viernes, 7 de agosto de 2009

Autocheck


Hoy publico en El Correo de Andalucía este artículo:


Las autoridades laborales que afirman que no se puede competir a base de reducir los costes laborales deberían darse una vueltecita por las grandes superficies comerciales o por los aeropuertos sin pasaje business. El “hágaselo usted mismo” está llegando a tales límites en los vuelos baratos que no falta más que sacar tus propias alas y ponerte a volar. Suprimieron la bandeja de comida y el zumo insólito que tanto ha dado que hablar a los columnistas graciosos, lo que te obliga a afrontar un viaje en avión como una excursión al campo, con tus filetes empanados y todo el avituallamiento, salvo la botellita de agua que al parecer es un arma ofensiva de primera magnitud. Ahora te obligan a sacarte, con tus propias manos, la tarjeta de embarque, realizar el “cheking” y buscarte el acomodo como en una guerra sin cuartel. Además, algunos piensan implantar novedades en el uso de los servicios –no, no me refiero a servicios especiales sino al water- con lo que todo, todo, tendrás que tenerlo previsto desde casa.
En las grandes superficies comerciales el autoservicio está haciendo estragos. No será por lo que les pagan a los empleados de la casa, a los que obligan a darte la bienvenida en una foto gigantesca a tu llegada (¿dónde los esconderán después?).Si vas a determinado lugar tendrás que llevar papel, lápiz, metro. Es posible que te sientas como un agente secreto en misión especial. Tendrás que apuntar un código alfanumérico tan complicado como la clave de los servicios de espionaje americanos, buscarás tus productos en un almacén que recuerda los intrincados archivos de la CIA; transportarás toneladas de compra y –todo ello-, sin preguntas porque al igual que en las novelas de espionaje estas están prohibidas o son malditas.
Haciendo un alto en la compra te detienes a tomarte un café y un bocadillo. Aunque es autoservicio, te sorprende que no te hayan obligado a recolectar el café, molerlo y poner la cafetera al fuego. Ha sido todo un detalle. Aunque has llevado la bandeja, recolectado el azúcar y la cucharilla, has podido ver por primera vez a varios empleados, insólita figura en este mundo autoeficiente.
Sin embargo, la aparente normalidad de la cafetería, se ha visto bruscamente interrumpida en la caja de salida. Algún genio de la reducción de costes ha implantado el sistema del “autocobro”. Como lo escuchan: ustedes pasan los productos por el detector de códigos, la máquina hace la cuenta y pagan a una cajera que puede atender a cien clientes casi simultáneamente. Me imagino que estarán dotados de un mecanismo antifraude por el que el cliente que no haga bien su cuenta será autodetenido.
Por fin se ha hecho realidad el mundo soñado de la gran empresa: un mundo de consumidores y sin trabajadores. Algo incómodo, es verdad, pero imaginen las inmensas posibilidades de ahorro que implicarían para el sistema público: la autoenseñanza, la automedicina, la autodestrucción…
- ¿Sabes lo que te digo? –le digo a mi marido mientras nos peleamos con las tuercas del automontaje- que si tuviera dinero pondría un negocio justo al revés, en el que la gente pidiera lo que necesitara y se le ofreciera sin tener que moverse.
- Eso ya existía –me contestó-. Era la tienda de la esquina y ha cerrado.

9 comentarios:

Capitán Clostridium dijo...

Genial entrada sobre lo independientes (y dependientes) que nos hacen, a la vez, esta sociedad consumista.
Pues sí, lamentablemente, los comercios pequeños, los especialistas que construían los sueños a medida, esos, desaparecieron.
Nos gusta coger el coche (y contaminar)e ir a sitios enormes. Ir a donde nos muestran las cosas inservibles, las que nunca usaremos. O ir a donde veremos todo lo que nunca podremos comprar. Nos gusta ver juntitos y en fila, cien lavadoras, cincuenta frigoríficos, mil televisores de cristal líquido... En lugar de buscar la protección de los sitios pequeños (ahorraríamos espacio para pisos) y comprar sobre el papel de los catálogos, la confianza y los consejos del vendedor especialista.

Bienvenido a la república independiente del desamparo.

Miguel Cobo dijo...

El futuro ya no es lo que era, prafraseando a J.L. Cebrián.Qué cortitos se quedaron Orwell y Huxley, qué lejos 1984 y aquel Mundo feliz. La realidad supera a la ¡ciencia-ficción!.
Magnífico artículo, Concha.

Anónimo dijo...

Está todo muy bien estudiado.Tampoco se olvidan de querer frustarnos para así conseguir que consumamos más.

Rocío

Anónimo dijo...

La señora Caballero se equivoca y más parece estar haciendo méritos para terminar de consejera como Rosa Aguilar. Pues no, las diferencias en la cierta persecución política del PSOE al PP radica en que los casos denunciados son risibles cuando no ficticios mientras el uso de los poderes del Estado para ello por el gobierno está más allá de claro. Y en que no existe correspondencia en la persecución por la Fiscalía de los casos apuntados por el PP, generalmente mucho más graves. Lo de Palma es otra maniobra; eso ha ocurrido aquí cientos de miles de veces sin consecuencias para nadie. Y le recuerdo la Expo'92 por poner sólo un ejemplo. Además, las campañas políticas con doble rasero de los medios afines al PSOE dan naúseas.¡Vaya medios que tenemos! No, señora Caballero, no es normal lo que está pasando, y su postura se aleja cada vez más de las bases y concejales de IU en los pueblos de SEvilla, que padecen cada día el ejercicio caciquil del poder por el PSOE. Saludos

Ferran dijo...

Du passé faisons table rase?


Eres mi soledad, eres mi propia
sensación de silencio enajenada.
Eres mi cuerpo en falso: tu mirada
es la imagen cautiva que me copia.

Contienes el reflejo detenido
de lo que quise ser y ya no existe.
Eres el tiempo que al pasar resiste
la conducta invisible del olvido.

Eres la edad inmóvil de la piedra
que edifica las ruinas de mi casa:
este exilio que a nada se acostumbra.

Eres la intransigencia de la hiedra
ahogando en su avidez la luz escasa,
izando entre sus manos mi penumbra.

Concha Caballero dijo...

¡Qué buena noticia! ¡Ha vuelto Ferrán! ¿De qué exilio regresas, amigo?

Ferran dijo...

Bueno, querida Concha...Es el exilio de aquella militancia ajena a las personas, de un compromiso lleno de fiereza y de ternura (un ángel fieramente humano...), que no supo salvar su condición de soledad compartida, de reflejo del tiempo estancado, de refugio en un mundo reconocible y acogedor, pero donde se estaba a oscuras.


No he podido cumplir un exilio en otro reino, porque el alquiler se nos ha comido las vacaciones de agosto, pasadas en este infierno barcelonés (ya hablamos una vez de esas cosas de la temperatura sevillana y barcelonesa...).

Paso el tiempo zambullido, a falta de piscina, en la novela negrísima...¿Qué haces tú, compañera...? No me digas que te has quedado en Sevilla...

Concha Caballero dijo...

Mi querido Ferrán, no hay exilio si no se añora el lugar de origen y se desea volver, aún sabiendo que es imposible. Yo no quiero volver a ningún lugar. Me instalo en el futuro con más facilidad que en el pasado. Quizá es solo una huida...
¡Ah, el calor...aquí estamos instalados en los cuarenta grados habituales desde el mes de mayo...es realmente odioso, pegajoso, imposible de combatir...y para colmo me he metido en la vorágine de los arreglos caseros...Me marcharé unos días para olvidar esta intimidad obscena del calor sevillano...Dime algún libro, que me he quedado sin lecturas.
Un beso.

Ferran dijo...

Pues Carmen está disfrutando mucho con Lionel Shriver "El mundo después del cumpleaños" (Anagrama) y a mí me encantó el de Chan-Rae Lee "Un mundo de gestos" (Anagrama). Es impresionante, el que he leído yo, la cuestión de las esclavas sexuales coreanas en los campamentos japoneses de la guerra del Pacífico (vaya, "guerra del Pacífico", qué cosas).

Tienes también los relatos de Alice Munro, que son una delicia si este género te gusta (a mí, cada vez más). Y Acantilado ha vuelto a sacar Winnesburg, Ohio, de Sherwood Anderson. Lumen ha editado sus relatos completos. Es un autor al que siempre me gusta volver...Como Caldwell, Upton Sinclair o Dreiser, están abandonados por sus lectores, en favor de la generación posterior.

El horror de las faenas domésticas ya lo he imaginado al leer lo de Ikea...En nuestro caso, nuestra perfecta inutilidad para colgar un cuadro nos impide esos sufrimientos. Abandona Sevilla, compañera...! Yo juro que es el último verano que me lo paso rodeado de ruido y de furia, de humedad y de calor.

Por cierto, me ha hecho gracia algo: en "Quiero la cabeza de Alfredo García", Warren Oates dice: "nunca he estado en un sitio al que quiera volver". Quizás ese sitio es el pasado. Huyamos.