos en un libro sobre como resistir los embates del capitalismo más feroz. Todos objetos modestos, cotidianos, insignificantes.

Pero que nadie se engañe sobre el valor de los objetos. No acabamos de conocer a nadie hasta que no lo vemos en su casa, rodeado de sus objetos familiares. O, perdónenme por ponerme algo más triste. Todos hemos conocido el dolor de la despedida final de los objetos cuando hemos empaquetado pertenencias de nuestros seres queridos y hemos tenido que apartar a manotazos el dolor al contemplar un reloj, unas zapatillas, una bufanda o la tonta postal de un viaje.

Los objetos de los que nos habla Luis son perdurables. En algún momento han pertenecido al mundo del consumo, pero no son consumibles, han quedado impregnados de nuestras vidas. Nos hablan y les hablamos.

Bertold Brecht lo explicó maravillosamente en este poema:

De todos los objetos, los que más amo
son los usados.
Las vasijas de cobre con abolladuras y bordes aplastados,
los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera
han sido cogidos por muchas manos. Éstas son las formas
que me parecen más nobles. Esas losas en torno a viejas casas,
desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,
esas losas entre las que crece la hierba, me parecen
objetos felices.
Impregnados del uso de muchos,
a menudo transformados, han ido perfeccionando sus
formas y se han hecho preciosos
porque han sido apreciados muchas veces.


De todos los objetos, los que más amo, son los usados…Objetos felices.
Los objetos no reemplazables son una forma de resistencia contra el consumismo atroz. Cuando no los apreciamos, cuando tendemos a sustituirlos rápidamente sin parar a pensarlo, es que también nosotros hemos aceptado ser sustituidos, pertenecer al reino de los objetos sin alma, al mercado y al consumo. Con los objetos pasa como con la inspiración, según decía Oscar Wilde, si la persigues te enloquece y se adueña de tu vida, si la acompañas es una fiel compañera.

En la galería de LGM algunos objetos hablan y tienen formada opinión sobre nuestras vidas. Por ejemplo los espejos de su casa tienen ideas contradictorias sobre Luis. El espejo del hall cree que es una persona cumplidora, aseada, respetuosa. El del dormitorio cree que es desastrado y dormilón. El del baño es quien mejor lo conoce porque es testigo de su reconstrucción continuada, de su mirada crítica y sus ensayos.

Hay objetos modestos, agazapados, como el jersey veraneando en nuestro armario, las zapatillas rotas. No en vano Pablo Neruda dedicó un poema a sus calcetines. No un poema, sino toda una Oda

Y es esta la moral de mi Oda:
Dos veces es belleza la belleza,
y lo que es bueno es doblemente bueno,
cuando se trata de dos calcetines
de lana en el invierno."

Otros objetos, te regañan. Algunos reclaman un trato especial que solo tú conoces: esa lavadora a la que tienes que asestar un golpe para que comience a funcionar, ese cable que necesita varias conexiones, ese interruptor que juega a las tres esquinas antes de encenderse.

Algunos objetos se convierten en metáforas perfectas de nuestras vidas. Las monedas que caen de nuestro bolsillo al finalizar el día. ¿Todo se vende? ¿todo se compra? Se interroga el poeta o la butaca de nuestro hogar, ese reino personal donde escribimos los decretos de nuestras lecturas y de nuestras cavilaciones. “Quizá, propone el poeta, los que se agarran tanto a los sillones ajenos es porque carecen de una butaca propia en su hogar”.

Los objetos nos hablan de los viajes realizados, de los aviones perdidos, de los partidos de fútbol a los que hemos asistido, de los conciertos de nuestros héroes de la música, de los amores perdidos. Son reliquias del tiempo pasado, metáforas personales que solo nosotros entendemos y que nos hablan de sentimientos, tal como expresaba Serrat: creíamos que los había matado el tiempo y la ausencia, pero acechan en un cajón, en un papel o en un rincón.

André Bretón fue de los primeros en reclamar esta metáfora de los objetos y compuso el poema objeto, una alteración de las normas de la razón, el placer de sentirse dominado por la relación entre las cosas divergentes.

Hay poesía en los objetos, sin duda. Por eso, este libro en prosa es una construcción profundamente poética. Lo decía el paisano de LGM, García Lorca: "la poesía es el misterio que hay en las cosas y todas las cosas tienen su misterio". Lorca vivió en una sociedad granadina aficionada a construir en cada casa un altarcico barroco con todas las cosas apreciadas. Luis exhibe las suyas en este libro: un paquete de cigarrillo Goya de su padre, una corbata chillona de Rafael Alberti, una pluma que le regaló Francisco Ayala y que permanece presa en su estuche por miedo a perderla.

Como decía Octavio Paz

Monumentos a cada momento
hechos con los desechos de cada momento:
jaulas de infinito.
Canicas, botones, dedales, dados,
alfileres, timbres, cuentas de vidrio:
cuentos del tiempo.

Pero sobre todo los objetos nos hablan del tiempo, pero no del tiempo de los mercados, sino del tiempo humanizado, vivido, concreto. Del tiempo que pasa y que nos cubre, de lo que quedará de nosotros cuando ya no estemos:

Jorge Luis Borges

"¡Cuántas cosas,/ limas, umbrales, atlas, copas, clavos,/ nos sirven como tácitos esclavos,/ ciegas y extrañamente sigilosas!/ Durarán más allá de nuestro olvido;/no sabrán nunca que nos hemos ido. (Las Cosas).

O como escribió Neruda

...muchas cosas
me lo dijeron todo.
No sólo me tocaron
o las tocó mi mano,
sino que acompañaron
de tal modo
mi existencia
que conmigo existieron
y fueron para mí tan existentes
que vivieron conmigo media vida
y morirán conmigo media muerte.

Dice, Luis, que se inspiró en la novela Las uvas de la ira de John Steinbeck para escribir esta obra. Es curioso que resuelva escribir sobre los objetos inspirado por una legión de trabajadores desposeídos, que trasladaban sus contados enseres por los polvorientos caminos de Oklahoma. La pérdida y la rápida sustitución de los objetos es una metáfora sobre la pérdida de valor de los humanos, su fácil sustitución, su pérdida de influencia.

Los nuevos objetos y los nuevos trabajadores no llegan a ser amados, ni apreciados. No establecen vínculos estables. Son solo piezas sustituibles para mayor ganancia del mercado.

Por eso, nos recuerda Luis, cuidar y amar los objetos se convierte en una metáfora de cuidar los humanos, y añado yo, la naturaleza. Disfrutar de todo lo necesario, pero huir del consumismo y negarse a ser cosificado, clasificado, vendido o comprado.

Es posible que exista una ética de los objetos, de su posesión, de su cuidado frente a las lógicas del mercado. A esto hace alusión el poeta cuando ha titulado su libro “Una forma de resistencia”.

Desde que lo conocí en la Tertulia, Luis no ha perdido su sonrisa, ni su encantadora forma de atender a los demás. Era un niño bueno y la vida, ¡ay milagro!, lo ha hecho más sabio y más bueno.

Es el momento de reivindicar la bondad, la mirada compasiva sobre el ser humano. Por eso, aún a costa de ser cursi, y parafraseando a B.Brecht me despido:

De todos los poetas, a los que más amo, es a los que tienen una mirada compasiva sobre el ser humano. Por eso, manchado de su dolor, presente en todas las batallas de la dignidad, amo a LGM.

Concha Caballero

Sevilla, 19 de mayo de 2012



DOS VARAS DE MEDIR


Publicado en El País Andalucía
Ya sé que no es políticamente correcto decirlo en voz alta pero están maltratando a Andalucía. Ya sé que en medio de la tormenta financiera que se abate sobre nuestro país, es mejor salvar el acuerdo por el que se han aprobado los planes de las Comunidades Autónomas y esperar tiempos mejores, pero la verdad no puede resentirse hasta el extremo de presentar como justa, la injusticia y como colaboración el resultado de la amenaza.


En primer lugar, ha sido el gobierno y solo el gobierno quien se ha empeñado en desprestigiar la labor de las comunidades autónomas y la que ha desplazado el déficit del gobierno central hacia la periferia. Ha sido una tremenda irresponsabilidad porque el deterioro de la solvencia de cualquier comunidad, recaía como un boomerang contra la marca España. Pero ha exigido el recorte autonómico, más allá de lo razonable, como una forma de forzar la disminución del gasto en los servicios públicos esenciales, salud y educación, a los que no aman en absoluto.

En segundo lugar, el gobierno central ha jugado contra la marca Andalucía especialmente desde que perdieron las elecciones del pasado 25-M. El Ministro Montoro, que ayer se investía de la autoridad de un juez y de un censor de cuentas, dedicó buena parte de su actividad en los meses pasados a desprestigiar las finanzas andaluzas, a hablar de facturas ocultas y de balances poco transparentes. Ni siquiera pidió perdón por sus afirmaciones cuando se demostró de forma fehaciente que Andalucía debía a los proveedores menos de la mitad que Valencia y casi igual que Murcia con una población de 400.000 habitantes. Atacar las finanzas andaluzas ha sido un deporte entre los altos cargos del PP, jaleados por las peticiones de intervención de la derecha mediática.

Pero el castigo a Andalucía no ha cesado ni por un momento y el antiandalucismo se ha convertido en leitmotiv de la política estatal. Se ha establecido así una doble vara de medir en las decisiones económicas que los gobernantes andaluces deberían de explicar con claridad. En la reunión del Consejo de Política fiscal y financiera donde se aprobaron los planes de ajuste de las comunidades se pudo comprobar la falta de ecuanimidad y de criterios. El tribunal ante el que Andalucía presentaría sus cuentas era inquietante. El juez supremo que marcaría el destino de Andalucía, el señor Montoro, el mismo que nos mandaba al infierno de la intervención sin mirar ni siquiera los balances., Mientras que las cuentas de Murcia, Castilla la Mancha o Valencia, que duplican el déficit andaluz, fueron aprobadas literalmente “con nota”, amagaron con dejar en suspenso las cuentas de Andalucía. Mientras que a otras comunidades se les aceptaban recortes contabilizados a la manera de las cuentas del Gran Capitán a Andalucía se les exigía justificar hasta el último euro.

Sin querer provocar ninguna confrontación territorial con Cataluña, cuyo Conseller tuvo diez veces más visión de estado que el propio ministro Montoro, a esta comunidad se le aceptó recuperar la inversión prevista en su estatuto de Autonomía, mientras que a Andalucía no se le permitió hacer exactamente lo mismo: a saber, que el estado debe abonar 408 millones de euros para cumplir lo que establece el Estatuto de Autonomía de Andalucía ni mucho menos computar como parte del ajuste andaluz los 1.400 millones que el Estado debe de años anteriores.

No sé hasta qué punto la discreción o el miedo son los mejores acompañantes para Andalucía en esta tormentosa travesía. Los sacrificios que se les van a exigir a los andaluces, especialmente a los funcionarios, no van a ser fáciles de entender si no se explica el contexto político que nos acompaña o que nos amenaza. No solo hay que salvar los servicios públicos de envites privatizadores y de su deterioro, también hay que proteger a los profesionales que los hacen posibles. Por ellos hay que apurar al límite las posibilidades de negociación, aplacar la dureza de los recortes, valorar su trabajo y su tiempo. Y, sobre todo, contar la verdad.

sábado, 12 de mayo de 2012

NO HAY PALABRAS

Publicado en El País Andalucía 


He entrado en clase dispuesta a regañar a mis alumnos. Tenía preparado un pequeño discursito sobre el esfuerzo, el futuro, la importancia de ir cargando la mochila de titulaciones adicionales.
—¿Por qué no os habéis presentado a las pruebas del Trinity?
—Porque cuestan 90 euros— me contestaron secamente.
Las palabras que no se pronuncian no hacen ningún ruido, pero caen a un pozo negro, desarmadas, incoherentes. En este caso cayeron a mis pies, se enredaron en mis zapatos y me llevaron directamente a la realidad.
En este curso he aprendido a no preguntar dónde están los libros de las lecturas obligatorias. Ya sé que los 30 o 40 euros de su importe pueden desequilibrar algunos presupuestos familiares que cuentan los días en billetes de 10 o 15 euros. Me he limitado a colgar los textos en mi blog, incluso los más recientes que están sujetos a derechos. Espero que Luis Sepúlveda o los herederos de J. D. Salinger sepan comprenderlo.
El tradicional viaje de final de curso se ha suprimido en muchos casos y cuando se hace, entristece ver una docena de alumnos que no han ido por motivos económicos, aunque nadie dice nada, ni pierden la sonrisa, ni se quejan por los pasillos. Los que van a Selectividad preguntan por las tasas de inscripción, por detalles tan insignificantes como cuánto valen las pruebas de las asignaturas optativas. Los más previsores hacen cuentas de cuánto les supondrá el autobús diario hasta la facultad y los libros de texto de la carrera.
Hasta hace muy poco tiempo estaban ajenos a esta nueva matemática. Sus cuentas se reducían al tiempo de ocio, a la compra de un artículo electrónico o a la ropa de la temporada. Ahora aprenden a hacer sumas y restas con sus propias vidas, con sus expectativas y con su futuro. Hablan de becas, del aumento indecente de las tasas universitarias y de cómo obtener una matrícula gratuita.
Te interrogan sobre cuáles son las carreras con mayores salidas profesionales y no sabes qué decirles. Les explicas que es importante que, hagan lo que hagan, se impliquen a fondo; que intenten seguir sus gustos y sus inclinaciones al tiempo que les aconsejas que pongan un punto de realismo. Discursos contradictorios que acaban con la recomendación de que sigan estudiando, una tabla de salvación a la que intentas aferrarlos, porque a pesar de todo su futuro será mejor si consiguen cualificarse profesionalmente. Mientras acabas tu discurso, te acuerdas de todos los jóvenes que conoces que reparten infructuosamente sus impresionantes currículos por las empresas y que cuando trabajan lo hacen en unas condiciones tan leoninas que solo el posibilismo cruel de nuestro tiempo te ayuda a ahogar la indignación. Te vienen a la mente los rostros de los que han tomado la dolorosa decisión de marcharse muy lejos, lo que pone de manifiesto que no es la enseñanza la que falla, sino la empresa y la sociedad de nuestro país.
Esos jóvenes han ido esta semana a la huelga contra los recortes educativos pero esta vez no había el aire de fiesta de otras ocasiones. Es como si supieran que ahora la vida va en serio con ellos, que no están estudiando un capítulo aburrido de la historia de España sino que forman parte de la primera línea de una crisis que se escribe con su carne.
Ha habido gobiernos que se han confrontado con algún sector social pero no ha existido hasta ahora ningún gobierno que se confronte con todo el sistema educativo. La derecha mediática dice que los malos estudiantes agitan la educación y publican fotos carcelarias de algunos dirigentes estudiantiles. Utilizan los mismos argumentos que los ministros franquistas de los años sesenta contra las movilizaciones juveniles: cosas de malos estudiantes y de infiltrados marxistas. Pero resulta que son los buenos estudiantes los que más se movilizan porque son los que se interesan, leen la prensa y escuchan indignados las noticias; son ellos los que te preguntan cómo es posible que el Gobierno facilite 10.000 millones a Bankia mientras a ellos les siegan el porvenir. No hay palabras.

EL RECORTAZO DE ARENAS

Publicado en El País Andalucía

 “Díganos de dónde viene el recorte de 2.700 millones de euros”, afirmó Javier Arenas con tono altanero en el debate de investidura. Pensé que había escuchado mal la frase pero no, el portavoz de la oposición había pronunciado estas palabras sin el menor asomo de duda o de vacilación. Insistió en la idea, con el procedimiento consabido de colocar el sufijo -azo a la palabra para dar mayor énfasis a la idea. “Díganos si el recortazo va a afectar a la sanidad, la educación o la dependencia”, insistió. Se ha equivocado de lugar y de personaje, pensé. Con los decretos del Gobierno central aún calientes que obligan a recortar 10.000 millones de euros a las autonomías, con la tinta todavía fresca del decretazo en la enseñanza y el copago sanitario o la reducción drástica de los fondos para la dependencia, no era posible que el inteligente portavoz del PP hiciera una preguntas que solo podían ser respondidas con los famosos versos de Bécquer “¿Y tú me lo preguntas? / Poesía... eres tú”. O sea, el Gobierno central obliga a las comunidades a recortar los servicios públicos vía decreto y, de paso, pisoteando las competencias de las autonomías. De forma especial, en el caso de Andalucía, amenaza a la comunidad autónoma en caso de no hacerlo, con intervenir sus cuentas. En cualquier caso, el representante del PP en Andalucía intentará hacer oposición criticando los recortes que ellos mismos han impuesto. Una operación de trilerismo político tan burda que detectaría hasta el ciudadano más indocumentado. Pero lo más grave no es eso. Es que, mientras Arenas subía a la tribuna del Parlamento de Andalucía, un coro mediático de voces azules casi negras, reclamaban una intervención urgente del Gobierno central. Según ellos, el Estado tiene instrumentos para impedir un Gobierno de izquierdas en Andalucía y evitar, así, el “desafío” de una comunidad autónoma. Argumentan que no es el PP quien tiene un problema por haber perdido las elecciones andaluzas, sino España. Por eso exigen que “Rajoy no titubee si tiene que intervenir la comunidad”. Les ruego que presten mucha atención a estas palabras. No las pronuncian cuatro locos en la Red sino medios de comunicación con accionistas y tirada diaria; no son un fruto momentáneo e irreflexivo, sino toda una declaración de intenciones. La música y la letra de estos textos son absolutamente golpistas, antidemocráticas y repulsivas. El nuevo Gobierno andaluz tiene muchas dificultades reales, derivadas del paro y de la crisis económica, pero no debe sufrir un zarandeo político por el simple hecho de que Andalucía no tenga el mismo color político que el Gobierno central, ni mucho menos ser amenazada porque a determinados poderes económicos no les guste la composición de su Gobierno. El portavoz del PP en Andalucía va a tener motivos más que suficientes para ejercer una oposición inteligente y democrática, sin subirse al carro del desprecio por nuestra tierra y del golpismo latente que alientan los medios más conservadores. Es verdad que la labor de oposición del PP será sumamente difícil. Las políticas de recorte de Rajoy están agotando la paciencia de la ciudadanía. No hay día que no se anuncie algún nuevo pellizco a las economías más débiles, a la educación, la sanidad o la cobertura social. No hay día que no se desprestigie un colectivo o un sector laboral para cargar sobre ellos la tinta del malestar social. Javier Arenas no podrá abstraerse de las políticas de recorte estatal ni hablar, como si nada pasara, de los temas sociales de Andalucía. Es verdad que estas políticas de recorte pueden pasarle una factura importante al PP en Andalucía e imposibilitar gran parte de su papel de oposición, pero sus dirigentes deben saber que este precio no será nada comparado con la factura que pagarán si el pueblo andaluz detecta que hay una estrategia de acoso y derribo contra nuestra comunidad autónoma.

martes, 1 de mayo de 2012

COSAS QE NO CUESTAN DINERO

Publicado en El País Andalucía
Sin Andalucía, serían felices. ¿Para qué emplear más palabras? Sin Andalucía las afirmaciones del ministro de Economía sonarían como las de Moisés al enunciar los 10 mandamientos en el monte Sinaí, en vez de cómo el sonsonete afilado del señor Burns, propietario de la central nuclear en la serie Los Simpson. Sin Andalucía, el bronceado intenso de Ana Mato no contrastaría de forma tan clara con el intento de expulsar del sistema sanitario a los morenos naturales de allende los mares.


Andalucía era imprescindible para cerrar el círculo, asentar el pensamiento único de que la crisis económica no puede ser superada sino con la liquidación de una parte importante del Estado de bienestar y con una modificación del actual Estado de las autonomías. El pastel estaba cocinado y la mesa puesta. La única pluralidad, con mando en plaza, sería la del Gobierno de Artur Mas, con quien el PP mantiene un 99% de coincidencias en materia económica y social. En cuanto a las divergencias, serían altamente rentables. O bien se produciría un acuerdo bilateral con Cataluña o una confrontación de bajo nivel en el que los contendientes se envolverían en las banderas españolas y catalanas, respectivamente, para alborozo de sus respectivos nacionalistas.
Pero Andalucía siempre llega cuando no se la espera. Ya pasó cuando decidió, contra todo pronóstico, conquistar la autonomía plena y romper un mapa desigual. Ahora ha vuelto a ocurrir, a la manera de este contradictorio siglo XXI, con menos épica y más contradicciones; sin las grandes pasiones y enormes esperanzas de hace tantos años. Pero lo ha vuelto a hacer y, pese a quien pese, se ha situado en el centro del debate político, con las banderas algo ajadas, pero con el mismo latido de igualdad.
El nuevo Gobierno debe ser consciente de que recibe un legado delicado que debe implicarlos más allá de sus propias fuerzas. El pueblo andaluz sabe las dificultades de la situación actual: la escasez de fondos públicos, los límites de la gestión política, la dificultad de invertir la rueda que nos empuja hacia el precipicio. No esperan milagros asombrosos pero serán absolutamente exigentes en las formas de ejercer el poder político, en la sensibilidad de las medidas que se adopten y en el ejemplo que ofrezcan a la sociedad andaluza.

En política, como en la vida, hay muchas cosas que no cuestan dinero pero que nos devuelven la confianza. No cuesta dinero, sino todo lo contrario, la honradez ni la sensibilidad social. No cuesta dinero poner en marcha de forma inmediata un código ético que no solo prevenga contra los casos de corrupción, sino que nos proteja de cualquier uso clientelar del poder político. Tampoco sería mala idea recuperar la educación y la elegancia como valores de la izquierda, fundamentalmente ahora que la derecha se ha vuelto lenguaraz e insultante.

No cuesta dinero la participación y el diálogo social, pero el de verdad, no el que se reduce a una consulta institucionalizada a las organizaciones sociales. Miles y miles de andaluces y andaluzas estarían deseando aportar sus conocimientos e ideas para mejorar nuestros servicios públicos, fomentar el empleo, proteger el medio ambiente o avanzar en igualdad de oportunidades. El talante del nuevo Gobierno debería caracterizarse por una escucha activa de la sociedad, lejos del autoritarismo o del paternalismo desmovilizador que nos ha privado de tantos talentos y soluciones.
Andalucía no va a buscar confrontaciones, se las va a encontrar en el camino. Sin dar siquiera tiempo a que se constituya el Parlamento, el Gobierno central ya ha planteado tres recursos contra decisiones andaluzas (subasta medicamentos, ley de incompatibilidades y oposiciones de docentes) y ha pronunciado las palabras temibles que suenan a golpe anti-andaluz: si no obedecen, serán intervenidos. Una amenaza inaceptable que nos recuerda a la frase favorita del personaje citado de Los Simpson, el dueño de la central nuclear, cada vez que los trabajadores desoyen sus órdenes: “¡Suelte a los perros