Si se escuchan los informativos parece que, en vez del mayor desastre ecológico de nuesto país, la rotura de la Balsa de Aznalcollar fue una especie de bendición que nos ha traído un hermoso corredor verde y centenares de puestos de trabajo. Aquí va una parte de la historia pasada y de sus protagonistas:
PERSONA GRATA
Hay sentencias que matan. Cuando la juez Celia Belhadj Ben Gómez archivó la causa penal contra la empresa Boliden Aprisa por el vertido de Aznalcollar, miles de personas sentimos la indignación y la impotencia, pero solo un corazón dejó de latir.
Manuel Aguilar Campos, técnico y exdirectivo de la empresa, seguramente había depositado toda su confianza en la apertura de un proceso penal. La resolución de la jueza mató todas las esperanzas y dejó sin sentido aparente un largo calvario desde aquel lejano 20 de enero de 1996 cuando denunció ante la administración andaluza el lamentable estado de la presa de embalsamiento y solicitaba su inmediata clausura para evitar “un desastre natural de consecuencias incalculables”.
La denuncia de Manuel Aguilar, que fue apresuradamente archivada y desmentida por la pseudo administración ambiental e industrial que padecemos, explicaba que cuando la explotación de los Frailes entrara en pleno funcionamiento la balsa no resistiría.
La madrugada del 26 de abril de 1998, ratificó con cinco millones de metros cúbicos de lodos tóxicos las denuncias. Manuel Aguilar contempló desde el puente de las Doblas aquella película muda de fango, sinfonía de grises y negros mortecinos y árboles frutales anegados de negros venenos.
Posiblemente Manuel Aguilar deseó no tener razón y devolver el color a aquel paisaje que ,tras veinte años de trabajo en la mina, había hecho suyo. Suyo, aunque algunos se empeñaran en denigrar su nombre, suyo aunque, desde la Andalucía más negra y ruin, se intentara cubrir con el manto del silencio y complicidad el crimen en vez de alzar la voz por la justicia y futuro.
Manuel Aguilar fue declarado “persona non grata” por el ayuntamiento. Varias pintadas en el pueblo de Sanlúcar, que alguna mano negra, como el vertido, renovaba periódicamente, lo llamaban “traidor”. Traidor a la mentira, persona no condescendiente con el engaño, poco amiga de la compraventa de personas y de conciencias. Posiblemente, aunque doliera, no era esto lo importante para él, sino ese silencio, esas miradas huidizas o rencorosas de antiguos amigos y compañeros de trabajo.
Se encerró en sí mismo, ni siquiera respondía ante los requerimientos de los medios de comunicación. “Cuando llegue el juicio, entonces hablaré” Atesoraba datos, comprobaciones. “No quiero hablar de la mina...hasta que llegue el juicio”. Pero en el frío de diciembre del 2000, como una broma macabra de fin de milenio, una juez resolvió que no habría juicio, ni causa, ni delito ecológico ni esperanza.
Terriblemente solo su corazón se paró. Pero no estás sólo. Miles de personas que no conoces te proclamamos “persona grata” para nuestra tierra, ese territorio sin justicia ni gobierno que apenas alza la voz.
El mayor desastre ecológico europeo del último decenio se salda con el archivo del caso, el ridículo judicial y fiscal, un corredor verde que toma el nombre del color del dinero de los quince mil millones de pesetas invertidos en él, y con el brindis de la multinacional sueca que nunca tuvo dudas de que en Andalucía, como decía Manuel Aguilar, “ le permitirían hacer cualquier cosa”.
La honradez profesional, el amor profundo por Andalucía de nada han servido contra una intocable multinacional, una raquítica y acomplejada justicia, una administración cómplice. Pero sirve a miles de personas con conciencia, a trabajadores honestos que hacen las cosas como deben ser, a los que no se venden, a la otra Andalucía que a duras penas se dibuja.
PERSONA GRATA
Hay sentencias que matan. Cuando la juez Celia Belhadj Ben Gómez archivó la causa penal contra la empresa Boliden Aprisa por el vertido de Aznalcollar, miles de personas sentimos la indignación y la impotencia, pero solo un corazón dejó de latir.
Manuel Aguilar Campos, técnico y exdirectivo de la empresa, seguramente había depositado toda su confianza en la apertura de un proceso penal. La resolución de la jueza mató todas las esperanzas y dejó sin sentido aparente un largo calvario desde aquel lejano 20 de enero de 1996 cuando denunció ante la administración andaluza el lamentable estado de la presa de embalsamiento y solicitaba su inmediata clausura para evitar “un desastre natural de consecuencias incalculables”.
La denuncia de Manuel Aguilar, que fue apresuradamente archivada y desmentida por la pseudo administración ambiental e industrial que padecemos, explicaba que cuando la explotación de los Frailes entrara en pleno funcionamiento la balsa no resistiría.
La madrugada del 26 de abril de 1998, ratificó con cinco millones de metros cúbicos de lodos tóxicos las denuncias. Manuel Aguilar contempló desde el puente de las Doblas aquella película muda de fango, sinfonía de grises y negros mortecinos y árboles frutales anegados de negros venenos.
Posiblemente Manuel Aguilar deseó no tener razón y devolver el color a aquel paisaje que ,tras veinte años de trabajo en la mina, había hecho suyo. Suyo, aunque algunos se empeñaran en denigrar su nombre, suyo aunque, desde la Andalucía más negra y ruin, se intentara cubrir con el manto del silencio y complicidad el crimen en vez de alzar la voz por la justicia y futuro.
Manuel Aguilar fue declarado “persona non grata” por el ayuntamiento. Varias pintadas en el pueblo de Sanlúcar, que alguna mano negra, como el vertido, renovaba periódicamente, lo llamaban “traidor”. Traidor a la mentira, persona no condescendiente con el engaño, poco amiga de la compraventa de personas y de conciencias. Posiblemente, aunque doliera, no era esto lo importante para él, sino ese silencio, esas miradas huidizas o rencorosas de antiguos amigos y compañeros de trabajo.
Se encerró en sí mismo, ni siquiera respondía ante los requerimientos de los medios de comunicación. “Cuando llegue el juicio, entonces hablaré” Atesoraba datos, comprobaciones. “No quiero hablar de la mina...hasta que llegue el juicio”. Pero en el frío de diciembre del 2000, como una broma macabra de fin de milenio, una juez resolvió que no habría juicio, ni causa, ni delito ecológico ni esperanza.
Terriblemente solo su corazón se paró. Pero no estás sólo. Miles de personas que no conoces te proclamamos “persona grata” para nuestra tierra, ese territorio sin justicia ni gobierno que apenas alza la voz.
El mayor desastre ecológico europeo del último decenio se salda con el archivo del caso, el ridículo judicial y fiscal, un corredor verde que toma el nombre del color del dinero de los quince mil millones de pesetas invertidos en él, y con el brindis de la multinacional sueca que nunca tuvo dudas de que en Andalucía, como decía Manuel Aguilar, “ le permitirían hacer cualquier cosa”.
La honradez profesional, el amor profundo por Andalucía de nada han servido contra una intocable multinacional, una raquítica y acomplejada justicia, una administración cómplice. Pero sirve a miles de personas con conciencia, a trabajadores honestos que hacen las cosas como deben ser, a los que no se venden, a la otra Andalucía que a duras penas se dibuja.
2 comentarios:
Trabajé en esa mina desde 1976 hasta 1981.
Me suena mucho Manolo Aguilar, pero no consigo ponerle cara.
Lo que desconocía es que había denunciado ante la Justicia el desastre ecológico, antes de que se produjese.
Y mucho menos, que falleciera de un infarto en el año 2000, al tiempo que se archivaba su denuncia.
Lo siento. Descanse en paz.
Vemos peliculas americanas donde heroes anónimos luchan por hacer justicia, por defender causas que parecen perdidas, por hacer prevalecer el interés general frente a los intereses particulares.
Yo conocí a Manuel Aguilar Campos, era mi tio. Estoy orgulloso de que en mi familia haya un héroe.
Descanse en paz, ya que no puedo hacerlo de forma justa.
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