viernes, 4 de septiembre de 2009

Camino a la desolación



Si hace veinte años nos hubieran preguntado a las mujeres de mi generación (no pienso ser más específica al respecto) sobre el futuro de la prostitución hubiésemos contestado, sin dudarlo, que estaba destinada a la desaparición o, como mucho, a sobrevivir de forma tangencial para cierto público que no podía gozar de una vida sexual normal. Creíamos, seguramente de forma equivocada, que los motivos de la existencia de esta actividad respondían, básicamente, a la falta de libertad sexual. Así, se acercaban a ella algunos jóvenes para su iniciación sexual; personas mayores privadas circunstancialmente de sexo o cuya vida en este sentido estaba reprimida o truncada. Igualmente –pensábamos-, existía la prostitución masculina como consecuencia de la persecución de la homosexualidad. Conocíamos también la existencia de una prostitución más lujosa, ligada al despilfarro y al poder, pero en suma pensábamos que “el oficio más antiguo del mundo” era eso: antiguo, desfasado, inútil y degradante para el que lo utilizaba.
Sin embargo, fuimos viendo con aprensión, como los viejos clubs de carretera no solo no desaparecían, sino que ampliaban sus instalaciones y colocaban como reclamo espectaculares focos que deslumbran el cielo. Comprobamos, con estupor, el surgimiento de coquetos hotelitos que anunciaban delicias carnales, como si de una nueva gastronomía se tratara. Los suculentos manjares viajaban, mientras tanto, desde lejanos países, con un billete sin retorno a la desolación.
Un día, hará unos seis años, escuché una conversación entre dos hombres jóvenes –presuntamente de izquierdas- que me heló el corazón. Se intercambiaban información sobre los mejores lugares, las novedades del mercado, las instalaciones en las que “renovaban con mayor frecuencia el material”. Entonces me di cuenta de que estábamos equivocadas, que las viejas razones de la prostitución se habían renovado sin nosotras saberlo. El afán de dominación, la experimentación sin límites, el consumismo de la carne había desplazado a la necesidad mendicante de sexo. Los que acuden hoy a este mercado lo hacen no para comprar sexo, sino poder, experiencia e incluso una vana sensación de viaje y de aventura. Se prueban las mujeres como si se tratara de continentes. Primero se agotaron las miserias y penas del tercer mundo, de América Latina, del continente asiático. Ahora se degustan las frías delicias del Norte empobrecido, las valkirias rubias del fracaso de los países del Este.
El aséptico pago con tarjeta o efectivo hace pensar a los clientes que compran un producto como otro cualquiera. Argumentan que no hay diferencia entre comprar el cuerpo y cualquier otro producto de la actividad humana. Pero compran vidas, traslados, esclavitudes, esperanzas frustradas y mentiras. Los clientes de este servicio venden, sin embargo, lo que son: insatisfacción acumulada, falta de deseo, aguda añoranza de dominación masculina que clavan en la piel de una belleza extranjera.
Publicado hoy en El Correo de Andalucía

6 comentarios:

Capitán Clostridium dijo...

Gran reflexión sobre un tema, la verdad, del que no se suele leer mucho.
A mí con la prostitución, que bien regulada podría (incluso) tener su función social, me nacen sentimientos contradictiorios. Pero nunca debe ser sinónimo de ejercer poder sobre la mujer o de privación de libertad.
Tengo una duda, ¿es legal o no es legal? Yo, de siempre, tengo entendido de que no es legal. Si es ilegal, ¿cúal es el por qué de los grandes luminosos que anuncian el mercado de la carne?
Ante todo y sobre todo, lo que debe primar es la libertad del individuo. La libertad de las partes implicadas, de quien vende su cuerpo y de quien decide comprarlo. Libertad y respeto mutuo, al fin y al cabo, siempre fue unida a la especie animal llamada "ser humano".

José Luis Cano Palomino dijo...

Chapeau, Concha.
Salu2 desde Jaén.

Anónimo dijo...

Sobre la prostitución "pensábamos que....., pensábamos que...., pensábamos que....."

Solo hay que pensar que la prostitución es el "oficio mas viejo del mundo" y que siempre ha existido y siempre existirá por unos motivos o por otros....

No vamos a descubrir nosotros nada. Los clientes son de todo tipo de creencias políticas y nivel social.

Lo único que cambia con el tiempo es "el marco" por o en donde se desenvuelve....nada más.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Una sociedad mercantilista y avariciosa se enfrenta al sexo con actitud productivista.
El sexo,se ha convertido en un bien de consumo más.

Anónimo dijo...

Hace algo más de dos años escribí un Post, "El juego de las damas" (http://blogs.ideal.es/rigolettobloguero/2007/6/29/el-juego-las-damas), en el que trato el mismo tema, más o menos con el mismo enfoque. Me pongo malo cuando veo a gente que, como tú dices, siendo de izquierdas, hablan de legalizar una explotación, una posición de dominio, en aras de un pretendido control de las condiciones "laborales" y sanitarias.
Un abrazo,
Rigoletto

Puntos de vista y ... nada más dijo...

La prostitución no es un acto de libertad. La prostitución es una actividad a la que se ven sumidas las personas que están en la marginalidad económica, cultural o afectiva.

Me parece una vergüenza que haya redadas para detener a prostitutas, que considero víctimas, y no a los clientes, que creo que son los victimarios, los que con su acción provocan exclusión.