sábado, 26 de marzo de 2011
El laicismo como ficción
Este es el artículo de esta semana en El País Andalucía
Atónitos nos hemos quedado al conocer que el grupo de estudiantes que exhibieron sus torsos en la capilla de la Universidad Complutense fueron detenidas como peligrosas delincuentes. Patidifusos, cuando nos hemos enterado que se le imputan dos graves delitos contemplados en el código penal y, finalmente, indignados al saber que se acepta una querella criminal de la asociación ultraderechista Manos en Alto, perdón, Manos Limpias.
Vivimos en la ficción de pertenecer a un país laico, nos pavoneamos de nuestro avance cultural y civilizatorio pero estamos instalados en el "quiero y no puedo" de una sociedad que predica no ser confesional mientras mantiene la religión en todos sus espacios públicos e incluso reserva varios artículos en el código penal -y subrayo penal- para castigar a los que se burlen de las creencias religiosas.
El actual código penal tipifica la profanación con penas de hasta dos años de prisión y la ofensa los dogmas, creencias o ritos religiosos con penas de multa de ocho a doce meses. Un artículo ,el 525, de extraña aplicación, porque como compensación contiene una segunda parte que penaliza con iguales condenas a los que hagan públicamente escarnio de quienes no profesan religión o creencia alguna.
De su aplicación se sigue que, si las jóvenes estudiantes cometieron -no una falta o una simple falta de educación- sino un delito contra las creencias religiosas, la Iglesia católica, así como los medios afines, incurren de forma habitual en este mismo delito cuando en numerosos actos públicos denuncian la homosexualidad, se manifiestan contrarios a la igualdad de derechos de las mujeres, o consideran un asesinato la interrupción voluntaria del embarazo, ya que se trata de declaraciones en las que ofenden a todas las personas que no profesan sus mismas creencias. Si los agnósticos y ateos hubiesen ido al juzgado o a la comisaría cada vez que se han visto ridiculizados, censurados e insultados por los representantes de la iglesia y sus apologetas no habría bastantes juzgados en nuestro país para tramitar las denuncias.
Nada de esto ocurriría si las creencias religiosas se situaran en el terreno de lo privado y no se pretendieran imponer, de una u otra forma, a través de las instituciones del estado. El laicismo, lejos de ser un arma contra tal o cual religión, es una garantía del respeto del estado a la conciencia individual y es la base de una convivencia respetuosa con todas las creencias. Muy mal debe ir una religión cuando sólo se puede mantener por una posición de privilegio y de confrontación.
La presencia de capillas, crucifijos y símbolos religiosos abarca todos los espacios de nuestra vida: numerosos hospitales andaluces mantienen en lugares preferentes capillas reservadas al culto católico dentro de sus instalaciones; son muchos los institutos donde falta espacio para las clases pero tienen recintos religiosos; la Diputación de Almería está presidida por un gran Cristo crucificado y en un buen número de Ayuntamientos andaluces, junto a la Constitución española, se coloca un crucifijo testigo de la toma de posesión de los cargos públicos. Pero la presencia más chocante y contradictoria es en la Universidad donde se proclama el pensamiento científico mientras se permanece bajo la advocación de santos y vírgenes. Por si queda alguna duda de esta incompatibilidad, el arzobispo de Granada nos ha aclarado que "la ciencia es peor que la Educación para la Ciudadanía" y ha apuntado que el origen de todos los males que aquejan a la sociedad es "el culto a la razón y la Ilustración francesa". Varios siglos después de que los ilustrados proclamaran la separación de Iglesia y Estado, todavía se debate en los claustros universitarios si se suprimen las capillas, las misas o el patronazgo de quienes defienden la superstición o el misterio frente a la ciencia. ¿De verdad estamos en el siglo XXI?
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2 comentarios:
Causa sorpresa la cantidad de personajes de la ciencia de todos los tiempos que se han mantenido siempre fieles a sus creencias religiosas. Parece ser que la búsqueda del conocimiento no está reñida con la creencia en algún dios.
En un ciclo de conferencias organizado por la Universidad de Sevilla uno de los ponentes comentó que el número de científicos creyentes de una sociedad es directamente proporcional al mayor o menor arraigo que una determinada iglesia tenga entre sus ciudadanos. Así de simple.
“Isaac Newton, el genio matemático que comprendió antes que nadie cómo la gravedad determina los movimientos planetarios, se mostró sorprendido ante la ausencia de variación en los planos orbitales de los planetas y decidió que tuvo que ser Dios quien, al crear el Sistema Solar, situara todos los planetas en órbitas coplanarias”.
Copérnico el precursor de la teoría heliocéntrica fue religioso. Galileo a pesar del trato recibido por la iglesia era creyente. Giordano Bruno, quemado en la hoguera fue también religioso…
No soy ateo porque no puedo negar que haya un dios. Más bien soy agnóstico porque no puedo probar ni negar su existencia.
También, tengo claro que no soy practicante de ninguna religión y que la actual jerarquía eclesiástica de la iglesia católica, implantada mayoritariamente en la sociedad española, da auténtica pena. En demasiadas ocasiones su existencia está fuera de la realidad.
Luego, no me molestan para nada ni los símbolos (aunque se encuentren en edificios públicos), ni los ritos religiosos siempre que estén o se hagan por arraigo.
Carl Sagan, gran divulgador científico en “Miles de millones” comienza unos de sus capítulos con:
Cuando en lo alto aún no habían recibido nombre los cielos,
ni mención tenía el firme suelo de abajo [...].
Ni estaba cubierta de cañizo una choza, ni existían marjales,
cuando aún no había divinidad alguna
que tuviera un nombre y cuyo destino se hallara determinado,
entonces surgieron los dioses...
Enuma. Elish,
Mito babilónico de la creación
(finales del tercer milenio a. de C.)
estamos de acuerdo en que España es Laica, pero su costitución reconoce el derecho de todos los españoles a confesar cualquier religión o creencia que esté reconocida por las entidades legales de nuestro país y hay otro artículo que defiende la libertad de expresión.
Este reconocimiento no hace distinción de sitios, es decir que podemos hacer confesión de nuestra fé y de nuestra opinión tanto en mitad del campo como en mitad de la calle. Pero esto no ha pasado en el campo ni en la calle sino en un recinto religioso, si dentro de una universidad, pero religioso al fin y al cabo.
Estas personas han cometido un delito, no permitir la expresión de la fé de unas personas que estaban en un recinto religioso, por lo que han cometido ese delito, aparte demuestran su poca educación y verguenza al no respetar ni las creencias ni la opinión de sus compañeros.
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