La repetición de los ritos, acompañado de los ciclos de las estaciones, nos transmite la idea de inmortalidad, de circularidad de nuestra propia vida. Nos hace creer que la infancia está a un paso de nosotros y el futuro unos metros más allá, tras los anuncios de meta que hemos colocado.
La ilustración que acompaña este texto es una foto de mi álbum familiar tomada, imagino, hacia los años veinte del siglo pasado. Un grupo de personas acomodadas toma chocolate y posan sonrientes ante la cámara. Todos dan la espalda a los tres sirvientes que les atienden. Los hombres aparecen seguros de si mismos y las mujeres empiezan a mostrar una pequeña rebeldía en su forma de vestir y de peinarse. Ninguno es consciente de que en pocos años su forma de vida será puesta en cuestión de forma radical. Creían que el tiempo era lineal, como una carretera bien trazada y que la desigualdad extrema era connatural al ser humano. Muchos de ellos comprenderían de forma trágica su error. Aún así, el niño de la escalera y la mujer del traje de cuadros parecen querer asomarse al futuro.
Por eso he puesto la foto, aunque en realidad solo quería desearos felicidad y un tiempo nuevo, más justo y hermoso.
3 comentarios:
Muchas gracias por felicitarnos de una manera tan especial. Por dejarnos asomarnos a los años '20, a través de los ojos de la cámara que retrató a su familia.
¿Qué misterioso es el tiempo, verdad?
Yo, intenté felicitar el año sentando en la misma mesa al 2009 y el 2010; y en el centro yo. Le dejo la entrada, espero que la disfrute y acepte mis humildes felicitaciones:
http://circuloscerrados.blogspot.com/2009/12/de-un-lado-2009-2010-del-otro-y-en-el.html
Un abrazo, M.
Tanto esta foto como la de Alberto Granados en Facebook (la de la procesión) son joyas de exposición y, cada una en su contexto, documentos de indudable valor antropológico, sociológico e histórico. Gracias por hacernos gozar de ellas y por convertirlas en un pretexto para formular tus buenos deseos, que te devuelvo a modo de boomerang virtual, con este texto borgiano que ahonda en nuestra percepción del paso del tiempo y formula también un deseo:
Ni el pormenor simbólico
de reemplazar un nueve por un diez
ni esa metáfora baldía
que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan
la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar
las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera
es la sospecha general y borrosa
del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro
de que a despecho de infinitos azares
de que a despecho de que somos
las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros:
inmóvil.
Ya sabes que lo guardo todo y ahora estoy escaneando viejas fotos, que pongo alguna vez en Facebook. Dan tantas ideas...
Feliz año,
Rigoletto
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