martes, 25 de mayo de 2010

Two lovers



No sé si para los cinéfilos, la atmósfera es tan importante cómo para la literatura. Mi recuerdo de algunas películas está ligado a interiores perfectos, que no parecen decorados de cine sino viviendas reales donde han ocurrido cosas y donde te parece que hasta los cajones estén repletos de objetos. Recuerdo, por ejemplo, el despacho de trabajo de la película "Una mente maravillosa" o la vivienda de la protagonista de "Las horas" en plenos preparativos de la celebración. Con Two lovers me ha pasado algo parecido: el apartamento donde se desarrolla buena parte de la acción se sale de la pantalla y resulta absolutamente real con su pared de fotos familiares, el desordenado cuarto del protagonista y los patios interiores. Frente a un cine espectacular, Two Lovers es un proyecto intimista, de seres desprotegidos que buscan un poco de felicidad. Se desarrolla en Nueva York y no hay un solo plano heroico, orgulloso, vertical. . Una magnífica escena entre el protagonista y su madre al pie de la escalera nos habla de la modesta aspiración de felicidad de los personajes. Sin embargo un repentino giro de la historia final nos devuelve al centro de la realidad. Aún así los personajes no juzgan, no etiquetan, no condenan. Joaquin Phoenix parece vivir, desde siempre, entre esas calles y esas paredes. Es una sinfonía interpretativa y un enigma. ¿Cómo hay que afrontar la vida? -me pregunto al salir del cine.

Robin Hood y el desconcierto.



Lo de robar a los ricos para dárselo a los pobres me parecía un cuento magnífico para compensarnos de esta realidad dónde los ricos no sólo roban los tesoros del presente sino que nos ordenan cómo organizar nuestras vidas para poder asaltarnos en el camino todos los días de nuestro futuro. Creía que la película revitalizaría el mito de Robin Hood y su lucha contra el malvado Juan Sin Tierra. Sin embargo he visto un Robin Hood perdido, envejecido, sin saber a ciencia cierta qué batalla atender, si la de oponerse al tirano o enfrentarse a los franceses. La historia de amor, el feminismo un tanto bélico de Marian no compensa de la pérdida de la historia principal. La película me ha parecido toda una metáfora de la izquierda actual: falta de guionistas, de objetivos, de alianzas. Tan perdida como Robin Hood ante la abrumadora fuerza de sus enemigos que ni siquiera formula la idea de romper la maldición de la tiranía. Dicen que la película viene a ser un relato previo de cómo se configuro el héroe de los bosques de Sherwood, pero se me antoja que cuando llegue la acción estará demasiado cansado y aislado.
La crisis no nos está trayendo más imaginación. Esperemos que la segunda parte de la película Wall Street nos compense de esta decepción y se atreva a reflejar los entresijos de los tiburones financieros.