Publicado en El País Andalucía
No puedo evitarlo. Veo a cada persona con un nubarrón sobre
su cabeza, una sombra triste que se desplaza a su ritmo, que dibuja sombras de
apatía en los gestos, que impide que los colores sean claros y los movimientos
precisos. Algunas llevan nubarrones amplios, de trazos oscuros y otros una
montera más liviana, pero percibo en todas partes las malditas sombras que
ocultan la luz.
El lunes cada persona y su sombra, volverán a sus quehaceres
pero la alegría del retorno ha desaparecido por completo. Quien tiene un puesto
de trabajo fijo sabe que su trabajo será más duro e ingrato, sus retribuciones
más magras, su estima profesional más baja; el que trabaja en el sector privado
se pregunta si será ella la próxima víctima del ERE que se rumorea, o si solo se trata de una amenaza para
rebajar salarios, aunque también pueden suceder las dos cosas consecutivamente.
Los que no tienen trabajo, volverán a las
colas del INEM, más largas y silenciosas, más rápidas porque al final
solo hay un rotundo NO que el funcionario anuncia cada vez con más tristeza.
Quienes tienen más de cuarenta años barruntan que son
incómodos en la empresa. Las pequeñas ventajas conseguidas tras decenios de
buen trabajo son ahora una pesada carga para su continuidad. La experiencia, la
profesionalidad no valen nada en un país que ha perdido los puntos de
referencia. Los más jóvenes son ahora un ejército de outsiders que miran con
desconcierto una sociedad extraña. Los que tienen mayor titulación buscan en
internet las páginas de ofertas de trabajo en el extranjero. Se estima que en
noviembre esta sangría interminable de talentos alcanzará su cenit y miles de
jóvenes se nos irán muy lejos.
Dicen que para reconocer la existencia de una depresión,
basta con experimentar durante dos o tres semanas, cinco o seis síntomas claros:
sentimientos de tristeza, disminución del interés o del placer en actividades
habituales, alteraciones del sueño,
sensación de debilidad física, sentimientos de culpabilidad o inutilidad,
disminución de la capacidad intelectual…El nubarrón que se cierne sobre
nuestras vidas nos produce estas mismas sensaciones: agudiza todos los
pensamientos negativos y pone un velo a nuestra alegría.
Ya no está de moda la psicología de masas, pero es evidente
que todo un país puede tener un estado de ánimo, unas sensaciones sobre su
valía, su estima y sus capacidades. Y en nuestro caso, el estado de ánimo es
pésimo. En ese sentido la nube individual que arrastramos y nos pesa, es
colectiva, tiene nombres y fechas,
responsables y culpables cuyos nombres se han disuelto hasta hacerse
irreconocibles, hasta que individualmente hemos interiorizado nuestras culpas y
desaciertos, hasta que no saber siquiera contra quien o contra qué dirigir
nuestras quejas.
Nos quieren como pequeñas nubes al viento de la crisis,
mecidas por las jaculatorias de un lenguaje tecnocrático que nos paraliza, que
nos amenaza con males mayores, que nos priva del control de nuestras vidas. Dicen que la capacidad de pensar a largo plazo
muestra el control de nuestra existencia. Pues bien, prueben a imaginar el
futuro y si pueden hacerlo, verán lo difícil que es desprenderse de los tonos sombríos,
del miedo y la incertidumbre. Nos quieren asustados, deprimidos, nubes al
viento sin control de nuestra existencia.
Han conseguido convertir los problemas reales del paro, la desesperanza,
la falta de oportunidades para la juventud en nuestra nube particular mientras
que convierten en fetiche de nuestros tiempos sus problemas financieros o
especulativos y nos mecen al vaivén de sus intereses. Pero es justo al revés de esta terrible pesadilla:
nuestro trabajo, nuestra preparación, nuestra profesionalidad, produce bienes físicos
o inmateriales que existen realmente mientras que su mercado del dinero es pura
ficción. Somos necesarios y ellos inútiles. Si nos sacudimos la nube que nos
impide pensar con claridad y recuperamos nuestra autoestima, es posible cambiar
la situación o, al menos, no ser víctimas en este otoño que nos han dibujado
con todos los colores de la desolación.
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