lunes, 29 de octubre de 2012

NO HAY DERECHO

 Como véis he vuelto a publicar en  El País Andalucía

            Se me cae la cara de vergüenza. Rompo los borradores de otros artículos ante esta noticia. Un vecino del barrio granadino de La Chana se ha ahorcado unas horas antes de ser desahuciado de su vivienda y del pequeño negocio en el que había trabajado casi toda su vida. Cuando la policía llegó a su domicilio para ejecutar el desalojo solo encontraron el cadáver de José Miguel Domingo. A fin de cuentas, debió pensar, ya que iban a arrebatarle la vida, mejor que el banco la obtuviera por completo, con su cuerpo incluido, como un nuevo tributo a los mercaderes del dinero, al único poder verdadero que no atiende a razones, que ni siquiera infringe la ley porque ha hecho cada uno de sus artículos a la medida de su avaricia. 

               El cuerpo vertical de José Miguel es un acta de acusación contra los desmanes de los poderosos y de los que los protegen. Es la demostración palpable de la sinrazón de esta crisis, de la inutilidad del poder político, de los poderes desalmados que nos gobiernan. No hay derecho. Y no se trata solo de un alegato moral contra esta injusticia. Es que realmente no hay estado de derecho, ni merece la pena discutir sobre ninguna otra cosa si antes no solucionamos algo tan básico como el tener un techo que nos proteja. José Domingo no quiso contemplar el espectáculo de su desahucio: sus enseres desparramados en la acera de la calle, su papelería convertida en una mella oscura de la calle, con sus revistas y objetos de escritorio desperdigados en el suelo. Ni siquiera tuvo fuerzas para pedir a organizaciones como Stop Desahucios que le ayudarán a resistirse frente a la orden de desalojo. Él mismo daba por desahuciada su existencia porque nunca pensó que llegaría un tiempo en el que pudiesen borrar, como si se tratase de una pizarra, toda una vida de trabajo, de afectos, del paisaje cotidiano que se abría cada día al levantar la persiana metálica de su comercio. 

            Los vecinos han colocado algunas velas y una pequeña fotografía de recuerdo. Se forma un pequeño grupo y alguien llora. Los demás contemplan la escena con los ojos redondos que se nos ponen cuando la indignación es tan grande como la pena que sentimos. Pero nos estamos acostumbrando a convivir con el horror, como los alemanes se acostumbraron a vivir entre las cenizas de los campos de concentración. Nos hemos habituado a cerrar las puertas, limpiar los residuos, agradecer que esta marea de injusticia absoluta no haya atravesado todavía el umbral de nuestra casa. 

          Mientras, una gran parte de nuestros impuestos, va a servir para limpiar los balances de esos mismos que nos echarán de nuestra casa al menor tropiezo. Unos bancos que contabilizarán con métodos de usura nuestra deuda, que multiplicarán cada euro de retraso por diez, que se adjudicarán nuestros bienes a precios irrisorios y los venderán al mejor postor en la taberna inmunda de las subastas. No lo digo yo. Lo dice un informe elaborado por siete magistrados a iniciativa del Consejo General del Poder Judicial que advierte no solo de la inhumanidad de estas actuaciones, sino del discutible marco legal que lo ampara y que se estableció nada menos que en el año 1909, donde el caciquismo dominaba nuestro país. En la mayor parte de las ocasiones, nos advierten, los bienes embargados permanecen años y años sin ocupar, sin darles más finalidad que disminuir la cifra de impagados del banco, mientras 350.000 familias se quedan sin techo y con las vidas rotas. 

            Una persona se suicida al día por esta sinrazón. No hay derecho a mantener la ley ni un día más. De todos los crímenes de esta estafadora crisis, el más repugnante es contemplar a todo el aparato del estado -jueces, policías y funcionarios- abriendo expedientes, dictando resoluciones y arrastrando a los desahuciados por las escaleras de su piso mientras que los gestores bancarios contemplan la ciudad desde la atalaya de sus asépticos rascacielos. “Algún día todo esto será mío”, deben pensar, satisfechos ante el espectáculo medieval y siniestro que abre su función todos los días, en cualquier rincón de nuestra geografía.

lunes, 22 de octubre de 2012

COSMÓPOLIS UN NUEVO APOCALYSE NOW




             En algunas ocasiones me ocurre que una película, un libro o un cuadro solo adquieren sentido varias horas o días depués de haberlos visto o leído. La primera vez que experimenté esa aguda sensación de forma consciente fue con "Apocalyse now". Varios días después de verla empezaron a encajar en mi mente escenas dispersas de la película que en el momento de la proyección simplemente me parecieron incómodas o enloquecidas. Mi cabeza elaboraba un nuevo montaje de la obra y daba relieve a escenas a las que apenas había prestado atención. El concierto de rock se convertía en el centro del film y el encuentro con el capitán Kurtz me asomaba realmente a la cima del lado oscuro del ser humano.

           Cosmópolis me ha producido una sensación similar. No sé si es cine, o no lo es a la manera tradicional. Ni un solo personaje activa el mecanismo de la identificación. No hay niños, ni sentimientos en juego, ni amor. Solo psicopatía por parte del personaje principal y desesperación en los que intentan acabar con él. No hay buenos, ni salvadores...Las razones para acabar con el protagonista son muchas, pero los que persiguen su desaparición no son mejores, ni componen ningún discurso salvador. No hay ninguna puerta a la esperanza. Es solo un final, sin heroismo, de un sistema que ha encanallado a todos.

          Es una alegoría asimétrica, en la que cada uno de los comparecientes lleva la semilla de su autodestrucción. Se es viejo a los 28 años; se está en el tobogán de las obsolescencia a los 22. Se practica sexo buscando dolor y dolor en la búsqueda del sexo. Se está en la cumbre y, a la vez, no eres nadie. El tiempo no pasa, sino que devora. Es un producto ficticio: antes el dinero compraba tiempo y ahora lo crea o lo reduce. El dinero es un puro fetiche que compra ideas y las convierte en mecanismos terribles. El arte es una capilla sixtina privada donde Rothko y Pollock se exhiben solo para unos ojos cuyo placer es saber que su exhibición es privativa y única. El ayer, las raíces, no existen son solo ficciones enloquecidas que no ofrecen ningún refugio. Y, como única compañía, la teoría del caos, la única que te consuela, que pone orden y palabras a la existencia,  que distingue racional y razonable (este último concepto manchado de criterios de justicia o de implicación) pero que sabe que esta sublevación de la ciudad contra el capital es solo una huida al pasado, una conspiración contra el futuro.

         No sé si recomendarla o no. Con seguridad no les va a gustar. Sin embargo hay algo verdadero y no convencional en esta película, en esta obra de Don  DeLillo, que no es maniquea, ni utilitaria, sino fieramente desesperanzada. Poeque,a veces, del corazón de la desesperanza puede surgir la fuerza para construir algo realmente diferente, que no tome como punto de partida la simple oposición a lo existente.




sábado, 13 de octubre de 2012

UN, DOS, TRES...¿SE ME OYE?



           Han cerrado la pequeña ventana en la que cada semana exponía mis pensamientos. Siempre he sido muy consciente de que las colaboraciones con los medios de comunicación son una pieza frágil que podía romperse en cualquier momento pero no esperaba este desenlace abrupto de El País de Andalucía. De todas las colaboraciones que mantengo con medios de comunicación, la columna de El País era mi preferida porque allí podía volcar mis ideas sin temor al reloj, al formato o la dictadura de la actualidad y, además, me ofrecía un contacto casi directo con miles de lectores que me han acompañado hasta el último día.

          Pero no ha habido nada personal en la eliminación de esta colaboración, sino colectivo, empresarial, impersonal. Por eso quiero poner en orden lo que pienso y lo que siento. Hacer las cosas con conciencia, sin dejarme llevar por lo más directo. Esta semana han despedido a un puñado de periodistas, amigos y amigas; han cerrado una puerta a Andalucía, han puesto más difícil que se escuche, no ya a la izquierda, sino siquiera algún eco disonante del nucleo fundamental del discurso único, repetido, de la falta de esperanza y de culpabilidad de los de abajo.

          Más que nunca es necesario pensar, analizar, extraer consecuencias...La crisis ha entrado en una nueva fase, más desesperanzada y negra que las anteriores, en la que ya nadie está a salvo de sus consecuencias, excepto la minúscula parte de la sociedad que realmente decide y el puñado de secuaces que se aprestan a dejar el campo despejado de derechos, de obligaciones y de límites éticos.

          En las colas del paro esperan pacientemente los obreros de la construcción, l@s periodistas de las redacciones, l@s técnic@s de las empresas de servicios, l@s profesores de la enseñanza pública o privada, l@s arquitectos antesdeayer adinerados. Ya nadie está a salvo de la voracidad de esta crisis que se está conviertiendo en la excusa perfecta para desligarse de toda una generación que cometió el terrible pecado de querer cobrar su trabajo con justicia. La profesionalidad se ha convertido en un verdadero estorbo porque cuando conoces perfectamente tu trabajo no aceptas fácilmente las imposiciones de los de arriba, ni te inclinas a sus dictados. A los cincuenta años no se es viejo para el periodismo, ni para ninguna profesión  sino para la adulación y la sumisión que son las nuevas asignaturas obligatorias de la nueva economía de mercado.

        En esta nueva fase, no valen las viejas respuestas. Habrá que inventar nuevas complicidades, nuevos encuentros, nuevas propuestas entre todos los de abajo frente al carácter mafioso de esta tramposa crisis que ha conseguido sembrar la desesperanza en tod@s nosotr@s. Por eso, hay que volver a escribir, a abrir ventanas, a recuperar la voz.  La mía, por poco que valga, estará disponible la próxima semana. Os adelanto el título: "La crisis entra en fase psicópata".