miércoles, 7 de octubre de 2009

Malditos bastardos y la no violencia




Sé que Tarantino con sus últimas producciones, especialmente con Death Proof ha cosechado más detractores que defensores. Sé que es infantil, maniático, adorador hasta la extenuación de la violencia gratuita, que gran parte de su corte de admiradores está compuesta por un público que acude al cine a ver un desparrame de violencia sin límites. Sé que estos le reprochan a su última película que no se centre en los bastardos, en sus bates de béisbol, en sus hazañas sangrientas.
Soy, sin embargo, de las que quedaron fascinadas por Pulp Fiction (por primera vez en mucho tiempo unas historias en las que los personajes no aparecían enmarcados en la narración, sino que sugerían tener una vida pasada, una consistencia real). Me pareció reveladora Jackie Brown, retrato en gris de una mujer cuando se han desvanecido todos los sueños. Revisité entonces Reservoir dogs y el anonimato del crimen, la delgada frontera entre la traición y la amistad. A partir de ahí, casi ninguna de sus producciones me ha interesado, aunque estéticamente Kill Bill tenga sus minutos de gloria.
Fui a ver Malditos Bastardos sin ninguna esperanza. Solo por completar el rito de ver sus producciones. Por eso quedé gratamente sorprendida desde la escena inicial, ese duelo interpretativo entre el oficial alemán y el campesino francés en la que la maldad se disfraza de buena educación y la desesperación de silencio.
Tarantino ha creado un nuevo tipo de malvado, minucioso que desgrana sus villanías como quien toca lentamente un instrumento musical a cargo de un desconocido actor austriaco llamado Chistoph Waltz que cada vez que aparece en escena nos alerta de que algo va a suceder, con la complacencia burlona de Brad Pitt y sus guiños a varios personajes del cine negro. Además nos ha transmitido la venganza tranquila y decidida de la joven judía Shosanna –de increíble consistencia- que arde en la pira del cine y el amor. Nos ha dejado por medio imágenes gloriosas que saben al mejor cine y una fina ironía contra los héroes y las guerras.

2 comentarios:

Rodolfo Serrano dijo...

Habra que verla. Un beso

Anónimo dijo...

No me gusta Tarantino. Sólo Reservoir dogs me dijo algo. Las demás, especialemnte las Kill Bill, me desesperaron. No he visto los bastardos, aunque a mi hijo le encantó. Tengo que confesar que cada vez voy menos la cine, que no agaunta dos horas en una butaca oliendo a palomitas... Será la vejez.

Rigoletto

PS Hoy he completado lo de Demonis.