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domingo, 11 de mayo de 2014

OCHO APELLIDOS ANDALUCES

Publicado en El País Andalucía 

   Imaginen por un momento, que el protagonista de Ocho apellidos vascos no es un pijito andaluz del barrio de Triana, sino su homólogo madrileño de la calle Serrano, con su polo bien planchado y su gomina. Fin de la comedia. Los signos del nacionalismo español se volverían serios, ofensivos, incapaces de provocar la risa del auditorio. Miren si no lo que le ha ocurrido a Esperanza Aguirre, que a fuerza de creerse alguno de los tópicos que se han creado alrededor de Andalucía (banderita, religiosidad y toros), pensó que estaba en tierra conquistada, e hizo un bodrio de pregón de la Feria de Abril que ni siquiera los más incondicionales taurinos vieron con buenos ojos.

   Y es que, en Andalucía, nada es lo que parece. Las banderas no nos ofenden, pero no las usamos como armas ofensivas y, desde luego, nunca la blanca y verde traerá guerra; la religiosidad de gran parte de sus habitantes es popular, poco dogmática, más relacionada con la infancia y la belleza que con la liturgia y, en cuanto a los toros, tenemos el mismo porcentaje de personas que no soportan la tortura de este animal que el resto de España. O sea, mayoría.

   Desde tiempo inmemorial, cuando España necesita presentar una imagen más suave y apetecible, o simplemente más estética, toma la forma andaluza. Desde el flamenco, el traje de gitana (el único traje regional de alta costura, que incorpora moda y diseño), hasta la forma alegre y sociable de entender la vida. Si, como digo, han utilizado el tópico andaluz para tantos fines y si a los andaluces, desde que somos niños, nos enseñan a “reírnos de nuestra sombra”, no nos vamos a molestar por ver a un andaluz pijo haciéndose líder de la kale borroka o disfrazado de abertzale por amor.

   Hay, eso sí, un sólo tópico andaluz que abominamos todos los que aquí nacimos o vivimos, que es el de la vagancia, porque no se trata realmente de un tópico que surja de nuestra forma de ser sino de una etiqueta con la que se ha pretendido justificar el desigual reparto de la riqueza en España. Pero, vamos, que si la reciente historia de cada territorio permite otorgar etiquetas, que se tienten la ropa de los que pretenden reducir lo andaluz a unos cuantos estereotipos y tengan cuidado porque la historia del siglo XX puede deparar terribles etiquetas a los que se ríen de Andalucía. En cuanto al resto de los tópicos, sólo nos molestan cuando sirven para presentarnos como personajes subalternos, chachas y empleados, de la comedia nacional, que vive de afirmar su superioridad porque carece de cualquier otro distintivo. Que somos alegres, sociables, amantes de la vida, enamoradizos ¿qué problema hay en ello?

   Pero, a lo que íbamos, la película Ocho apellidos vascos no sería posible sin que el contrapunto fuese andaluz, la comedia no funcionaría porque cualquier otra identidad chocaría de forma abrupta, sin amabilidad ni comprensión alguna. Al final, el andaluz consigue conquistar a la vasca y, en una pirueta de fina ironía, nos muestra la trampa y el cartón de la historia: ese coche de caballos cortejado por Los del Río que pone fin a la película confirma que, efectivamente, somos capaces de reírnos de nuestra sombra. Y cuando un pueblo es capaz de esto es que carece de complejos; que su identidad es tan líquida, tan porosa, que está segura de impregnar, poco a poco, a todo aquél que se acerque sin necesidad de clavar la bandera de la conquista. Ojalá España se pareciese más a Andalucía y fuese capaz de evitar las espinas, desdramatizar los conflictos y confiar en el poder seductor de las palabras.

lunes, 17 de marzo de 2014

¡DURO CON ELLOS!

 
Publicado en El País de Andalucía 

 Tiene la juez Alaya un club de fans numeroso que jalea todas sus actuaciones. Si leen sus comentarios y sus parabienes lo que les caracteriza es un profundo odio a la política y, de paso, una nefasta idea de la autonomía. Por ejemplo se expresan así sobre el Parlamento de Andalucía: ¡Duro con ellos! ¡Muy bien entrar en la guarida! ¡Todos a la cárcel! ¡Tanta autonomía y tanta tontería! ¡A por el Parlamento!

   Cuando se empezaron a conocer los primeros datos sobre las correrías de Guerrero, sus juergas, borracheras y toneladas de cocaína, convirtieron estas características en una especie de marca para toda la Administración andaluza. Teníamos los chorizos más vulgares de todo el Estado, nada que ver con el seny de los delincuentes públicos catalanes o con el glamour de los protagonistas de la Gürtel. Pero, cuando el público realmente se rindió a los pies de la juez Alaya, y la cubrió de alabanzas entusiásticas, fue cuando elevó el tiro y, según sus propias palabras decidió “dar un paso cualitativo” de la instrucción y apuntar al más alto nivel de la política andaluza.

   El delito, dejó en ese momento de ser individual, contable y objetivable, para convertirse en una simple cuestión de organigrama. El verdadero punto culminante de la juez Alaya no es la imposición de una fianza millonaria a Magdalena Álvarez, sino la imputación de 24 ex altos cargos de la Junta de Andalucía por el simple hecho de haber ejercido como directores generales, secretarios técnicos o puestos de responsabilidad en el Gobierno, sin que se detallen las actuaciones delictivas concretas y personalizas. El foco se desplazó de los Guerrero, Lanzas y Cía, a los más elevados puestos de la política. La tesis principal de la juez Alaya es que existió una conspiración de alto nivel para facilitar el robo de caudales públicos. Se supone que existió en Andalucía toda una banda organizada de altos cargos que se coordinaban para facilitar los delitos. ¿Qué ganaban con ello? ¿A quién encubrían? ¿Qué pruebas existen? No se conoce la respuesta a ninguna de estas preguntas.

   Todavía no se ha diagnosticado como patología, pero la misopolítica es una nueva enfermedad que recorre España. No se ha determinado el agente causante de la misma ni la forma de sanarla, pero presenta síntomas muy comunes: un tremendo malestar en la boca del estómago, una irritación profunda que no atiende a argumentos, un ansia desmesurada de descargar las tensiones en los representantes públicos, sin distinciones.

   Los políticos son culpables per se. Da igual si se han enriquecido o no con la comisión de los delitos; si su falta fue no vigilar de forma suficientemente eficaz o cobrar por el crimen.

   La instrucción de la juez Alaya es una mina para los estudios semánticos de desplazamiento de los contenidos. Así, el procedimiento de las subvenciones, considerado “inadecuado” por la Cámara de Cuentas, se convierte en “irregular” y, a renglón seguido, en “ilegal”.

   Debemos a la juez Alaya el uso del término “preimputado” que no existe pero que es una indeleble letra escarlata. Pero, quizá la elaboración más novedosa sea la de considerar que el Parlamento de Andalucía aprueba leyes “ilegales”. Que se sepa, las leyes —en una democracia, claro— no son ilegales más que si así lo declara un tribunal competente o el Tribunal de Justicia Europeo.

   Presuponer que las leyes aprobadas por el Parlamento de Andalucía son ilegales y que su finalidad era ayudar a una red de delincuentes a robar dinero público, convierte a todos los representantes públicos en cómplices del delito o en descerebrados personajes que no se enteraban del contenido de las leyes.
En esta trama sin fin, la juez ya ha solicitado la transcripción de los debates del Parlamento de Andalucía para determinar en qué medida conocía o participó en esta macroconspiración.

   La juez Alaya, en un acto inaudito, desvela que “con probabilidad cierta” sus imputados serán condenados. El populismo penal triunfa plenamente: todos culpables, todos chorizos, todos ladrones. Pero no es verdad. Hay quien robó dinero público y quien no lo hizo. Hay responsabilidades penales y responsabilidades políticas y no se puede meter todo en la misma coctelera porque afecta a nuestra democracia, a nuestra autonomía y, a la larga, al prestigio de la justicia.

lunes, 3 de marzo de 2014

CATALUÑA: DUDAS DESDE EL SUR Y LA IZQUIERDA

Publicado en el diario Público en la sección Espacio Público y en torno a la ponencia de Vicent Navarro

La primera en la frente: ¿realmente la pregunta importante es la afirmación o no del derecho a decidir? Si es así adelanto la respuesta para facilitar el debate. Rotundamente si. Líbrenme mis principios de negar el derecho que asiste a la ciudadanía de decidir, pero a estas alturas del debate todos sabemos que no estamos discutiendo sólo sobre este principio democrático sino sobre los contenidos que lo acompañan.

Demasiadas veces hemos caído en la trampa de la metáfora del tren: acompáñenos en este tramo del trayecto que después podrá bajarse en la próxima estación. En demasiadas ocasiones hemos comprobado que después nuestra parada no existía y que para desplazarse no era sólo necesario revisar el tren sino haber participado en el diseño de las vías y hasta en los horarios y las paradas.

La segunda duda se refiere al procedimiento, o sea, el planteamiento del referéndum. Mi reserva no es jurídica. Hay fórmulas políticas y legales para hacerlo posible. Contemplo, atónita, la idealización de los referéndums como forma excelsa de consulta popular y como palanca de los cambios sociales. Perdonen que no me levante. Puedo citarles diez o veinte referéndums posibles en los que las posiciones progresistas, e incluso democráticas, serían derrotadas (cadena perpetua, supresión de sueldos a diputados, supresión instituciones autonómicas…) Y es que en democracia, lo sustancial no es el triunfo de la mayoría sino la pluralidad, el respeto a las minorías y su posibilidad de dejar de serlo. En cualquier caso el proceso catalán debe ser consultado a la ciudadanía pero de forma que pueda optar entre todas las alternativas posibles. Un sí o un no no es suficiente, ni tampoco un doble sí o un doble no. En especial la posición federalista queda en una desventaja evidente. Por muchas interpretaciones benignas que se quieran hacer, la alternativa federalista es invotable porque no tiene hueco real (sólo subsidiario e interpretativo) en el enunciado de la pregunta que se ha acordado.

Tercera duda: el verdadero debate no se está produciendo. La situación actual me recuerda aquellas viejas asambleas de la universidad donde consumíamos el tiempo discutiendo y votando si se debería votar. Se crean así bloques ficticios que apenas comparten objetivos entre sí excepto la discusión de la norma o del fuero. Conocemos muy bien las posiciones del PP respecto al modelo de Estado y hemos sido testigos de su desprecio a Cataluña (y también a Andalucía, añado) pero estamos ayunos de las propuestas concretas del resto de las fuerzas políticas y sociales más allá de la insatisfacción y el hastío de la política actual. Si se autorizase la consulta (algo que debería de hacerse sin reparos) quedaría al desnudo la ambigüedad de una gran parte de las fuerzas políticas catalanas.

En cuarto y último lugar (de momento), “Cataluña” (gran simplificación, perdonen) no quiere aliados en este proceso. El relato épico de su confrontación con el Estado se ha vuelto local y aislacionista. Ha borrado de la historia el hecho evidente de que la misma mano que oprimía a Cataluña y que la privaba de sus derechos, oprimía las libertades y cercenaba las posibilidades de desarrollo de otros lugares, singularmente Andalucía y, en general, de las clases populares. Incluso los recortes, la desigualdad y el desmantelamiento de derechos y servicios sociales actuales se anotan como agravios territoriales y no cómo resultado de las políticas neoliberales contra todos. Tampoco las cúpulas políticas catalanas muestran simpatía ni sinergia alguna con las demandas de autogobierno de otros lugares como es el caso de Andalucía. Que se pisoteen leyes andaluzas, se cercene su autonomía o se estrangulen sus iniciativas no obtienen ningún eco en ese territorio. E incluso el debate sobre las balanzas fiscales no se ha dirigido contra la opacidad del Estado o el centralismo redivivo sino contra la periferia que “vive de las rentas”, en una gozosa coincidencia con el discurso de la Comunidad de Madrid.

Desde la periferia territorial y desde la izquierda, somos muchos los que deseamos un Estado Federal, un nuevo pacto en el que las comunidades que lo deseen asuman nuevos espacios de autonomía política y de capacidad de decisión, pero el debate catalán, tal como está planteado, no tiende la mano a abrir un nuevo marco político, ensimismado en su propio laberinto. Cataluña, en su derecho a decidir, podría tener fuertes aliados si el debate se planteara en estos términos y la derecha española quedaría aislada en su viejo sueño imperial. Desgraciadamente no es así y el tren pita anunciando su inminente puesta en marcha.

sábado, 5 de octubre de 2013

!QUIÉN SE PUDIERA IR!


Publicado en AndalucesDiario

          ¡Qué suerte tienen los catalanes que han encontrado un sueño, un mantra, una jaculatoria que todo lo soluciona! Además, están cerca de la frontera, pegaditos a un país envidiable. Ya nos gustaría a nosotros tener una puerta de escape, una frontera a mano que no lindara con peores injusticias y con menor libertad.
A nosotros tampoco nos quieren, no os creáis. No dejan de ridiculizar nuestra forma de hablar, desprestigiar nuestra cultura y paralizar nuestras leyes pero lo curioso es que el gobierno central del PP y vuestro gobierno de CIU compiten por ver quién es más áspero y desabrido con los andaluces.  A vuestros niños los quieren españolizar, a los nuestros nos los tercermundializáis al menor descuido. Sin embargo, ay, nosotros no tenemos una puerta trasera para escaparnos y estamos aquí,  pegados por cordilleras fronterizas, lindando con dolores ajenos y con tierras esteparias.

        Si en vez de compartir un mar fronterizo con Marruecos, con costas donde conviven la “creme de la creme” del turismo extranjero y las pateras, lindáramos con Francia, con la Riviera de Saint Tropez, nosotros también nos envolveríamos en la bandera andaluza y haríamos una cadena de alegre huida de la realidad.

     Cuando nos levantamos, respiramos el mismo aire viciado que vosotros, sentimos la opresión de tener que cargar con esta historia, este presente y estas injusticias pero no nos consolamos con la idea de que si fuésemos independientes desaparecerían por ensalmo la crisis económica, el paro, los recortes y la corrupción. Claro que la mayoría de vosotros pensáis que vivís en un país rico empobrecido por los pobres del sur y nosotros pensamos que vivimos en una comunidad rica, empobrecida por los ricos sin distinción de nacionalidad.

    Aunque Artur Mas haya sido incluso más Terminator que Rajoy en cuanto a recortes sociales, sus hachazos no deben doler de igual manera. Sus cierres hospitalarios, sus despidos de profesionales, su precursoras decisiones sobre copagos, no son al parecer tan negativas como las del PP, aunque tengan idéntico significado. A pesar de que los casos de corrupción en los que están envueltos miembros de Convergencia i Unio sean abrumadores, los imputados no se pasean por los telediarios estatales, sus nombres no se conocen y la política catalana, tan opaca o más que la española, sigue presumiendo de seny. Los casos se negocian, se silencian o se intercambian. Vuestros escándalos bancarios son menos sabrosos  y el dinero público que se ha invertido en sanear desde tiempo inmemorial la banca catalana, menos ofensivo. A fin de cuentas, la burguesía catalana ha aprovechado el sentimiento nacional para lavar los trapos sucios en casa, o directamente para no lavarlos.

     Por eso me conmueve, con sinceridad, escuchar a jóvenes catalanes, a intelectuales honestos, expresar su esperanza en que la independencia suponga un cambio profundo en sus vidas, sin tener en cuenta quién maneja su barca ni sus esperanzas. No me duele el sueño de autogobierno catalán y comparto su derecho a decidir. Me duele que la izquierda catalana haya perdido el paso y anden perdidos o a rastras de sueños ajenos y de palabras encadenadas. Echo de menos los tiempos en los que la bandera andaluza y la catalana se hermanaban pidiendo autogobierno, libertad y derechos sociales. Considero que perdieron las batallas del futuro el día que aceptaron la terrible y excluyente idea de unas tramposas balanzas fiscales que venían a decirle a la población que toda la culpa de sus recortes no las tiene el capital financiero y las políticas de ajuste duro de la derecha, virtual o real , sino los pobres del sur y de la periferia que vivimos de vuestro esfuerzo.

     Nosotros tampoco queremos vivir en un país donde sobran territorios enteros, se menosprecian las culturas, se ataca la diversidad y se gira al centralismo más feroz pero tiene que haber una tercera vía de entendimiento, de respeto, de cooperación que ahora no se atisba pero que renacerá en cuanto los tiempos sean menos hostiles y el miedo al presente nos haga ser menos manipulables.

jueves, 22 de agosto de 2013

HERMOSOS VENCIDOS

Publicado en El País Andalucía 

   Pensaba en el tema de mi artículo de esta semana. Me apetecía hablar de literatura, salir de los asfixiantes temas políticos, tomar un poco de oxígeno de seres imaginarios e historias ajenas. Pero a veces la realidad se atraviesa en el camino, se pone en jarras en medio de la carretera y dice que está ahí, que no piensa moverse hasta que la mires de frente.

   Se llama Inmaculada Michinina, tiene 37 años y es aspirante a una licencia del baratillo de Cádiz. Si todavía no han visto su intervención en el último pleno de su ciudad, se la recomiendo. Llegó con varios folios manuscritos para expresar en pocos minutos sus demandas, pero a los pocos segundos dejó de leer y expresó un bello discurso, lleno de faltas de ortografía, de cariñosos tacos, de diminutivos hirientes como cuchillos afilados.

   Los perdedores apenas tienen oportunidad de contar su historia pero ella lo hizo con ráfagas de metralla. “Os hemos dado un puesto de trabajo que no valoráis. No lo aprovecháis para trabajar para nosotros, para el pueblo”, le espetó a la presidencia. A esas alturas la cara de Teófila Martínez y de toda la mesa presidencial era un poema. Ya no estaba hablando de su demanda, de la licencia de su puesto en el baratillo, sino del foso terrible entre el poder político y los problemas de los ciudadanos. “Para ustedes somos solo un punto, el punto 19”, les dijo. Un molesto punto que se olvidaría pronto. La tragedia de gente insignificante, con su paro a cuestas. Las víctimas de la crisis que nadie quiere individualizar. Los parados y paradas que se cuentan por miles o por millones pero carecen de rostro y de historia, y cuyo único papel en esta crisis es cruzarse de brazos a esperar que los poderosos recuperen sus ganancias.

   Al menos, les disparó Inmaculada, “déjennos tener dignidad”, “déjenme decirle a mis hijas: chocho, que puedes comer lo que hay en la nevera, que lo ha conseguido tu madre”. No es una ayuda, un subsidio, un favor lo que se pide, sino el simple permiso de ganarse el puchero con sus propias manos.
Los andaluces hacemos un uso especial del lenguaje. Sabemos retorcer los adjetivos hasta que destilan significados inesperados. Inmaculada finalizó su intervención con un uso literario del diminutivo como solo una andaluza podría hacerlo. Lorca condensó en la palabra “cuchillito” toda la carga trágica de Bodas de sangre. En boca de esta gaditana cada palabra diminuta, sencilla, se convertía en un artefacto trágico que nos golpeaba directamente el corazón. “Déjenme que este dominguito, a ver si hay suerte, me llevo 20 euritos para mi casa y puedo ir a la placita de abastos”.

   La mayoría absoluta del pleno votó en contra del punto 19. Solo era un punto insignificante en el orden del día. Nada indicaba que en solo unas horas más de 400.000 personas iban a ver la intervención de la vendedora de un baratillo en el que rara vez han puesto siquiera los pies.
Al advertir la conmoción que las palabras de Inmaculada habían producido se apresuraron a aclarar cosas del procedimiento administrativo, de la concesión de licencias y a decir que no podían convertir la ciudad en un gran zoco marroquí. “Pues bien bonitos que son”, les respondió la afectada. Pero lo realmente preocupante es que no habían entendido nada.

  
En el Pleno del Ayuntamiento de Cádiz no se hablaba en realidad de licencias, ni de trámites, ni de procedimientos. Se hablaba de la democracia, de cómo las instituciones políticas tienen piel de elefante para los problemas sociales y lo poco que les importan los dramas de los de abajo.
Hay algo en la vendedora ambulante de Cádiz que la convierte en un símbolo de nuestro país; en reflejo de miles de personas que todos los días practican el duro ejercicio de mantener la dignidad en medio del paro y de la escasez. Son gente corriente que lucha por la vida en cada pueblo, en cada barrio. Hermosos perdedores que merecen un final distinto.
@conchacaballer

ESPAÑOLIZAR EL GUADALQUIVIR

Publicado en AndalucesDiario 

   !Qué mala suerte tenemos los andaluces! Más tarde o más pronto lo que es nuestro, acaba siendo suyo porque España es una ficción que no existe sin Andalucía. Cuando tuvieron que construir una identidad cultural, tomaron cuatro tópicos andaluces y los envolvieron en la bandera española. Voilá,  Spain is different!

   Lo de ser universales -¡ay querido Juan Ramón!-, tiene estos inconvenientes. Que entran a saco en nuestra despensa y se apropian de nuestros bienes más queridos. Para legalizar esta apropiación cultural nos ningunean, nos presentan como una tierra desprovista de identidad, sin perfiles claros, sin aportaciones interesantes.

   Si la mayor parte de los escritores de la generación del 27 hubiesen nacido en Cataluña, en vez de en Andalucía, se llamarían la renaixença catalana, pero como lo hicieron aquí llevan una cifra, un año de matriculación, ni una sola pista de su impronta andaluza. Aquí lo sobrellevamos como podemos. Con cierta alegría cuando subliman nuestros logros, con fastidio cuando nos ningunean, con enfado creciente cuando nos menosprecian.

   Ahora, con la marca España bajo mínimos, han decidido españolizar el Guadalquivir. En Cataluña quieren españolizar infantes, aquí nuestro río. La cosa es españolizar y dar pábulo a esa patraña de que las autonomías son una fuente de problemas, de gasto innecesario y de mala gestión.

   Los argumentos racionales no importan en este caso. De nada vale decir que el Guadalquivir transcurre casi íntegramente por Andalucía, que las escasas colas fuera de la comunidad son en el ciclo alto del río y que por lo tanto no pueden ser afectadas por las actuaciones que hagamos en el sur. Tampoco han tenido en consideración que nadie, ni el Estatuto de Andalucía, ha negado una gestión general del ciclo del agua, ni de la cuenca hidrográfica del Guadalquivir. Que Andalucía no solo respeta estos principios, sino que los defiende y colabora con ellos. El Tribunal Constitucional, por una cuestión de simetría, tachó la declaración nacional de Cataluña de su Estatuto y anuló el traspaso del Guadalquivir, sin miramientos.
El último capítulo de este sainete se ha producido en el Congreso de los diputados donde una proposición aprobada por unanimidad en el Parlamento de Andalucía reclamaba, no ya la titularidad del río ni las competencias plenas, sino la pura gestión o cogestión de nuestro río. La respuesta ha sido un rotundo NO que cierra la última puerta posible y sometería  a un ridículo espectacular al PP Andaluz, en el caso de que existiera.

   O dicho con otras palabras, que podemos gestionar la educación o el sistema sanitario, podemos tomar decisiones sobre la formación y la vida de los andaluces, pero no podemos autorizar un pozo, aprovechar un salto hidraúlico o regular el aprovechamiento de unas riberas. El Guadalquivir es español, de la Confederación, de los federales con la chapa en la solapa, de Aznar que tanto se queja de la desmembración de España, de Esperanza Aguirre que sueña con devolver las competencias autonómicas, de Rosa Diez que combina tan bien el rosa y el tricornio de los viejos tiempos. Todo menos andaluz, esa anomalía histórica donde la derecha no desemboca, como diría el poeta.

   Lorca estaba equivocado. Es posible que el Guadalquivir vaya entre naranjos y olivos, pero sus papeles legales, sus procedimientos de autorización y sancionadores, van por la estepa castellana.  Es un gran río, un motor económico, una fuente de riqueza que no puede quedar en manos andaluzas. Toda una metáfora del nuevo centralismo que nos acecha.

lunes, 1 de julio de 2013

GRIÑÁN AGITA TODAS LAS AGUAS


Publicado en El País de Andalucía

   José Antonio Griñán anuncia que no se presentará a la reelección y provoca un terremoto en la política andaluza y estatal. Mientras la crisis arrecia y la ciudadanía consume sus últimas energías de indignación, nos estábamos acostumbrando a un tranquilo escenario institucional. En Madrid, la mayoría absoluta del PP garantiza votaciones mayoritarias de proyectos rechazados en la calle; en Andalucía, el gobierno bipartito garantiza una estabilidad institucional con un proyecto que pinta de rojo algunas rayas en el horizonte profundamente azul. En las instituciones, el naufragio de la política es lento. El PP se desangra y alimenta una rueda de recambio llamada UPyD. De forma incomprensible, el PSOE sigue perdiendo votantes, traspasados a IU o a la abstención más enfadada. Los primeros confían en que la crisis amaine, los segundos en que el pueblo vuelva a confiar en ellos por arte de magia. Incluso entonan algún baile atrevido de acuerdos institucionales en los grandes temas de Estado.

   La decisión de Griñán viene a poner en crisis este modelo, ese dolce far niente, esa nostalgia de que el pasado retorne, como las golondrinas, cuando las flechas macroeconómicas apunten hacia arriba, acallen la indignación y el bipartidismo reverdezca. Porque Griñán ha anunciado la muerte del pasado, el no retorno de los viejos tiempos, de sus políticos y de los modelos económicos. Y lo ha hecho inmolándose en la pira por pura cuestión de edad.

   Lo llevaba en absoluto secreto pero con una férrea determinación. Su decisión tiene efectos colaterales de todos los colores. El PP ha hecho el análisis previsto: Griñán se marcha por el caso de los ERE. Por simple razón electoral, el PP había convertido al presidente andaluz en la cabeza de turco del fraude, aunque la más elemental aritmética cronológica lo desmiente. De hecho, ni siquiera estaba en Andalucía mientras la trama empezaba sus andanzas. El caso de los ERE ha sido, sin duda, un sambenito del que Griñán no ha podido desprenderse, porque aunque no es suyo, es de los suyos. Pero no es la causa principal de su renuncia, aunque si una de sus razones. Sin embargo, la decisión de Griñán fuerza al PP de Andalucía a aclarar con rapidez su liderazgo y su proyecto.

   Por lo que respecta al IU, ha sido más que evidente su incomodidad con esta decisión. Nada le viene mejor a esta formación que esta transfusión lenta de votos sin riesgo alguno. Acaban de renovar su dirección y de elegir a Antonio Maíllo nuevo coordinador. Pero ahora la apuesta se queda corta. No basta con presentar un perfil más amable. Si quieren jugar en el terreno de la renovación tendrán que apostar mucho más fuerte por la apertura, las primarias, la autonomía del proyecto de IU respecto al Partido Comunista de Andalucía así como alguna asignatura incomprensiblemente pendiente, como el inexistente papel de las mujeres en esta formación.

   Pero el efecto más visible del terremoto Griñán es sobre el PSOE estatal, donde Rubalcaba administra los tiempos a paso de tortuga y se mantienen las líneas de fidelidades antiguas, de discursos oscilantes entre la oposición y la colaboración, y el temor a los cambios.

   Cuanto más se empeñan en afirmar que la decisión de Griñán “no alterará ni el calendario ni la agenda política prevista”, más claro parece que ha dado en la diana de una mayoría silenciosa o silenciada del PSOE. Es fácil agrupar las declaraciones de los líderes socialistas en racimos identificables: Rubalcaba, Chaves, Alfonso Guerra o el singular Rodríguez de la Borbolla han torcido el gesto ante el proceso andaluz. Frente a su evidente irritación, son fáciles de contraponer las sonrisas de Carme Chacón o de José María Barreda o la fruición con la que muchos militantes de base del PSOE citan las palabras de Griñán sobre la regeneración política, la celebración de primarias, la limitación de mandatos o el relevo generacional. Un toque de autocrítica hacia la trayectoria política del PSOE escrita con la piel de un presidente que tiene muchos años, pero que quizá ha olfateado los nuevos tiempos.
@conchacaballer

domingo, 2 de junio de 2013

TIJERITAS, MOTOSIERRAS Y PAGA EXTRA

 
Puedes leerlo completo en EL PAÍS ANDALUCÍA 

   Pertenezco a una familia de antiguos propietarios de tierras arruinados, que desconocían el valor del dinero. Mi padre empezó a trabajar pasados los 40 años, forzado ya por las deudas. Nunca hubiese consentido vender un solo olivo de su pequeña hacienda familiar, pero el dinero le provocaba una fastidiosa mezcla de desdén y necesidad. Cuando cobraba la paga extraordinaria, nos congregaba en el salón y tiraba los billetes al techo. Los niños recogíamos los billetes y lo guardábamos junto con las muñecas, el fuerte de los vaqueros o el dinero falso del Monopoly. Horas después los devolvíamos a cambio de promesas falsas o porque el juego, simplemente, había terminado.

   El nombre de la paga extraordinaria delata nuestro origen de país sin derechos. Para los mayores era la paga del 18 de julio y de la cristianísima Navidad. Un pequeño obsequio con el que el poder mostraba su lado más amable. Solo la democracia dignificó este pago como parte del salario, lo aumentó y reguló. O al menos así lo creímos hasta que la crisis nos devolvió a los años 60.
Lo que creíamos parte de nuestros derechos laborales vuelve a ser una potestad graciosa y arbitraria del poder. Con un simple decreto —el más bajo rango normativo— se esfuma una parte importante del salario de los funcionarios, sin explicaciones ni transparencia alguna.
 
   Los empleados públicos han sido el juguete favorito de esta crisis. Tanto que ha habido competencia desleal para esquilmar sus retribuciones. La Administración andaluza decidió suprimir la mitad de la paga extra pero el Gobierno central se adelantó y la quitó por completo. La Junta de Andalucía se quedó con las tijeras al aire, sin material recortable. No hay sueldo para tanto Freddy Krueger.

   Nuevamente las palabras pueden ser muy engañosas. Al hablar de suprimir la “paga extraordinaria” ocultamos que se trata de un brutal descenso de salarios que alcanza más del 14% de las retribuciones anuales, sin contar el efecto de la congelación salarial, la subida del coste de la vida o de los impuestos que han vuelto a caer solo y exclusivamente sobre las rentas del trabajo. Las consecuencias de este sacrificio han sido contraer el consumo hasta límites catastróficos.

   Cuando Aznar reclama la bajada de los impuestos no es un estrafalario expresidente, es un dardo que ha dado de lleno en el malestar de las clases medias, empobrecidas, desorientadas, que se sienten indefensas ante la acción de los Gobiernos. Es sumamente hipócrita que el mayor defensor del austericidio venga ahora a proclamarse salvador de sus propias políticas, pero los procesos políticos no son justos ni bellos. Son simplemente un juego de fuerzas, de relatos y de transmisión de ideas.

   Por eso choca tanto que el Gobierno andaluz reduzca esta batalla a un grado permisivo de recortes. Tijeritas andaluzas contra la motosierra del Gobierno central. “Ellos te quitan una paga entera y nosotros la mitad”, “ellos despiden el 70% de los interinos, nosotros el 50%”. El hartazgo social avanza de forma exponencial y cualquier nuevo recorte viene a colmar la medida de un vaso rebosante de desdichas. En la sanidad es evidente el descenso de salarios, la acumulación de enfermos, el colapso de las urgencias. En las cárceles, en la dependencia, en la enseñanza el personal está al límite de sus fuerzas. En todos los servicios, las bajas no se cubren, se contratan con cuentagotas interinos y se les paga lo menos posible.

   Ningún ciudadano tiene en su cabeza una tabla Excel para anotar cuántos de estos recortes proceden del Gobierno central y cuáles del andaluz. Y aunque sea verdad que en el contador gana por goleada el equipo azul de la motosierra, hay decisiones como esta nueva supresión de la paga extraordinaria que son responsabilidad plena del Gobierno andaluz. Que necesitan este dinero, es evidente. Que vayan a acudir nuevamente a los bolsillos de los trabajadores públicos, realmente incomprensible.

lunes, 27 de mayo de 2013

WERT O DESPRESTIGIA CUANTO PUEDAS

Mi artículo de esta semana en El País Andalucía


     El ministro Wert no consiguió su nombramiento por su papel de contertulio sino por colaboraciones con la FAES de Jose María Aznar donde ya proponía un cambio total en el modelo educativo, se lamentaba de la abundancia de becas universitarias y manifestaba su preocupación por la escasa religiosidad de la sociedad española, especialmente los jóvenes. Con esos magníficos avales le encomendaron la tarea de reformar, cristianizar y españolizar el sistema educativo aprovechando que la crisis es una oportunidad única para cambiar las reglas de juego sociales.

   Sin embargo, esta tarea no se hubiera podido culminar si desde hace años, la derecha política española y todos los think tank que las envuelven, no hubiesen conseguido desprestigiar la escuela pública, sus resultados y caricaturizar sus problemas.

   Mutilaron y manipularon informes como el PISA o el de la OCDE para presentar la cara más oscura de la enseñanza española. Ocultaron celosamente todos sus éxitos y consiguieron que la palabra educación se impregnara del concepto de fracaso, error y conflicto.

   La enseñanza en España necesita cambios en profundidad, sin duda. Especialmente la educación secundaria necesita encontrar nuevos caminos y mejoras, pero no todo lo existente ni los valores del modelo actual están caducos y fracasados, sino más bien faltos de desarrollo y de aplicación.

   Para sacudirnos tanto prejuicio y mentira, nada mejor que ver la evolución de la enseñanza española. Según afirman los estudios de la OCDE el punto de partida de la educación en España era el más penoso de Europa. Al inicio de la democracia solo el 17% de los adultos tenía estudios equivalentes a secundaria. En estos momentos es el 64% de la población quien ha conseguido ese nivel.

   Por si alguien argumenta que nos hemos ido demasiado lejos, la OCDE en el último informe aplaude el salto que se ha producido en la enseñanza entre los años 2000 y 2010 en los que se ha recortado la diferencia con el resto de los países de 11 a cuatro puntos en el nivel educativo del conjunto de la población. Si en estos años no se hubiese producido el auge del ladrillo, con la nefasta consecuencia de sacar de las aulas a miles de jóvenes, nuestro nivel estaría completamente equiparado a nuestro entorno.

   El sistema educativo español, con todos sus defectos, es actualmente uno de los primeros del mundo en equidad y uno de los más potentes en facilitar la movilidad social. La mitad de los estudiantes españoles superan el nivel educativo de sus padres, en muchos casos en varios escalones y este es el mejor indicador de su éxito. En el caso de Andalucía, por aproximación, podemos estimar que más del 65% de los jóvenes superan educativamente a sus padres. Todo un motivo de orgullo y un ejemplo de superación, porque los déficits culturales tardan mucho tiempo en ser superados.

   Por si no fuera suficiente, tenemos el mayor índice de escolarización infantil del mundo que dará sus frutos en el futuro, si es que no desaparece antes. Tenemos una población universitaria amplia, bien formada y con titulaciones apreciadas en el mundo entero. Resulta infame el desprestigio al que se quiere someter la comunidad universitaria y el recorte a sus estudios. Finalmente tenemos un núcleo de problemas en los estudios medios y en la recuperación de los estudiantes que abandonaron las aulas que deberíamos haber afrontado con decisión e imaginación.

   Incluso en estos años de crisis, de malas noticias imparables, la educación se ha superado a sí misma, ha aumentado el éxito escolar casi diez puntos y ha rescatado miles de jóvenes para la formación y el futuro.
El complejo de inferioridad, la falta de compromiso y de proyecto educativo de la izquierda, en general, han paralizado las iniciativas de cambio y han defraudado a un profesorado convertido en rompeolas de todos los conflictos sociales. Ahora la derecha española ha cubierto este hueco con un proyecto educativo cuyo santo y seña es la religión, la segregación y la privatización. Por cierto que en España, estas tres palabras son una sinonimia casi perfecta.
@conchacaballer





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domingo, 5 de mayo de 2013

LA CUCHIPANDA Y ANDALUCÍA


 inabortable por definición.
  Cospedal llega a las ruedas de prensa como si entre bambalinas se hubiera hartado de llorar (demasiado colirio, querida). Soraya piensa que es demasiado joven para morir en este naufragio y juega a ser la Monti española, toda tecnocracia. Guindos y Montoro se hacen trampas en el solitario de la economía española con cara de tramposos jugadores de póker. Wert anda enredado en su afán de acabar de una vez por todas con la cultura y desmontar la educación pública. El inefable Gallardón acelera su proyecto de construir el último robot de “mujer, mujer”, toda maternidad y dulzura,

   Seis millones doscientos dos mil personas paradas y el Gobierno guarda un vergonzoso silencio. El jefe del Ejecutivo hace tiempo que desapareció. Comenzó, como todos los que ascendieron a los cielos, por pronunciar tautologías. “Sabemos lo que tenemos que hacer y lo haremos”; “al pan, pan y al vino, vino”, fueron sus proclamas iniciales, hasta que confesó que la realidad lo desbordaba y que era “very difficult todo esto”. A partir de ahí, apenas se sabe de él. Su propia existencia, como la de Dios, está puesta en entredicho: ya solo se aparece en un plasma con fondo azul celestial, como el sumo hacedor en las películas de Hollywood.

   Abandonados a sus designios, los dirigentes populares se refugian en sus más ancestrales costumbres: denigrar a la izquierda, convertirse en víctimas de las movilizaciones populares y pronunciar frases propias de la calle Serrano o del Club de Campo pero que atruenan en los oídos de la sociedad. Como una cuchipanda de buena familia ironizan con las desgracias sociales, proclaman que los dramas no son tales y compiten por hacer las declaraciones más estúpidas entre risitas de complacencia. Gracias a ellas nos enteramos de que los electores del PP “se quitarían el pan de la boca con tal de pagar la hipoteca de su casa”; que los jóvenes emigrantes son, en realidad, un beneficioso efecto de “la movilidad exterior”; o que la expropiación de viviendas a los bancos aprobada por la Junta “es demagógica y populista”. La última, es realmente, siniestra. “El bipartito convierte Andalucía en Etiopía” escribe un diputado almeriense del PP, famoso él por despotricar contra actores, jueces y manifestantes.

   A este lado del reino, el PP no levanta cabeza. Arenas corre tras su destino esquivo y no consigue situarse como portavoz siquiera adjunto del PP, perseguido por la saña de Cospedal y por su amistad con Bárcenas, mientras Zoido huye del suyo. Jamás se había escuchado a un líder andaluz proclamar que en ningún caso, palabrita de honor, querría ser candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía y que hará falta un terremoto político para arrancarlo de su Ayuntamiento.

   La desesperanza cunde en el PP andaluz. Su problema es que las viejas consignas de la derecha ya no funcionan. Hace algunos años juntaban las palabras “comunista”, “expropiación” y “uso social de la riqueza” y conseguían poner los pelos de punta a todo aquel que tenía unos cuantos euros o propiedades, pero la crisis ha cobrado tal magnitud que las acusaciones de izquierdismo son casi un halago más que un insulto. El problema del PP es que ya no funciona aquello de que “si gobiernan los comunistas te van a quitar tu casa” porque ahora los que te quitan tus propiedades, tu empleo y tus ahorros no son las hordas de la hoz y el martillo, sino la banca, los clubes selectos de los trajes caros y los bolsos mileuristas.

   El papel de Andalucía en la política española puede ser decisivo. Su efecto contagio, refrescante. Otras comunidades ya anuncian medidas similares: la expropiación de viviendas, o los planes contra la pobreza son demostraciones de que los gobiernos pueden actuar frente a los mercados. Ahora es el momento de abrir en Andalucía la agenda del empleo, la protección y los derechos sociales porque la sociedad está deseosa de encontrar un hilo de esperanza entre tanto desastre e irresponsabilidad. Aunque Cospedal llore sin necesidad de colirio.
@conchacaballer

sábado, 17 de noviembre de 2012

TOÑI O EL NACIONALISMO DE LOS DE ABAJ0




          No me gustan los realitys, no me gusta la exhibición del dolor humano, no me gusta la caridad como espectáculo ni la manipulación sentimental. Tengo la lágrima fácil y no quiero que zarandeen mis emociones,  sin embargo hace varias semanas me quedé enganchada hasta la madrugada a un  programa de Canal Sur Televisión que sintonicé por pura casualidad.
         
         Se llama “Tiene arreglo” y lo conduce una joven periodista que parece una chica cualquiera de nuestra calle. Por lo visto, trae de cabeza a los programadores de las grandes cadenas porque en poco tiempo se “ha comido” la mayor parte de la audiencia en Andalucía y empieza a convertirse en un fenómeno mediático digno de estudio.
        
         Durante dos horas seguidas no conseguí distanciarme de lo que ocurría en la pantalla. Un matrimonio pedía el dinero necesario para instalar dos tramos de escaleras mecánicas para poder mover a su hijo en su vivienda. Las imágenes eran dolorosas pero no efectistas. Pretendían mostrar una realidad, pero había respeto y dignidad en ellas. Pensé, inmediatamente que los poderes públicos deberían atender estas situaciones, que una sociedad avanzada no puede dejar sin atención a estas personas y me lamenté por esta España nuestra, que nunca ha llegado a alcanzar sino un desvaído remedo de estado social.
 
       Pero, el tema central del programa no eran las desdichas de esta familia, sino la ola cálida de solidaridad que se producía en los espectadores. Se sucedían decenas de llamadas ofreciendo ayuda. La mayoría de ellas correspondían a personas golpeadas también por la crisis, o conscientes de la dura pelea por atender a las personas discapacitadas. o que habían conocido recientemente el dolor por la desaparición de algún ser querido. Jubiladas con pensiones de 700 euros ofrecían cantidades que doblaban su mensualidad, pequeños empresarios a punto de cerrar su negocio por la crisis vaciaban sus pequeños calcetines de ahorro,  otras personas aplazaban alguna compra prevista,  varios cooperativistas  ofrecían  su trabajo gratis para la instalación de la ansiada escalera mecánica. Recordé la cita de Steinbeck en las Uvas de la ira que últimamente me acompaña: “Si tienes problemas, estas herido o necesitado, acude a la gente pobre, son los únicos que te ayudaran, los únicos”.

       Lo realmente sorprendente no eran las cantidades aportadas sino las intervenciones de los donantes. Destilaban un discurso de un nacionalismo tan radical, tan humano, como sólo pueden exhibir los de abajo. “No podemos consentir que nadie a nuestro alrededor pase tantas necesidades”, “no podemos vivir puerta con puerta con los que sufren y cruzarnos de brazos”. Quitaban importancia a su generosidad y respondían a los agradecimientos con delicadeza: “gracias a vosotros por cuidar con tanto cariño a vuestro hijo”, “gracias por darme la oportunidad de contribuir a hacer algo bueno”. Alguno se atrevió a enunciar un discurso completo sobre la identidad andaluza “Desde pequeños hemos aprendido a ayudarnos unos a otros, a hacer un potaje para más gente, a compartir lo poco que teníamos. Los andaluces no sabemos disfrutar si a nuestro lado hay miseria o dolor. Nos han hecho así.”
  
          Al día siguiente requerí información sobre el programa, su seriedad o su preparación. Quería saber si realmente todas las donaciones que se anuncian se producen;  si hay un guión previo o están planificados los golpes de efecto o las intervenciones. Por lo que me dijeron,  todo es tal como aparece y me indican que las donaciones superan incluso lo que se ve en el programa.

          Ya sé que no deja de ser un espectáculo, que programas como estos no solucionan sino problemas aislados. Sigo pensando que son los poderes públicos los que deben atender las necesidades de las personas y me lamento de esta España que ha hecho de las políticas sociales también una burbuja brillante que ha estallado con el primer vendaval de la crisis. A pesar de eso, me gusta pertenecer a un pueblo que tiene la solidaridad escrita en los genes, en el que millones de personas ayudan a otras; gentes que no han abandonado la esperanza en el ser humano y que sigue pensando que las cosas tienen arreglo.

PD.- La imagen muestra a los trece periodistas despedidos de El País Andalucía. Trece profesionales como la copa de un pino de los que el País puede prescindir, pero no la sociedad andaluza. Sus firmas, sus fotografías, su edición, harían las delicias de un medio de comunicación andaluz independiente y fuerte. Ojalà se animaran. Mientras tanto: os quiero.

domingo, 30 de septiembre de 2012

CORRUPCIÓN ESTILO COMPADRE



Publicado en El País Andalucía

            Dicen algunos que el toque de distinción del cine americano son unos personajes secundarios envidiables y un atrezo que parece sacado de la vida real. Las casas parecen habitadas y vividas; los cajones llenos de papeles y el vestuario aparenta haber sido usado muchas veces. En ese sentido la literatura o el cine nos acercan, a veces, más a la verdad que la historia o el periodismo porque nos presentan el clima exacto de los acontecimientos sin el cual no podríamos entender la trama.

           El caso de los ERE no era tal caso hasta que un personaje conocido como “el chófer”, le puso a la corrupción el marco de las drogas, sexo y alcohol pagados con el dinero público. Esta semana, otro personaje ha expresado el ambiente moral propicio para el caso de los ERE. Le llaman El conseguidor y él mismo reconoce que “su perfil” lo convierte en una percha ideal para purgar los pecados ajenos. Para empezar, tiene tela que en un Estado democrático existan personajes con este sobrenombre, o sea, especialistas en conseguir favores o derechos por parte de las Administraciones públicas; gente con buenas relaciones y entrada libre en los despachos oficiales de uno y otro signo. Según él mismo, en “muchas ocasiones actuaba de forma altruista”, aunque su generosidad no le impidió incluirse él y su esposa como falsos prejubilados de la empresa Hitemasa, donde nunca habían trabajado, y recibir una escandalosa indemnización de 350.000 euros.

           Otro de los protagonistas del caso, Francisco Javier Guerrero, nos aporta el color local de este proceso de corrupción. En su pequeño pueblo de la sierra sevillana de El Pedroso, es un personaje muy apreciado porque ejercía de rey mago, eso sí, con el dinero de todos los andaluces. Consiguió para su vecino, minusválido y con una raquítica pensión, una ayuda de casi 500.000 euros, sin rellenar siquiera una solicitud. El pobre hombre declaraba ante la juez: “Creí que se estaba haciendo justicia conmigo después de trabajar toda la vida”. No me digan que esto no es cine o literatura. Electricistas, tenderos, dueños de bares se vieron beneficiados por el gran corazón de su vecino, aunque también su suegra y allegados tuvieron su particular derrama de dinero público.

             Finalmente, otras almas caritativas participaron también en este corrupto sistema y practicaron el lema de “un poquito para los necesitados y otro poquito para mí, que también lo merezco”. Junto a los intrusos puros y duros de los ERE, se suscribieron pólizas de intrusillos, es decir, personas que habían trabajado para la empresa pero que habían dejado de hacerlo o que no pertenecían a la plantilla afectada sino a subcontratas. ¿Cuál es el denominador común de estas actuaciones? El compadreo, el paternalismo de casino y el clientelismo político.

           No comparto la tesis de que en el caso de los ERE hubiese una determinación de crear un sistema corrupto para enriquecer a sus gestores. De hecho, no se han descubierto grandes capitales ni patrimonios individuales como en el caso Malaya o Fabra. El sistema pudo ser en sus inicios un intento bienintencionado de evitar problemas sociales, o dicho más críticamente, una forma de comprar la paz social en Andalucía, pero rápidamente derivó a un procedimiento clientelar y, a renglón seguido, a un comportamiento corrupto. Cuando la Administración evita los procedimientos reglados, prescinde de la publicidad y el control, es solo cuestión de tiempo que aparezca la corrupción.
       
           Más allá de las responsabilidades penales, si algo nos enseña el caso de los ERE es que el clientelismo político, en el que tan afablemente se ha desenvuelto la sociedad andaluza durante mucho tiempo, es un foco de desigualdad y, al final, de corrupción.
    
           Los ERE de Andalucía no dan para una gran novela social, pero ofrecen el retrato de una parte de nuestra historia que debe acabar: el clientelismo político, la confusión de los límites institucionales y la ausencia de mecanismos de control especialmente del Gobierno pero también del Parlamento y de las instituciones encargadas de auditar las cuentas. Algo contra lo que hay que clamar, sin contemplaciones, un nunca más como la copa de un pino.

¿DÓNDE VAS ARTUR MERKEL?

Publicado  en El País Andalucía

           El presidente de la Generalitat llevaba su discurso muy preparado. Era su primera comparecencia en Madrid tras la multitudinaria manifestación independentista de Barcelona y cada término estaba perfectamente diseñado. No pronunció la palabra independencia, pero afirmó la necesidad de un Estado catalán. Sin embargo, esta cuidadísima declaración incluía una patadita a Andalucía, al sur, a los de abajo, que venimos a ser los mismos.

             Artur Mas afirmó que “la España del norte se ha cansado de la España del sur y la Europa del norte también se ha cansado de la Europa del sur”. Aunque después matizó que también España se había cansado de Cataluña, la descalificación hacia Andalucía estaba más que clara.

             Mas trató el problema como un divorcio civilizado. Como la cita en el restaurante que uno de los cónyuges promueve para evitar un espectáculo privado. “Desde hace tiempo las cosas no van bien. Lo sabes de sobra. No quiero hacer reproches. El caso es que ya no nos soportamos. Y, sobre todo, con esos parientes tuyos del sur tan molestos”, vino a decir. Todo educado, prudente, sin frases altisonantes, tal como le habían rogado los 400 empresarios que influyen decisivamente en su discurso.

             El seny catalán no le privó de desdeñar a esa gente del sur que en su imaginario delirante viven de las finanzas catalanas y que, en su opinión, son la verdadera razón por la que Cataluña caminaría mejor en solitario. Por supuesto, en la analogía europea de la que habló, los países del norte se han cansado de griegos, portugueses y españoles, igual que los catalanes se han cansado de extremeños, canarios o andaluces.

             El problema es que Cataluña no es la Alemania española ni Artur Mas es Angela Merkel. Cataluña, gobernada en su etapa democrática mayormente por CIU, no es la comunidad industrial del pasado. Su implicación en un modelo insostenible ha sido terrible y su deuda es más del doble que la de Andalucía.

            El problema, también es que el modelo económico y social de CIU es idéntico al de Rajoy, Guindos y Montoro. Es más, Cataluña ha presionado para que los recortes de sanidad y de educación sean más intensos, al tiempo que jalea continuamente la lógica del desmantelamiento del Estado del bienestar y de las privatizaciones. En el plano del modelo de Estado, no hay nada que se lleve mejor con el neocentralismo feroz del PP que el nacionalismo catalán de la derecha. El nacionalismo español se alimenta de anticatalanismo, y el nacionalismo catalán, de desmanes centralistas.

              La derecha española, a lo largo de toda la historia, ha dado muestras más que suficientes de desconocer la realidad territorial del país y de falta de respeto a las diversas lenguas y culturas. Un millón y medio de catalanes han salido a la calle porque la actitud del PP y la sentencia del Constitucional han cegado cualquier intento de avance del catalanismo político y han frenado en seco la evolución lógica hacia un Estado federal. La crisis y el malestar social han puesto el resto del escenario. Pero es penoso que este caudal de reivindicaciones populares vaya a ser administrado por un partido que tampoco comprende nuestro país, singularmente el sur, y que orienta sus demandas hacia la insolidaridad y las políticas más fieramente neoliberales. Una fuerza política que desdeña las autonomías que no sean la propia y que tampoco estaría satisfecho con un Estado federal solidario e igualitario. Por eso, las referencias de Mas y de su fuerza política a Andalucía son siempre despreciativas no solo en el plano económico, sino también político o cultural. La pena es que la izquierda catalana carece de discurso, o lo tiene tan bien guardado que apenas se le escucha.

           Se han subido al tren de las balanzas fiscales —esa elaboración clasista y engañosa por la que los recursos deben ser para los que más aporten—; han acompañado las tesis del Estado asimétrico o de la independencia sin preguntarse hacia donde les lleva. Precisamente ahora, que sería más necesaria que nunca una alianza entre Cataluña y Andalucía para frenar la involución tardofranquista. Mal empieza el debate sobre el futuro de Cataluña si el nuevo nacionalismo se alimenta de confrontación con las demás comunidades y con la solidaridad. Porque además, ni ellos son tan ricos, ni nosotros tan pobres; ni aportan tanto a la solidaridad como anuncian; ni este sur está cansado del pueblo catalán, aunque sí, francamente, de su Gobierno.

domingo, 29 de julio de 2012

REINVENTARSE

Publicado en El País de Andalucía


          El verano es una metáfora perfecta de la vida. Desde lejos parece largo y cargado de promesas. En esta estación el tiempo se expande, sus tardes tienen la textura de un reloj daliniano, de forma que en las tardes de verano, si prestas atención, puedes ver caer las gotas de los minutos infinitos y gozar la sensación de comprender la extraña naturaleza del tiempo. Pero un día especial, que no está en el calendario, la atmósfera cambia repentinamente. Entonces sabemos que el verano ha terminado y aunque vuelvan los días despejados, ya no será lo mismo.

         La vida es parecida, larga y corta a la vez. Tomados los días de uno en uno, parece que somos propietarios de un lugar ancho, sin límites ni fronteras. Los días pasan lentos, pero los años lo hacen con rapidez vertiginosa. La gente del Sur tenemos una aguda percepción del tiempo. Antes de que el dinero se impusiera como centro de nuestras vidas, el tiempo era nuestra materia imaginaria y la hicimos moldeable, receptiva, moneda de cambio de nuestras relaciones sociales. Sabemos hacer magia con él: lo detenemos, recreamos, estiramos, compartimos. Los antiguos señoritos, para hacer ostentación de su enorme riqueza, incluso lo mataban con gesto de fastidio.

            El escritor turco-griego Petros Márkaris ha descrito la diferencia del Norte y el Sur con esta frase: “Usan la misma moneda que nosotros, pero para ellos el tiempo corre de otra manera”. Es la pura verdad. A pesar de las imposiciones, los calendarios, los avisos, persiste ese correr distinto de nuestra existencia; una especie de sublevación contra la fiera mecanización de nuestras vidas. Los que lo han sentido, saben de qué hablo. Los demás, lo resolverán con la caricatura desdeñosa hacia las gentes del Sur, aunque para que se enteren les diré que trabajamos intensamente solo que nos quejamos menos.

           Ahora se ha puesto de moda la palabra reinvención. Me encantaba hasta que se la han apropiado para vendernos coaching o conformarnos con los tejemanejes que han dejado sin empleo o esperanzas a millones de personas. Todos deberíamos tener a nuestra disposición varias vidas, ser capaces de reinventar nuestra existencia. He encontrado, trabajosamente, varios secretos para hacerlo: el amor, la dedicación social y la literatura. Pero los pueblos también se pueden reinventar y, en medio de esta crisis más que económica, más que social, más que política, más que ecológica, urge proponer formas de reinvención. La cuestión es que nadie se reinventa si en su vida no hay algún asidero, alguna cuerda que quedó en suspenso, alguna habilidad o alguna base cultural que la sostenga. Como decía Kavafis, en tu camino no encontrarás los monstruos si antes no los has creado en tu imaginación, pero tampoco, permitid la licencia, encontrarás los genios bondadosos si nunca nadie te habló de su existencia.

           Por eso el Sur (ya sé que hay gente que odia esta palabra, pero a mi entender es una abstracción útil, afortunada) posee algunos valores que en su momento fueron desdeñados o estuvieron a punto de fallecer por el consumismo o el individualismo atroz del patrón monetario. Somos gente capaz de ponernos en el lugar de los otros, quizá porque hemos sido pobres y, como decía Steinbeck en Las uvas de la ira, “si tienes problemas o estás necesitado... acude a la gente pobre. Son los únicos que te van a ayudar”. Tenemos un caudal de sociabilidad, de respeto al bien común que puede contener la riada de zombis supervivientes con la que los tiempos nos amenazan. Tenemos fortaleza en el sufrimiento y sabemos compensar la austeridad de los bienes de consumo con la exuberancia de los afectos.

           No es casualidad que en Andalucía no se haya extendido el desprestigio de los de abajo y que exista una corriente popular de simpatía por los que sufren. Los valores no son una abstracción, sino un entramado que explica nuestras vidas y por eso, tras la derrota del desarrollismo feroz, quizá nuestra cultura tenga mucho que decir, sobre todo si se une a la ciencia y a la tecnología que los nuevos tiempos ponen a nuestra disposición. O, a lo mejor, es todo literatura. Pero es mejor la literatura que la desesperación.

domingo, 20 de mayo de 2012

DOS VARAS DE MEDIR


Publicado en El País Andalucía
Ya sé que no es políticamente correcto decirlo en voz alta pero están maltratando a Andalucía. Ya sé que en medio de la tormenta financiera que se abate sobre nuestro país, es mejor salvar el acuerdo por el que se han aprobado los planes de las Comunidades Autónomas y esperar tiempos mejores, pero la verdad no puede resentirse hasta el extremo de presentar como justa, la injusticia y como colaboración el resultado de la amenaza.


En primer lugar, ha sido el gobierno y solo el gobierno quien se ha empeñado en desprestigiar la labor de las comunidades autónomas y la que ha desplazado el déficit del gobierno central hacia la periferia. Ha sido una tremenda irresponsabilidad porque el deterioro de la solvencia de cualquier comunidad, recaía como un boomerang contra la marca España. Pero ha exigido el recorte autonómico, más allá de lo razonable, como una forma de forzar la disminución del gasto en los servicios públicos esenciales, salud y educación, a los que no aman en absoluto.

En segundo lugar, el gobierno central ha jugado contra la marca Andalucía especialmente desde que perdieron las elecciones del pasado 25-M. El Ministro Montoro, que ayer se investía de la autoridad de un juez y de un censor de cuentas, dedicó buena parte de su actividad en los meses pasados a desprestigiar las finanzas andaluzas, a hablar de facturas ocultas y de balances poco transparentes. Ni siquiera pidió perdón por sus afirmaciones cuando se demostró de forma fehaciente que Andalucía debía a los proveedores menos de la mitad que Valencia y casi igual que Murcia con una población de 400.000 habitantes. Atacar las finanzas andaluzas ha sido un deporte entre los altos cargos del PP, jaleados por las peticiones de intervención de la derecha mediática.

Pero el castigo a Andalucía no ha cesado ni por un momento y el antiandalucismo se ha convertido en leitmotiv de la política estatal. Se ha establecido así una doble vara de medir en las decisiones económicas que los gobernantes andaluces deberían de explicar con claridad. En la reunión del Consejo de Política fiscal y financiera donde se aprobaron los planes de ajuste de las comunidades se pudo comprobar la falta de ecuanimidad y de criterios. El tribunal ante el que Andalucía presentaría sus cuentas era inquietante. El juez supremo que marcaría el destino de Andalucía, el señor Montoro, el mismo que nos mandaba al infierno de la intervención sin mirar ni siquiera los balances., Mientras que las cuentas de Murcia, Castilla la Mancha o Valencia, que duplican el déficit andaluz, fueron aprobadas literalmente “con nota”, amagaron con dejar en suspenso las cuentas de Andalucía. Mientras que a otras comunidades se les aceptaban recortes contabilizados a la manera de las cuentas del Gran Capitán a Andalucía se les exigía justificar hasta el último euro.

Sin querer provocar ninguna confrontación territorial con Cataluña, cuyo Conseller tuvo diez veces más visión de estado que el propio ministro Montoro, a esta comunidad se le aceptó recuperar la inversión prevista en su estatuto de Autonomía, mientras que a Andalucía no se le permitió hacer exactamente lo mismo: a saber, que el estado debe abonar 408 millones de euros para cumplir lo que establece el Estatuto de Autonomía de Andalucía ni mucho menos computar como parte del ajuste andaluz los 1.400 millones que el Estado debe de años anteriores.

No sé hasta qué punto la discreción o el miedo son los mejores acompañantes para Andalucía en esta tormentosa travesía. Los sacrificios que se les van a exigir a los andaluces, especialmente a los funcionarios, no van a ser fáciles de entender si no se explica el contexto político que nos acompaña o que nos amenaza. No solo hay que salvar los servicios públicos de envites privatizadores y de su deterioro, también hay que proteger a los profesionales que los hacen posibles. Por ellos hay que apurar al límite las posibilidades de negociación, aplacar la dureza de los recortes, valorar su trabajo y su tiempo. Y, sobre todo, contar la verdad.

sábado, 12 de mayo de 2012

EL RECORTAZO DE ARENAS

Publicado en El País Andalucía

 “Díganos de dónde viene el recorte de 2.700 millones de euros”, afirmó Javier Arenas con tono altanero en el debate de investidura. Pensé que había escuchado mal la frase pero no, el portavoz de la oposición había pronunciado estas palabras sin el menor asomo de duda o de vacilación. Insistió en la idea, con el procedimiento consabido de colocar el sufijo -azo a la palabra para dar mayor énfasis a la idea. “Díganos si el recortazo va a afectar a la sanidad, la educación o la dependencia”, insistió. Se ha equivocado de lugar y de personaje, pensé. Con los decretos del Gobierno central aún calientes que obligan a recortar 10.000 millones de euros a las autonomías, con la tinta todavía fresca del decretazo en la enseñanza y el copago sanitario o la reducción drástica de los fondos para la dependencia, no era posible que el inteligente portavoz del PP hiciera una preguntas que solo podían ser respondidas con los famosos versos de Bécquer “¿Y tú me lo preguntas? / Poesía... eres tú”. O sea, el Gobierno central obliga a las comunidades a recortar los servicios públicos vía decreto y, de paso, pisoteando las competencias de las autonomías. De forma especial, en el caso de Andalucía, amenaza a la comunidad autónoma en caso de no hacerlo, con intervenir sus cuentas. En cualquier caso, el representante del PP en Andalucía intentará hacer oposición criticando los recortes que ellos mismos han impuesto. Una operación de trilerismo político tan burda que detectaría hasta el ciudadano más indocumentado. Pero lo más grave no es eso. Es que, mientras Arenas subía a la tribuna del Parlamento de Andalucía, un coro mediático de voces azules casi negras, reclamaban una intervención urgente del Gobierno central. Según ellos, el Estado tiene instrumentos para impedir un Gobierno de izquierdas en Andalucía y evitar, así, el “desafío” de una comunidad autónoma. Argumentan que no es el PP quien tiene un problema por haber perdido las elecciones andaluzas, sino España. Por eso exigen que “Rajoy no titubee si tiene que intervenir la comunidad”. Les ruego que presten mucha atención a estas palabras. No las pronuncian cuatro locos en la Red sino medios de comunicación con accionistas y tirada diaria; no son un fruto momentáneo e irreflexivo, sino toda una declaración de intenciones. La música y la letra de estos textos son absolutamente golpistas, antidemocráticas y repulsivas. El nuevo Gobierno andaluz tiene muchas dificultades reales, derivadas del paro y de la crisis económica, pero no debe sufrir un zarandeo político por el simple hecho de que Andalucía no tenga el mismo color político que el Gobierno central, ni mucho menos ser amenazada porque a determinados poderes económicos no les guste la composición de su Gobierno. El portavoz del PP en Andalucía va a tener motivos más que suficientes para ejercer una oposición inteligente y democrática, sin subirse al carro del desprecio por nuestra tierra y del golpismo latente que alientan los medios más conservadores. Es verdad que la labor de oposición del PP será sumamente difícil. Las políticas de recorte de Rajoy están agotando la paciencia de la ciudadanía. No hay día que no se anuncie algún nuevo pellizco a las economías más débiles, a la educación, la sanidad o la cobertura social. No hay día que no se desprestigie un colectivo o un sector laboral para cargar sobre ellos la tinta del malestar social. Javier Arenas no podrá abstraerse de las políticas de recorte estatal ni hablar, como si nada pasara, de los temas sociales de Andalucía. Es verdad que estas políticas de recorte pueden pasarle una factura importante al PP en Andalucía e imposibilitar gran parte de su papel de oposición, pero sus dirigentes deben saber que este precio no será nada comparado con la factura que pagarán si el pueblo andaluz detecta que hay una estrategia de acoso y derribo contra nuestra comunidad autónoma.