sábado, 18 de diciembre de 2010

¿Es el futuro el corporativismo?

Hoy publico este artículo en el País Andalucía que trata de la difícil situación del sindicalismo:



Ya sé que no está de moda defender el sindicalismo sociopolítico. En cualquier conversación quedarás bien si planteas la inutilidad de los sindicatos, su dependencia del sistema político, su forma jerárquica y poco transparente de ejercer la acción sindical o la cuantía de las subvenciones que reciben por sus actividades. Lo curioso es que tus argumentos serán bienvenidos sea cual sea la posición ideológica del que te escucha. Incluso, aunque tu crítica provenga de una reflexión sincera que pretenda un sindicalismo más comprometido y social, te puedes encontrar con la sorpresa de tener unos aliados inesperados, como Esperanza Aguirre -el espécimen más netamente político del PP- que, en vísperas de la huelga general, se atrevió a poner en solfa todo el sistema de representación sindical.


Los problemas del sindicalismo no son tanto sus múltiples deficiencias reconocidas como las alternativas que se perfilan si sus actuales líderes no se espabilan y emprenden un cambio a fondo de sus métodos, su funcionamiento y sus formas de comunicación.
Los últimos conflictos laborales -así como los primeros resultados de las elecciones en marcha- delatan un declive acentuado de los denominados sindicatos de clase en sectores públicos en favor, no de un sindicalismo más cercano y comprometido, sino más corporativo e insolidario.
La creación de los llamados sindicatos sociopolíticos tiene su origen en el principio de que el conjunto de los trabajadores comparten intereses que no son solamente salariales, sino también retribuciones indirectas como son la escuela, la educación, el acceso a la cultura, los servicios y la protección social. Si se rompe la delicada tela que une al trabajador manual con el intelectual, al trabajador de la construcción con el de los astilleros, al mileurista a tiempo parcial con el funcionario, se dinamitará todo una estructura que tiene como base el reparto, la solidaridad y el equilibrio social.
No es gratis, ni es casual, la crítica sistemática a todas sus acciones, ni la utilización de elementos extraídos de la izquierda crítica para su desprestigio. Hay sectores muy interesados en esta operación, como etapa necesaria para el desmantelamiento del Estado social.
En el tercer año de la crisis, los sindicatos han sido expulsados realmente de su papel de interlocutores sociales. Ni su opinión ni sus propuestas son tomadas en cuenta por un Gobierno que practica con ellos un insostenible paternalismo verbal.
El público toma nota de la falta de poder de los sindicatos y de su escasa musculatura para parar el golpe, tras años de apoltronamiento en los aledaños del poder. En los últimos meses, la sociedad ha aprendido que las huelgas y las acciones de protesta no cambian ni una línea de un decreto o de una ley. ¿Para qué entonces realizar huelgas legales, sufrir los descuentos salariales por su ejercicio y someterse a la prueba de su seguimiento, si no se obtiene ninguna ganancia con ello? El boicot, las huelgas salvajes, la interrupción del servicio, y los más variados métodos de chantaje parecen 10 veces más efectivos que los mecanismos legales y masivos.
De esta manera, si ya no cabe una defensa general de las pensiones, de los salarios, ni de la jornada laboral, el sindicalismo más corporativo se abrirá camino para defender reivindicaciones profesionales o de cuerpo. El problema es que el corporativismo que se avecina profundizará la brecha de la desigualdad y de la desprotección. Se negociarán situaciones laborales de ventaja o de privilegio, especialmente para sectores que ocupen lugares estratégicos en los servicios públicos o privados, pero el conjunto de los trabajadores perderá derechos e influencia en la sociedad. Por eso, contribuir al desgaste del sindicalismo sociopolítico es, a la larga, un mal negocio para todos.



4 comentarios:

Selva Otero-Pizarro dijo...

Esperemos que este corporativismo sindical, sobre todo por los resultados en sanidad y educación, no tenga nada que ver con el ascenso de la derecha. También es de esperar que el gobierno recapacite sobre las pensiones, los períodos de cotización y otros items que nos van dejando a muchos con las carnes abiertas, eso que tú llamas, acertadamente, "profundizar la brecha de la desigualdad y de la desprotección". Hay que hablar y hacer claro, ya no valen eufemismos.

Anónimo dijo...

Espero que os guste a todos los profes de por aquí así como al resto de seguidores de tu blog. Felices fiestas. ICB

http://repasodelengua.blogspot.com/2010/12/los-docentes-siembran-el-caos.html

Anónimo dijo...

Le invito a leer el segundo comentario de la siguiente entrada:
http://defiendomiderecho.blogspot.com/2010/12/muy-importante.html

Aunque un poco acalorado, tal vez le ayude a encontrar alguna respuesta a la pregunta que enuncia su entrada.
Muchas gracias

Anónimo dijo...

En el caso de los empleados públicos de la junta, está claro que su defensa, aparte de las de su derechos, es por la gestión de los servicios públicos con los principios de igualdad, tanto el acceso como en el trato. No se puede decir que ninguno de estos sindicatos que están en contra del llamado decreto (ahora como proyecto ley en el parlamento)de ordenación del sector público defienda la privatización.
Lo sorprendente es que un sindicato llamado de "clase" como UGT (está en su página web) diga que lo que se debate ahora es si los servicios públicos van a ser públicos o privados, pero siga apoyando ese modelo que establece el decreto de reordenación.
Si en la administración pública se han cometido tantos excesos, como agencias empresariales gestionando los servicios públicos y sin funcionarios (pues le quitan la condición de funcionarios) qué nos quedará por ver.