sábado, 20 de junio de 2009

¿La izquierda abertzale o simplemente fascistas?

ETA ha vuelto a matar. De la forma más abominable y artera. Rafael Rodríguez escribe en Paralelo36 estas líneas en nombre del grupo editorial:

"El asesinato de Eduardo Puelles, funcionario de un Estado democrático, por ETA es un crimen que nos llena de dolor, de rabia y de impotencia. Cualquier muerte cometida con premeditación convierte a su autor en un asesino, pero, además, cuando se aducen motivos políticos los convierten en asesinos fascistas. ¿Qué tipo de sociedad quieren construir estos nuevos inquisidores que se creen con el derecho de decidir sobre la vida o la muerte de las personas, que señalan, juzgan y ejecutan tan sólo por motivos publicitarios? Para estos fascistas del siglo XXI la vida no es un fin en si mismo sino tan sólo un medio para sus enloquecidos objetivos. La muerte es, en su paranoia, un ladrillo para un construir una gran cárcel no una gran nación. La autonomía colectiva sólo puede sustentarse y engrandecer la autonomía personal y ésta tiene como primer requisito el derecho inalienable a la vida y a la libertad.

Sirvan estas apresuradas líneas para rendir homenaje póstumo a Eduardo Puelles y expresar nuestro dolor y solidaridad con su familia, sus amigos, sus compañeros y con todas las personas que defienden la vida y la libertad "

3 comentarios:

Capitán Clostridium dijo...

Pero, ¿quién va a querer vivir en una nación (prisión) cuyo cemento ha sido la sangre de tantos españoles?
Totalmente de acuerdo con el Sr. Rodríguez.

Anónimo dijo...

Querida Concha,

Primero me gustaría dar las gracias a quien corresponda por publicar mis opiniones. En estos días en los que se estilan la corrección política y el dogma, es poco frecuente encontrar espacios abiertos como este. Gracias (en nombre de muchos, seguro).

El tema que abordas hoy me enoja porque nunca comprendí cómo podía haber gente en España que se dedicara a matar personas por motivos políticos. Nunca comprendí por qué en un país con democracia representativa se pudiera matar por conseguir la innecesaria escisión de un territorio. Nunca comprendí que mataran a Miguel Ángel Blanco después de que Todos nos echáramos a la calle para decirles que iban a matar a un hombre bueno. Nunca lo comprendí.

ETA, además de destrozar mi convicción de que el clamor de un pueblo es inapelable (cosa que después un tal Aznar me corroboró), me quitó después algo más. El doble asesinato con tiro en la nuca ensangrentando los adoquines de la calle Don Remondo me arrebató un lugar que sentía mágico: un lugar donde besé a ese alguien especial tras enseñarle Sevilla, donde pasaba a diario con la moto distrayendo a los guiris de la Giralda sintiéndome el motorista de Amarcord. ETA me ensangrentó buenos recuerdos, y no sólo míos, sino los de unos cuantos de millones más. ETA intentó adueñarse de un lugar que no le correspondía, pero no lo consiguió, porque ahora ese lugar sólo es de Alberto y Ascen.

Por todo esto me cago en ETA y en todos sus asesinos.

Hasta aquí seguro que estamos de acuerdo, pero a partir de aquí puede que no, y te pido disculpas por escandalizar en tu casa:

Uno lee, va contrastando las noticias y a la vez indaga hasta donde puede. Un escéptico recalcitrante y crédulo puede equivocarse, y quizás yo lo haga en mis opiniones, pero no en los hechos. Si ETA sigue existiendo no es sólo por motivos históricos y su fanatismo absurdo, sino porque el “Estado” tiene que jugar con alguien al ratón y al gato, y nuestro gato o ratón protagónico se llama ETA. El estado no soluciona el conflicto, no educa, no integra, no quiere lanzar el mensaje correcto, por supuesto que no, no puede. El estado y sus políticos juegan a ser los justicieros. Improvisan leyes que nunca llegan a hacer justicia. El estado y sus políticos ponen a prueba su propia constitución, pero no la tocan, porque el tótem no se toca. Sólo lo harán para hacer reina a una niña que no ha nacido libre. Grande es España y estrecha es Castilla.

Simpatizantes de ETA los hay de todos los colores. La mayoría abunda en su ignorancia igual que aquellos otros fanáticos que retrató Javier Fesser en Camino. Otros muchos intentan justificar con antiguas afrentas la violencia de los suyos, pero otros, los menos, como en todos lados, van por derecho, hablan claro, y te explican bien que a nuestro rey lo impuso Franco, que en la protodemocracia se ametralló a masas impunemente y que el juez Garzón no lo sabe, que no aprobaron nunca la constitución de una España espuria, que en Intxaurrondo algunos juegan a las cartas sin declarar al fisco, que hay chavales en la cárcel por haber quemado un contenedor, que hay calabozos guantanameros de los que nadie habla... que al fin y al cabo, el estado aplica justicias desiguales, que no la hay. Eso cuentan, y yo me lo creo. Lo malo es que esos que hablan tan claro, cuando justifican a ETA se hacen la picha un lío y pierden la esencia libertaria de su discurso. Los más elegantes siempre acaban tirándose un pedo al cruzar las piernas, pero al menos lo sabemos.

ETA mata, asesina de forma cobarde siguiendo protocolos ruines y nos hace daño a todos con cada uno de sus “éxitos”, pero en el País Vasco pasan más cosas, muchísimas más cosas, que no llegan a los medios (y cuando llegan los atenúan, y los maquillan cuando no los callan).

Bajo la premisa del rechazo a la violencia y el lema de “ETA NO” se nos oculta una parte imprescindible de la historia sin la cual no es factible una solución. Que se nos abran las puertas de par en par para que entren todas las verdades, sólo eso.(cont.)

Anónimo dijo...

(cont.)Recuerdos para Ferrán, al que recomiendo una peli (“El viaje de Arián”, de Eduard Bosch, protagonizada por Ingrid Rubio), y un documental (“13M Atocha, El pozo, Santa Eugenia... Donibane”, de Eguzki Bideoak y vecinos de Donibane). Ambas cintas son lentitas, hechas sin medios, pero tienen posos de verdad. Para todos los demás recuerdos y “La pelota vasca” documental plural de Julio Medem (y quién eche de menos las opiniones de los militantes del PP que vaya a Génova y pregunte).


Un saludo afectuoso,
ICB