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sábado, 4 de septiembre de 2010

Sin noticias del sur


Con septiembre vuelven mis columnas de opinión al País de Andalucía. Esta es la primera:

Si descontamos la visita de Michelle Obama, Andalucía apenas ha aparecido este verano en los medios de comunicación. Como ha habido pocos incendios, ningún accidente reseñable y el fuego fatuo de Marbella se consume en las antesalas de los juzgados, la palabra Andalucía ha sido poco citada. Lo normal.

Salvando las distancias, a Andalucía se le dispensa un trato parecido a las mujeres en los medios de información: suele aparecer en un papel de víctima, de acompañante pasiva de acontecimientos o de complemento festivo
Es lo que tiene ser un marco incomparable: los atardeceres de la Alhambra, las playas interminables, la fotogenia de los termómetros callejeros cuando marcan números por encima de los 40 grados devoran toda la información de los hombres y de la mujeres que viven en esta tierra.Por lo demás, informativamente hablando, Andalucía sólo es un pequeño pie de página, una referencia complementaria cuando se abordan, realmente cuestiones de estado. Por ejemplo, ese debate "apasionante" sobre si la transferencia de las políticas activas de empleo a Euskadi romperá o no la caja de la Seguridad Social y será una cesión sin precedentes al nacionalismo se resolvería en cinco minutos si alguien tuviera la información precisa de Andalucía, donde se transfirieron estas políticas en el año 2003 y se consolidaron en el Estatuto de Autonomía, sin que en ningún momento se levantaran las voces airadas respecto a la ruptura del sistema, ni haya tenido más efecto perverso que una gestión desmañada, falta de brío y de proyecto. Pero esa es otra historia.
Y es que cuando se habla desde el sur se tiene la sensación de estar en una conversación entre desiguales, en la que unos tienen altavoces de máxima potencia, los conflictos mínimos alcanzan polvaredas informativas mientras que nuestra voz apenas llega a atravesar la frontera de Despeñaperros, donde muere, estrellada en la costumbre centenaria de no escuchar lo que viene de abajo de nuestra península.
La inexistencia de Andalucía alienta los conflictos territoriales, sublima el papel inoperante de algunas fuerzas políticas y alimenta el desprestigio de cualquier autonomía que no sea radicalmente nacionalista o españolista.
El complejo de no ser nadie, de desempeñar un puro papel de trasunto de la política estatal, recorre también al Gobierno y a la oposición andaluza. Los debates entre el PP y el PSOE en Andalucía carecen de sustancia política propia, son juegos de viejos gladiadores cansados, plagados de reproches personales, de disputas sobre el liderazgo en los que no se confrontan modelos sociales y políticos para Andalucía. Se discute la decoración de San Telmo en vez del paro; la estabilidad del liderazgo en vez del modelo económico; las encuestas de opinión en vez del modelo educativo. Mientras el Gobierno de Zapatero, cucharada a cucharada, vacía el último sueño de Andalucía de un federalismo social, activo e inclusivo. Un día se modifica la ley de cajas, sin concurso alguno de Andalucía; el siguiente se adjudica Cajasur al mejor postor; se cancelan las ayudas a la vivienda que afectan de lleno a los planes andaluces; se modifican cupos energéticos en renovables o se toma el peor camino para defender -aunque sea justamente-, la protección medioambiental de Doñana.
Y Andalucía sigue sin ser noticia, porque al parecer es más importante discutir una transferencia al País Vasco o el encaje legal del Consejo del Poder Judicial de Cataluña, que las políticas de vivienda, energéticas o de empleo. Porque, a fin de cuentas, es más fácil discutir del reparto del poder que de los problemas sociales. ¡Si hasta la información meteorológica habla de buen tiempo sólo si soplan buenos vientos en la mitad norte...!

jueves, 12 de junio de 2008

REPSOL Y ENDESA VAN A HACER LA REVOLUCIÓN



Me fascinan los anuncios publicitarios. Sus creadores ya no tratan de estudiar las necesidades del mercado sino, fundamentalmente, los deseos y los sentimientos del público a que se dirigen. Tras varios años de vendernos sensaciones placenteras: el viento en nuestro brazo, la frescura del agua, el tacto cálido de la infancia…ahora han cambiado de estrategia y se han metido en nuestras ilusiones.
Desde hace unos meses nos ofrecen anuncios-mítines, imágenes esperanzadas, con voces traspasadas de emoción. Cierro los ojos y me parece estar en algún foro de la izquierda y del ecologismo cuando escucho: “Vamos a tener que reinventarlo todo. No va a ser fácil, pero ¿hay algo más apasionante que cambiar el mundo?”. En medio de imágenes cien por cien ecologistas y pacifistas, (un mundo unido en las manos, árboles en los rascacielos, símbolos de paz…) me emociona escuchar que “otro mundo es posible”, que nada está escrito, que todo depende de nosotros. Han descubierto, sin embargo, mis dudas, pero ellos tienen todas las respuestas: “Si hemos sido capaces de inventar Macondo...la penicilina… ¿cómo no vamos a ser capaces de proteger lo que más nos importa?” Y para que no quepa ninguna duda, insisten: “Si hemos sido capaces de hacer revoluciones…Inventemos el futuro”
¿A quien pertenecen estas proclamas cuasirevolucionarias? ¿A una ONG, al movimiento ecologista, a un foro social, a Izquierda Unida? No… ¡a Endesa y Repsol!
Continúo pegada a la pantalla y compruebo cómo las empresas automovilísticas que han despedido más trabajadores en los últimos años, han escogido a sus empleados más guays y los han hecho protagonistas de sus anuncios. En este mismo sector, los anuncios de los coches 4x4 son el topeguay del amor a la naturaleza.
Como todo anuncio es un relato, y como el hombre, según decía Spinoza, es fundamentalmente deseo, deduzco que nuestros sueños son más apetecibles que los suyos, que la imitación es la forma más auténtica de admiración pero que, ante todo, quieren robarnos las palabras.
Ya cansada, me despido con IKEA que ha proclamado la República Independiente, sólo en nuestra casa, pero bueno… por lo menos es un principio.