Publicado en El País de Andalucía
La pasada semana se recogieron en la red 70.000 firmas para eliminar
375.000 políticos que sobran en España y reducirlos a la cifra de
100.000, como Alemania. Según esta iniciativa, con la supresión de
políticos se solventaría una buena parte de la crisis económica. El
problema es que se trata de una mentira descomunal, urdida a conciencia
con la exclusiva finalidad de enardecer los ánimos de la ciudadanía ante
los recortes. La realidad es que en España hay 78.000 políticos (por lo
visto, muchos menos que en su ejemplar Alemania) de los cuales 74.000
son concejales de sus respectivos pueblos. El 90% de ellos no cobra
retribución alguna por su dedicación.
No hay día en el que no reciba cinco o seis correos electrónicos
plagados de mentiras sin cuento, escritos con grandes letras mayúsculas y
rogándome que lo difunda por todos los medios a mi alcance. El
denominador común de estos manifiestos anónimos es presentar a todos los
políticos como un cáncer social que habría que extirpar con urgencia.
Se trata de una curiosa campaña en la que participan tanto sectores de
la ultraizquierda política como de la derecha más rancia.
Si hay algo que compite con el odio a los políticos es la caza y
captura de las personas que se dedican al sindicalismo. Los medios de
comunicación de la derecha no cesan ni por un momento de desprestigiar
sus actividades y, si es necesario, pueden convertir —como en el cuento
de La Cenicienta— un vulgar reloj de Cándido Méndez en un Rolex
exclusivo de alta gama. Al mismo tiempo, personas que nunca se han
movilizado por ninguna causa social vociferan por la inactividad
sindical, los acusan de venderse al mejor postor cuando toda la
sociedad, en realidad, estaba vendida a los placeres del consumo. En
todo caso, el pecado de los sindicatos habrá sido el de representar
perfectamente el estado de autosatisfacción y desmovilización de la
mayoría social y no estar lo suficientemente alerta a los miles de
jóvenes que entraban por la puerta trasera en el mercado laboral.
Llevo semanas dando vueltas a la idea de defender la política y el
sindicalismo y, al mismo tiempo, exigir una profunda reforma de estas
dos actividades. No consigo, sin embargo, redondear las ideas porque
tras cada afirmación me surge un pero que las matiza e incluso las
contradice. Por eso me siento inerme ante la avalancha de mentiras y de
campañas de desprestigio, porque frente a ese rotundo NO a los políticos
y a la política, mi afirmación de la necesidad de la política y los
políticos está cargada de matices, de críticas; en suma: mi mensaje es
poco eficaz. Aún así sacudo la cabeza y repito: No es eso, no es eso.
Comparto el núcleo central de la crítica que el movimiento 15-M ha
hecho de la política: su sumisión a los mercados, su falta de conexión
con la sociedad que los sustenta. No es que la democracia representativa
no sea útil y haya que sustituirla por la participación popular directa
y asamblearia; es que la democracia actual no es representativa, es
decir, no está interpretando los intereses de la ciudadanía, ni siquiera
de los votantes que han aupado al poder a tal o cual Gobierno. Cuando
Rajoy dice “no tenemos libertad para elegir”, está describiendo la
impotencia y cobardía de la política ante los mercados. No es una
cuestión de sueldos, ni de coches oficiales. Ojalá fuese ese el
problema, porque sería muy fácil de resolver. Es el último capítulo del
desplazamiento del poder del pueblo hacia los intereses de los más
poderosos y la tumba de la política democrática.
Tenemos la sociedad más politizada desde los tiempos de la transición
y, sin embargo, la más antipolítica de nuestra historia. De las nuevas
energías sociales tienen que salir proyectos, alternativas, reformas
radicales que fortalezcan la democracia y devuelvan a la política su
sentido de servicio público y de afán colectivo. Es el momento de abrir
nuevos espacios que canalicen las demandas y las propuestas ciudadanas.
Queremos una democracia más participativa, pero también que represente
más fielmente los intereses de la ciudadanía. Pero cuidado con el
populismo desbocado que proclama verdades irrefutables, que borra las
pluralidades y que nos conduce al reino del autoritarismo. Por muy
enfadados que estemos.
2 comentarios:
LLego a su blog enlazando desde Izquierda Abierta y descubro, para mí, uno de los mejores artículos que he leído hasta ahora sobre las circunstancias actuales. Su temor es el mío, porque también veo cómo todos los datos que llegan a través de la red son asumidos por la gente sin ningún tipo de sentido crítico, como verdades irrefutables. Muchas gracias y un afectuoso saludo.
Don Quijote perdió el juicio no por culpa de "los libros" sino por culpa de "los libros que leyó".
La solución no es dejar de leer sino en saber qué libros son los adecuados para nuestros gustos e intereses. Mucho cuidado, que se empieza haciendo hogueras con los libros y se acaba ...
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